Una cara con ángel
Sinopsis de la película
El fotógrafo de una importante y conocida revista de moda busca una modelo que se salga de lo habitual. La casualidad lo lleva a una librería parisina donde, inesperadamente, descubre a una joven y tímida dependienta que reúne todas las cualidades que buscaba. Decide, entonces, convertirla en la mejor modelo de París.
Detalles de la película
- Titulo Original: Funny Face
- Año: 1957
- Duración: 103
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Opinión de la crítica
Película
6.9
77 valoraciones en total
El talento de Stanley Donnen en el género musical es a estas altura incuestionable, pues el co-creador del que es posiblemente el mejor musical de la historia, Singing in the Rain, ya se lo ha ganado a pulso. Aunque fue con Gene Kelly con el que alcanzo reconocimiento internacional, fue con Fred Astaire con quien obtuvo sus primeros éxitos y con el que empezó a formarse como director de musicales. Es evidente que el talento creativo de Kelly complementó a la perfección al de Donnen logrando una fusión perfecta de talentos, que a pesar de lo diferentes que eran por separado alcanzaron una sorprendente compenetración. Pero para ser sinceros, el estilo creativo de Donnen siempre fue mas afín al de Astair que al de Kelly. Por eso este Funny Face suponía una especie de reencuentro teñido de reconciliación entre el actor y el director. En este caso el paso de los años se aprecia notablemente en Fred Astair, que aun así logra algún número musical de sorprendente brío, aunque sigue manteniendo todo el carisma que le llevo a la fama. No me parece que fuera un gran actor, pero tenia una personalidad muy acusada que le aportaba cierto encanto que ni los años lograron extinguir. El problema viene cuando le juntamos con una Audrey Hepburn luminosa y encantadora como pocas veces que se come vivos a todos los actores, Astair incluido. La actriz se convierte pronto en el centro de atención absoluto de esta historia sobre el mundo de la moda que en ocasiones nos recuerda a la reciente y nada desdeñable Devils Weir Prada. Pero a excepción de la radiante interpretación de Audrey, el resto ha envejecido mal con el tiempo. Por un lado las canciones y los números musicales quedan lejos de los mejores trabajos de Donner, en las que la letra de alguna de ellas causa sonrojo hoy día, mientras que los números musicales, sin estar mal, carecen de la fuerza, innovación y alegría que transmitían los de A Day in New York o Singing in the Rain. Aun así quedan el imaginativo número de Fred Astair debajo del balcón de la protagonista, en la que por fin se puede lucir a gusto y la del café bohemio en la que se nos rebelan las estupendas actitudes para la danza clásica y moderna que tenia la Hepburn, muy superiores a las de cantante. En cualquier caso el mayor defecto de este simpático film es un guión muy simple que abusa de tópicos y profundiza poco en las situaciones y personajes. Poco puede hacer Donner, que tampoco estaba en su mejor momento, para levantar un trabajo con una base tan endeble. El resultado no deja de ser una agradable película cargada de buenas intenciones, pero que artìsticamente no aporta nada al género ni a la carrera del director, intrascendente en su contenido aunque se vea con agrado.
Vista con los ojos de hoy. Dejando de lado cómo y cuánto ha cambiado la forma de rodar y contar las cosas, los comportamientos de los personajes no es que resulten aniñados, anticuados o desnortados, sino que parecen de un futuro que no se atisba todavía. Supongo que la fotografía colorista -preciosa por otro lado- contribuye a ello. La pareja protagonista, en mi opinión, posee una química conjunta glacial. Y para colmo, no me ayuda nada el género de la película: los números musicales fomentan la dispersión de lo que se cuenta. Salvo que estén perfectamente ensamblados a la película -por ejemplo, Hello Dolly- a mi no me ayudan nada a seguir la trama.
Dicho esto, mis almas gemelas la puntúan de 7… el equivocado soy yo.
Nota: 5,49.
La combinación ideal: Audrey con su linda cara y su estilizada figura, una prestigiosa revista de modas y su frívolo frenesí, París, los pies mágicos de Fred Astaire, canciones en la línea de la era dorada de los musicales, preciosas coreografías (Audrey me ha asombrado bailando de maravilla), desfiles de modelos, escenarios encantadores y una burla simpática a la profusión de corrientes filosóficas y de pensamiento que surgían sin cesar y que reunían tertulias de bohemios en cafés para intelectuales… Y obtenemos el musical perfecto: divertido, inquieto, optimista, embriagadoramente frívolo, romántico, y lo fundamental: un espectáculo donde los sueños se cumplen y al final todos son felices y comen perdices.
No hay ninguna película que refleje la joie de vivre , la alegría de vivir, con más glamour ni más encanto que un musical de los que estremecían las tablas de Broadway y de los que llenaban las salas de los cines de soñadores que esperaban ver cumplidos, siquiera ficticiamente, sus secretos deseos. Esos secretos a voces del ciudadano medio que aspira a ser feliz con algo de dinero, dedicándose a una ocupación que le guste, y encontrando al amor de su vida. El ciudadano que quiere escapar de la mediocridad, de la rutina, del desencanto, de las frustraciones y de la soledad sintiéndose durante una hora y media como Fred Astaire o como Audrey Hepburn, en la cima del mundo.
Los musicales de aquella época no son mucho más que cuentos de hadas.
Disfrutemos de ellos… Seamos niños otra vez, imaginando que nos convertimos en príncipes y princesas tocados por una varita mágica.
No es el mejor musical de Donen, pero es una película refrescante, tierna, simpática y con muy buena banda sonora. Tiene ciertos puntos de humor que hacen que la película se salga de la línea del tópico. Hepburn está fantástica, como siempre. Ella sola deslumbra con su cara de ángel y se come la pantalla. Astaire también está bien, aunque lo veo ya un poco mayor para el papel. No obstante, nos deleita con su baile y con su voz (a destacar cuando canta I love your funny face… , donde está encantador). Ayuda mucho el paisaje y el ambiente parisino.
En cuanto a la idea del enfaticalismo , muy divertida, jajaja!
Hay ciertas películas que uno no sabe si votar atendiendo al corazón o a la cabeza. En este caso, si al final sólo hubiera atendido al análisis frío y calculador, mi nota hubiera sido un siete o un ocho. Pero mi conciencia me impedía no calificar con un diez este espectáculo tan maravilloso que puedo ver veces y más veces sin cansarme.
Seguramente, desde un punto de vista técnico, esta película no sea una obra maestra, pero, cuando los sentimientos cobran vida, es difícil hacer valoraciones abstractas y puramente racionales.
Muchos elementos hacen que esta cinta sea una de mis favoritas. En primer lugar, la conjunción de dos actores tan geniales como Audrey y Fred. Si ambos, por separado, son eternos, su unión representa una de las cimas del séptimo arte. Se tenía miedo de que la diferencia de edad entre ellos no hiciera creíble la historia de amor. Ese prejuicio sólo lo puede tener quien no conozca a Fred Astaire. Un hombre etéreo y ligero -como lo definió Vincente Minnelli-, que casi no es de este mundo, puede tener lo mismo veinte que cincuenta años, porque sus bailes lo elevan al cielo y lo alejan de lo terrenal y mundano.
En segundo lugar, ese carácter eterno de ambos actores, unido al perfil de sus personajes (Astaire como un pragmático norteamericano, Audrey como una joven intelectual que desprecia al principio los sentimientos y el amor) evitan que la película caiga en un tono almibarado y de romanticismo pedante.
En tercer lugar, nos encontramos con unas canciones inolvidables – música de alas ha escrito Cabrera Infante en Cine o Sardina- de George e Ira Gershwin , entre las que destacan He loves, She loves , Funny face , Bonjour, París o ´S wonderful , por ejemplo.
Y, cómo no, hay que citar al gran director que fue Stanley Donen, un genio del musical que tiene en su haber películas como Cantando bajo la lluvia , Un día en Nueva York o Siete novias para siete hermanos , entre otras. Un genio que cumplió su sueño de dirigir a Fred Astaire, al que había visto siendo un niño en Volando hacia Río de Janeiro , dirigiéndolo en Bodas Reales y en la película que nos ocupa.
Para terminar, hay que decir que Fred y Audrey desearon enormemente trabajar juntos. Tambien ella, siendo niña, había soñado con bailar un día con Fred. Y éste sabía que Audrey era la mejor y no quería pasar la oportunidad de poder trabajar con ella.
Dijo Terenci Moix en su magnífico libro Mis inmortales del cine. Años 30, en el capítulo dedicado a Fred Astaire, que esta película era y sigue siendo maravillosa. Lo será siempre porque, como hemos dicho, en sus imágenes y en su música sigue rezumando esa sensación de eternidad que tan pocas veces se alcanza.