Teresa Raquin
Sinopsis de la película
Adaptación de la novela homónima de Émile Zola. Thérèse lleva una vida gris y monótona. Está casada con su primo Camille, que es un hombre de temperamento brusco y dominante, todo lo contrario del hombre apasionado que ella necesita. Por eso, cuando llega el camionero Laurent, consigue seducirla.
Detalles de la película
- Titulo Original: Thérèse Raquin (The Adultress)
- Año: 1953
- Duración: 102
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Opinión de la crítica
Película
7.4
59 valoraciones en total
Buena película que vi por casualidad, donde Simone Signoret está realmente guapa, y donde da vida a una mujer desilusionada casada con un hombre insignificante con una bruja como madre. La llegada del amor en forma del bueno de Vallone le hará recuperar la ilusión por vivir, pero las cosas estarán muy lejos de salir como los amantes desean.
Hermosa, poética, a veces alegre, a veces triste. Cine del bueno.
Era una de las películas favoritas de Akira Kurosawa.
Notable drama realizado por Marcel Carné (1906-1996) a partir de un guión escrito por él mismo con la colaboración de Charles Spaak y con diálogos de este último. Se inspira en la novela Thérèse Raquin (1867), de Emil Zona. Se rueda en escenarios naturales de Lyon y Paris y en los platós de los Studios Neuilly (Sena). Producido por Raymond y Rober Hakim para Paris Films (Francia) y Lux Films (Italia), se estrena el 6-XI-1953 (Francia).
La acción dramática tiene lugar en términos de presente a lo largo de unos pocos meses de 1952 en Lyon y Paris. Son los protagonistas Teresa Raquin (Signoret) y Laurent (Vallone), acompañados de Camilo Raquin (Duby), Georgette (Casilio), la madre Raquin (Sylvie) y otros. El film desarrolla un estudio detallado y amplio de los personajes, sus ambiciones, frustraciones, sentimientos y limitaciones. Teresa, de origen campesino y escasa formación, cuando se traslada a la ciudad se ve enfrentada a una vida mediocre, rutinaria y sin alicientes, que la ahoga, mortifica y desequilibra. Sólo encuentra sosiego en sus salidas esporádicas al campo o a las orillas del río que cruza la ciudad.
Al hilo de una historia fundamentalmente dramática, que guarda paralelismos y similitudes con la de El cartero siempre llama dos veces (James M. Cain, 1934). Carné realiza un atractivo trabajo de análisis de la vida humana sumida en la mediocridad y la esterilidad propias de la pequeña burguesía de provincias. En torno a la protagonista crea un universo opresivo, deprimente y desolador, que constituye uno de las mejores aportaciones del film. La historia focaliza la atención en el personaje de la protagonista y adopta su punto de vista. El mundo que la rodea y la oprime es descrito en términos que destilan la subjetividad del personaje y la amargura de su experiencia sin amor, sin libertad, sin iniciativa y sin felicidad. La narración eleva el tono dramático al mostrar la pulsación del destino y la imposibilidad de sustraerse al mismo.
Muy buen trabajo interpretativo de Simone Signoret en un papel complejo y profundo, central en el film. Raf Vallote aporta una interpretación notable, pero inferior en complejidad, frescura y naturalidad a la de Signoret. La banda sonora, de Maurice Thiriet (Los niños del paraíso, 1945), de aires orquestales, explica y potencia las emociones de los personajes y los que estas introducen en el ánimo del espectador. En ocasiones la música se funde con el soundtrack en combinaciones de potente emotividad y gran efectismo. La fotografía, de Roger Hubert (La vaca y el prisionero, Verneuil, 1959), en B/N, compone escenarios claustrofóbicos que contrasta con escenas exteriores (la inicial, la del juego de la petanca junto al río…) de abundante luz, cielos abiertos y alegría festiva (la mañana del domingo, el baile…). La estética de la obra se ajusta a un discreto y austero naturalismo, que suma sobriedad y realismo.
El prestigioso y veterano cineasta Carné realizó esta adaptación de una obra de Émile Zola en la que se cuenta la historia de una mujer (Signoret) que harta de un matrimonio con un primo estúpido y mediocre (Lessafre) incurrirá en el adulterio al conocer al amor de su vida (Vallone), con sobriedad y aplicación, captando el drama pasional de aires naturalistas con suficiencia y buen resultado.
Estamos ante una indudablemente buena película, que no se distinguirá ni descollará como de las más famosas y complejas de su autor, pero sí como una obra sólida y apreciable. Buenas interpretaciones del reparto, con Raf Vallone (esa especie de Burt Lancaster europeo) ideal en su papel de apuesto hombre rudo y pasional enfrentado a una candorosa y hermosa -esa mirada entre felina y dulcificada- Simone Signoret.
Cuando apenas contaba dos años, al haber quedado huérfana de madre, una indígena de gran belleza, Thérèse Degans fue dejada por su padre -un capitán de la marina- a cargo de una tía, pues él no sabía qué hacer con ella. La tía la recibió encantada… y apenas cumplió los 16 años, la animó a casarse con su hijo Camille, un muchacho achacoso, fastidiado con los excesivos mimos de su madre, poco emprendedor y sin más ambición que su propio bienestar. Pero, Thérèse sigue soñando con un hombre guapo y viril con el que pueda encontrar la felicidad… y la complaciente existencia lo pondrá en su camino cuando, un día, a casa llega Camille en compañía de Laurent, un compañero y amigo de colegio a quien no veía desde entonces. La atracción entre Thérèse y Laurent es inmediata… y así comienza la que fuera la cuarta novela de ese gran escritor francés llamado Émile Zola (1840-1902), publicada, con muy buena acogida, en el año 1868 y a la que él mismo definiría, muy ajustadamente, como un gran estudio psicológico y fisiológico.
En esta segunda adaptación cinematográfica (la primera la hizo Jacques Feyder en 1928), el director Marcel Carné -quien escribiera el guión junto a Charles Spaak-, se toma las libertades necesarias a la producción, y para dar a la película su personal estilo, presenta diversas variables argumentales, preservando, solo en parte, el hilo argumental de la obra de Zola y prescindiendo de los muchos elementos psicológicos que afectan a la pareja protagonista, dejados casi al margen en detrimento de la profundidad moral que posee la historia original a la que Zola convierte en un valioso estudio sobre las consecuencias del crimen. No obstante, Carné logra una suerte de film noir que atrapa irremediablemente, aunque sin duda se sirvió de situaciones recreadas en Chantaje (1929) de Alfred Hitchcock y en El cartero siempre llama dos veces (1946) de Tay Garnett.
El agregado del exsoldado oportunista, aunque menos interesante que en la citada película de Hitchcock, fortalece los elementos sorpresa de la nueva historia, con lo que, los muchos lectores que tuvo (y seguirá teniendo) la novela, al ver el filme, de seguro sintieron (y sentirán) que estaban más ante un filme de Carné –lo que no es para nada desdeñable- que ante una recreación de la ya clásica obra de Émile Zola.
Simone Signoret (Thérèse Raquin) consigue una atractiva actuación logrando lucir muy contenida en sus perceptiblemente fuertes sentimientos, y antes que cualquier otra cosa, su personaje despierta una especial consideración. Y como Laurent, el hombre que la ama desde que viera, frente a frente, sus expresivos ojos, Raf Vallone desborda carisma y resulta muy convincente como el camionero que quiere tener al ser que ama, cuéstele lo que le cueste.
Con TERESA RAQUIN, no está Carné a la altura de sus grandes clásicos de décadas anteriores, pero es un hecho que ésta es la suerte de filme que vale siempre la pena ver… y claro, no puedo evitar decirlo, la novela de Zola es imprescindible.
No recuerdo haber visto trabajar a Simone Signoret, aunque evidentemente la conocía. Me ha impresionado esa fuerza que transmite a través de su mirada… Desborda, inunda, tal vez resulta excesiva, aunque de lo que estoy seguro es de que nos llega, en el desconcierto que provoca.
Un melodrama clásico, donde el catalizador es la madre, dentro de una historia mas tremenda que el instante donde comienza. Existe un pasado que deducimos siniestro, dominante… sin duda perverso. Las consecuencias se manifiestan, alargan, enturbiándolo para conducirnos hasta donde ha de suceder, lo que finalmente acontece.
Interpretaciones un tanto histriónicas, frecuentes en aquellas décadas, con las que me cuesta empatizar. Estoy acostumbrado a un cine mas trabajado en la espontaneidad, que evidentemente no es natural, aunque los contados grandes actores actuales, así nos lo hagan llegar.