Terriblemente feliz (Terribly Happy)
Sinopsis de la película
Robert Hansen, un joven agente de policía de Copenhague, ha sido destinado contra su voluntad a la pequeña localidad de Skarrild, para desempeñar labores de comisario. Este destino constituye para él la oportunidad de un nuevo comienzo: la posibilidad de regresar a su destino original en Copenhague dependerá de cómo rinda en esta localidad fronteriza. Pero a Robert le cuesta enormemente entender a la población local y sus actitudes, escasamente civilizadas, con respecto a la ley y el orden. En un pueblo en el que todos se conocen, la gente parece ocuparse de sus asuntos sin injerencias de la autoridad… Seleccionada por Dinamarca como candidada al Oscar 2010 en la categoría de película de habla no inglesa.
Detalles de la película
- Titulo Original: Frygtelig lykkelig (Terribly Happy)
- Año: 2008
- Duración: 90
Opciones de descarga disponibles
Si quieres puedes obtener una copia la película en formato 4K y HD. Seguidamente te mostramos un listado de opciones de descarga activas:
Opinión de la crítica
6.6
77 valoraciones en total
En lo que llevamos de año, y, al parecer, en las siguientes décadas de este siglo, se avecina la revelación del cine europeo frente a la enorme industria cinematográfica yanki.
Los americanos, inmersos y empeñados en revisar sagas y clásicos para no calentarme mucho la cabeza, los europeos aportando la sangre nueva y las ideas frescas a la cartelera (cuando nos llegan, claro)
En Frygtelig Lykkelig lo que primeramente llama la atención es su espectacular fotografía. Muy cuidada, elegante y sombría a la vez.
Pronto, el espectador se da cuenta de que tiene delante suya una historia prometedora, y afortunadamente no se queda sólo en prometedora sino que cumple las espectativas creadas, sobretodo por su redondo final.
Pero las cualidades de esta película danesa no se limitan a un buen final y una mejor fotografía, su guión atrapa poco a poco haciéndote parte de ese pueblo llamado Skarrild, te adentra en sus ajustes de cuentas, sus cuchicheos, partidas de cartas y ciénagas misteriosas. Cuenta una historia dura y áspera, no la sentimos cercana, no nos identificamos con los personajes pero tampoco somo ajenos a ella. Somos como un vecino más que observa callado el espectáculo, otorgando con su silencio y actuando a la sombra.
Siempre es de agradecer descubrir películas tan estimulantes como ésta.
Bienvenidos a Skarrild, disfruten de su estancia.
Indiferente, sí. Ni frío ni calor. Ni el frío que tanto se pregona por ahí de la Fargo de los Coen, ni el calor de una tremenda atmósfera del debut de los mismos, Blood Simple , que sería lo más cercano a los cineastas nortamericanos que tendría la peliculilla esta. Eso sí, ojalá tuviese una cuarta parte de esa atmósfera que, entonces, ya sería algo, pero ni ahí llega.
Otorgarle virtudes a Terriblemente feliz es algo que se me antoja muy, pero que muy fácil. Tanto, que al final termina resultando tan obvia, tan correctilla, que no da ni para eso. Pero es que lo de blandir comparaciones absurdas porque sí, ya me saca de quicio: ni esos paletos que no poseen un ápice de ironía o lucidez en sus comentarios, ni unos diálogos que no dan para demasiado, y se muestran tan inofensivos como desposeidos de virtud, podrían asemejarse en ninguno de los casos (y recalco, en ninguno de los casos) a la labor de los Coen. Ni su ritmo, ni sus personajes, ni tan siquiera la forma de manejar los encuadres, a lo sumo, un tonillo desvergonzado a ratos, y no mucho más.
Pero dejándonos de comparaciones absurdas que se trazan siempre que alguien cree tener ante si otra rara avis europea, empezaré por donde debo empezar: sus primeros minutos. En ellos, Henrik Ruben Genz demuestra que sabe realizar unos encuadres realmente buenos, que domina el tempo si atendemos a las pretensiones que parece querer poseer Terriblemente feliz y que es un amigo del más vacuo artificio que he visto en mucho tiempo. En sus primeros minutos, digo, cuando nos regala planos desde distintas perspectivas que a servidor sólo se le antojan un derroche fallero, una especie de seña de identidad, un detrás de esto estoy yo , vamos, lo que se podría denominar en otros términos masturbación asistida.
A partir de ahí, y con una historia sencilla, que pretende poseer visos de resultar algo mucho más trabajado y profundo, sólo atisbamos a ver un par de brotes de humor negro, y poco más, amen de una conclusión que, no por inesperada, sino más bien por poseer ese punto macarra del que tan necesitado parece estar un film como este, culmina con una espiral de desidia y le ofrece el contrapunto perfecto para dejar todo esto en un interesante, y no más. De hecho, estaría mintiendo si dijese que recuerdo más de dos escenas seguidas de Terriblemente feliz , sólo sigo recordando las ínfulas de un director por otorgar un deje de originalidad, con esa niña paseando a las tantas de la noche, ese pueblo que soluciona las cosas a su manera , y esa especie de Gudjohnsen danés que parece estar más aletargado que Edmilson jugando contra el Figueres.
Para el recuerdo, ese mano a mano en la taberna (grandioso), la hostia en la tienda, y algún que otro detalle que, para nada, encumbran esta curiosidad al peliculón que se esperaba desde un buen principio.
Tore André Flo era un carismático jugador noruego que destacó, primero, en la Liga de Noruega y con su selección hasta que finalmente fichó por el Chelsea en la Premier, cuando ésta aún era una liga carismática y triunfaban jugadores que eran grandes y no suplentes en su selección tipo Cesc. Aquellos partidos del Chelsea tenían algo especial: los veía con mi padre y eran eternos 0-0, hasta que en un momento dado iba a orinar y cuando volvía mi padre decía aquello de han marcado. Yo le preguntaba: ¿Quién? y me contestaba: El tipo ese de 2 metros. Me quedaba incrédulo y soltaba un disparate tipo: ¿Pero ese tío está jugando?. Tore André Flo siempre jugaba.
La cuestión es que eso pasó durante un largo periodo de tiempo, siempre marcaba cuando iba al servicio, tanto que al final pillé por costumbre cuando volvía de preguntar a mi padre si había marcado el grandullón. No hacía falta que me respondiera, tan solo me miraba y ya sabía la respuesta.
Todo esto viene a que todos están diciendo que Terribly Happy es una película coeniana pero danesa y no es cierto. No es coeniana, es floeniana o flonalda. Todos los habitantes de ese misterioso pueblecito son como Tore André, quizá sin tanta carisma pero sí similares en comportamiento. Parece que no están pero vaya que si están y la acaban liando.
Sin embargo, lo más curioso, es que el protagonista en ningún momento recuerda a Flo, sino a la trayectoria de ese genial lateral izquierdo llamado Raúl Bravo Sanfélix en el Madrid. Llegó allí como si nada, debutó, no tenía sitio hasta que un año entre bajas y que su puesto estaba tapado por Roberto (Carlos, no Trashorras) acabó de titular como central. Más o menos como el protagonista, va como si nada, es un pobre policia que no quiere destacar, pero lo acaba haciendo. Cuando alguien así cobra protagonismo siempre sabes que algo malo va a pasar. Después de eso, todo va a ir a peor, se van a ir evaporando y perdiendo protagonismo, viéndose superados por la situación hasta que finalmente quieren irse de una maldita vez de ese lugar.
Todo eso se junta con algunas características habituales de un thriller: un pueblo misterioso danés lleno de gigantones noruegos y el hecho de que la culpa siempre sea de las mujeres. Incluso en algún momento me pareció ver a Jordi Mollà por allí pero debió de ser alguna fantasia.
Al final de la película, mi padre me miró, puso aquella cara y me lo recordó:
– Gol del gigantón.
– ¿Pero si ese tío no sale en la película?.
– También decías que no jugaba los partidos, pero lo hacía y marcaba.
Por algo será.
Palabras claves: Tore André Flo, Raúl Bravo Sanfélix, pueblo misterioso, palabras claves.
Con la boca abierta. Así me quedo tras constatar que el cine negro no sólo no ha muerto, sino que disfruta de una envidiable salud más allá de fronteras yanquis. Este acojonante peliculón danés arranca desde un inicio tan sólo sugerente para desembocar en uno de esos tramos finales de los que hay que levantarse y aplaudir hasta que te sangren las manos. Un neo noir en clave europea que podría ser un guión de Henning Mankell dirigido por los Coen. Pero mejor que cualquiera de las dos partes.
Un policía, después de un incidente bastante turbio, es destinado a un cochambroso pueblo en el sur de Jutlandia, esa clase de pueblo nórdico que no sale en las guías turísticas, sin rubias despampanantes ni casitas de cuento de hadas y circundado por negras marismas que esconden aún más negros secretos. A nuestros pueblerinos las maneras del policía no le convencen y se las verán para mostrarle una novedosa perspectiva de cómo hacer su trabajo en un agujero de sucia humanidad en el que la ley evoluciona por su propio camino. El protagonista se ve envuelto en una insospechada trama en la que la fatalidad y la buena suerte van de la mano de modo que hasta que se definen los campos de juego, no tenemos claro qué es fatalidad y qué es buena suerte. Así hasta llegar al final, vaya pedazo de final, del que no digo nada más, hay que vivirlo. Una obra maestra de tensión y suspense y casi hitchcockiano humor negro. De lo más brillante que he visto en años.
Tremenda mezcla de drama, comedia negra rural y thriller de cotas casi insoportables en lo que respecta al factor emocionante, Terriblemente feliz es una de esas grandes películas ignotas que dejamos pasar sin darnos cuenta de lo que nos estamos perdiendo. En vuestras manos está subsanar el error. Yo ya lo he hecho.
Terriblemente fría, sencilla, un tanto absurda, pero entretenida en su rareza.
Al parecer, basada en hechos reales, constituye un ejercicio sociológico para conocer superficialmente la forma de vida en un pueblo de Dinamarca. Puertas de casa sin cerrar, poca comunicación entre sus habitantes, vida simple tan gélida como el propio carácter de sus gentes.
En su tramo final se manifiesta atravesada de un ritmo lento que la hace un tanto cansina, pero en conjunto resulta agradable de ver.