Una mujer descasada
Sinopsis de la película
Erica es una mujer feliz tras sus dieciocho años de matrimonio. La vida para esta mujer resulta perfecta. Pero todo cambia cuando un día su marido le confiesa que se ha enamorado de otra y que quiere irse a vivir con ella. A partir de este momento, Erica tendrá que tratar de sobreponerse completamente sola a su nueva situación.
Detalles de la película
- Titulo Original: An Unmarried Woman
- Año: 1978
- Duración: 124
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Opinión de la crítica
Película
6.6
48 valoraciones en total
En 1977, al ganar el Oscar a la mejor película Annie Hall, se abre un nuevo ciclo sobre el protagonismo de la mujer en el cine comercial americano. Al fin, ese año, parece se le da a la figura femenina su sitio, tras sonadas protestas por la falta de papeles femeninos honrosos y la escasa repercusión que Hollywood les daba, alcanzando su punto álgido pocos años antes, con un revuelo sin precedentes, al no poder ser candidata al Oscar Liv Ullmann por Secretos de un matrimonio, ya que la miniserie (exhibida en Suecia) se estrenó comercialmente en el resto del mundo como largometraje con un metraje reducido. Incluso redactaron en vano una carta, que fue firmada por todos los actores y directores que pertenecían a la Academia para que se cambiasen las normas. El caso es que en 1978 el cine indi da el campanazo con Las amigas de Claudia Weill y cada gran estudio parecía tener ya su película. La de la Fox ese año fue Una mujer descasada, aunque este boom femenino duró lo mismo que el Hollywood liberal de 1969, ya que al año siguiente, con el triunfo de Kramer contra Kramer, el concepto familiar abre un nuevo filón y se van relegando casi todas las historias de índole femenino- intimista a los telefilms, cosa que ocurre con las de carácter familiar varios años después… Y es que sobre todo el esquema de Una mujer descasada fue copiado hasta la saciedad. Vista hoy día, algunos incautos pueden incurrir en el error de que se trate de un telefilm al uso. No lo digo por haber sido rodada en Panavision, sino por más razones cinematográficas, como sus logros en el guión. Como ejemplo, la reacción de Erica al comunicarle su marido que le deja por otra, tan lógica como original, ya que hasta entonces nunca la había visto en el cine. Y si no que le pregunten a las generaciones de mujeres que al verla les marcó y les sirvió casi de guía de autoayuda (o de ánimo) en las rupturas sentimentales. Jill Clayburgh obtuvo el premio en Cannes y fue nominada al Oscar. Esta estupenda actriz, proveniente de una familia bien neoyorkina y que ya había triunfado en Broadway, se granjeó enemistades importantes al protagonizar al año siguiente la excelente pero políticamente incorrecta La luna, rematando su mala fama al protagonizar una de las más censuradas en la historia del cine como Hanna K, de Costa- Gavras, convirtiéndose no en una meritoria actriz de proyectos de riesgo si no injustamente en actriz maldita. Mazursky hizo una de sus mejores películas, quizás algo más triunfalista de la cuenta, pero creo que era necesario en ese momento. No sé si por ese motivo incluso se contó con Bill Conti para la música, pero tanto da, porque en conjunto es una de las aportaciones más importantes que se hicieron quizás para recordarle al cine comercial una feminidad que parecía le interesaba olvidar.
A priori no me atraía nada esta película que podría clasificarse para mujeres , pero ha resultado muy grata. Da cierta pereza ver lo que supusieron los años setenta en muchas películas, a nivel estético y a nivel de contenidos. Los años sesenta se habían quitado el corsé y como siempre que hay una guerra en un país, la siguiente generación ha cambiado su manera de ser y de estar. También el cine, más si ese país es EEUU y acaba de vivir años de angustia con Vietnam. Vietnam era el tema clave de dos películas importantes ese año: El regreso, y sobre todo, El cazador. Pero algo más estaba vivo en esa sociedad norteamericana, y eran los temas de siempre adaptados a su época. Mujeres a las que el marido abandona por otra mujer hubo y habrá siempre en el cine, en cada época narrado de una manera. Una mujer descasada es un buen ejemplo de ello y de que se puede hacer bien gracias a un buen guión atemporal, al que no le ha afectado la edad, casi 40 años. Incorporando situaciones y personajes que no se habían mostrado antes de forma tan explícita. Incorpora micromachismos que son bien rebatidos por el personaje principal y personajes con nuevas formas, como la adolescente-vieja que sabe en que mundo se mueve y a veces resulta más sensata que sus progenitores,en una relación madre-hija-amigas muy novedosa. Personajes como ese coro de amigas que son un preludio a las protagonistas de Sexo en Nueva York y personajes como esa misma ciudad, que puede palparse en su micromundo y nunca resulta de cartón piedra- un año antes de Manhattan, un año después de Annie Hall. Precisamente el parecido físico de esta actriz con Diane Keaton nos hace verlas como primas hermanas, aunque la Keaton tuviera más suerte a la hora de escoger guiones. Jill Clayburg es grande y hace el papel a su medida. Los personajes masculinos son más estereotipos, pero es que pienso que hoy en día siguen siéndolo. La narrativa de las fases por las que va viviendo el personaje son sentimientos universales, y eso quiere decir a los que somos público, que no nos son indiferentes.
En principio la temática de esta película no me atraía para nada.
Dramas de este tipo los dan a las cinco cada sábado en cualquier canal. Pero este tiene algo diferente.
Esta muy bien fotografiada, tiene buenos diálogos, la tal Jill hace muy creíble el personaje,…
Es una buena película tipo las pelis coetáneas de Woody Allen. Los personajes parecen vivir en el mismo edificio que los de delitos y faltas, desmontando a Harry, otra mujer….
Para mi muy recomendable.
La común historia de un matrimonio acomodado, la pareja de Erica y Martin con una hija de dieciséis años, que un buen día encuentra sin esperarlo en absoluto su abrupto final se convierte de la mano de Paul Mazursky en un excelente film, ameno, digno de verse, creíble y verídico.
El final de la relación entre Erica (Jill Clayburgh en un gran trabajo, con nominaciones y premios) y Martin (Michael Murphy) llega tan repentinamente como si de una muerte se tratase, pasando de representar la pareja el matrimonio ideal a convertirse en un par de extraños de un momento a otro. El film nos muestra el consecuente duelo desde la perspectiva femenina, a través de Erica, que deberá pasar ni más ni menos por lo que pasa toda persona cuando pierde súbitamente algo que representa un pilar en el edificio de su vida, esa perspectiva que creía definitiva, esas circunstancias tan connaturales que tornaban imposible imaginar no contar con ellas alguna vez. Pero ésa es la realidad de la muerte, y la muerte es tan concubina de la vida como nuestra resistencia a tenerla en cuenta -aunque más pronto que tarde nos haga siempre sentir su omnipresencia. Así que de la mano de Erica hacemos el penoso tour que obligadamente nos impone la inesperada terminación de algo vital: la incertidumbre, el vacío existencial, la pena, el recurso de aferrarse a los amigos, la consulta con el teraperuta. No es fácil volver a acomodarse a la vida.
Pero en tanto y en cuanto mientras hay vida hay esperanza sucede que, a poco que conseguimos estar en pie otra vez -aunque en algún momento lo sintiéramos imposible-, volvemos a caminar, a relacionarnos y a reír. La de Erica es también la historia de la recuperación y, más esencialmente, la de una reconstrucción de sí misma, lo que en definitiva viene a ser el desafío profundo que en esos casos implica la muerte. En este sentido contiene el film un mensaje muy estimulante, y, a pesar de lo problemático de su asunto, deja finalmente un buen sabor de boca.
La remarcable labor de Jill Clayburgh junto al buen trabajo de los secundarios, la lograda dirección, el excelente guión y una gran banda sonora hacen de An Unmarried Woman una notable película, digna de ser tenida en cuenta.
La segunda mitad de los setenta fue convulsa en los Estados Unidos, a la crisis económica derivada de la crisis del petróleo se le unió el escándalo Watergate y la bochornosa derrota en Vietnam. En ese contexto la gente parecía histérica y paranoica. Eso hizo mella en las relaciones humanas. La sagrada institución del matrimonio se cuestionaba y la mujer cobró protagonismo con el divorcio.
En esta película lo que se muestra es la situación de una mujer recién divorciada cuando su marido la abandona por otra más joven. Una deliciosa Jill Clayburgh, nominada al oscar, encarna a una mujer insegura que siempre ha estado con el mismo hombre y se siente completamente desconcertada ante esta nueva situación. Acude a una psiquiatra a pedir ayuda y poco a poco se va adaptando a su nuevo estado, sobre todo cuando conoce a un nuevo hombre.
El mensaje de esta interesante disección de un matrimonio en crisis pasa por dar una imagen de la mujer sola pero independiente, capaz de sobreponerse a un duro golpe como es un divorcio de un marido del que depende tanto.