Tropical Malady
Sinopsis de la película
Hay algo mágico en el aire. Son tiempos felices, y el amor es algo sin complicaciones para el soldado Keng y el joven campesino Tong. Tardes agradables con la familia de Tong, noches llenas de canciones en la ciudad… Hasta que la vida se ve perturbada por la desaparición de alguien. Además, algún tipo de bestia salvaje ha estado matando a las vacas. Según las leyendas locales cabe la posibilidad de que un ser humano pueda convertirse en otra criatura. Entonces empieza la historia de un soldado que se adentra solo en el corazón de la jungla, donde los mitos a menudo se hacen realidad.
Detalles de la película
- Titulo Original: Sud pralad (Tropical Malady)
- Año: 2004
- Duración: 118
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Opinión de la crítica
6.7
68 valoraciones en total
Estamos ante la mejor película de Apichatpong Weerasethakul. Tropical Malady es la obra con mayor reconocimiento internacional de este director tailandés, y sin contar con su ópera prima, el extravagante e irregular documental Mysterious Object at Noon , Tropical Malady es su mejor y más completa obra de ficción.
Weerasethakul no hace cine de masas, es más diría que tampoco hace cine para unos pocos, sino que hace unas películas tan personales que son exclusivamente para él. Por muy original que sea su técnica narrativa y por muy exquisito que sea el planteamiento formal del film, no hay motivos para dormir al público película tras película. Además, ni es tan original, y ni mucho menos es exquisito, simplemente es diferente a lo tradicional.
Tal y como hiciera en Blissfully Yours la película muestra dos partes claramente diferenciadas. En el anterior film las dos partes tenían un nexo claro de unión, además los títulos de crédito situados en medio del metraje nos avisaban del cambio, pero en Tropical Malady es diferente. La primera parte del film se sumerge en una alegre relación amorosa entre un campesino y un soldado, una relación que se muestra con mucha naturalidad y desbordante optimismo.
La segunda parte sigue los pasos del soldado adentrándose en solitario en la selva. Esta parte viene introducida por una historia popular que cuenta que había una vez un poderoso chamán Khmer que podía convertirse en varias criaturas, vagaba por la jungla y gastaba bromas a los aldeanos. El soldado se adentra en la selva para capturar a la criatura que se transformó en un tigre. Esta parte muestra los más personal del cine de Weerasethakul, y nos introduce con criterio y estilo las historias populares tailandesas.
Lo malo de Tropical Malady es que lo que hay más allá de esta historia interesante y formalmente novedosa, es una absoluta carencia del sentido del tiempo y una pesada y aburrida filmación. A pesar de ser un film mucho más interesante que sus otras obras, este director siempre consigue dejarme tan frío como dormido.
Un film formado por dos historias, no se si inconexas, pero así me lo parecieron, en la primera el tema de la homosexualidad, el amor, interesante, bien llevado, con momentos algo dulces, entre un joven aldeano y un soldado, mostrándose abiertamente, sin tapujos aunque con miedos. LA CARA BROTA ALEGRÍA, pero de pronto en la vorágine de la selva se traga esa historia, y aparece la fábula y nos encontramos en la selva, dura, donde un soldado, el mismo que antes, cazador, busca al tigre, el joven aldeano de antes, metamorfoseado por exigencias de la fábula, ¿para cazarlo? Puede ser, pero en su persecución no será todo lo feliz que se espera, y la duda existencialista, la parte espiritual asoma, el ser se transforma, el medio cambia, el verde se vuelve más verde y oscuro, dando paso a las incontable soledad de las noches y días sucesivos sin un sendero marcado, dejándote al final con esa sensación tan conocida muchas veces, LA CARA DE IDOTA.
En fin, será que yo no lo pillo, pero esa es mi opinión, esa mi nota, y si os vale, pues positivo, si no pues negativo, que tampoco me pagan por ello.
Romper una lanza a favor de Tropical Malady que, quizás no sea la mejor película del año que algunos han querido encontrar, pero que tampoco merece ser tomada como una cinta aburrida sin sentido ni contenido. No es justo sentenciarla como típica película asiática de ritmo lento, está muy lejos de encajar dentro de ese arquetipo que los occidentales hemos asignado a gran parte del cine asiático. Si bien la ausencia de diálogos es evidentemente, la simbología, la potencia de las imágenes, la dota de una densidad que no debería aburrir, o puede que sí, que todo es subjetivo y más desde el punto de vista europeo. Pero el ritmo no sólo lo marca el mayor o menor número de palabras por minuto, o de cambios de plano, de la misma manera que en una canción no depende de la cantidad de notas por segundo. No se come y digiere igual de rápido un entrecot que unas palomitas, sin que por ello lo primero sea menos nutritivo o placentero (tampoco digo que lo segundo sea peor, me encantan las palomitas).
Centrándonos en la película, el director la divide en dos partes ya no claramente diferenciadas, sino directamente separadas, donde en mi opinión, la búsqueda de nexos pasa por la ingesta previa de sustancias ilegales. Apichatpong demuestra una gran osadía narrativa con esta desestructuración y sus hallazgos formales, situándose en la vanguardia del lenguaje cinematográfico a la altura de grandes nombres del cine actual, como Claire Denis o Hou Hsiao-Hsien.
Sobre todo la segunda parte es extraordinaria. Son dos historias abiertas que cada cinéfilo debe interpretar. Es lo bueno de las películas abiertas uno puede participar en ellas. Yo ligo la primera parte y la segunda. Creo que tiene que ver una con la otra.
Este director muestra una sensibilidad extraordinaria y una gran capacidad para sugerir.
No tiene los vicios hollywodenses: -final feliz forzado, actores estrellas, teatralidad, falta de realismo, etc.
¡A ver si nos llegan más películas de Tailandia!
No me gustaría dar la razón a esos críticos nublados por el clasicismo, que confunden la novedad, lo moderno, con el acuñado término modernez. En embarullar la originalidad con lo vacuo, la evolución con lo aburrido o simplificar la animadversión por lo desconocido con un no lo entiendo.
Posiblemente Apichatpong Weerasethakul sea uno de los estandartes orientales en la renovación del cine conduciéndolo a nuevos horizontes. En llevarse premios en reputados festivales a cambio de conseguir la fascinación o el odio más enfermizo a partes iguales. Pero se me plantean varias preguntas: ¿Se puede hacer lo mismo sin aburrir? ¿O junto con la etiqueta de moderno u original hay que incluir soporífero y/o tomadura de pelo? ¿Es arte filmar sin apenas diálogos a un tipo que camina por una selva durante una hora? ¿Es arte colocar una papelera que se encontraba en la calle dentro una galería de arte moderno? ¿Cuándo el morro se transforma en arte? ¿En novedad? ¿En modernez?
Personalmente de Tropical Malady sólo me interesan sus novedades, sobre todo estructurales: fragmentar la película en dos mitades sin un aparente desenlace, enfrentar la urbe a la naturaleza, mostrar paralelismos entre ambas historias y exponer los elementos para dejar que el espectador los engarce y medite sobre ellos.
Ya en su anterior e insoportable coñazo, Blissfully Yours, Weerasethakul fragmentaba la narración colocando los títulos de crédito a los ¡45 minutos! Esta vez todo parece encajar mejor, pero al igual que sucedía en en su obra anterior queda descompensada la parte informativa con la contemplativa.
La primera parte de Tropical Malady resulta interesante, pero es en la segunda, la versión tailandesa-de-cuento-oriental de Depredador, donde explotan los resortes cinematográficos. Aunque por desgracia es donde la novedad se transforma en aburrimiento mitigando toda posible fascinación.