Venid a las cloacas: La historia de la Banda Trapera del Río
Sinopsis de la película
Un homenaje celebrado en Madrid nos abre la puerta a la Banda Trapera del Río, uno de los grupos más salvajes del rock español. Estos supervivientes de la transición en Cornellà narran su turbulenta historia y reflexionan sobre lo que podría haber sido y lo que ha quedado de todo aquello.
Detalles de la película
- Titulo Original: Venid a las cloacas: La historia de la Banda Trapera del Río
- Año: 2010
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
Película
7.3
41 valoraciones en total
Genial documental sobre la banda más original y auténtica del panorama rockero español, la inefable Banda Trapera del Río. Combinación de protopunk cañero, rabia charnega, quinquismo tardosetentero y ganas de hacer música pasándoselo bien, los traperos acabaron erigiéndose en portavoces oficiosos de las cloacas de las periferias urbanas. La Ciudad Satélite de Cornellà (actual barrio de San Ildefonso), era una de esas cloacas infectas donde se hacinaban curriquis y macarras, un caldo de cultivo ideal para algo como La Trapera. Pioneros del punk sin hacer punk (Morfi Grey: nuestra música era mucho más cercana al hard rock que al punk, nuestras letras eran más cercanas al punk, nuestra actitud era hiperpunk), enseñaron a toda una generación recién salida del franquismo lo que era hacer verdadero rock and roll sin concesiones.
El documental sabe contarnos la historia y la intrahistoria de la banda, contextualizándola perfectamente en el panorama musical, social y político de la época. Los testimonios de los miembros, bocanadas de filosofía popular, nos resumen perfectamente la esencia de la banda, manteniendo un interés en el espectador que jamás decae. Algunos momentos concretos de los testimonios (Juan Raf Pulido hablando del tema La Regla, de cómo compaginaba en los conciertos el trabajo de batería y de camello o de cómo se fumaba con ellos La Nico, Morfi Grey hablando de sus idas de olla estando colocado, etc.) son momentos cumbre de un hilarante surrealismo underground. También se nos relatan los dramas personales de los miembros de la banda, como la lenta e inexorable decrepitud del Tío Modes o la reclusión, depresión y posterior esquizofrenia de El Montoya.
Por otra parte, los testimonios ajenos a miembros de la banda nos sirven como muestra de la influencia que tuvo el grupo tanto en su época como en momentos posteriores, además de narrarnos anécdotas relacionadas con la promoción, las discográficas y los conciertos (la Belter, discográfica de Manolo Escobar y Conchita Bautista, lanzando a la trapera por desconocimiento, los punkis glamourosos de Madrid considerando quinquis callejeros a los charnegos de Cornellà, los miembros de La Trapera subiéndose a un tiesto cercano cuando una secretaria les dijo que para ver a su jefe subieran a la primera planta, etc.)
En el documental suenan todas las canciones del mítico disco homónimo de La banda trapera del río, seis de su segundo disco, Guante de Guillotina y dos del tercero y último, Mentemblanco. Yo, personalmente, echo de menos alguna referencia a Oficial Matute, el grupo derivado de La Trapera en el que Juan Raf Pulido cambió las baquetas por el micro y que sonaba también de lujo. Además de las canciones, puestas como música de fondo, se nos ofrecen imágenes de algunas actuaciones en directo (Musical Express, jornadas libertarias en Barcelona, etc.).
En fin, documental a la altura de ese gran icono musical, social e incluso político que fue La Trapera.
No sé si este documental está condenado a sufrir el mismo injusto olvido que la banda a la que reivindica, pero del mismo modo que ésta seguro que será recordado y revisitado por aquellos que hemos tenido la oportunidad de disfrutarlo.
Venid a las cloacas repasa la historia de La Banda Trapera del Río , desde sus inicios a la última estocada final que ha supuesto la muerte de Juan Pulido (que murió durante la realización del documental). Una historia de violencia, crudeza, tristeza y muerte, pero contada también con humor, honestidad y nostalgia. La historia de una banda que muere por su propia idiosincrasia, pero precisamente por ello pervive para siempre como símbolo de autenticidad.
Son los propios protagonistas los que cuentan su historia, todos con su diferente opinión y su diferente carácter pero siempre dignos de ser escuchados, donde el héroe será cuestionado y el villano tendrá la oportunidad de defenderse. Abarcarán multitud de temas que no se reducen a una cuestión musical, si no al espectro completo que describe un momento y un lugar y que al fin y al cabo es lo que explica por qué la Trapera fue como fue: la situación de Cornellà y la actitud reivindicativa de sus hijos, el negocio musical de la época, la lucha de egos, las drogas como diversión, las drogas como autodestrucción, las drogas como negocio, la madurez, la consciencia y la inconsciencia, etc.
Al hilo de esto último, a destacar es el gran trabajo de documentación, tanto audiovisual como fotográfico, que convierten a Cornellà en otro de esos protagonistas con su propia voz y su propia opinión.
En definitiva, se sea fan del grupo o no (de todo hay en este mundo), un documental que consigue la total empatía con su público, que no se habrá dado cuenta cuando ha parado de reír para haberse hundido en la más profunda miseria.
El único pero: que los que se han quedado en el camino no hayan podido reflejar su punto de vista.
¡A la mierda Cataluña! ¡A la mierda Jordi Pujol! ¡A la mierda España! ¡Viva Luis Roldán! ¡Viva la República Independiente de Cornellà, Baix Llobregat! (Morfi Grei)
Si hay algo que nos une, hermanos y semejantes míos, no es el amor, ni el deseo de un mundo mejor ni las ansias de paz y libertad, ni ninguna de esa sarta de zarandajas que suelen publicitarse como lo más noble y admirable del espíritu humano. No, si hay algo que nos convierte a todos en hermanos son las cloacas, esa ciudad subterránea que todo el mundo sabe que existe y que todos preferimos ignorar, como si el simple hecho de vivir sin estar obligado a ver ni oler las alcantarillas conjurara su existencia y la de quienes habitan en ellas. Pasamos cada día a pocos metros de sus calles y en ellas nos mezclamos todos, pero nos molestan e incomodan y preferimos fingir que no están bajo nuestros pies, ni ellas, ni las ratas, ni el cuajo de heces procedentes de miles de hogares en el que todos nos fundimos en el más fraternal de los abrazos. No, no existe lo que no se ve, y nadie quiere ver las cloacas.
A mediados de los años 70, Cornellà era una de las mayores y mejor escondidas cloacas de Cataluña. Mientras nuestros más bienamados próceres nos instaban a mirar hacia la plaza Sant Jaume y a que dejáramos volar palomas cuatribarradas en dirección a nuestro precioso ombligo, había quien chapoteaba entre el barro y las ratas en ciudades y barrios satélite como el de Sant Ildefons, con una densidad de población mayor que la de Manhattan, carcomido por la marginalidad y la falta de servicios mínimos y donde lo más verde que podía admirarse era el cemento de sus bloques. Como todas las cloacas, Cornellà era invisible. Hasta que a un puñado de sus ratas les dio por trepar a la superficie y hacerse ver y oír. Como hiciera falta y fuera cual fuera el precio.
Narrada por sus propios protagonistas, entre risas, cervezas, broncas, drogas, dramas y muerte, Venid a las cloacas sirve para iluminar la autodestructiva historia de La Banda Trapera del Río y dotar de significación a su música, esa cascada de rabiosos escupitajos disparados desde el subsuelo que dejan en bragas la interminable representación electrificada de Els Pastorets que ha sido, en líneas generales, la versión bendecida desde el poder de ese engendro llamado Rock Català. Desde la sarcástica alusión inicial a la afición por las munchetas de Miguel Ríos hasta las imágenes de su última reunión, Venid a las cloacas ofrece un retrato veraz, en ocasiones divertido, otras absurdo y a ratos patético y doloroso, de uno de los mejores grupos de Rock que ha dado España y el mejor, sin duda, que ha dado una Cataluña que sigue criando palomas, rendida a los pies de cualquier mediocridad hinchada desde los despachos oficiales mientras ignora a los creadores de Ciutat podrida. Será que a nadie le gusta que le recuerden que las cloacas existen, aunque algunas no corran bajo tierra y sus ratas carguen el Moët Chandon a nuestra cuenta.