Un paraíso para los malditos
Sinopsis de la película
Marcial empieza a trabajar de sereno en una fábrica de la conurbación bonaerense. Todo parece normal y monótono, hasta que un asesinato cambia radicalmente su visión de la vida. De la noche a la mañana pasa a ser el hijo de un padre con demencia senil y el novio de Miriam, una madre soltera. Con el paso de los días, los cuatro logran construir su propio paraíso. Pero su felicidad y armonía peligran cuando Marcial recibe una llamada que le hace ver que no solo su vida corre peligro, sino la de familia.
Detalles de la película
- Titulo Original: Un paraíso para los malditos
- Año: 2013
- Duración: 85
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Opinión de la crítica
Película
5
95 valoraciones en total
Sólido en su argumento, irregular en su planteamiento.
Si bien logra captarnos, la cinta del cineasta argentino no termina de inyectarnos la suficiente chispa como para acaparar toda su atención.
Su principal aliciente -en spoiler- se diluye para ofrecernos un trazado lineal y convencional que supone lastrar el conjunto. A pesar de ello, es una decente película que merece ser vista.
Triste y apagada, silenciosa y callada, una gran soledad se desprende de este relato de amarga y dura supervivencia que lucha por encontrar una salida a su ruin y aislada existencia, sobriedad y serenidad en una monótona rutina de espacio cerrado y contexto oscuro, opaco que resulta asfixiante e irrespirable, conciencia compasiva de una mente fría que alivia su propia agonía con actos inesperados y una voluntad firme de cambio, necesidad reflexiva de abrirse, de escapar de su limitada cárcel, de una desesperada liberación instantánea que sorprende y conmueve por el esfuerzo y el choque expresivo, encontronazo que abre un nuevo e interesante camino con infinidad de posibilidades por descubrir. Poco diálogo, escasas palabras para una mirada profunda y penetrante, fija e inamovible, astuta y calculadora, una intensidad frustrante que arrastra una gran dependencia emocional, precisos y estáticos movimientos para un náufrago que se rodea, inesperadamente, de personajes antagónicos que buscan aliviar su necesidad de amor, compañía, contacto físico…, una compartida soledad y amargura que juntos es compensada con escasos y breves tiempos de diversión, momentos de tenue y ligera alegría pero de gran esperanza y de un anhelado futuro que grita y se desespera por confirmar su inesperada llegada, un hermoso y repentino arcoiris tan frágil y breve como su sorprendente aparición pues la compacta e impasible tormenta que le precede amenaza con la crueldad de una vuelta que destruya el hermoso paisaje creado. Un impasible y gélido thriller, reconvertido en drama familiar, en dependencia colectiva que necesita de pocos elementos para llegar a su máxima expresión pues es sencillo en su composición pero impactante en su efecto, de interesante atractivo por su cambio de ruta, por un sorprendente viraje que esconde una corrompida necesidad social de convivencia, manifestación de unos sentimientos ocultos que esconden un enorme calado emocional. Una serena y comedida dirección, buenas y regulares interpretaciones para una historia que atrae y cautiva por su apertura de opciones, por la siempre conmovida esperanza y soñadora ilusión de mejora, sin hacer mucho ruido ni levantar grandes pasiones cumple bien su cometido, 90 minutos de esquiva intriga y falsa calma que inquieta lo justo para seducir y complacer gracias a la perturbada y fascinante presencia de su protagonista.
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En este film maduro y arriesgado, poco ha quedado de Extraños en la noche, aquel policial romántico de 2011, con toques de humor y comedia musical glamorosa, con el cual el realizador Alejandro Montiel se hizo conocer por los circuitos del cine comercial. De un fugaz paso por la comedia light de tono rosa, aquí el director apuesta a otro registro, más crudo y hermético, logrando un resultado sorprendente donde conviven el thriller psicológico y el drama filosófico.
El protagonista absoluto del film es Marcial (Joaquín Furriel), un asesino a sueldo que anda detrás de su presa, trabajando como sereno de un depósito semiabandonado en los márgenes de la ciudad. Ese oficio le permite vigilar a su próxima víctima desde una perspectiva que recuerda a La ventana indiscreta de Hitchcock.
La película comienza como un thriller de género, pero adquiere su grandeza cuando se muestra como un drama existencial donde caben todas las preguntas acerca de la orfandad y la indigencia moral del hombre moderno. No es casual que uno de sus grandes protagonistas sea Furriel, quien tan bien interpreta los personajes de Samuel Beckett.
Hay algo de Final de partida en ese espacio cerrado y silencioso, siempre atemperado por el humor negro, donde el tiempo se desdibuja en un suceder de días y noches, aunque siempre sepamos que es un retazo cronológico entre los festejos de la nochebuena y el año nuevo.
La única mujer de la historia (Maricel Álvarez) es la encargada de la limpieza del inhóspito lugar, la que también opera simbólicamente en la transformación del asesino, como si la lavandina con la que borra la suciedad alcanzara al corazón del guerrero. Con esta joven madre soltera y su niña, Marcial conformará una suerte de familia inestable y absurda pero feliz a su manera.
En la primera parte del film casi no hay diálogos pero alcanza con el rostro de Furriel para sumergirnos en el universo íntimo de un hombre casi sin vida propia, al que le llegará sin proponérselo una segunda oportunidad.
Como solamente sucede en las obras de arte más profundas, se despliegan los grandes temas del hombre: la soledad, la vejez, la decadencia física, la locura, la muerte, el amor, la compasión, la pregunta por Dios y su lugar en el mundo de nuestros días. Gran parte del relato se construye con silencios donde el suspenso se mezcla con la incertidumbre y los gestos dicen más que las palabras.
Recargada por algún efecto dramático tal vez prescindible, Un paraíso para los malditos es una película noble, intensa y precisa, con personajes inolvidables y conmovedores, para quienes su universo marginal de carencias y soledad de repente empieza a cobrar sentido.
Ese proceso lo lidera Marcial (nunca mejor puesto el nombre, que significa guerrero) como héroe trágico que abraza su destino sin lamentar nada (como la canción final de Piaf, magníficamente adaptada y cantada por Florencia Arce).