Un lugar donde quedarse
Sinopsis de la película
Una joven pareja que espera su primer hijo recorre Estados Unidos buscando el lugar ideal para quedarse y crear una familia. Cuando Burt (John Krasinski) y Verona (Maya Rudolph) se enteran de que van a tener un niño, sufren una crisis de pánico: no soportan el lugar donde viven, además, como los padres de Burt están a punto de mudarse, no podrían contar con su ayuda. Deciden entonces emprender un viaje en busca de un lugar para echar raíces. De paso, visitan a una serie de parientes y amigos muy heterogéneos, pero todos les ayudarán a encontrar su destino.
Detalles de la película
- Titulo Original: Away We Go
- Año: 2009
- Duración: 98
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Opinión de la crítica
6.2
72 valoraciones en total
Tras saltar de género en género siempre con buena fortuna, Sam Mendes vuelve a la tutela de Billy Wilder, esto es, a la acidez y los golpes dramáticos en medio de una comedia o a los golpes cómicos en medio de un drama, dependiendo de si se quiere ver el vaso medio lleno o medio vacío. El entrañable John Krasinski y la embarazadísima Maya Rudolph bien podrían ser la pareja de American Beauty 20 años más jóvenes. En aquella extraordinaria película, una de mis favoritas, se dejaba entrever que bajo la capa de corrosiva crítica social, Kevin Spacey y Anette Benning fueron una vez una pareja de treintañeros ilusionados con formar una familia, como los de Un lugar donde quedarse .
En ese viaje que emprenden son los personajes secundarios los que modulan la brillantez de una narración irregular. Los dardos más venenosos y graciosos apuntan a los padres de él, a la pareja de white trash (basura blanca) de la América profunda y a unos impresentables hippies que impiden a sus hijos utilizar triciclo. Personajes exagerados, sí, pero que a todos nos sonarán más o menos, porque quién no conoce a alguna maruja que raja hasta de su familia, o algún amante de la vida natural que no cree en vacunar a sus niños.
Liubov Andreevna regresa de París después de permanecer durante varios años. Nada más llegar a su finca, entra en una habitación y dice:
¡El cuarto de los niños!..¡Mi querido… mi maravilloso cuarto! ¡Aquí dormía yo de niña! (y en la obra dice que llora).
Me imagino que hay gente sin un jardín de los cerezos. Pero cuando existe uno, marca de por vida. Mendes quiere contarnos esto, de manera irregular y con multitud de minutos sobrantes. Pero los últimos y pequeños minutos me han hecho recordar mis cicatrices: mi jardín de los cerezos. Y sé que es, al fin y al cabo, lo que pretendía el director.
El oscarizado Sam Mendes nos ofrece una película de tintes inequívocamente indies con esta comedia con alguno ligero toque dramático que funciona a modo de road-movie por diversas poblaciones de los Estados Unidos. Por lo que se ve, el director realizó el film durante la post-producción de su anterior trabajo Revolutionary Road y dedicó bastante menos tiempo del acostumbrado al rodaje del mismo, con la intención de aportar frescura y espontaneidad a un guión que, por lo visto, le fascinó desde el primer momento. Quizás la premura en su confección acabó perjudicando a la cinta, pues el resultado es bastante decepcionante. El guión, lejos de ser la genial maravilla que se anuncia, es un cúmulo de situaciones que se pretenden ingeniosas pero que tienen muy poca gracia (un sentido del humor muy americano, es cierto, pero que en Europa no funciona en absoluto), un surtido de personajes a cual más estrafalario llevados a un límite demasiado caricaturesco. En el centro de todo, la pareja protagonista pretende ser el contrapunto serio a toda esta trama absurda, el problema es que no se sabe si debes tomártelos en serio o en broma. Si lo que se pretendía era realizar una reflexión más o menos profunda sobre la vida en pareja en base a diferentes estereotipos de matrimonios, se podía haber hecho sin necesidad de exagerar tanto el carácter friki de los personajes. Si simplemente se trataba de rodar una comedia puramente humorística, los diferentes gags tienen tan poca fuerza que se puedan contar con los dedos de una mano las situaciones que consiguen esbozar una mínima sonrisa.
En definitiva, un evidente paso en falso en la carrera de Mendes, que con esta obra absolutamente menor (en todos los sentidos) no pasará a la historia precisamente. La mordacidad, el sarcasmo y la lucidez con la que abordó la familia media americana en su impactante American beauty , no se ven reflejadas ni por asomo en este film que aburre desde el primer minuto al último.
Ayer tuvimos la oportunidad de ver Away We Go en Nashville pocos días después de su estreno y nos sorprendió gratamente. No se trata de que no conociésemos a su director, Sam Mendes, autor de otras buenas películas como Road to Perdition o Revolutionary Road, pero no sabíamos qué esperar de esta comedia. Y la verdad es que es deliciosa, inteligente y por momentos verdaderamente irreverente.
Away We Go cuenta la historia de Burt y Verona, una pareja de treintañeros que se hallan en un momento de drásticos cambios en su vida. Verona está embarazada de seis meses y las perpectivas económicas de ambos no son muy prometedoras, por lo cual se enfrentan a una realidad acuciante: no saben verdaderamente qué dirección deben seguir sus vidas. Por tanto, se plantean la posibilidad de realizar un viaje a través de Estados Unidos y Canadá, visitar a ciertos amigos y familiares y quizá decidir dónde establecerse.
A partir de ahí, Sam Mendes nos invita a un viaje marcado por situaciones absurdas que conjuga a la perfección el humor y la ternura, pero sin caer nunca en el sentimentalismo. John Krasinski y Maya Rudolph están excelentes en los papeles de los dos protagonistas, y también nos ha gustado mucho Maggie Gyllenhaal en su papel de profesora de universidad que ha perdido el contacto con la realidad. Su personaje está un tanto estereotipado, quizá, pero por desgracia abunda en el mundo académico. Away We Go es una hermosa historia de amor, ornamentada con un sentido del humor vivo e inteligente, y sin duda, la recomendamos sin reservas.
Una pareja de treintañeros se ve sorprendida por el embarazo en mitad de un cunnilingus. A partir de aquí, los dos protagonistas, deberán decidir qué hacer con sus vidas. Formar el mejor hogar posible. Una familia. Para ello, rebuscarán en su pasado e improvisarán en su futuro a través del presente.
Un presente materializado en un viaje por la geografía estadoudinense, un viaje en busca de su hogar. Un viaje por Phoenix, Tucson, Madison, Montreal y Miami. Un viaje en el que contemplar diversos tipos de hogar. En Phoenix, una familia destrozada por la depresión crónica del padre, y la desfachatez sonrojante de la madre. En Tucson, una hermana a la que consolar por un pasado muy nostálgico y un presente triste. En Madison, una prima y su novio que viven en continuum con sus hijos, es decir, en plan hippie pedante. En Montreal unos antiguos compañeros de facultad ahogados en la tristeza de no poder tener hijos propios. Y en Miami, un hermano destrozado por el abandono de su esposa y el futuro incierto de la hija de ambos.
De todo ello, los dos protagonistas aprenderán. Comprenderán que lo importante por encima de todo es el amor. Da igual si la ventana de la casa es del mejor material del mundo o de cartón. Un hogar no se cimenta en lo material, sino en lo sentimental. El amor, la añoranza por el pasado y el deseo de un futuro mejor se darán de la mano en esta cinta otoñal que habla acerca de la vida, acerca de la familia, acerca de las parejas. Bonita película de Sam Mendes que, una vez más, vuelve a romper el mito del sueño americano.