Tiempos modernos
Sinopsis de la película
Extenuado por el frenético ritmo de la cadena de montaje, un obrero metalúrgico acaba perdiendo la razón. Después de recuperarse en un hospital, sale y es encarcelado por participar en una manifestación en la que se encontraba por casualidad. En la cárcel, también sin pretenderlo, ayuda a controlar un motín, gracias a lo cual queda en libertad. Una vez fuera, reemprende la lucha por la supervivencia en compañía de una joven huérfana a la que conoce en la calle.
Detalles de la película
- Titulo Original: Modern Times
- Año: 1936
- Duración: 89
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Opinión de la crítica
Película
8.6
87 valoraciones en total
El cine sonoro estaba ya plenamente integrado y Charlot se iba despidiendo (en esta película el personaje incluso canta y hay variados efectos de sonido).
Al mismo tiempo los USA estaban sumidos en la terrible Depresión y Chaplin utilizó su mejor arma (el humor) y su libertad como creador (obtenida gracias a su inmensa fama y rentabilidad) para realizar un alegato contra la pobreza y el orden injusto que impone un capitalismo feroz.
Como siempre un estilo sencillo pero de una precisión maestra. En ella, entre risas, vemos un ritmo laboral atroz que aliena y adormece al obrero, las represalias contra todo aquello que escapa al sistema establecido etc. Charlot se enfrenta a todo tipo de desafortunadas situaciones con la típica inconsciencia que tanto nos hace reír, como si no supiera que detrás de esas máquinas, policías y patrones no acaba de tener cabida el ser humano, como si no supiera que sus carreras y despistes escondían una gran carga de profundidad.
Demoledor es el ensayo con la máquina alimentadora, el obrero como un objeto al que utilizar a gusto y del que prescindir si la atroz competencia lo precisa. Evidentemente su mensaje está repetido hasta la saciedad, pero pocas veces se ha contado con tanta capacidad de fascinación. Así, lo que no está en absoluto superado es el perfecto ensamblaje de alegato social, tono de comedia y melancolía de los personajes.
Se le acusó de plagio por copiar cosas de A Nous la liberté de René Clair (5 años anterior), pero todo acabó con el Sr. Clair diciendo que en todo caso se sentiría honrado de que esto fuera así. Sabia decisión, esta obra de Chaplin tiene evidentísimos puntos en común con la de Clair, pero también es cierto que es superior. Al menos para mi gusto.
Una obra MARAVILLOSA, se mire por donde se mire. La última vez que Chaplin nos deleitó con su mítico personaje de Charlot en pantalla.
En plena época de crisis de los años 30, en un contexto de crisis capitalista enormemente deprimente y opresivamente insoportable para el trabajador standard, el de las fábricas que habían adoptado ya el teórico sistema de distribución Tayloriano del trabajo en cadena, donde los trabajadores formaban parte de un proceso de alienación rayante en el paroxismo más exasperante(ovejas que salen de la boca del metro para posteriormente incorporarse agolpadamente en sus respectivos puestos de trabajo), llegando incluso a adquirir lo característicos tics del autómata más mecanizado…, Chaplin uno de los artistas más socialmente posicionados en el lado del derecho laboral digno y no vejatorio ni denigrante como se estaba convirtiendo gradualmente, nos presenta esta ENORME cinta con unos méritos innegables no sólo desde una perspectiva socialmente comprometida, sino también del lado de las loas artísticas, basadas en su mayoría en su incuestionable poder y habitual maestría narrativa en el contexto del antiguo cine mudo(y ello apesa de que hacía ya casi una década que el cine hablado estaba en voga), y de una fotografía en blanco y negro poderosamente tenebrista y expresionista a cargo de sus habituales, Ira H. Morgan y Roland Totheroh.
A buen seguro que esta obra serviría de inspiración a Orwell para sus obras Rebelión en la granja y sobre todo 1984 , con esas pantallas de televisión vigilantes e intimidatorias para los trabajadores relajados.
Cada uno de los fotogramas de esta épica cinta forman ya parte por derecho propio y con mayúsculas de las OBRAS MAESTRAS más sorprendentes e influeyentes en la historia del celuloide.
El mayor problema de esta película son sus primeros veinte minutos. Son de lo mejorcito que recuerdo yo en lo que a sátira se refiere. La maquina para dar de comer sin dejar de trabajar, como poco a poco va perdiendo la cabeza hasta que todo acaba en una clásica y alocada persecución. Enfín, que a mí juicio es la mejor crítica realizada sobre aquella época, y todo en apenas un cuarto de hora. Hay que darse cuenta también de como Chaplin utiliza el sonido que había llegado al mundo del cine hacía ya una década. Apenas hay diálogos pero durante estos primeros momentos, los únicos que tienen el privilegio de la palabras son los jerifaltes de la fábrica y nunca los trabajadores lo que muestra sin duda la opresión a la que estaban sometidos.
Pero, sin embargo, tras estos geniales minutos el ritmo decae notablemente y todo se vuelve de un tono demasiado monótono. A pesar de contar con escenas geniales como cuando Chaplin impide una fuga en la cárcel hasta arriba de coca o cuando patina al borde del abismo en los grandes almácenes la mayoría del resto deja un poco de lado el aspecto crítico y se centra sobre todo en el lucimiento personal de Chaplin. Esto no es desagradable gracias al genio del protagonista pero sí bastante decepcionante con respecto al inicio de la película.
Así pues, sólo por sus primeros minutos merece la pena verla pero no alcanza el nivel de otras películas de Chaplin como el gran dictador…
El genio Chaplin asestó, como de costumbre, un golpe certero y exhaustivo, en esta ocasión a las lacras que conlleva la civilización industrializada y capitalista.
En la que probablemente sea una de las mejores sátiras realizadas durante toda la era cinematográfica del siglo XX, Chaplin presentó al mundo los esquemas, ridiculizados hasta el extremo, de la era industrial actual.
Desde el punto de vista de su eterno Charlot, patoso y romántico incurable con bigotito, bombín, bastón, traje raído, zapatos de payaso y andares de pato, somos testigos de las continuas desventuras de este mítico personaje que, en esta ocasión, lleva a cabo una lucha titánica e inútil para tratar de adaptarse a una sociedad que va demasiado deprisa. Trabajos monótonos y estresantes en fábricas, como una pieza más del montón en la frenética cadena de montaje. Movimientos mecánicos y repetitivos hasta la náusea, el ritmo de trabajo medido y sincronizado hasta las milésimas de segundo, maquinarias complicadísimas cargadas de engranajes, palancas, botones y ruedas dentadas (sobresaliente ambientación, representando la invasión tecnológica, y geniales las escenas en las que Charlot y algún otro personaje se pierden , tragados entre los múltiples elementos de las máquinas). Todo controlado, para que la cadena de montaje no se rompa y así los niveles de producción alcancen el máximo, venciendo a la competencia… Los trabajadores como simples autómatas, números anónimos. La escena de la máquina de comer que unos empresarios pretenden vender al director de la fábrica, pregonando sus virtudes en cuanto al ahorro de tiempo que supondría sistematizar incluso el almuerzo de los peones, y la prueba que realizan sobre el propio Charlot, es un deleite absoluto, un derroche de sarcasmo, humor negro e ingenio. Disfruté a tope contemplando esa parte, hacía tiempo que no me reía tanto viendo una película.
Por supuesto, el sensible y romántico Charlot no tarda en descubrir que no está hecho para los trabajos rutinarios, ni para el alocado ritmo de la ciudad enloquecida. Huelgas, manifestaciones políticas… El pobrecillo, a causa de malentendidos y torpezas, se ve envuelto inocentemente en líos y llega a dar con sus huesos en la cárcel…
Mientras tanto, una chica huérfana que vive prácticamente en las calles se topará con Charlot, y ambos, identificándose en su deshaucio mutuo, en su condición de marginales inadaptados y sumidos en la pobreza, continuarán juntos la batalla cotidiana para optar a un lugar digno en la sociedad.
Tremenda y mordaz, pero a la vez optimista, crítica a las múltiples dificultades que muchas personas encuentran para seguir el ritmo loco de la era industrializada y tecnológica y para optar a lo que todo el mundo tiene derecho: la dignidad personal e individual, la autorrealización, el bienestar. Aspectos tan básicos como el acceso a la vivienda, la difícil búsqueda de un trabajo que se acondicione mínimamente a las características personales…
Para poner esta nota y esta crítica me he visto entre dos aguas.
Por un lado, me ha fascinado como Chaplin trató, por aquellos entonces, el tema de la explotación capitalista. Casi se le puede decir visionario (esa imagen de las ovejas – donde se ve una negra que claramente hace referencia a su personaje – igualada con la de la gente saliendo del tren en tropel para ir a trabajar, algo que vemos hoy en cualquier ciudad a las ocho de la mañana). Esa especialización máxima, el afán del patrón por optimizar los recursos, las ganancias, la deshumanización del empleado…..lo que digo, parece como se hubiera tenido una bola de cristal donde ver el futuro.
Desde luego influye también la belleza de la protagonista, es sinceramente de las mujeres más bella que he visto nunca en el cine.
Y la canción del final sí que es realmente genial.
En la parte negativa, y pese a ser una película muy corta, ha habido minutos en los que se me ha hecho bastante pesada. Además, el humor de gestos exagerados y cámara rápida a veces se me hace excesivamente pesado. Demasiado repetitivo.
Por tanto no puedo darle una nota tan alta como la mayoría de la gente que he visto, pero por otro lado, hay que señalar la extraordinaria forma de dar un mensaje que hoy, 70 años después, sigue siendo totalmente válido y sigue estando en la calle.