The Final Cut (House of Cards III) (Miniserie de TV)
Sinopsis de la película
Tras una larga carrera como primer ministro británico, Francis Urquhart, que es un político sensato, sabe que ha llegado el momento de retirarse. Sin embargo, antes de hacerlo, debe encargarse de un último asunto, el de las negociaciones para resolver el conflicto de Chipre, isla relacionada con ciertos secretos de su juventud que podrían perjudicar su prestigio y reputación.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Final Cut (House of Cards III)
- Año: 1995
- Duración: 206
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Opinión de la crítica
Película
7.2
41 valoraciones en total
Última entrega de las andanzas de ese inigualable político llamado Francis Urquhart, The Final Cut constituye un acertado colofón para una serie que, en perspectiva, sigue el clásico esquema del cine de gángsteres: el ascenso, el auge y la caída de un personaje obsesionado con el poder. Esta tercera parte me gusta algo más que la inmediatamente anterior, que aunque servía para mostrarnos a un Urquhart en el cénit de su poder, presentaba sin embargo pocas novedades sobre su predecesora, en ésta, en cambio, el desarrollo de los personajes resulta más interesante, y la evolución dramática de los acontecimientos considerablemente más atractiva.
Así, la nueva admiradora que se agenciará Urquhart presenta más matices que las anteriores, revelándose en ella una ambigüedad o doblez más que notable. La misma que a la postre acaba desprendiendo el nuevo rival político de Urquhart, un Tom Makepeace que aparentemente simpático y bienintencionado (tal y como el guión se empeña en subrayar), presenta un sutil giro en el último momento, el cual nos hará dudar de la rectitud y honestidad de su comportamiento anterior. Y qué decir de esa incomparable esposa, esa Mantis que responde al nombre de Elizabeth, que ahora mostrará hasta donde es capaz de llegar en su propio interés, que por primera y última vez no coincidirá exactamente con el de su marido. Si a todos estos sumamos los secundarios, todos ellos movidos por el interés y la ambición, concluiremos que, con la excepeción de un par de personajes, todos los demás son muy poco recomendables.
Urquhart, cada vez más secretamente acosado por su conciencia culpable, entierra sus vacilaciones bajo un manto de seguridad y suficiencia que sólo su esposa es capaz de traspasar, como siempre, la rutina del poder asegurado le aburre, por lo que él mismo se crea retos y dificultades con el único afán de entretenerse, la ruptura con Makepeace, su antiguo ministro de Exteriores, es un perfecto ejemplo de ello, y en la mucho más compleja situación que le sigue (en la que tiene un importante papel la situación política en Chipre, ya es casualidad), Urquhart afirma sentirse rejuvenecido, como si el eterno juego por el poder fuese su único alimento vital.
Con un nuevo director tras la cámara, las constantes formales de la serie se mantienen, recurriéndose de nuevo a los deliciosos apartes de Urquhart, y el guión (a cargo del mismo guionista de los anteriores, Andrew Davies), sigue siendo tan sólido y brillante como siempre. Tiene momentos maravillosos, como las reflexiones de Urquhart durante una fiesta o la analogía que él mismo establece entre su situación y la de un tejón acosado por una jauría de perros, verdaderamente fantástica, porque describe a la perfección el desarrollo de los acontecimientos narrados. No repetiré los habituales elogios hacia las interpretaciones, que mantienen la tónica ya mostrada en anteriores entregas.
Acaba en spoiler.