Testimonio Fatal (En un aprieto)
Sinopsis de la película
Tras un cuarto de siglo de gobernar a su antojo el mundo del hampa, Ben Costain va a ser juzgado por un tribunal Federal de los Estados Unidos. Pero el principal testigo de cargo es asesinado por los secuaces del mafioso. El fiscal recurre entonces a una reclusa, cuyo testimonio puede ser vital para condenar al gángster.
Detalles de la película
- Titulo Original: Tight Spot aka
- Año: 1955
- Duración: 97
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Opinión de la crítica
Película
6.5
56 valoraciones en total
Un individuo mira hacia Manhattan desde un transbordador y luego se reúne con otros dentro de un coche. Son policías que se dirigen a la Corte de Justicia para llevar a un hombre a declarar contra un poderoso hampón, Benjamin Costain (Lorne Green, patriarca de la serie Bonanza). Uno de los policías bromea con el testigo Esta noche serás uno de los hombres más famosos del país, pero éste no parece estar tranquilo, tiene una mirada huidiza y se seca continuamente el sudor. Tras llegar al edificio de justicia, salen del coche el testigo y dos policías. Un plano general los muestra subiendo las escaleras hasta que suenan unos disparos: el testigo cae, los policías se inclinan hacia él y miran atrás: contraplano de un edificio alto con las ventanas cerradas: sensación de anonimato, de impunidad.
Este inicio del film que he relatado es lo mejor de la película de Karlson, la dureza de la fotografía en blanco y negro, la sequedad narrativa y el ambiente de las calles de la ciudad, reflejado con aire casi documental, es evidente que lleva su marca. Pero lamentablemente, a partir de ahí, lo que se nos ofrece es una especie de obra teatral, al parecer basada en una obra Dead Pigeon de un tal Leonard Kantor, con un interés más bien exiguo. Una vez eliminado el testigo que iba a declarar contra el hampón, al fiscal Hallett (un discreto Edward G. Robinson) sólo le queda el recurso de sustituir a aquél por una mujer que cumple condena en presidio: Sherry Conley (una Ginger Rogers en un gran papel alejada de sus trabajos habituales). La cuestión que plantea el film, y que resuelve recurriendo a un truco psicológico de una sencillez aplastante, es si la mujer estará dispuesta a declarar contra el hampón, ya que si lo hace pondrá en peligro su vida.
La pregunta se enuncia y se responde en un decorado casi único – la habitación de un hotel, en el que la policía protege a la reclusa -, quizá con la finalidad de crear una atmósfera doblemente angustiosa y opresiva: por un lado, para Hallett, que trata de conseguir como sea un nuevo testigo, y por otro, para Sherry que teme por su vida. Pero el cineasta no aprovecha bien los recursos dramáticos como hubiera hecho Mankiewicz o Kazan, pues Karlson es más cineasta de acción que de palabras y el tono teatral no lo domina. Tal vez con la intención de dar mayor dinamismo al relato, éste se ramifica en otras direcciones: el resentimiento de Sherry con la sociedad, la simpatía que siente por la carcelera que le acompaña y las vicisitudes del policía que la protege, Vince Striker (un excelente Brian Keith) en su relación con Sherry.
En definitiva un thriller de serie B, nada despreciable, pero inferior a otros trabajos de este cineasta, poco conocido, pero que merece más atención a sus obras por parte de los espectadores, destacando en mi opinión, el excelente trabajo dramático de Ginger Rogers, pues aunque es famosa como compañera infatigable de Fred Astaire en los musicales de la R.K.O. también hizo sus pinitos lejos del baile en papeles dramáticos.
Ginger Rogers se sale de la pantalla igual que se saldría una gran estrella. El cine ganó cuando dejó el baile con su pareja que le llegaba a su misma altura. Aquí también baila pero agarrado con Brian Keith que hace de todo un poco. También baila en un concurso aparte el gran Robínson. El de Bonanza tiene cara de malo y hace de malo malote. En un aprieto es ta sugestiva que hasta los diálogos son de primera. Phil Karlson hace de la serie B una serie A con mayúsculas. Claro que decir que es serie B con ese reparto es saber poco de la series mundiales. Obra maestra de cualquier serie.
Ginger Rogers, reciclada en actriz dramática, interpreta a una vulgar, locuaz y cínica convicta cuyo testimonio es decisivo para incriminar a un mafioso (un malísimo Lorne Greene). Rodada por el especialista en cine negro de serie B Phil Karlson, no es una de sus mejores obras, al estar basada en una obra teatral, el exceso de diálogos y el hecho de que se desarrolle casi exclusivamente en una habitación de un hotel donde la protagonista está vigilada por la policía, impide que Karlson muestre sus reconocidas habilidades de concisión y energía en este género que solo se hacen presentes al inicio y en la conclusión de la película. Edward G. Robinson, como fiscal del estado otorga un mayor valor a la película mientras un seco Brian Keith como policía se limita a acompañar con cara de póker los interminables parlamentos de la Rogers, que está muy bien. El relato, al menos, es ágil aunque bastante previsible y, pese a un par de inesperadas sorpresas, el film acaba por ser algo aburridillo para un director de las características de Karlson. Decepcionante.
La opresiva mordaza del cine negro se cierne sobre los contornos de un largometraje severo y de argumento intenso cuya excelente factura cinematográfica raya a gran altura gracias a la labor del prolífico y versátil director P. Karlson.
Es cierto que en algún momento puede parecer que la trama se diluye en alguna escena superflua pero, en general, el guión ofrece rigor narrativo y una eficaz elocuencia.
E.G. Robinson exhibe un sobresaliente dominio del plató y G. Rogers y B. Keith dan la réplica adecuada.
Película para revisar de vez en cuando.
En un aprieto es una de las películas de cine negro menos conocidas de Phil Karlson, un director muy capacitado para dar tensión y ritmo a historias con muchos tópicos y lugares comunes pero resueltas con sencillez. En esta ocasión, este título no se encuentra a la altura de sus mejores trabajos (El cuarto hombre, Calle River 99 o Trágica información) porque adolece precisamente de esa falta de tensión y ritmo debido a los orígenes teatrales del guión. Aquí, la acción se ralentiza para dar lugar a un desarrollo de la historia centrada casi en un único escenario y basado en los largos diálogos entre la testigo de cargo que requiere protección (Ginger Rogers), un policia algo resentido (Brian Keith) y un fiscal del distrito (Edward G. Robinson).
En principio, Ginger Rogers da la impresión de ser una actriz poco apropiada para este género y más capacitada para la comedia romántica. No obstante, consigue darle credibilidad a su personaje gracias a un tono socarrón e insolente donde siempre lleva la contraria con sentido del humor. El resto del reparto, a pesar de la calidad de sus actores, cobra menos protagonismo, sobre todo, el mafioso de turno que interpreta Lorne Greene (Ben Cartwright de la serie Bonanza).
Hay un par de secuencias destacadas que imprimen a la historia una atmósfera inquietante y giran en torno a la violencia física que se infringue al policia, un aspecto que domina a la perfección este director como queda de manifiesto en esas intensas peleas de su otra película, El imperio del terror. Es una lástima que el desenlace final resulte tan poco verosímil y desvirtúe, en gran medida, los aciertos del films.
En definitiva, otro título más a añadir de serie B dentro del cine negro con suficientes elementos de interés para recomendar su visionado. Por mi parte, sugiero antes la recuperación de las tres películas más completas de Phil Karlson, que señalé al principio de la crítica.