Un domingo en el campo
Sinopsis de la película
Verano de 1910. Un prestigioso pintor viudo lleva una triste y solitaria vida en la campiña francesa. La llegada del domingo se ha convertido para él en el mayor de los placeres. Ese día recibe la visita de su hijos y, lleno de alegría, disfruta del placer de conversar con ellos sobre la relación entre vida y arte.
Detalles de la película
- Titulo Original: Un dimanche à la campagne
- Año: 1984
- Duración: 94
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Opinión de la crítica
Película
7
92 valoraciones en total
Ví esta película en el cine hace….un montón de años. No sé si en el mismo año en que salió, pero no mucho después en todo caso.
Fuimos mi hermana y yo y, por primera vez, mis padres nos acompañaron hasta la puerta del cine pero no entraron a verla con nosotras. No tengo idea de por qué lo hicieron precisamente con esta película, y no una más abiertamente infantil.
Recuerdo vagamente que era una película hermosa, pausada, serena. Eran más importantes las imágenes que el argumento… Y me había gustado mucho, pero…
No debe ser fácil sacar tanto de una película que se explica en tan pocas palabras. No se trata de una historia con una trama compleja, con giros inesperados, con un guión repleto de acción. El título de la película es lo que es, así de sencillo: un padre de familia, viudo, espera la llegada de sus dos hijos en su casa para pasar el día juntos, acompañados de sus tres nietos y su nuera, a las afueras de la ciudad.
Creo que Tavernier consigue algo realmente complicado, que no es otra cosa que trascender a partir de la sencillez de su propuesta. No es en apariencia nada del otro mundo lo que vemos, con la excepcionalidad de tratarse de principios de siglo XX. Es una familia más como cualquier otra, lo que les pasa podría pasarnos a nosotros como hijos o como padres. Parece poco y sin embargo es tanto… Es un reencuentro habitual, pero señala de forma definitiva que el paso del tiempo ocurre para todos y que es implacable. Desde la posición del padre es pura melancolía, es su definición exacta. Y aunque no se den cuenta, la posición de los hijos no es menos triste.
Hay un momento al final de la película en el que padre e hija hablan, una orquesta al aire libre toca una música deliciosa, piano, acordeón, tambor y flauta invitan a bailar. Padre e hija bailan. No parece gran cosa, pero los ojos de él desprenden un amor y una ternura ante los que es imposible no sentir una conexión como espectador que no es fácil conseguir. Ella ya no es una niña, es una mujer de buen ver. Ya no es su niña, qué triste, ni él es quien fue.
Todo fluye, de forma inevitable, al mismo lugar. Darse cuenta y ser consciente de ese paso del tiempo puede ser la definición exacta de lo que es sentir melancolía.
Acabo de leer el comentario de Minerva, único hasta el momento, y me ha hecho gracia el recuerdo que ella tiene de esa película a diez años vista -y veinticuatro de su estreno-. Yo aún he tardado más, treinta y cuatro exactamente, y la he visto a raíz del libro original de Pierre Bost que estaba como novedad en mi biblioteca local.
Es interesante cotejar ambos porque, aunque resulta bastante fiel su adaptación, tiene un final diferente -que no puedo spoilear- y así como en la novela hay una réplica contundente a la hora de enjuiciar la visita familiar al patriarca de la historia, Tavernier ha optado por poner mayor énfasis en lo que supone la pintura y el planteamiento vital que ha hecho sobre ella dicho protagonista, casi anciano ya aunque vigoroso aún, y que se presta -es mi opinión- a todo un forum sobre ello.
No sé si se entiende mucho pero en resumen sería: por un lado la idiosincrasia de todos los componentes de la familia en cuestión, sirvienta incluida, y el cariño o indiferencia que suscitan por entresijos del carácter o afinidades personales, y por el otro una reflexión también profunda sobre los hilos del arte… Todo ello con la belleza de la campiña de fondo dentro de un marco emblemático: principios de mil novecientos.
Tavernier es un director del que me queda casi todo por ver pero que con Un domingo en el campo, ya ha conseguido cautivarme. Su capacidad para envolver en imágenes, una jornada campestre de una familia que bien podría ser tributo/homenaje del director a su propia familia, derrocha talento. Tavernier se sirve de ellas como pretexto para realizar un retrato, con bodegón incluido, de una parte de la burguesía de aquellos años locos de primeros de siglo. El anciano, sus dos hijos, nuera y nietos, son dibujados en la película con trazos de fino pincel y mirada nostálgica.
Una película bucólica y contemplativa que nos recuerda a algunos cuadros de Renoir y Manet, de un naturalismo desbordante con el olor a alcanfor de los viejos muebles y el ruido de las moscas en la cocina. Destacable la intepretación del prolífico Louis Ducreux, a la sazón, actor, mùsico y director teatral y la de la actriz que interpreta a la criada, Monique Chaumette, que en la actualidad tiene 93 años de edad, y que también trabajó, entre otros papeles, en La Gran Comilona ( Marco Ferreri. 1973).