Tiempo de silencio
Sinopsis de la película
Madrid, años 40. Pedro es un médico joven que trabaja en un centro oficial de investigación sobre el cáncer utilizando cobayas procedentes de Norteamérica. Cuando se queda sin los conejillos de Indias, el conserje del centro le aconseja que recurra a El Muecas , un amigo suyo que ha criado una pareja de cobayas con el fin de venderla.
Detalles de la película
- Titulo Original: Tiempo de silencio
- Año: 1986
- Duración: 111
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Opinión de la crítica
Película
6.1
42 valoraciones en total
Siempre que leo u oigo el título de la difícil novela de Martín-Santos, pasados los años desde mi voluntarista lectura, se me vienen espontáneamente a la mente dos cosas: los ratones de laboratorio y la implacable (y extraordinaria) diatriba contra las corridas de toro. La película, resulta obvio constatarlo, extrae del libro la historia descarnada, quiero decir, su esqueleto argumental. Y sin embargo, sorprende que no esté falta de chicha. La truculenta odisea del protagonista está contada de forma inteligible aunque no simplista (lo que siempre es un acierto), sin llegar a desbarrar en ningún momento. Los actores cumplen con un notable, con un inquietante Joaquín Hinojosa (¡esa voz de Nicholson en El resplandor!: «Wendy, querida, luz… de mi vida. ¿De qué tienes miedo?»). Resumiendo, una de las películas más convincentes de don Vicente.
Esta película es una Atlántida, desaparecida, anquilosada, perdida en el tiempo como el rebufo de un cometa lejano. La causa no puede ser el demérito de su calidad o la ausencia de rostros conocidos: Imanol Arias, Echanove, Charo López, Victoria Abril (que en plena juventud irradia una belleza insultante y exhibe un parecido asombroso con Emma Suárez) y por supuesto Paco Rabal, actor de actores, rey de reyes, dios de dioses, encarnando a un personaje, el muecas, similar al famoso Azarias, que compone de manera magistral.
La razón del olvido motivado es doble: Estamos embadurnados por el cine americano de la época (de cualquier época) y sin embargo apenas se repone cine español (La vaquilla o El crimen de Cuenca) y cuando se hace es en Cine de barrio para explotar los hallazgos del tardofranquismo (Paco Martínez Soria y Manolo Escobar a tutiplén). La otra razón puede ser la crudeza del aborto que se muestra en pantalla, y que supera o iguala en truculencia y con 20 años de adelanto al de la rumana 4 meses, 3 semanas y 2 días que tanta conmoción causó en las salas. Esta crudeza, por otra parte, es típica de Aranda, junto con una carnalidad y un erotismo inaudito hoy en día en nuestro cine, inundado de comedia juvenil y terror efectista, y que se repite de manera continua en su filmografía: La pasión turca, Carmen, etc.
Tiempo de silencio, la novela, es un termómetro para cualquier lector, si te repulsa o eres incapaz de entenderla decántate por cualquier best-seller de moda, no has alcanzado la capacidad cultural suficiente para la obra. Antiguamente en los institutos era de obligada lectura, no hay mejor manera que conseguir que los adolescentes cojan tirria a la obra en particular y a la literatura en general. (Sigue en spoiler)
Película basada en la novela homónima de Luis Martin Santos.
En la España de los 40 un investigador, Pedro(Imanol Arias) está a punto de dejar un estudio sobre el cáncer porque se le mueren las cobayas por el frío del laboratorio. Pero el conserje le ha dado una pareja a El Muecas , un patriarca gitano, que ha conseguido que críen entre los pechos de las mujeres de su familia, las que tienen más abundancia. Este hecho hará que pueda seguir con sus investigaciones pero el conocerles le traerá problemas legales.
El film describe las diferentes clases sociales y su forma de actuar: la clase alta, representada por Charo López y su hijo, llevan una vida vacía y sin aspiraciones, la clase media: Dorita(Victoria Abril), su madre y su abuela, aspiran a ascender socialmente, sin reparar en medios, conseguir incorporar a un médico a la familia da mucho prestigio, las clases más bajas, los gitanos del poblado chabolista: incultos, incivilizados y violentos, solo pueden aspirar a sobrevivir.
Un gran guion, muy buena dirección y grandes actores en estado de gracia: Paco Rabal, El Muecas igual de bien que haciendo de Azarías en los Santos Inocentes , Imanol Arias, con una dicción impecable, Victoria Abril, más bella que nunca…Todos fantásticos.
Supongo que la crudeza de la escena del aborto hace que esta película no sea repuesta en los diferentes canales de televisión. Para mí, el mejor film de Vicente Aranda, superior a Amantes.
Esta película nos ofrece la oportunidad de acompañar al joven Pedro en su aventura personal que invita al espectador a conocer la realidad social de la urbe de la posguerra española, abarcando sus andaduras por un trágico recorrido que lo mareará en idas y venidas a partir de la clarísima diferencia de clases existente en la época (y la cual llega hasta nuestros días).
Un exceso de teatralidad en las actuaciones, patentemente visible en el personaje de la abuela, la gitanilla o al que da vida Juan Echanove, no hace sino acentuar aun más la sensación de realidad ante lo que está viendo el público, invitándole a pensar que lo que está visionando es una representación irreal de la realidad más real que la realidad misma (algo así como lo que hizo Bergman en sus películas, salvando clarísimamente las distancias, antes de que me enterréis a valoraciones negativas por tan osada comparación, entre el maestro sueco y el director español).
La clase social más baja entra en la vida de Pedro por interés meramente laboral y no siente más que una inquietante curiosidad por aquello que le puede ayudar a elaborar un análisis favorable sobre sus teorías en su investigación. La falta de dignidad humana, respeto y razón no son más que meros defectos que perviven en este estamento y no preocupa en absoluto al bueno del médico. Se topa ante ellas y la sensación que transmite es de pasividad. Entra en su mundo, no se siente a gusto, no reflexiona sobre él, soporta una amenaza sin querer inmiscuirse en el por qué de ésta y la abandona cuanto antes mejor.
La segunda clase social, la clase media, se presenta ante él reconociéndolo como superior y como objeto de deseo. La abuela (acertadísimo personaje), insta fehacientemente a su nieta a conquistarlo, viéndolo casi como un sustituto de su fallecido marido, el cual encarnaba los valores morales de los que ha de poseer un caballero. No se trata sino más que de un deseo (quizás totalmente innato, es una perra vieja) de emparentar a su nieta con todo un médico, un hombre claramente de una clase social superior.
Por último tenemos la clase social más acomodada y más burlescamente descrita. La razón, la elocuencia y la cultura no son utilizadas por estas personas como grandes bienes para la humanidad (exceptuando a Pedro) sino como una manera de marcar un claro distanciamiento con las clases inferiores. La satisfacción que siente el amigo de Pedro exagerando y deformando forzadísimamente su esnobismo no es más que el reflejo de una vida vacía, vaga y aburrida la cual tan solo puede ser edulcorada por el alcohol, las casas de putas y la pseudointelectualidad. La madre del joven dice claramente que su hijo no es más que un vago, por muy inteligente que sea. Un hijo de papá que vive de sus apellidos. La escena en la que observan atónitos un espectáculo conceptual en el que divisan una manzana en diferentes perspectivas y diferentes planos personales siendo éste un mismo ente en sí les hace regocijarse de su intelectualidad, claramente banal y retrasada (respecto a las vanguardias históricas). Todo este mundo de intelectualidad se desmorona en cuanto Pedro habla sobre sus estudios y el presunto intelectual le presta la más mínima atención.
Película sórdida y escabrosa, dura y cruel, sobre una sociedad que tenía poco que decir y mucho que ocultar. Un film realista que traza un descarnado retrato de pobreza y ruina, de conformismo sin expectativas ilusionantes, de paseos por los barrios bajos de Madrid, de oscuras callejuelas con pobres vendedores ambulantes a deshoras, de juergas para evadirse del hastío, de sucios burdeles donde se fornicaba ahogados en alcohol, intelectuales y analfabetos, privilegiados y desheredados, moralistas hipócritas escandalizados por las palabras como: aborto e incesto. Era un tiempo de silencio donde las cosas hacían poco ruido, pero en lo hondo latían la vida, la ambición, el deseo, el ansia de libertad.
Vicente Aranda me parece uno de los mejores directores españoles, pese a los que niegan tal evidencia, si analizamos su carrera fue mucho más que un ilustrador literario, aquí adapta magistralmente gracias a un excelente casting, la impactante novela de Luis Martín Santos, Tiempo de silencio, un desolador y triste relato, una mirada atroz de nuestra postguerra, que abarca todos los extractos sociales, no sólo desde la miseria económica, sino también desde la moral. Tiempo de superstición y curanderos, de ignorancia e ignominia, de calumnias y rencores, de odio y crimen, de evocadoras radionovelas interrumpidas por el anuncio del Cola Cao, incluso de tragedia mezclada con humor negro: una madre se lamenta por el dolor causado a su hija muerta, por la autopsia ante el anatómico forense.
El film, que goza de una asombrosa ambientación, narra la historia de Pedro (Imanol Arias), un médico recién licenciado sin excesivo porvenir dedicado a una inútil investigación sobre cobayas, que, súbitamente se ve enredado en la muerte de una joven a la que atiende de un aborto provocado, viéndose atrapado en una trampa. Estamos a finales de los cuarenta, tiempo de gritos sordos de una fachada de normalidad, pero detrás de las recepciones burguesas junto a su amigo con complejo de Edipo, Matías (Juan Echanove), protegido del régimen. Detrás, como digo, se halla el hambre y el chabolismo donde conviven el Muecas (Paco Rabal) y el Cartucho (Joaquín Hinojosa), en medio de los escombros, la basura y el estiércol, de unos parias cuya única salida es la muerte.
Pedro se encuentra aislado en su torre de marfil de su laboratorio, cuya correlación perfecta es la cutre pensión donde se aloja, universo gris y roto sólo por la viveza y carcajadas de Dorita (Victoria Abril). Los dobles papeles de Charo López como madre y fulana, así como el tripe papel de Victoria Abril, como novia, intelectual y fulana, es la perfecta expresión obsesiva de Matías y Pedro por las distintas mujeres de igual físico. Pedro se rinde a la evidencia, asume su cobardía, la condición de castrado donde la rebelión es imposible. Todo ello transmite como un lienzo a grandes trazos de colores desteñidos que dibuja una sociedad donde todos son culpables. Un film muy personal, partiendo de materiales ajenos, de las mejores de su director junto a su obra cumbre: Amantes.