Thérèse
Sinopsis de la película
A través de la figura de la monja francesa Teresa Martin (1873-1897), se plantea la posibilidad de la santidad en la vida cotidiana, sin necesidad de fenómenos sobrenaturales. Teresa Martin ingresó en la orden de las carmelitas de Lisieux, donde tomó el nombre de Teresa del Niño Jesús. Murió a los veinticuatro años de edad. Fue canonizada en 1925.
Detalles de la película
- Titulo Original: Thérèse
- Año: 1986
- Duración: 94
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Opinión de la crítica
Película
6.9
85 valoraciones en total
La vida de Santa Teresita del Niño Jesús no fue fácil ni duradera. Sintió el deseo de ser mujer de Dios con apenas 14 años y pese a numerosos inconvenientes ingresó apenas un año después con las carmelitas. Murió a los 24 años bajo terribles dolores que le proporcionó una tuberculosis, inicialmente mal diagnosticada y seguramente provocada por las malas condiciones térmicas en las que se encontraban las monjas. No hay nada milagroso en la cinta de Alain Cavalier pese a que la protagonista fue beatificada y canonizada y aunque su historia podría tener cierta crítica hacía el sistema católico (sobre todo en una secuencia donde un médico increpa a la madre superiora) el director lleva la propia vida de la carmelita a la consecuencia cinematográfica. Vida austera y minimalista, austeridad cinematográfica y minimalismo al poder.
Thérèse parece tener cierta vocación teatral al esquematizar el contenido a un fondo prácticamente neutro, como si fueran las páginas de un libro, y rellenarlo de elementos de atrezo y los propios personajes, casi siempre en primeros planos. Esa sinfonía sobre el alma que dibuja Cavalier tiene una clara vocación humanista en ese sucesión de secuencias, atrapadas en pequeñas elipsis, que nos emocionan hasta extremos dramáticos imperceptibles.
Arrebatado el uso de tomas en exteriores el filme se centra en la recreación del rostro y el espacio y ahí se obra el milagro cinematográfico. Cuando se han desprendido todos los recursos sonoros y estilísticos queda simplemente la fe. La fe entendida desde un punto de vista audiovisual: nos creemos la mentira y recreación que existe al otro lado de la pantalla. La aceptamos como auténtica. Y nos fijamos en cada detalle como simbolismo de los deseos y preocupaciones de sus protagonistas, sentimos las punzadas de dolor como si fueran nuestras y temblamos por la ausencia de lo que ya estaba escrito y conocíamos.
Los premios de la cinta en su momento y su estreno en tierras españolas 25 años después pueden considerarse, al igual que la vida de la carmelita, una canonización cinematográfica para el propio director.
Lo más sorprendente de esta película y lo que creo que explica su prestigio entre la crítica es su puesta en escena. Está rodada sin decorados, con unos pocos muebles, frente a un fondo gris parecido al de las fotos de estudio cutres, y sólo la abundancia de planos cortos mitiga un poco el efecto de teatro filmado.
¿Os suena lo de rodar sin decorados? Exacto: Dogville de Lars von Trier. Claro que esta peli francesa se hizo más de 15 años antes.
La película no cuenta gran cosa, o mejor dicho, no explica gran cosa, y además lo hace sin ningún tipo de posicionamiento ideológico (no, esto no es Camino ), algo que también gusta a la crítica.
En mi opinión, el recurrir a una puesta en escena tan abstracta para relatar episodios tan simples y tan faltos de resonancia, simbolismo o poder de evocación hace que la película parezca totalmente desconectada de la realidad y que carezca de emoción y de misterio (todo lo contrario de lo que ocurre con las películas de Dreyer, con las que también se compara).
Eso sí, como experimento, sorprende.
Es extraño hacer una crítica antes de ir al cine a ver la película. Tan extraño como que un director tan alejado de la fe como Alain Cavalier (al menos en el momento que la rodó) pueda haber obrado este milagro llamado Thérèse . Porque ya lo está, que sino también serviría como prueba para el proceso de canonización de la chica.
Pero como por fin, tras 25 años, se estrena en España esta joyita, y la he visto un par de veces este último año, voy a disfrutarla por tercera vez en pantalla grande. Tan seguro estoy de volverla a paladear que hago un acto de fe y adelanto la crítica.
Cavalier ha cogido Historia de un alma , la autobiografía de Thérèse de Lisieux, y en vez de adaptarla la ha tallado y ha construido un retablo. Las imágenes son eso: sucesivos cuadros con fondo de estudio fotográfico. Pero en vez de disparar la cámara fotográfica lo ha hecho con la cinematográfica.
Todo esto puede parecer muy gafapastoso, y lo es, pero a veces a los directores gafapastas les suena la flauta. La película es de una belleza prístina. Ayuda mucho la memorable actuación de Catherine Mouchet, a la altura de la Falconetti de La pasión de Juana de Arco .
A pesar de que es un filme muy austero es bastante llevadero. No hay música, no hay intriga, no hay explicaciones ni justificaciones. No hay beatería, sino reciedumbre tal como pedía la otra Teresa de Jesús, la de Ávila.
Las reacciones de los protagonistas se retratan más en las imágenes que en lo que dicen. En pequeños gestos que parecen anecdóticos pero que reflejan una reacción, una frustración, una alegría, un anhelo, un desprendimiento. Esas manos del padre rascando la mesa porque a su hija no le caben sus confituras en la maleta, esa pulsera que Thérèse se quita con dificultad para regalársela a su hermana, ese volteo de la cama, ese gesto facial de la joven monja cuando corta el pelo a la novicia, y así un cuadro tras otro hasta tallar un retrato asombroso del alma más pura de la Edad Contemporánea.
Il est des âmes sur la terre
Qui cherchent en vain le bonheur
Mais pour moi, c’est tout le contraire
La joie se trouve dans mon cœur
Cette joie n’est pas éphémère
Je la possède sans retour
Comme une rose printanière
Elle me sourit chaque jour.
[(Sainte Thérèse de Lisieux (AKA Santa Teresita del Niño Jesús)]
1) ¿Qué más da? Todo es gracia.
Así se despide el pobre cura rural de Bresson-Bernanos. Moría tuberculoso.
Como Simone Weil, heterodoxa pensadora católica, que escribió sobre la gracia y murió joven.
Como santa Teresa de Lisieux, llena de gracia, alegría de existir y alegría de morir, aun en medio de dolores sin paliativos.
Gracia: milagro interior, sobrenatural e inexplicable. Una especie de entrada gratuita para participar en lo divino.
2) Casi todo es gracia en Thérèse.
Por la gracia se diría tocada la elección de la actriz, Catherine Mouchet, que a juzgar por las fotos de Thérèse Martin parece reencarnación: da plenamente el tono de esa clase de dicha por la que el acto más sencillo es fuente de regocijo íntimo. También la compasión con que es retratado el padre, procreador involuntario e incomprendido de monjas de clausura (gran interpretación de Jean Pelegri, unos fuertes destellos de hondura). Y la narración de la enfermedad mediante notas ligeras, sin espesor, lejos de la beatería, la gravedad, lo solemne. Notas como el baile de las novicias, un poco achispadas tras un brindis de cumpleaños, como su desparpajo al hablar de Cristo igual que un novio irresistible que anhelan las despose, las posea totalmente, como la insólita caricia con el pie, o la franqueza desarmante de Thérèse al expresar su ansia de éxtasis, saltando todas las normas y previsiones, como la potencia evocadora de los versos del Cántico espiritual de san Juan de la Cruz leídos por una de las monjas, en busca nocturna del Amado, o el escenario apenas esbozado, de sobra funcional, y los fondos diluidos en gris neutro, abstractos, para no interferir las composiciones concretas, rotundas como bodegones de un solo elemento: una silla, una cama, una mesa, una celosía, una cortina satinada…
Notas como las que la enferma apuntaba en un cuaderno con letra redonda y contenta, acaso un poco infantil.
3) Lo que en Thérèse no es gracia es alegato seco y contundente contra su ausencia: el rictus agrio de la superiora, tan preocupada por la intendencia, el reparto de cargos, la aplicación inflexible de las reglas, las elecciones, o la rigidez del párroco, ante todo político y burócrata.
Ojos fijos en lo temporal y ciegos para el sutil resplandor del espíritu.
La película lo incluye como fondo gris contra el que dibujar la aureola de Thérèse Martin.
No no es apto este film para todos los paladares.
¿Por qué? porque nada contracorriente:
Austeridad versus lujo de medios
Insinuación vs. exhibición explícita
Gusto por el detalle vs. espectáculo
Personas humanas vs. personajes esquemáticos
Retazos de vida vs. denuncia o mensaje
Por otra parte doble salto mortal: 1. ¿A quién le interesa hoy en día la vida de una monjita en su convento de clausura? 2. ¿Quien se atreve a realizar un film como una sucesión de pequeñas y hasta diminutas escenas independientes, filmadas sin decorados sobre un fondo liso y sólo con los muebles y atrezzo indispensables?
Cavalier lo hace y consigue un film ejemplar. Un film que desprende humanidad por todos sus poros. Unas situaciones mostradas con una finura fuera de lo común. Una fotografía de interiores apoyada en una iluminación sobresaliente. Una dirección de actores impecable y una protagonista que es un prodigio de expresividad.
Finalmente: Esta no es la típica película de santos. Es una lúcida y a veces terrible historia sobre una pasión.