Tren de noche
Sinopsis de la película
Un joven, que quiere ser doctor, se sube a un tren en el que conoce a una joven secretaria… Considerada la mejor película de su realizador junto (Faraón), un thriller de intriga que homenajea a Hitchcock.
Detalles de la película
- Titulo Original: Pociag (Night Train)
- Año: 1959
- Duración: 93
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Opinión de la crítica
Película
7.1
46 valoraciones en total
Jerzy Kawalerowicz consigue una película visualmente muy bella (está claro que el tren puede ser muy cinematográfico, especialmente repleto, con esos pasillos tan estrechos y con tantas puertas que se abren y cierran y estorban el paso). Sin embargo, la historia que se nos cuenta se basa en una ambigüedad algo tramposa: hacernos ver que el protagonista viaja de manera apresurada y angustiada sin mostrarnos los motivos, para que no dudemos de que encaja con el perfil del asesino que la policía busca. Además, las historias de los dos protagonistas no resultan demasiado atractivas por sí mismas y cuando se revelan, los espectadores seguimos prefiriendo la indefinición, el misterio que se desprendía de ambos antes de que recibiéramos la información. Sin duda, los personajes secundarios, dibujados con pocos pero certeros trazos, llenan mucho más.
Sólido drama que se desarrolla en un tren, cuya mejor escena precisamente tiene lugar fuera de él.
La descripción de personajes que van a bordo tiene la meticulosidad de la obra de Alfred Hitchcock a la que a veces te remite: Alarma en el expreso . El misterio se crea con habilidad y te hace estar atento a todos los pormenores que se suceden. Los diálogos son brillantes y está bien interpretada.
Es especialmente significativo el giro que propone hacia la mitad en la que se produce una intensa persecución fuera del tren que es sin dura la mejor escena de la película. Gran tensión bien resuelta.
Es sin duda la falta de un desenlace firme lo que la devalúa parcialmente.
Muy interesante drama que sucede en un vagón de tren durante su trayecto hacia una localidad costera. La película se basa en retratar a los diferentes pasajeros que hay a bordo, especialmente dos personas que acaban accidentalmente en el mismo compartimento: un misterioso hombre que se nos insinua que quizás huye de la policía por haber matado a su esposa y una joven que a su vez huye de una relación amorosa.
El film se centra en los diálogos entre esos personajes que vagan sin rumbo y muestra también de pasada algunos secundarios como una mujer casada que está buscando desesperada otro hombre, dos sacerdotes o el amante de la joven protagonista, que la ha seguido hasta el tren.
Cuando llega un punto en que uno teme que la película no dé más de sí y se haga aburrida, Kawalerowicz introduce en escena a unos policías que buscan al asesino, desembocando a continuación en una persecución que finaliza con el mejor momento del film, una escena en que el director se detiene de repente y retrata a todos los personajes involucrados y su patetismo.
Es un film muy bien dirigido (su realizador aprovecha perfectamente el espacio cerrado del vagón) y bastante frío y sobrio, basándose en diálogos y situaciones vacías (o supuestamente vacías) sin recrearse en grandes dramatismos. Me dejó muy buen sabor de boca.
Perteneciente a esa espléndida generación de cineastas polacos surgida en las décadas de los 50 y 60, Kawalerowicz destaca como uno de sus máximos representantes, si bien al igual que otros un tanto opacado por la celebridad de Polanski o Wajda. Pese a haber podido disfrutar de pocas películas suyas ninguna me ha parecido decepcionante, y esta que aquí se comenta no escapa a esa regla general, si bien me parece inferior a otras realizaciones suyas, como Madre Juana de los Ángeles o Faraón.
Película que se desarrolla casi íntegramente en un tren –lo que constituye de por sí un subgénero cinematográfico-, destaca principalmente por el acertado retrato de personajes, cuyos rasgos psicológicos son hábilmente sugeridos y mostrados, cobrando en ello un mayor protagonismo las imágenes que el guión, por lo general escueto y poco revelador. Son las miradas, gestos y actitudes, a veces sólo apuntadas o apenas esbozadas las que nos informan con alguna certeza acerca del carácter de los protagonistas, mientras que el guión mantiene siempre cierta reserva o misterio sobre sus circunstancias. Así, apreciamos personajes apesadumbrados, nerviosos, interesados o sobrios, pero nunca se nos dice todo de ellos, ni llegamos nunca a conocerlos del todo. Es ese vago misterio el que interesa al realizador, que se centra especialmente en las relaciones entre hombres y mujeres, fijándose para ello en varias parejas, las cuales sugieren distintas emociones, ya sean la atracción, el hastío, la compasión, etc, todos ellos son ejemplos de los variados deseos humanos insatisfechos. Precisamente por esto resulta interesante el recurso del asesino oculto en el tren como McGuffin, pues su importancia estriba en cómo afecta a los demás personajes, y son sus diversas reacciones lo que le interesa resaltar al director, afán plenamente logrado en una secuencia en exteriores –magnífica- a la que ya han hecho justa referencia mis predecesores.
Si la descripción de personajes es lo fundamental, ello se logra, además de por lo ya mencionado, gracias a la portentosa labor interpretativa del reparto, siendo excelentes todas las actuaciones, si bien yo destacaría las de las dos protagonistas femeninas, que pivotan, por decirlo así, en torno a Jerzy, el protagonista masculino que interpreta León Niemczyk (siempre recordado por su estupenda interpretación en El cuchillo en el agua, de Polanski): Marta, llena de misterio y tristeza (pocas miradas inspiran más ternura que las de este personaje), soberbia creación de Lucyna Winnicka (quien ya había estado magnífica en la anterior Madre Juana de los Ángeles), y la mujer de nombre desconocido, infelizmente casada con un tedioso abogado, que se siente atraída por Jerzy, y en general, por cualquiera que no sea su esposo, muy bien interpretada por Teresa Szmigielówna. El resto de secundarios, todos ellos bien descritos desde el guión o las imágenes completan el cuadro con irreprochable eficiencia y acertados toques de humor.
El talento cinematográfico de Kawalerowicz es aquí menos vistoso que en otras películas suyas como las ya referidas, verdaderos espectáculos visuales (Faraón es, en este sentido, una experiencia fascinante), pero no por ello debe pasarse por alto su magnífica utilización de los espacios (algo que es clave en este subgénero fílmico), que por su estrechez obligan a los personajes a encontrarse y relacionarse. Además, recurre hábilmente a los pasillos para lograr acertados efectos en la profundidad de campo, y nos regala secuencias brillantes (como la ya mencionada) y planos hermosos, ya sea por su composición y punto de vista (algunos cenitales) o por su efecto dramático (Teresa en la playa).
En conjunto una muy interesante película, llena de sugerencias y sensibilidad, buena muestra de las capacidades de un gran director, que merece ser más conocido.