Uno, dos, tres
Sinopsis de la película
Época de la Guerra Fría. C.R. MacNamara, representante de una multinacional de refrescos en Berlín Occidental, hace tiempo que proyecta introducir su marca en la URSS. Sin embargo, en contra de sus deseos, lo que su jefe le encarga es cuidar de su hija Scarlett, que está a punto de llegar a Berlín. Se trata de una díscola y alocada joven de dieciocho años, que ya ha estado prometida cuatro veces. Pero lo peor es que, eludiendo la vigilancia de MacNamara, la chica se enamora de Otto Piffl, un joven comunista que vive en la Alemania Oriental.
Detalles de la película
- Titulo Original: One, Two, Three
- Año: 1961
- Duración: 108
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Opinión de la crítica
8.2
86 valoraciones en total
Si, sólo tiene un fallo, es una película tan tremendamente rápida y frenética que no te da tiempo a soltar la carcajada que te apetecería porque si lo haces te pierdes tres chistes más.
Empieza a un ritmo muy alto que va creciendo cada vez más, la música sube de revoluciones, el reloj de cuco con el himno suena cada vez con mayor frecuencia, las órdenes del director de Coca-cola aumentan en número, en decibelios y en originalidad.
Esta es sin duda la comedia más trepidante, veloz y el un humor más inteligente que haya visto, simplemente magistral el guión, las escenas a toda prisa con persecuciones alocadas (cuando se meten cuatro en el sillón trasero del coche con una torre de sombreros que van perdiendo en cada curva), la actuación de James Cagney raya la perfección.
En resumen, hay que verla un par de veces por lo menos porque son tantos chistes a tanta velocidad que no te da tiempo a asimilarlos todos.
Uno: La despedida prácticamente de James Cagney como actor, con más de 60 años de edad, no pudo ser de mejor forma.
Dos: Si los dramas de Wilder son excepcionales, las comedias no se quedan atrás y ésta es posiblemente una de las más ácidas.
Tres: Aún se ve Berlín con las secuelas de los bombardeos pero aunque los escenarios queden entre escombros, los diálogos y el ritmo serán siempre de lo más vivos.
Ejemplos en el spoiler.
Si hay crisis actualmente para crear comedias, tomar como manual esta película es lo primero que hay que hacer.
Y no se confundan, Wilder huía de criticar nada, como los buenos creadores, y aquí hay, no obstante, tralla para unos… y para los otros. Esto es sólo divertimento al ritmo frenético de la danza del sable.
Sé que el botón del No echará humo, pero mi única intención es llegar a un punto intermedio de entendimiento entre mi punto de vista y el que predomina en las críticas.
Supongo que vista la estadística debo estar loco para ponerle un 6 a Willder y tampoco es que me guste en exceso ser el comunista del barrio, ya que parece que ni siquiera Khrushchev le pondría menos de un 9 a Uno, dos, tres… pero si no estoy de acuerdo con lo que he visto, me resultaría absurdo decir lo contrario, o zafarme con un ambiguo está bien.
Que la película fuera oportuna, por el año y tema, no significa que sea justa, y es que no aprecio la misma sátira o autocrítica, la misma humanidad en Uno, dos, tres que en la Dr. Stangelove de Kubrick, donde si veo un intento de comedia más honesto para ambos bandos, aparte de un humor algo más refinado, quizás acido, y qué coño, mucho más divertido.
Por ser algo más concreto, ¿Qué no me ha gustado de la cinta de Wilder?
Pues para empezar el personaje de Otto, plano, superficial, exagerado y sobreactuado hasta deformar la hipérbole, en absoluto gracioso, y caricaturizado como un cantamañanas ruso que es todo pasión y convicciones, pero de escaso conocimiento y poco raciocinio.
Que en una película considerada una obra maestra exista un personaje así me parece inaudito, y diría sin miedo aparte, que es una de las peores actuaciones que haya contemplado jamás.
Aun menos me gustan esos aires de comedia costumbrista americana, que encuentro demasiado complaciente con el público y poco autocritico a excepción de la representación de la ignorancia y la vacuidad americanas de la época, representadas por una Scarlett que hace unos alardes de estupidez sensacionales.
Ciertamente como dicen en otras críticas: El ritmo es endiablado y apenas te da tiempo de reírte cuando el siguiente chiste o gag te explota en la cara, por lo que es necesario verla un par de veces para apreciar todas sus ocurrencias.
Los 3 rusos en tratos para comprar la Coca-Cola, la secretaria, el chofer, el gran James Cagney, el ayudante de pasado nazi y la oficina en general me parecen de lo mejor y de lo más brillante de la película, como el voto de los rusos para hacerse con la secretaria, magistral.
Por todo esto y por la dirección de Wilder (y esos pequeños detalles de agradecer que esto conlleva) le pongo ese 6 criminal, si bien los otros 4 puntos hacia la perfección se perdieron tras el telón de acero…
Como ya me paso con Con faldas y a lo loco, Uno, dos, tres me parece muy alejada de grandes comedias como Irma la dulce (mi comedia favorita de Wilder) o de sus obras serias como El Crepúsculo de los dioses o Traidor en el infierno…
Billy Wilder decía que sólo había dos clases de personas: las que hacían TODO por dinero y las que hacían CASI todo por dinero… Uno, dos, tres es la mejor reunión de estos especimenes en toda la filmografía del cáustico director. Sincopada, impetuosa, y descocada sátira política, que no deja títere con cabeza en esa guerra fría que caldeaba el mundo. Para eso se sirve de la memorable interpretación de James Cagney, enérgico y chillón, representante de ese capitalismo (es directivo de la Coca Cola) maquiavélico que escoltado por un catálogo de personajes inolvidables: desde una exuberante y explosiva secretaría llena de curvas y ritmo hasta un militarizado chofer de dudoso pasado nazi, a una esposa tan consentidora como irónica, va a cruzar hacia el Oeste en esa ciudad dividida que es Berlín. Este y Oeste se ven las caras, no de un modo dramático, sino a ritmo de unos diálogos endiabladamente rápidos y, quizás, más inspirados que nunca. Capitalistas y comunistas en un farsa punzante que se cose sin suturas a una historia de amor entre la hija del presidente de la Coca Cola, una encantadora y descerebrada Pamela Tiffin, y Otto, un comunista lleno de retórica y libros en permanente pulso con ese capitalismo que derrumbará todos los muros y terminará incluso por ennoblecerlo. La visión que ofrece Wilder no puede ser más vitriólica. En una de las sencuencias el camarada Otto se pregunta si no queda gente buena en todo el mundo, la respuesta del comisario comunista no puede ser más breve y feroz: No sé. No conozco a todo el mundo. Una delicia a disfrutar que va ganando con el paso de los años.
Es prácticamente imposible elegir cuál es la mejor película de Billy Wilder, tiene tantas que cada mes o cada semana cambiaría de opinión, pero si lo redujera al tema de secuencias, muchas de mis favoritas se encuentran en Uno, dos, tres,. Digo esto porque creo que la película adolece en su primera media hora de una presentación de los personajes muy reiterativa y de un falso ritmo conseguido por el movimiento y no por los diálogos. Esta parte como mucho es buena -como mucho-, en cambio a raíz de la desaparición de la hija del superjefe, el film va ganando paulatinamente, hasta esa última media hora realmente extraordinaria, en la que probablemente encontremos algunos de los mejores momentos de la historia de comedia norteamericana.
Hay que recordar que no todo el mérito es de Wilder, hay que ser justos, por un lado olvidar como siempre se hace al autor de la obra de teatro, Ferenc Molnár, es un delito, uno de los más grandes intelectuales húngaros de la primera mitad de siglo. Y por otro el trabajo de James Cagney, colosal, fuera de concurso, un actor que sufrió también como John Wayne ese sambenito de actor válido solo para papeles concretos como los de gángster. Imaginarse esta película con otro que no sea Cagney es completamente inalcanzable.
Las comedias de Wilder tienen diferentes vectores, por un lado están las más cercanas al sketch y al golpe como Con faldas y a lo loco, y por otro lado están lo que se denomina las comedias críticas, mucho más inteligentes y con mensajes punzantes. En Uno, dos, tres se reparte palos a todos, nazismo, comunismo y capitalismo son ridiculizados severamente en toda la película. Es verdad que no a todos por igual, pero es que tampoco se merecen ser tratados con el mismo rasero.
Decía Wilder aquello de Antonioni seguro que es un gran director, un gran artista. Pero en lo que a mí se refiere, soy incapaz de mantenerme despierto . También lo dijo de Godard, Bergman, Cocteau… Y es que Wilder junto con Hitchcock, representan mejor que nadie el afán por ser entretenidos, rentables y ácidos. Europa y su cine prefirió en cambio ser pesados, deficitarios y personalistas. ¿El resultado? Subvenciones, victimismo y mucho ego, entre ellos aquel que dice que no cree en Dios y sí en Billy.
Hechos son amores y no buenas razones.