Verano azul (Serie de TV)
Sinopsis de la película
Serie de TV (1981). 19 episodios. Bea, Javi, Pancho, Desi, Quique, Tito y Piraña son unos chavales de diversas edades y procedencias que veranean en la localidad de Nerja (Málaga). Allí pasarán un verano inolvidable, entablando una especial amistad con los adultos Chanquete, un pescador del lugar que vive en un barco, y Julia, una pintora bohemia y melancólica, con los que compartirán muchas de las aventuras, emociones y descubrimientos propios de su edad.
Detalles de la película
- Titulo Original: Verano azul (TV Series)
- Año: 1981
- Duración: 50
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Opinión de la crítica
Película
6.2
21 valoraciones en total
Cierto es que no soy nada imparcial, que no puedo juzgar esta serie como debería, desde la crítica objetiva.
Aún, a mis 37 años, sigue emocionándome y divirtiéndome, tal vez porque me recuerda ese tiempo que nunca volverá, esa inocencia perdida, los cines de verano, los meses interminables de verano, los pequeños descubrimientos, el olor del mar al caer la tarde y el de las sardinitas en esos estupendos chiringuitos que se habían propuesto eliminar… y como no, la familia, mi familia y todo aquello maravilloso de lo que guardo un recuerdo imborrable. Por todo ello, no puedo más que admirar esta blanca serie y recomerdarla a las nuevas generaciones, aunque, con dolor de mi corazón, no creo que lleguen a admirarla con tanta intensidad, para bien o para mal, es otra época…
Vaya, han pasado tantos años, tantas reposiciones, tanta madurez encubierta de los niños que amaron esta serie a principios de los ochenta que ahora queda muy bien presumir en las reuniones familiares de que tu odiabas verano azul, de que la serie era muy mala, de que … de que … pues aquí tienen, queridos adultos de gomina y traje gris, familia de plastilina, tarde de fútbol y polvo de sábado, aquí tienen una critica hecha desde las entrañas del alma, porque sí, digámoslo alto y claro, Verano Azul fue para muchos de vosotros la serie definitiva de vuestra infancia, y os sentabais cada tarde frente al televisor con hermanos, primos o amigos, a degustar un bocadillo de nocilla, mientras Tito, Piraña y el resto de la panda atrapaban bajo el cielo de Nerja el verano de sus vidas.
Me cogió esta serie, como no!!, en el pueblo asturiano de mis abuelos. Pequeño pueblo marinero y cantábrico rodeado de playas salvajes, praderas y acantilados, donde pasaba los tres meses de verano con mi bicicleta BH y una pandilla interminable de niños y niñas, sin clase ni deberes, solo inocencia y libertad, verano de días de mar y juegos, de pesca con un trozo de sedal enredado en el dedo, de peonzas y balones, de verbenas que sabían a regaliz, de me gustas no me gustas, de petardos en latas de coca cola, recolección de saltamontes, agujeros en los zapatos y besos en el moflete.
Y aquel verano televisivo se mezclaba con el nuestro de tal manera que al final ya no sabíamos si éramos ellos o nosotros. Porque sí, fuimos la pandilla que durante una tarde se dedicó a hablar al revés al incomprensible mundo adulto y nos reíamos mientras ponían cara de palo o de susto, nos hacíamos amigos de gente pintoresca que vivía de las maneras más extrañas como un tipo que habitaba en una cabaña de paja y que sabía hacer trucos de magia y tragarse el cigarrillo, desapareciendo de sus labios hacia el interior de su garganta para luego hacerlo regresar con un movimiento de manos, buscábamos al anochecer extraterrestres en la playa, explorábamos cuevas y lanzábamos botellas al mar con mensajes desesperados de amor.
Pero entre tanta diversión despreocupada, algo ocurrió. Nuestro gran compañero, aquel hombre bueno que todo lo sabía y que vivía ajeno al desorden del mundo en su Barco La Dorada se fue para siempre en una de las tardes más tristes que mis ojos de niño alcanzan a recordar, Y en un capítulo cruel y demoledor, a ritmo de una canción que no citaré y que aún a día de hoy no puedo escuchar sin que algo se me turbe, la tierra caía sobre el ataúd de Chanquete mientras nuestros ojos se llenaban de lágrimas. Y no entendimos nada de nada salvo que aquella serie inocente se había convertido de repente en algo mucho más grande que todos nosotros y nos iba a enseñar muchas cosas para las que probablemente no estábamos preparados.
Pero a veces es el alma en sí misma quien muere cuando ése amigo llorado regresa. Me explicaré (o, al menos, lo intentaré): cuando era yo un cerdito ésta fué la serie cañón, de la que todos los chavalillos hablabamos en el patio del cole, igual que habíamos hecho con Mazinguer, Heidi, Marco, Poldark, Hombre rico Hombre pobre, o Yo Claudio.
Mi cánones ya eran discutidos por entonces, porque a mi me ponía mucho más la gafotas Desi que la supuesta niña mona Bea, y me caían mucho mejor el Piraña que Tito, o desde luego Pancho antes que el rubito cuyo nombre no recuerdo.
Fué todo un clásico en mi primera adolescencia, si, y no recuerdo a nadie de por aquel entonces que no soltase la lagrimilla cuando Chanquete la palma, y suena la sevillana del adiós de Los Chichos. Si no recuerdo mal, hasta fué noticia del Telediario.
Pero los años pasaron, y el bello recuerdo se vió mancillado tras la primera reposición (de tantísimas que ha habido), cuando descubrí que las interpretaciones eran penosas, los guiones inverosímiles (o aburridos), y los chistecillos habían quedado anticuados, y con olor a naftalina.
En realidad, quien la vea hoy dia por primera vez le pondrá un dos, porque caducó hace muchos años, pero yo me veo incapaz de hacerlo por los bonitos recuerdos que me trae (de aquellos tiempos en que utilizaba más la imaginación que la memoria, o la ilusión que la experiencia), y a que con sólo silbar un poquito de la sintonia inicial consigo un billete de regreso (muy breve, eso si), a otros momentos en que las cosas me parecian más sencillas de lo que luego supe que son en realidad.
Por La Dorada , entrañable lugar de encuentro de aquella inolvidable pandilla.
Por Javi y Pancho, y su rivalidad por Bea, que paradójicamente rozaba el homoerotismo.
Por Quique, su simpatía y su serena aceptación del protagonismo ajeno.
Por Bea y Desi.
Por el Piraña y Tito, los peques de la pandilla, y sus hilarantes salidas.
Por las carcajadas de Chanquete.
Por Julia, la pintora, y la educación y buen ejemplo alternativos a la de los padres de los chicos.
Por esos padres que, queriéndolos tanto, son incapaces de entender a sus hijos.
Por esa bofetada… de puro amor.
Por ese extraterrestre y su naranja.
Por ese dinámico final del verano.
Por el atrevimiento de su creador, Antonio Mercero, a tocar temas hoy inanes pero en su momento inéditos e intocables, en aquella sociedad española recién y afortunadamente semirecuperada de lo que había salido…
Y porque algo se muere en el alma…
Por todo ello, y aunque se le pueda reprochar un tanto su a veces descarada tendencia a la sensiblería, gracias sr. Mercero, por habernos hecho pasar un… varios veranos azules e inolvidables con esta serie.
Que ni el viento la toque…
Dios mío!! ¿Donde estaba ya esta serie? Durante años fue una de las mejores bazas estivales de TVE, llegando a convertirse en todo un clásico que a día de hoy, mucha gente recuerda con cariño.
Sin ser una obra maestra, la serie no estaba mal, ya que entretenía y te hacía ver la vida de otra manera, y descubrir ese lado bueno que la mayoría de nosotros llevamos dentro de nosotros.
Genial Antonio Ferrandis en el papel del entrañable Chanquete, el reflexivo y maduro pescador amigo de la juvenil pandilla, junto a Máría Garralón como la comprensiva pintora Julia.
Lástima que el tiempo no la ha tratado demasiado bien, y ha envejecido mal.
Aún así, es toda una oportunidad para que los más pequeños conozcan las aventuras de esta estival pandilla.