The Grandmaster
Sinopsis de la película
Un relato sobre las artes marciales y el alma de la civilización china. Dos maestros de kung fu, Ip Man (Tony Leung), el hombre que entrenó al mítico Bruce Lee, y la bella Gong Er (Zhang Ziyi) se reúnen en la ciudad natal de Ip Man en vísperas de la invasión japonesa de 1936. El padre de Gong Er, un gran maestro de renombre, también viaja a esa ciudad para la ceremonia de su jubilación, que tendrá lugar en el legendario burdel El pabellón de oro. Historia de traición, honor y amor que se desarrolla en la tumultuosa época que siguió a la caída de la última dinastía china, un tiempo de caos y guerra, pero también una época de oro de las artes marciales en China.
Detalles de la película
- Titulo Original: Yut doi jung si (Yi dai zong shi) (Yidai zongshi) (The Grandmasters) (The Grandmaster)
- Año: 2013
- Duración: 130
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Opinión de la crítica
6
70 valoraciones en total
Wong Kar-Wai es un cineasta de muy marcada y reconocible estética, y de reconocido prestigio crítico, no siempre acompañado de éxito de público, por ecléctico o minoritario que sea. En este caso presenta una biografía que abarca casi cuatro lustros (de los años treinta a los años cincuenta) que aborda temas como el honor familiar, la tradición y la enseñanza de las artes marciales, el amor no correspondido, la fidelidad a la tradición, el respeto al maestro, los peligros de la innovación y las fatales consecuencias de la falta de consideración hacia la historia de un linaje o de un pueblo.
Y la suma de las partes en verdad acaba por no estar del todo bien ensamblada, quedando todo bastante agobiado, encorsetado y disminuido por un exceso de decoración, de amaneramiento, de languidez, de gotas de lluvia cayendo a cámara lenta sobre charcos bellamente dispersos, de movimientos de cámara que apenas muestran leves gestos afectados o forzados encadenados visuales que poco añaden a la narración y contribuyen a ralentizar la historia y a distanciar al espectador por pura acumulación barroca de belleza, maquillaje, vestuario, muebles y muecas.
Wong Kar-Wai es un director de raza y con una estética singular, que cuando está al servicio de un relato cuajado y compacto, consigue obrar el milagro de ofrecer una joya de incalculable valor. Pero es este caso el episódico guión apenas engancha, los saltos en el tiempo contribuyen a diluir la atención y las bellas coreografías de las escenas de acción detienen en exceso el ritmo de la historia, por lo que se pierde interés y se anula su efectividad.
El tema central de la fructífera (o nociva) relación maestro – discípulo acaba ahogada entre tanto oropel y artificio. Es una película muy bella y es admirable el uso que hace de los decorados y del vestuario, pero sabe a poco y produce más cansancio y fatiga que logros o reconocimiento. Hermosa pero vacua, interesante pero prescindible. Decepcionante.
Que Wong Kar-Wai es uno de los grandes maestros del cine moderno no le pilla a nadie por sorpresa. Autor de algunas de las mejores películas de los últimos 20 años (Chungking Express, In The Mood for Love, The Hand), su regreso a las artes marciales (tras la también excelsa Ashes of Time) era ansiado desde que anunciara allá por 2007 el proyecto de The Grandmaster, una macroproducción que llevaría a la pantalla la vida de Yip Man, conocido también como Ip Man y más aún por uno de sus logros: haber entrenado al mismísimo Bruce Lee. Reuniéndose con su actor fetiche tras la aventura americana de Norah Jones, el siempre cumplidor Tony Leung Chiu Wai daría vida al protagonista siendo secundado por la bellísima Zhang Ziyi. Ambos habían coincidido en 2046, con grandes resultados, por lo que la cosa se ponía incluso más interesante. Los problemas de WKW con sus filmes son conocidos por todos aquellos que se hayan interasado un poco por su trayectoria: nunca está conforme con los cortes finales y los mima hasta que no le queda otro remedio que estrenarlos. En este caso The Grandmasters tuvo su estreno en enero tanto en cines comerciales como en el Festival de Berlín, horas antes de su pase para público, WKW seguía en la sala de montaje dándole los últimos retoques.
Una vez se ve el film se nota en parte que su director tuviera cierto recelo a la hora de mostrarlo. La película, indudablemente la menos buena de su dilatada carrera (lo cual significa que como poco es buena pero que no llega a los niveles de calidad acostumbrados), tiene problemas importantes como un uso de la música (sobre todo en combates) bastante irregular, ciertos recursos marca de la casa alargados hasta el infinito y otros de los que se abusa tanto (cámaras lentas, planos de transición entre hostia y hostia, como gotas cayendo) que casi hacen que la película parezca una parodia. Al margen de una historia que se divide en tres personajes, por tanto tres puntos de vista, sin haber ningún tipo de equilibrio entre ellos (el del hombre trajeado tiene dos momentos superlativos y un tercero totalmente erróneo) por problemas evidentes de corte de metraje: faltan piezas en el puzle. No es la primera vez que WKW divide historias (sirva recordar 2046) pero aquí se notan mucho más las costuras.
Cuando la película está a su mejor nivel, no obstante, es un puro placer para los sentidos. WKW sigue siendo WKW, por descontado, y aunque su poesía aquí se note algo forzada en los momentos de más acción, todo aflora y se alza cuando se introducen los episodios íntimos. El tercer acto es especialmente notable, aquel en el que por fin vemos al realizador de In The Mood For Love en su plenitud, consiguiendo que la comunión entre imagen y música cristalice de forma total. Como cine de acción es un film notable, y como película de WKW es menos buena de lo esperado pero aún así dignísima, por encima de la media del género. Dicho lo cual, no esperes la gran revolución del siglo ni enterarte demasiado de la vida de Ip Man (para eso, ponte la película de Donnie Yen), pues el foco aquí se pone en otros aspectos. Para recordar, la maravillosa Zhang Ziyi robando planos (como ese en el que suena Lacrimosa) y, una vez más, su tramo final.
Una buena película en la que el maestro se siente más como un alumno aventajado. No pasa nada: ojalá todas las películas menores volasen tan alto como The Grandmaster.
[AVISO: si has visto el trailer NO vayas a ver la película esperando una de Zhang Yimou en plan Hero o una similar a la de Wilson Yip… porque NO lo es]
Me parece curioso que únicamente en Hong Kong el título en inglés fuera The Grandmasters y en el resto del planeta se negara el plural de la obra… porque he aquí el plural de toda cimentación escondida en el mérito del héroe, de cada piedra que va colocando en su camino para construir un legado y con cada canto con el que debe tropezar. El cine de artes marciales siempre ha girado sobre saber quién era más fuerte o la venganza, pero Wong Kar-Wai quiere establecer un tratado sobre el testamento de un maestro y una historia de amor oculta e imposible. En este punto es inevitable no hablar de Ip Man y del cambio de manuscrito y orientación en las películas del director de Deseando amar y Wilson Yip, que daría continuidad (comercial) en Ip Man II (2010). La palabra con distingue y singular apellido fue en aquel entonces el gancho y la negación del plural, la frase «Fue maestro y mentor de Bruce Lee» estableció el marketing necesario. Es evidente que Kar-Wai desea establecer, al igual que Yip, otra vida y milagros del protagonista total más allá de la anécdota. Pero he aquí de nuevo la negación del plural en el título, The Grandmaster(s) no solamente quiere centrarse en la figura de Ip Man sino en la de los otros grandes maestros que perecieron en la memoria, junto a su arte, en la invasión de los japoneses…
Kar-Wai se ha topado con los mismos problemas narrativos que la cinta de Wilson Yip: la historia de Ip Man es tan amplia que el uso de elipsis y necesarios textos explicativos, que fueron el subtítulo al contexto histórico, pudieran dispersar el poder dramático. El director de Fallen Angels ha estructurado la obra en un cuento de cuatro estaciones pero sin orden cronológico, pese a marcar el comienzo del ciclo esa primavera que marca su vida antes de los cuarenta años cuando los maestros de las marciales de China competían entre Norte y Sur por el honor y respeto a sus respectivas familias y clanes. El Invierno llegaría antes del verano con la llegada de los japoneses y su invasión. Era momento de sobrevivir… mediante la imposibilidad moral de utilizar su arte marcial: «Las espadas tienen vainas porque su único propósito no es matar sino permanecer oculta». Las coreografías para alcanzar un trozo de pan… y dejar de ser un gorrión serán el nuevo orden, el honor como linterna… y luz para iluminar al pueblo. Los pequeños detalles, la cámara lenta y el folclore como organigrama de que la vida es como una obra de teatro, pero The Grandmaster deja en los espectadores la identificación del verano y otoño de la vida de Ip Man dentro de la épica y la historia incontable (e intangible) de amor entre la estática de la leyenda.
Dos décadas son suficientes para que ese maestro nos muestre la evolución desde una pelea en un callejón oscuro y lluvioso hacia esa lección de vital como testamento de su obra… aunque en el filme de Wong Kar-Wai las artes marciales son muchas veces cortejos reducidos a una gran exhibición de seducción y el cineasta se decanta por la historia de amor entre sombras de Ip Man y Er Gong, la única rival que pudo vencerlo… en distintos campos. El protagonismo de Gong aporta ese plural que el mercado internacional se ha decantando por ignorar. No es la historia de un gran maestro, sino la de dos que optaron por diferentes sendas (y completamente opuestas) en la herencia de su arte. La melancolía y la compasión se difuminan con el sentido del espectáculo en ese anhelo final sobre los lamentos por los actos pasados. Er Gong nos recuerda el sentido de las artes marciales y sus tres etapas: conocerse a sí mismo, conocer el mundo, conocer todas las cosas vivientes. Aparte del propósito de enmienda también habita una moraleja de la historia: «¿Recuerdas cuando te dije que no hay nada de que lamentarse en la vida? Todo eso es mentira. Si la vida no tuviera remordimientos sería realmente aburrida». Porque todo se reduce a la poesía de la desaparición, como una gran y mayestática coreografía cinematográfica de artes marciales, aunque repitas el movimiento, el tiempo habrá pasado.
Han tenido que pasar seis largos años para que volvamos a disfrutar de una nueva película de Wong Kar-Wai. Desde que el director chino presentase My Blueberry Nights , su film más accesible hasta la fecha, hemos tenido que soportar una larga espera los que, como un servidor, amamos el cine de Wong Kar-Wai, pero la espera ha merecido la pena.
Me sentía bastante reacio ante esta película antes de verla. Exceptuando los casos de As Tears Go By y Ashes Of Time , el cine del director afincado en Hong Kong siempre había sido de temática romántica, con lo cual un film de artes marciales no es precisamente lo más normal para Wong, y más teniendo en cuenta que Ashes Of Time es su peor película sin duda.
Y es que, The Grandmaster no es una película de artes marciales al uso, ahí está la grandeza de la película y lo que ayuda a que el cine de Wong Kar-Wai tenga sentido entre combates de kung fu. La película no es siquiera una biografía en el más estricto sentido de la palabra. El realizador chino se centra en hablar de filosofía pura, de poesía a través de espectaculares combates que ponen el vello de punta. Si de un tema trata la película es del kung fu, pero no solo a nivel de arte marcial, a nivel de forma de vida. Elige la figura de Ip Man, interpretado por Tony Leung para hablarnos de ello, pero no es una película que abarque toda la vida del maestro de Bruce Lee. Solo es un personaje más en un precioso poema visual.
Una vez más, Wong Kar-Wai demuestra por qué es mi director asiático contemporáneo favorito. Maneja la cámara como nadie y le saca el máximo partido a cada toma. No solo en los combates, que son realmente espectaculares. También en el resto de escenas pone su toque particular creando esa atmósfera tan suya, tan impresionante. En The Grandmaster no destaca tanto, a excepción de otras películas del chino, el uso de la banda sonora. El film cuenta con una buena BSO, pero no es tan fundamental como en otras obras de Wong, que casi parece un personaje más fe la película.
En resumidas cuentas, The Grandmaster es una película excelente. Un bello poema visual, profundo y potente a partes iguales. Wong Kar-Wai ha sabido crear magníficas escenas de acción sin perder un ápice de su estilo íntimo, bello y personal. No busquéis una película de artes marciales como tal, no lo es. Tampoco una película biográfica sobre Ip Man, tampoco lo es. Eso sí, si como yo sois amantes del cine del director nacido en Shanghai, no dejéis de verla.
Hay que decir que la película tiene los elementos necesarios para ser una gran película, actores de primer nivel, una historia más que atractiva y una fotografía sublime, sin duda lo mejor de la misma, pero por desgracia su desarrollo, aunque de interés, es en cierta forma estéril, ya que parece que durante su puesta punto Wong Kar-wai se le olvidó algunas escenas esenciales para explicar algunos momentos de la misma, con saltos que sólo el y su prole de amigos comprenderán, y eso que hablamos de un metraje de más de dos horas, llegando a ser en ciertos momentos algo confusa, derivando la misma, en el aburrimiento y el hastío.
En fín, decepción por partida doble, ya que la esperaba con ganas y porque esperaba mucho, muchísimo más.