Tirano Banderas
Sinopsis de la película
El dictador sudamericano Santos Banderas es un hombre solitario y amargado, que vive rodeado de intrigantes y aduladores. Las fuerzas rebeldes están cada vez mejor organizadas, y el hecho de que Santos sea el responsable de la muerte del hijo de un pobre indígena hace estallar las iras del pueblo, que convierte en un símbolo los restos del chico.
Detalles de la película
- Titulo Original: Tirano Banderas
- Año: 1993
- Duración: 91
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Opinión de la crítica
Película
4.4
96 valoraciones en total
Definitivamente, el matrimonio García Sánchez/Azcona es del todo imposible. Me parece muy bien que ambos sean muy amigos, compartan ideario y tengan las mismas perspectivas pero en concreto para el espléndido guionista la compañía del mediocrísimo cineasta es una rémora que se acrecienta en la ya considerable cantidad de películas en las que ambos han colaborado y de las que yo no guardo ningún grato recuerdo de practicamente ninguna.
Aquí, adaptan el original del maestro Valle Inclán, que va sobre un sátrapa semimomificado (Volonté, en una interpretación muy particular, diferente, no sé si buena o mala, híbrido entre un mimo robótico de última generación y un Klaus Kinski a sus anchas) que tiene sometido a su pueblo -es una indeterminada nación iberoamericana-, finalmente libertados por el ejército español.
Es la segunda colaboración/intento de Ana Belén y el director sobre (yo más diría contra) Valle Inclán, tras Divinas palabras . Esta es una película mediocre, una versión desfigurada y escuálida de su original, con penosas interpretaciones de gente tan estupenda como Juan Diego, por ejemplo. Eso sí, en un ejemplo de inteligencia, recibió 7 Goyas. Me da igual de qué tipo. Manda cojones.
La historia de la literatura española está plagada de obras maestras, que no siempre se han sabido (o no se han querido) aprovechar para el cine. Es cierto que nada obliga a hacer películas como churros sobre libros, entre otras cosas porque suele salir bien pocas veces, pero…es algo que está ahí.
Tirano Banderas. Novela de tierra caliente (1926), de don Ramón del Valle-Inclán, es uno de esos geniales clásicos de obligada lectura. Uno de los títulos fundacionales de la llamada novela de dictador que tan grandes libros ha dado, fundamentalmente en Iberoamérica, y en ella el gallego unió su talla como literato a sus experiencias vitales en América, fundamentalmente en México, las cuales le dieron un buen conocimiento del terreno y del habla (la novela está plagada de mexicanismos, argentinismos y etcétera), por lo que Tirano Banderas está ambientada en un país hispanoamericano que es todos a la vez, y ninguno en particular.
La adaptación cinematográfica no es perfecta y queda lejos de la genialidad del libro, pero aún así es una película esforzada y disfrutable, tan extraña, desquiciada y esperpéntica como la novela de Valle-Inclán. La atmósfera agobiante de manigua y la desconfianza hacia el generalito son creíbles, así como encomiables son el diseño de producción, vestuario, localizaciones… (merecidos esos 6 Goyas). Como traslación al cine y pese a la dificultad resulta bastante fiel en ocasiones, con numerosos pasajes idénticos y frases similares, aunque por desgracia también se pierde algo difusamente, y, como no podía ser de otra manera siendo española, se recrea innecesariamente en la homosexualidad de dos de los personajes.
Mención especial para uno de mis actores predilectos, Gian Maria Volonté, quien encarnando a Santos Banderas, el Tirano que masca coca, resulta tan inquietante, magnético y soberbio como de costumbre, en uno de sus últimos papeles pues moriría al año siguiente. Como en el libro, su totémica, cruel y negra figura planea sobre todo, esté presente o no.
¡Chac, chac!
En una república bananera imaginaria aparece el tirano Santos Banderas inspirado en la novela de Valle-Inclán, se asemeja a un ser abyecto en descomposición que huye de la luz y se refugia en la penumbra mientras su hija, de la que no conocemos nada languidece enferma en una cama. El macabro físico lo aporta un espléndido Gian María Volonté, amanerado gesticulante e histriónico sátrapa, es la imagen patética que le ha querido otorgar el cineasta al personaje con claro sabor expresionista, de cabeza casi rapada, parapetado tras unas gafas de sol redondas con movimientos parecidos a una marioneta, proyectando su malsana sombra por las blancas paredes de su imaginaria fortaleza, rodeado de correveidiles, aduladores y lametraserillos. Busca la vida en el coraje de los otros y ama la oscuridad como única compañera. Una amarga reflexión sobre la soledad del poder.
Santos Banderas adolece de la vitalidad y la fuerza para luchar por su amada, sencillamente porque no tiene nadie a quien amar, por su naturaleza represora siempre será temido y nunca amado, aunque presentado de forma vampírica, no se alimenta de sangre como hacía Nosferatu a quien se asemeja con su inquietante perfil. Pretende socavar una revolución con su paternalismo prepotente, pero la andadura de este tirano se va desmoronando igual que su mundo corrupto, mientras el resto de personajes del relato, sin apenas entidad ni espesor dramático se aferran a los privilegios que les garantiza el régimen. Esa clara diferencia entre el dictador excelentemente dibujado y sólo el esbozo del resto de personajes que le rodean: el embajador homosexual español (Gurruchaga), el prestamista ladino (Fernando Guillén), la puta vidente (Ana Belén), el cortesano bufón y ebrio (Juan Diego) y el oficial rebelde (López Tarso), entorpecen más que mejorar lo que se representa con la intención de ser fiel al autor.
Afortunadamente el film es escueto y va directo al grano sin caer en veleidades folclóricas y en la redundancia paisajistica. Aún así, la película resulta poco fluida y un tanto aburrida, a pesar de estar bien adaptada por Azcona y el cineasta, una vez que conocemos su trama y situaciones, nunca nos sorprende y todo es previsible. Deciden comprimir la historia en sólo dos días, en ese lapso temporal deberían ocurrir cosas más importantes a los personajes como a la mecánica propia del relato. García Sánchez construye un mosaico humano que siempre está en función del villano protagonista, además de no definirse con decisión entre el drama y el esperpento. En cambio su puesta en escena me parece inteligente y descriptiva pero en el fondo es un film frío que no emociona, porque no basta sólo con criticar y burlarse del patetismo de un tirano que nos puede parecer familiar y detestable.
Resulta paradójico que la película de García Sánchez, producida entre otros por Víctor Manuel, el cantautor asturiano esposo de Ana Belén y acérrimos militantes de la izquierda, fuera rodada en Cuba sobre un dictador de derechas, precisamente una de las dictaduras comunistas más longevas y terribles del continente americano, haciéndolo sin ningún complejo democrático y bendiciendo las facilidades que les otorgarían desde ese sectarismo que practica la progresía que denuncia las dictaduras, siempre que sean de derechas porque si son de izquierdas, las bendicen y las protegen con esa curiosa vara de medir que suelen practicar. Porque todas las dictaduras son execrables, señores míos, incluyendo cualquier ideología. No conozco ninguna dictadura que haya traído prosperidad a su pueblo. No puedo entender cómo siguen fascinando los Mesías revolucionarios que convencen con promesas utópicas y demagógicas a tanto ingenuo desinformado.
Esta película tiene una gran ambientación, un guión bueno pero unas irregulares interpretaciones. El único que sobresale es Volonté el hoy casi olvidado actor italiano. Y Javier Gurruchaga que esta mas que correcto en su papel.
La película no consigue conmoverme ni en los momentos más dramáticos, y, cuando intenta sacar el lado más mordaz, me resulta una bufonada sin gracia. Aunque la ambientación es correcta, la música hace que todo tenga un aire de spaghetti-western bastante inapropiado. Ni siquiera los buenos diálogos hacen que la película se vea con interés… Los actores, ni fu ni fa. Seguramente, están todos fuera de tono, comenzando por un Gian Maria Volonté que, estando correcto en cada escena, no transmite con la suficiente fuerza la ambigüedad que debería reflejar su personaje de dictador perturbado. Sobre los exageradísimos Ana Belén y Juan Diego mejor no me pronuncio. Y Javier Gurruchaga nunca me ha convencido, porque siempre termina haciendo de él mismo. En definitiva, una fallida adaptación de la obra de Valle Inclán. El potente mensaje de la obra original queda totalmente diluido