Una especie de familia
Sinopsis de la película
Malena es una doctora de 38 años, de clase media, de Buenos Aires. Una tarde recibe la llamada del Dr. Costas, quien le informa que debe viajar inmediatamente al norte del país: el bebé que ella estaba esperando está a punto de nacer. De manera inesperada, Malena emprende un viaje incierto, lleno de encrucijadas, enfrentándose a todo tipo de obstáculos legales y morales que la harán preguntarse constantemente hasta dónde está dispuesta a llegar.
Detalles de la película
- Titulo Original: Una especie de familia
- Año: 2017
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
Película
5.8
89 valoraciones en total
Merece la pena ver la película por la interpretación de su protagonista, Bárbara Lennie y la desgarradora intervención de la madre biológica…pero ahí me quedo. La historia es desgarradora pero tediosa, aburrida, siempre más de lo mismo. Soy consumidora de cine argentino pero, tristemente, Una especie de familia no la puedo recomendar.
¿Es la maternidad un derecho natural, una necesidad vital, un lujo burgués, una obligación religiosa, un mandato biológico, una carga insufrible, lo más normal de todo?
¿Por qué en las sociedades avanzadas, o no tanto, a las mujeres les supone cada vez mayor dificultad tener niños? ¿Quién se lo impide? ¿Por qué? ¿Para qué?
¿Es una violencia contra las mujeres ponerles tantos obstáculos para poder desarrollar su maternidad? ¿Por qué casi no se habla de este hecho y más bien se fomenta lo contrario?
¿Por qué en algunas sociedades las mujeres supuestamente más preparadas, avanzadas, liberadas y concienciadas tienen tantos problemas para tener hijos y, en cambio, las supuestamente más atrasadas, oprimidas, sojuzgadas, humilladas y despojadas no? ¿Es cierto que a la mayoría de las primeras les dan (casi) todo, pero les quitan lo más importante, y a la mayoría de las segundas les quitan todo, pero les permiten lo más importante?
¿No deberían darles a las primeras lo más importante sin quitarles la capacidad económica y a las segundas posibilitarles algo de esa capacidad para que puedan cuidar de lo más importante?
¿No vivimos en unas sociedades increíblemente hipócritas, esquizofrénicas y delirantes en las que a las mujeres (de ciudad o cierta capacidad) se las engaña, torea y vuelve locas con el afán de que pasen por el aro más yermo y laboral mientras les dicen que son el último avatar de la liberación y el progreso? ¿No las están puteando a fondo, en serio, a cambio de hacerlas creer que es por su bien? ¿Y a las más pobres o de campo de la misma manera se las ignora y abandona a su suerte sin ningún problema?
¿No crea todo este dirigido jaleo grandes problemas, desequilibrios e injusticias?
¿Hay una política estatal, más bien casi universal, de la que no se habla (como de casi ningún tema espinoso que debería tener una solución ya, el narcotráfico o la prostitución, por poner dos tontos ejemplos, negocios de una envergadura gigantesca que en mayor o menor medida se permiten o se hace la vista gorda al respecto o por lo menos no se montan debates en todo momento. Los medios ponen atención en noticias interesadas y muchas veces minúsculas para así acallar los verdaderos problemas y seguir engañando y manejando a la población anestesiada y aborregada) y, por lo tanto, no existe, encaminada hacia ese fin, hacia la no reproducción y la apropiación del cuerpo de la mujer con fines únicamente productivos y consumidores, no reproductvos y cuidadores?
Bueno, basta. Todas estas preguntas y muchas más se pueden hacer tras ver esta muy interesante y bien hecha película argentina (nos llegan pocas películas de allá, pero su nivel medio es muy alto, bastante superior al nuestro, ¿vemos solo las mejores y las malas no las olemos?). De cómo a través de una historia pequeña se iluminan multitud de caminos, cuestiones y hechos de mucha actualidad. De cómo ponen el foco donde no se suele hacer y lo consiguen sin recurrir a tópicos, demagogias, sermones ni groseros maniqueísmos (el discurso propio de los esbirros del poder, el social-igualitario-político).
Podríamos dividirla en dos aspectos, partes o temas:
– La odisea abismal y penosa de Bárbara Lennie (maravillosa, como siempre, esa mezcla de serenidad, fuerza y fragilidad, desgarro y verdad, elegancia, belleza y dolor) en la búsqueda de su bebé soñado.
– El tráfico de bebés. La industria que se ha creado siguiendo las puras leyes del mercado, ante una demanda naciente, la oferta creciente. Mafia, negocio, trapicheo, extorsión, mentira, horror.
Las dos vertientes se juntan inevitablemente.
Spoiler.
Ella busca desesperadamente su bebé. Parece que lo obtiene.
Y ahí comienzan los problemas. La extorsión. Primero, económica. Después, legal, burocrática. Finalmente, policial judicial. Se descubre un entramado pavoroso de corrupción y chantaje. Una comunidad llena de personajes cotidianamente abyectos, amablemente amorales, todos esos profesionales de la medicina o del ejército burocrático civil. Hasta la policía parece estar en el ajo (¿registraron por casualidad o estaban avisados-conchabados-untados? ¿iban a seguir traficando con el niño o lo iban a dejar en manos de las instituciones, si las hubiera, un poco difícil de creer, más honradas?).
El otro asunto peliagudo, aunque en mucha menor medida, es el familiar. Al que hace irónica, tristemente referencia el título. Al principio es ella sola frente al mundo. Más tarde, cuando empiezan a chantajearla, aparece el marido ausente (un prototipo masculino reconocible, el del que nunca se implica del todo y oscila entre la pura cobardía, el tramposo disimulo o la simple huida) Su retrato es muy sustancioso. Muy humano. Lo cual quiere decir que repleto de debilidades. Por un lado, se aparta, nada quiere saber de un negocio tan sucio. Por el otro, también le apetece tener el niño y, de paso, proteger a su chica como si fuera por un momento un caballero andante. Pero hasta cierto punto, hasta que se pone en peligro y se vuelve a replegar. Con lo cual, se queda sola otra vez. Pero ella, gracias a dios, tampoco es idealizada burdamente ni victimizada manipuladoramente. Es comprendida y explicada. Es un gran personaje. También llena de humanidad. Perdió a su niño hace poco y se tambalea, a duras penas soporta la vida . Necesita un recambio, otro bebé que le permita olvidar el que no llegó. Por eso es tan frágil y desequilibrada (un poco forzada y obvia, pero a la vez necesaria justificación de su conducta).
Por lo tanto, se pasa de lo minúsculo a lo mayúsculo, de lo familiar e individual al estado de la sociedad. Y sin subrayar demasiado, utilizando el puro deambular de la heroína doliente para mostrarnos el aterrador contexto, el espíritu de la tribu.
Bárbara Lennie siempre es de lo mejor de todas las películas en que participa, porque es una intérprete extraordinaria, y una de las mejores noticias que ha recibido el cine español en este siglo XXI (y el teatro ya ni digamos. No se la pierdan sobre un escenario. Es una bestia). Ocurre lo mismo en Una especie de familia, a pesar de que su acento argentino suene un poco extraño desde el principio (y eso que ella es hispano-argentina).
Es gracias a Lennie que el visionado de esta cinta de Diego Lerman es soportable, porque el problema es que se hace un poco pesada, a pesar de que solamente dura 90 minutos escasos, y eso nunca es buena señal. Además, la historia, aunque intensa, no está especialmente bien escrita y depende demasiado de momentos de llantos y gritos.
Suficiente y punto.
Lo mejor: Bárbara Lennie
Lo peor: Le cuesta mantener el ritmo…
A caballo entre un tejido más dramático y el cine social, Diego Lerman se nos descubría definitivamente —aunque en su haber contaba ya con tres largometrajes— hace unos años con la notable Refugiado, donde un ambiente opresivo servía para forjar la perspectiva en torno a un asunto de tanta urgencia como el maltrato, cuya personificación física era reemplazada por una mirada femenina en la que se reflejaban los peores temores acerca de esa cuestión. Una mirada que permitía dotar de cierta fuerza e independencia a su personaje central sin necesidad de verse arrastrado constantemente por su temática central. Algo así acontece en esta, su nueva Una especie de familia, donde el cineasta se apoya de nuevo en un personaje femenino —aunque amplifica su discurso a través de un segundo— para poner sobre la mesa temas realmente interesantes, en especial aquellos que enlazan con la moralidad del deseo y sus consecuentes actos de la protagonista —puestos en tela de juicio por Marcela—, pero lleva el relato en todo momento a un terreno en el cual el drama sobreviene cualquier otro elemento.
No es pues Una especie de familia una cinta social ‹per se›, aunque busque mediante ética —comprometiendo a sus personajes— y estética —aquella que ya destacaba en Refugiado, ensalzada especialmente por su gran trabajo visual— fomentar un discurso que, en ocasiones, suena un tanto obvio: como si hubiese que posibilitar una vía para comprender a grandes trazos —ya que no se detiene en él, no profundiza— aquello que Lerman desea reflejar.
Lejos de ese discurso que se siente maniatado a través de ciertas escenas, en el plano dramático el film funciona como crudo —y un tanto desesperado— retrato de su protagonista, alumbrando incluso una situación nada fácil, en la que se mezclan todo tipo de sentimientos y ante la que Bárbara Lennie se siente especialmente inspirada. Y es que contar con una actriz del talento de la madrileña ante el momento que vive es todo un acierto: la intérprete no ha parado de sorprendernos desde su estallido definitivo —que se produciría en Magical Girl—, y ha logrado hacerlo tanto en grandes títulos como en producciones más modestas —como aquella gema titulada María (y los demás)—. El torbellino emocional con el que se ve obligado a lidiar la protagonista del film es, de este modo, puesto en escena por Lennie con determinación y pulso, interpretando cada situación dramática con una impresionante madurez que, sin lugar a dudas, lleva un paso más allá al film.
Pero Lerman no sólo se vale de una gran interpretación para conferir empaque a la propuesta, y su dibujo de ese personaje femenino que se vuelve a sentir independiente y férreo —de nuevo, ante una situación límite, de frustración por no poder luchar contra ella— se torna una de las claves de Una especie de familia, erigiendo como gran virtud también la de no difuminar unos secundarios que poseen su importancia en la cinta, ya sea como precursores de la reflexión lanzada o como herramienta para dar amplitud a una perspectiva que constantemente va aportando detalles —por insignificantes que se antojen— a la narración.
En Una especie de familia vuelve a primar, de este modo, el retrato por encima de la denuncia —aunque ello no reste ni un ápice de importancia a su discurso—, y es en ese espacio donde obtiene sus grandes logros, no pervirtiendo el drama ni llevándolo a cotas insostenibles. El argentino lo expone mediante una forma y un fondo que se muestran, una vez más, personales —no quedando anclados a la habitual feísta y empobrecida estética del cine social—, y aunque quizá no cierra una estimulante disertación del mejor modo —y muy alejada, en ese sentido, de su anterior trabajo—, con secuencias que bordean la evidencia y una conclusión discutible que incluso podría desmantelar esa mirada comprometida del cineasta, ofrece una continuidad de lo más estimable a su perspectiva.
Crítica para http://www.cinemaldito.com
@CineMaldito
El realizador argentino Diego Lerman (Refugiado, La Mirada Invisible) dirige, escribe (junto a María Meira) y produce Una Especie de Familia, drama intimista con toques de thriller protagonizado por Bárbara Lennie. La película ha pasado por las secciones oficiales del Festival de Toronto y el del BFI London Film Festival, y ha conseguido premios como el de Mejor Película en el Festival Internacional de Chicago y el de Mejor Guión en San Sebastián.
Lo cierto es que antes de ver la cinta sabía poco de ella, tan solo que era una producción Argentina y que estaba protagonizada por Bárbara Lennie (a la que admiro muchísimo). Me dejaba sorprender.
Cual es mi sorpresa cuando Bárbara empieza a hablar con acento argentino totalmente natural, sin atisbos de imitación. Me resultó chocante, acostumbrado a oírla sin ningún tipo de acento, estar viéndola con un argentino al que podríamos considerar nativo si fuésemos una academia de idiomas. Luego revisé su biografía: resulta que sus padres son argentinos y que se ha criado mayormente en España.
Bárbara nos regala una interpretación excelente, más allá de acentos. Sostiene ella sola un drama que no cae en continuas lágrimas o en gritos. Si no que es sofisticado, silencioso y con el que consigue sentir un mayor grado de empatía con el personaje.
Demos un voto de confianza y partamos de que toda producción tenga un 10. Sin embargo, algunos aspectos negativos van restando y esa nota se queda en un…
-El ritmo. La trama es estupenda, original y plantea el popular conflicto de los vientres de alquiler. Sin embargo, aunque la trama tiene los giros necesarios, lo cierto es que peca en ocasiones de un exceso de lentitud, que supongo será una decisión tomada para que parezca un retrato de la realidad, pero llega a hacerse en algunos momentos un poco densa. (-1)
-Los actores secundarios. El realismo que se buscaba con ese ritmo, cae de inmediato con actores que memorizan su texto de forma perceptible (como la mujer que cuida del niño). (-1)
-La música. Aunque escasa, recurre a música interpretada por instrumentos como flautas de pan (o algo así) que no ayuda a aumentar el dramatismo de la escena, y que lo cierto es que no se muy bien cual es su función. (-1).
-Los movimientos de cámara. Aunque la fotografía es espectacular en muchos puntos, en otros sin embargo llega a marear ese afán de planos secuencia totalmente desestabilizados que dan la impresión de estar ante un documental. (-1)
¿Lo mejor? Las interpretaciones de Bárbara Lennie, Daniel Araoz y Claudio Tolcachir
¿Lo peor? Tener todos los elementos para ser un gran drama y que se caiga a cuenta del ritmo.
Total: 10-4= 6
Escrito por Juan Anselmo Rodilla
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