Los mejores años de nuestra vida
Sinopsis de la película
Tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), los soldados supervivientes, algunos con taras físicas, regresan a los Estados Unidos. Aunque al principio se les trata como héroes, poco tiempo después comienzan a verse marginados.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Best Years of Our Lives aka
- Año: 1946
- Duración: 170
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Opinión de la crítica
Película
8.2
33 valoraciones en total
Producida por Samuel Goldwyn, fue realizada por William Wyler. Se basa en la novela Glory for Me , de MacKinlay Kantor. Se rodó en Long Beach Airport, Ontario Airport, LA Arboretum and Botanic Garden, Raleigh Studios y Goldwyn/Warner Studios (CA), con un presupuesto estimado de 2 M dólares. Ganó 7 Oscar (película, director, actor, etc), un Oscar honorífico y otros premios.
La acción principal tiene lugar en Boone City, pequeña ciudad del Medio Oeste, a lo largo de unos meses, en 1945/46. Narra la historia de 3 veteranos que regresan a sus hogares tras el final de la IIGM. Al Stephenson (Frederich March), sargento de infantería, de media edad, trabajaba en un banco. Homer Parrish (Harold Russell), marino, ha perdido en la guerra los dos brazos. Fred Derry (Dana Andrews), piloto de bombarderos de brillante historial, de 25 años, trabajaba como dependiente en el bar de unos almacenes. Los tres tienen problemas de adaptación familiar y laboral. Al en el banco choca con los criterios de la dirección. Homer no se atreve a pedir a Wilma (Teresa Wright), su novia y vecina, que se case con él. Fred tiene dificultades en el trabajo y en casa.
La película muestra la alegría, la preocupación y los temores de los tres veteranos en su regreso tras una prolongada ausencia. El esfuerzo de guerra no les ayuda a tener una acogida adecuada, les dificulta la reinserción laboral, les impulsa a buscar falsos refugios y les obliga a asumir en solitario la tarea de readaptación, en un ambiente ambivalente y ambíguo, de homenajes, celebraciones, reproches, desprecios y angustias. Se describe con emoción la vida diaria y doméstica en una ciudad media americana, con el bar para la conversación, conflictos familiares, desavenencias conyugales, reproches tendenciosos sobre la guerra, etc. Las diferencias de clase por razones económicas hacen emerger prejuicios, que afectan a las relaciones entre los tres amigos. Son escenas memorables la vista aérea del cementerio de aviones, la demostración desgarradora de Homer a Wilma (Cathy ODonnell) de sus limitaciones, el paseo de Fred por el aparcamiento de aviones a desguazar y otras.
La música aporta una gran partitura original en la que el Main Title incluye la melodía central que se repite en temas posteriores, como Homecoming y Fred and Peggy (con un vibrante solo de saxo alto). La fotografía, de Gregg Tolan ( Ciudadano Kane , 1941), consigue una aguda profundidad de campo, adopta una estética realista, no olvida adornos (Al se ve reflejado a la vez en 2 espejos) y lances cómicos (ducha en pijama). El guión traspira autenticidad y sinceridad. La interpretación destila naturalidad y desenvoltura. Emociona el rotundo y desesperado Sé aprender , de Fred. La dirección crea una obra cálida y próxima, que seduce al expectador.
La película trata temas intemporales, sin sentimentalismos y con magistral sobriedad.
Estupenda película dirigida por uno de los mejores e infravalorados directores de la historia: William Wyler.
Es de larga duración pero no te importa, está tan bien contada que lamentas que se acabe.
Cuenta lo que luego han contado muchas películas: el regreso a casa del soldado y su reincorporación a la vida después de tanta muerte. Pero la diferencia es que ésta es pionera (es de 1946) y de una sencillez asombrosa.
Para reír, disfrutar y llorar con los protagonistas. En fin, para vivir.
Los mejores años de nuestra vida ofrece la historia de unos veteranos de guerra que regresan a sus casas y los problemas que tendrán para adaptarse a una sociedad que ha cambiado en su ausencia y que los ve como a extraños o inútiles.
William Wyler, que con esta película puede hacer callar a todos sus detractores, consigue un intenso drama de una increíble emotividad sobre la marginación social y sobre las heridas que deja la guerra. Todo el reparto esta excepcional aunque mención especial merece Harold Russell, manco en la vida real, que fue premiado con un oscar especial además del de interpretación. Además la película esta llena de momentos sencillamente inolvidables, como la llegada de los veteranos a sus casas, el momento en que se reencuentran en el bar o la escena del personaje de Dana Andrews en el desguace de aviones. Destacar también la maravillosa banda sonora de Hugo Friedhofer, que fue premiada con uno de los muchos oscars que consiguió esta película.
La desgarradora veracidad y la enorme carga emotiva que desprende la convierten sin duda en una obra maestra absoluta del cine.
No sale ni un tiro.
No sale ni una trinchera.
Ni una amputación.
Ningún combate.
Ni cobardes.
Ninguna granada.
No salen paracaídas.
Ni tan siquiera salen carros de combate.
No vi portaviones o pilotos con gafas ray-ban.
No hay vencedores o vencidos.
No escuche ni sirenas ni trompetas.
Pero a pesar de ello, es quizá la película más antibélica de la historia del séptimo arte.
Los mejores años de nuestra vida es lo que yo definiría como uno de esos paradigmas del cine clásico a los que se les debe añadir, sin el menor atisbo de rubor, ese archiconocido latiguillo cinéfilo que suele poner la guinda a pelis de irreprochable factura. Sí, lo habéis adivinado: ese que reza ‘de visión onerosa e imprescindible’.
De hecho, me avergüenza no haber visto esta peli hasta ayer por la noche. Hacía mucho tiempo que no descubría o repescaba en mi particular océano de obras maestras desconocidas o semiolvidadas una película de semejante calado. Una peli redonda, completa y madura. Una peli que, pese a su aparente sencillez, conmueve y cuestiona a partes iguales. Que te hace amar el cine un poquito más. Una peli implacablemente sincera que describe una serie de sentimientos y situaciones impregnadas de ese tenue halo de tristeza y nostalgia postbélica con una pureza narrativa y estilística magistral.
Si aún no la habéis visto, ya estáis tardando. Probablemente, como en mi caso, pasará a engrosar ese particular compendio fílmico denominado ‘los mejores clásicos de nuestra vida’.