Tras el cristal
Sinopsis de la película
Durante la Segunda Guerra Mundial, el doctor Klaus (Günter Meisner) torturó, asesinó y abusó de multitud de niños en los campos de concentración nazis. Acabada la contienda, un intento de suicidio le obligará a permanecer conectado a un pulmón de acero, ayudado solamente por su mujer Griselda (Marisa Paredes) y su hija Rena (Gisèle Echevarría). La aparición de un joven que se ofrece para cuidarlo establecerá entre ambos una sórdida relación basada en el deseo, la venganza y la fascinación por el mal.
Detalles de la película
- Titulo Original: Tras el cristal
- Año: 1986
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
6.3
23 valoraciones en total
Un joven enloquecido se presenta en la casa de un hombre atado a un pulón de acero como enfermero. Ese hombre inmóvil y decrépito traumatizó y profanó su infancia y él viene a ocupar su lugar… La ópera prima de Villaronga: una agobiante y desasosegante fábula antifascista, muy dura, morbosa y viscosa, de impecable factura técnica, brillantez estética y vocación de riesgo, aún cuando corre precisamente el riesgo de que la forma devore al contenido. En todo caso, una llamativa y en su estreno escandalosa ópera prima dónde se funden bien lo pretencioso del primerizo con las virtudes propias de un cineasta talentoso, dando lugar a una interesante película, de díficil equilibrio y muy respetables resultados.
Una película no apta para paladares sensibles. Narra una historia truculenta enmarcada en la fascinación de un muchacho por un ser despreciable. Ello le lleva a convertirse, si cabe, en uno peor aun. Con un comienzo atrayente y un papel espléndido por una neurótica y genial Marisa Paredes la historia se torna, a medida que avanza, en algo que puede rayar en el mal gusto. El estreno de la película tuvo lugar, concretamente, en Madrid, el 3 de marzo de 1987, dos años después de su realización. En Barcelona se presentó el día 17 del mismo mes en el cine Capsa. La fecha de autorización del Ministerio de Cultura fue el 1 de diciembre de 1986. En Australia, en 1995, se intentó exhibir una copia íntegra en el Mardi Gras Film Festival y fue prohibida, originando una gran polémica.
Para mi era un película desconocida, y me extraña ya que sin duda se trata de una pelicula, digamos, diferente, al menos para ser nacional. Drama con toques de terror psicológico, tiene escenas de tensión absolutamente inaguantable.
La trama gira alrededor de un antiguo medico nazi que expirementaba con niños, y de los que parece que finalmente se siente atraído, y un muchacho que anteriormente sufrió, sino los experimentos, sí ciertos abusos. Este muchacho es el centro de la narración, atormentando a un envejecido e impedido medico, liberando todo su rencor y odio hacia él, reproduciendo hechos desagradables con niños.
Marisa Paredes está, como siempre, espléndida. En el desarrollo prevalecen las atmósferas oscuras, decadentes, agobiantes.
Pelicula recomendable, aunque nos vuelve a recordar la locura nazi, y en este caso, hacia los niños, donde la experimentación y la simple crueldad no tienen fronteras.
Me resulta imposible comprender cómo una película de este calibre esté tan olvidada hoy en día. Tras el cristal no es sólo un excepcional drama que reflexiona sobre las consecuencias de la guerra, también es una monstruosa representación del terror psicológico más puro e incomprensible nunca antes vista en un film de producción nacional.
En un arranque que es toda una declaración de intenciones nos encontramos con un niño desnudo, colgado del techo y atado de pies y manos mientras es fotografiado por un hombre de lasciva mirada y pérfidas intenciones en un edificio en ruinas. Acto seguido el hombre deja la cámara, se acerca al muchacho y comprueba que éste aun sigue vivo, le pasa la lengua por la cara y sale de la habitación. Sube las escaleras, llega al tejado y se precipita al vacío.
Más tarde, el mismo hombre lo encontramos postrado en la cama, inmóvil, sólo un aparato de parálisis le permite seguir con vida. Poco a poco nos enteramos de que se trata de Klaus, un doctor ex-colaborador del antiguo régimen nazi recientemente exiliado en España. Junto a él se encuentran su esposa, agobiada por la vida de semiesclavitud que le ha tocado vivir, y su hija pequeña, solitaria e introvertida.
Una noche, sin saber cómo ni cuándo, se cuela en la casa un extraño joven que dice ser enfermero. Se ofrece a cuidar a Klaus y a pesar de las reticencias iniciales de la mujer, la insistencia de su marido por que lo acepte acaba por imponerse. Hasta aquí puedo contar.
Agustí Villaronga sabe dar reposo a una historia terrible, que habla de locura y venganza, de ambición y desprecio por el ser humano, todo esto contado con los horrores de los campos de concentración como telón de fondo. Relatos inconfesables sobre horribles torturas y ejecuciones que se narran mediante una voz en off que repasa los diarios del doctor y dota de una mayor dimensión al horror que estamos presenciando.
Tras el cristal no esta hecha para corazones sensibles y estómagos débiles. Posee escenas tremendamente desagradables y en más de una ocasión dan ganas de apartar la mirada de la pantalla.
No quedan del todo claras sus intenciones argumentales, y el film se mueve entre el drama y el terror con calibrado equilibrio. La obsesión del joven intruso, limítrofe a la locura, alcanza una proporción inimaginable en un principio y que ciertamente desconcierta hasta al más avispado.
Villaronga sorprende por su crudeza y se recrea en ella casi con desconsideración y descaro. También proyecta una atmósfera tensa, desasosegante, que congela el ánimo y perturba el espíritu del espectador. Una sensación que haría morirse de envidia al mismísimo rey del terror más psicológico e inexplicable, Michael Hanecke.
Sigue en spoiler (no destripo nada, tranquilos)…
El éxito de Villaronga en los Goya ha hecho que visionara con un grupo de amigos su primera película: Tras el cristal. El debate posterior se nucleó en torno a si las personas somos capaces de generar tanto mal, y si el mal se instala más confortablemente en tiempos de guerra. Recordé dos casos, uno reciente el de Jacques Mesrine que en su autobiografía titulada Instinto de Muerte nos relata en primera persona de una manera pasmosa su actividad criminal. El otro caso, y es en el que se inspira el director para escribir el guión, es de Gilles de Rais, el caballero psicópata que al lado de Juana de Arco participó en la guerra de los cien años. En su declaración declara entre otras cosas lo siguiente:
Yo, Gilles de Rais, confieso que todo de lo que se me acusa es verdad. Es cierto que he cometido las más repugnantes ofensas contra muchos seres inocentes –niños y niñas- y que en el curso de muchos años he raptado o hecho raptar a un gran número de ellos –aún más vergonzosamente he de confesar que no recuerdo el número exacto- y que los he matado con mi propia mano o hecho que otros mataran, y que he cometido con ellos muchos crímenes y pecados .
Confieso que maté a esos niños y niñas de distintas maneras y haciendo uso de diferentes métodos de tortura: a algunos les separé la cabeza del cuerpo, utilizando dagas y cuchillos, con otros usé palos y otros instrumentos de azote, dándoles en la cabeza golpes violentos, a otros los até con cuerdas y sogas y los colgué de puertas y vigas hasta que se ahogaron. Confieso que experimenté placer en herirlos y matarlos así. Gozaba en destruir la inocencia y en profanar la virginidad. Sentía un gran deleite al estrangular a niños de corta edad incluso cuando esos niños descubrían los primeros placeres y dolores de su carne inocente .
Me gustaba ver correr la sangre, me proporcionaba un gran placer. Recuerdo que desde mi infancia los más grandes placeres me parecían terribles. Es decir, el Apocalipsis era lo único que me interesaba. Creí en el Infierno antes de poder creer en el Cielo. Uno se cansa y aburre de lo ordinario. Empecé matando porque estaba aburrido y continué haciéndolo porque me gustaba desahogar mis energías. En el campo de batalla el hombre nunca desobedece y la tierra toda empapada de sangre es como un inmenso altar en el cual todo lo que tiene vida se inmola interminablemente, hasta la misma muerte de la muerte en sí. La muerte se convirtió en mi divinidad, mi sagrada y absoluta belleza.
Yo soy una de esas personas para quienes todo lo que está relacionado con la muerte y el sufrimiento tiene una atracción dulce y misteriosa, una fuerza terrible que empuja hacia abajo. (…) Si lo pudiera describir o expresar, probablemente no habría pecado nunca. Yo hice lo que otros hombres sueñan. Yo soy vuestra pesadilla
Así que amigos, si juntamos al doctor Klaus con el nazismo, no es de extrañar una historia tan perturbadora.