Todos somos necesarios
Sinopsis de la película
En 1950, una vez cumplidas sus condenas, tres presos muy diferentes -un médico (Alberto Closas), un funcionario (Ferdinand Anton) y un ladrón (Folco Lulli)- abandonan la cárcel rumbo a sus nuevas vidas. Los tres acuden a la estación de tren para viajar a la ciudad. Mientras esperan en la estación, sueñan con esa nueva etapa que les espera y las esperanzas que albergan de esa nueva vida. Aunque la cruda realidad de enfrentarse a la sociedad es algo que oscurece esta nueva oportunidad.
Detalles de la película
- Titulo Original: Todos somos necesarios (Ritorno alla vita)
- Año: 1956
- Duración: 84
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Opinión de la crítica
Película
6.4
52 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- Albert Hehn
- Alberto Closas
- Ángel Álvarez
- Aníbal Vela
- Antonio Moreno
- Antonio Velasco
- Carmen Pastor
- Domingo Rivas
- Elías Rodríguez
- Erasmo Pascual
- Ferdinand Anton
- Fernando Delgado
- Ferphy
- Folco Lulli
- Francisco Bernal
- Francisco Ocaña
- Joaquín Mas
- José Calvo
- José Capilla
- José Franco
- José María Martín
- José Prada
- José Riesgo
- José Rubio
- José Sepúlveda
- Josefina Serratosa
- Josephine Kipper
- Juan Cazalilla
- Juan Lafuente
- Juan Olaguivel
- Julio Gorostegui
- Leopoldo Trieste
- Lida Baarova
- Lorenzo Robledo
- Manuel Alexandre
- Manuel de Juan
- Nora Samsó
- Rafael Calvo Revilla
- Rafael Durán
- Rafaela Aparicio
- Rainer Penkert
- Roberto Camardiel
- Rolf Wanka
Los diez primeros minutos de Todos somos necesarios tienen el sabor, el olor y la textura de cine de altísima categoría. El acercamiento a la acción, los encuadres, la ejemplar presentación de los tres principales personajes, todo ello arranca con una energía y una solidez insólitas en una película española de los años cincuenta (y de los ochenta y de los noventa y de ahora…). Me remito al primer diálogo entre los presos según salen de la cárcel, que me maravilló por la honda inteligencia y la peculiar sensibilidad que transmite.
El resto de la película, por desgracia, desmiente esta primera impresión.
Sobre el punto de partida de tres ex-presos que salen de la cárcel y toman el tren de regreso a sus antiguas vidas, Nieves Conde construye una fábula moral sobre la prisión humana y la prisión moral, la psicología social y los prejuicios: fábula que hoy día se nos aparece como pueril e innecesaria. Los personajes, dibujados casi como arquetipos, no provocan el menor interés por sus vidas o sus acciones, como instrumentos que son al servicio de la lección moral, dejan de funcionar poco después del estupendo arranque. Creo que a estas alturas una película que nos diga que no estigmaticemos a la gente que sale de la cárcel, que son seres humanos y no retoños de Satanás, provoca más perplejidad que otra cosa.
El resto del filme resulta francamente aburrido, si bien es un placer ver a esos pedazo de actores (¡qué grandes Alberto Closas, Rafaela Aparicio y Manuel Alexandre!) demostrando que en tiempos inmemoriales existía un método de interpretación ibérico en el que la vocalización era compatible con la naturalidad.
Algo decepcionante después de la magnífica Los peces rojos , me temo.
Una trama coral que protagonizan tres ex-presidiarios que han cumplido su castigo por los errores cometidos, siendo rechazados y repudiados a pesar de haber saldado su deuda con la sociedad, eso es el tema de fondo que aborda con una clara definición de cada personaje tras abandonar el presidio que marca sus vidas para siempre. Un orgulloso estafador que quería conquistar la atención de su esposa, un tosco y alcohólico carterista, y un cirujano condenado injustamente por una supuesta negligencia. Juntos viajan en tren hacia sus respectivos destinos, pero en ese convoy también veremos reflejado un mosaico de personajes representativos de todos los extractos sociales con sus miserias y mezquindades, su hipocresía y su vanidad. Todos tendrán que responder ante una situación límite en una noche invernal atrapados por la nieve.
Humilde y emotiva película, una coproducción que no se resiente del casting internacional, y que contiene una corrosiva crítica social, a pesar de la infausta censura que el segoviano Nieves Conde consigue eludir, un cineasta a reivindicar por sus grandes trabajos a veces poco valorados. Alberto Closas da vida a este cirujano corroído por el rencor hacia una sociedad que le inhabilitó de ejercer su profesión desde su altruista código deontológico, ahora el destino le depara otra prueba de fuego ante una urgencia médica que requiere su intervención. Lo mejor del film es el variopinto retrato de una sociedad que no quiere perdonar los errores ajenos, mientras esconde y disimulas sus vergüenzas morales. Desde una puesta en escena ágil y creativa, coreografiada exclusivamente dentro de un tren, al que consigue extraer tu su jugo narrativo desde unos encuadres creativos y brillantes que expresan en todo momento el clima dramático de sus protagonistas.
Nieves Conde no desperdicia ni un segundo de sus ochenta y pocos minutos para darnos una lección de gran cine, sin grandilocuencias ni pedantería, mostrando la realidad de la vida en aquel momento, su costumbrismo provinciano, su altanería señorial y su materialismo económico, aunque sin apuntar directamente a ningún nivel social, a pesar de que todos quedan retratados, solo se salva por claro imperativo legal el sacerdote y el policía, como no podía ser de otra forma en aquella época. Es la reivindicación de la dignidad de unos hombres estigmados por el pecado que como bien señala su título: Todos somos necesarios, una oda al perdón y la oportunidad de ser una persona aceptada como cualquier ser humano. Cuando el cine es emoción y reflexión, además de entretenimiento agradable, se produce una comunión entre espectador y película que te sugiere un montón de sensaciones de las que he intentado dejar constancia en estos apuntes para recomendarla.
Meritoria coproducción hispano-italiana dirigida pòr una de las voces más relevantes del cine español de los años cincuenta: José Antonio Nieves Conde. Tecnicamente francamente buena, cuenta con una bella y expresiva fotografía en blanco y negro. Un loable guión que en su primera mitad es resuelto con oficio y que amedida que avanza la película dismuye un poco por lo predecible de su situación. Se intuye demasiado el final como ya anuncia su título: Todos somos necesarios .
La labor de los actores es bastante creible, asi como la atmosfera conseguida en un viaje en tren sacudido por una fuerte nevada con la amenaza de un niño que se muere. ¡Hay que salvar al niño si queremos seguir viajando!.
Recomiendo su visión ya que el desconocimiento del cine español de los años 40 y 50 es mayusculo y su difusión nula por la totalidad de todas las cadenas televisivas durante decadas a excepción de la vista ayer en el programa Lagrimas de LLuvia .
En fin……Lágrimas de nieve por Nieves Conde.
Entre el 6 y el 7.
Buena película dirigida por José Antonio Nieves Conde, (Surcos y Balarrasa (1951). Coproducción hispano-italiana con la colaboración de actores checos, austriacos y alemanes: Lída Baarová y Albert Hehn como principales.
Protagonizada por el actor barcelonés (el gran caballero) Alberto Closas (Julián), el italiano Folco Lulli (Don Bartolomé Iniesta, alias el Nene) y el alemán Ferdinand Anton (Nicolás) como los tres ex presidiarios que juntos cogen un tren en busca de la reinserción cuyo maquinista en un simpático papel es José Sepúlveda.
Los tres, saliendo de la cárcel esperan alejarse de ese olor que les empapa a presidio, intentando coger un tren que les haga poner tierra de por medio y les haga olvidar su condena, Alberto Closas, por negligencia médica, Ferdinand Anton , encerrado por estafa y esperando rehacer su vida junto a su mujer y Folco Lulli, pues bebiendo que es como se olvida todo y todo así parece, pues los tres cantan su alegría (el himno del penal) como pajarillos en libertad bajo un maravilloso y claro cielo y rodeados de una pura y blanca naturaleza que simboliza la esperanza pero una vez en el tren ya de noche todo se vuelve oscuro valga la redundancia ya que una densa y claustrofóbica atmósfera de hipocresía y una nube negra de crítica, antipatía y prejuicios de todos los pasajeros se cernirá sobre ellos y es como si hubiesen vuelto a ser encerrados, esta vez en un vagón de tercera del cual ya no hay más escapatoria que el vagón restaurante donde querrán olvidar el mal sino que siempre les perseguirá y llevarán a cuesta por ser presidiarios arrastrando una invisible bola de hierro toda su vida en el alma pero he aquí que un inocente niño les pondrá en esa oportunidad de librarse de ella ayudando a una pobre criatura enferma condenada a pena de muerte si no es operada de urgencia.
Con un comienzo muy parecido en los créditos a la película estadounidense 20.000 años en Sing Sing de 1932 donde vemos caminando a los presos por los pasillos de la cárcel para luego situarnos en el viaje de un tren guarda alguna similitud más: al protagonista se le pondrá en la disyuntiva de tener que elegir entre su libertad y firme convicción o el cumplimiento del deber y su posible vuelta a la cárcel.
La fotografía en blanco y negro es realmente buena y sobre todo dentro de un tren auténtico y unos vagones cedidos por la Renfe donde se filmó la película y que no se alteraron para hacer ésta, además debieron tener algunas dificultades pues se ve en ocasiones que las condiciones climáticas no eran las más óptimas.
A señalar que cuando suben al tren los tres ex presidiarios, podemos ver al gran cómico Miguel Gila camino de la cárcel, pero aquí ni está acreditado ni tampoco habla y a Rafaela Aparicio se la ve en sólo dos planos de refilón y ni siquiera habla.
Muy recomendada película con un buen reparto internacional de tan sólo 81 minutos de duración para disfrute de los amantes de los trenes.
Este extraordinario director -de los mejores de España- sufre un extraño y persisitente olvido que, si no fuera por la oportunidad que nos da Filmaffinity, no podríamos reivindicar. Algunos intentamos ponerlo en su sitio, o sea, en lo más alto del cine patrio. Nieves Conde quiso emular a los grandes directores americanos de cine negro y de suspense y nos regaló una obra maestra titulada Los peces rojos . En esta ocasión apela al emotivo mensaje de Capra La vida de cada hombre toca otras muchas vidas y si él no está allí dejará un tremendo vacío y nos obsequia con esta comprometida y, a la vez, entrañable película titulada Todos somos necesarios .
El argumento gira en torno a tres expresidiarios que acaban de salir de la cárcel y que han de tomar un tren para regresar a sus hogares. Una vez en él se les presentarán los primeros problemas al enfrentarse con los prejuicios del resto de pasajeros.
Basándose en un extraordinario guión, Nieves Conde maneja su cámara con soltura a pesar de rodar en espacios muy reducidos y nos narra una historia dura con ciertos resquicios para la esperanza. Porque si dura, fría y calculadora es la deleznable actitud de la masa, más voluble que la chaqueta de un político, inesperada e imprudente a la vez que noble y valerosa es la reacción del expresidiario más rudo ante el llanto y el dolor infantil. Nieves Conde no oculta en ningún momento las miserias humanas, las dudas, los miedos. Lo que pretende es que el hombre reflexione, se sienta único e importante. Se sienta necesario para los demás. Aunque sólo sea por unas horas, tal vez unos minutos.
El nivel interpretativo de actores y actrices, protagonistas y secundarios, raya lo excepcional, dando una auténtica lección a cualquier actor/actriz español-a de los 80 en adelante. Son aquellos grandes actores de la doble T: talento+trabajo. Y, la interpretación de Folco Lulli como El nene es el no va más. El ejemplo de todos ellos sí que es necesario.