Tenemos que hablar de Kevin
Sinopsis de la película
Eva, una mujer satisfecha consigo misma, es autora y editora de guías de viaje. Casada desde hace años con Franklin, un fotógrafo que trabaja en publicidad, decide, con casi cuarenta años y tras muchas dudas, tener un hijo. Así nacerá Kevin. Pero, ya desde el principio, empiezan a surgir dificultades… Adaptación de la novela homónima de Lionel Shriver.
Detalles de la película
- Titulo Original: We Need to Talk About Kevin
- Año: 2011
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
7.1
58 valoraciones en total
Lynne Ramsay ha hecho una pequeña gran película con numerosos detalles y un material dramático y literario proporcionado por la novela de Lionel Shriver. Parece una imposible secuela de La semilla del diablo con el personaje de Constance, pulido por muy diferentes y afiladas aristas, de American Horror Story. Tenemos que hablar de Kevin es una película claramente psicológica con breves incisos y tendencias al thriller, un polo opuesto a Mamá sangrienta de Roger Corman, forjada sobre varias capas temporales.
La presentación del personaje es sublime con Eva (Tilda Swinton) cubierta de un manto rojo, grumoso y liquido en La Tomatina de Buñol. Se trata de una metáfora obvia de un baño de sangre y recurrente en toda la puesta en escena de la directora de Ratcatcher. Al igual que Sam Mendes recurría a las coloridas y enronquecidas flores en American Beauty, Ramsay ha decidido que su personaje esté rodeada de tarros de sopa de tomate, que el carmesí siempre esté presente en la puesta en escena y, sobre todo, que tenga que limpiar esa ‘mancha roja’ con la que ha quedado marcada por la sociedad. La tensión narrativa queda apagada desde las primeras secuencias aunque invita a cierta manipulación en las imágenes para no desvelar todas sus cartas. En cierta medida el espectador sabe de qué trata Tenemos que hablar de Kevin en sus primeros veinte minutos pero al igual que su protagonista principal quedamos encerrados junto a esos sucesos que vamos a ver aunque queramos evitarlos. Esa percepción nos convierte a nosotros en asistentes del leit motiv del filme: el sentido de la culpa y el remordimiento por la revisión de todos los acontecimientos que provocaron una tragedia… inevitable.
Tenemos que hablar de Kevin trata y se reduce realmente a una relación inusual y la imposibilidad de comunicación clásica entre una madre y un hijo. El diálogo queda establecido desde el nacimiento e infancia con el miedo y el dolor, con el llanto y la incapacidad de dar amor convencional mutuo. Esa enfermiza comunicación va en crescendo hacía un abismo de perdición para ambos. Quizás, el filme de Lynne Ramsay funcione perfectamente con sus trazos de comedia negra pero, en cuanto a la emoción que puede sacar del drama, queda congelada por la fría relación y sentimientos de sus personajes principales. Para algunos será coherente, para otros… una pena.
Menos mal que Luis existe y ayer pude llamarle a las 12 de la noche tras terminar de ver Tenemos que hablar de Kevin porque me faltaba el aire para respirar, que puede sonar exagerado, pero créanme que sí lo necesité. Soy muy fan de la música, y del arte en general, pero cuando una película es buena de verdad la onda expansiva es devastadora, se lleva por delante más cosas que un buen concierto, un gran disco, una gran cómic o una buena exposición de fotografía. He visto grandes películas, pero que al terminar me dejasen sin aire sólo recuerdo Lilja-4-ever, y Earthlings por supuesto. Y cuando digo que me falta el aire, me refiero a que si ayer Luis no hubiese cogido el teléfono, no sé qué podría haber hecho para rescatar mi yo tras haberme perdido dos horas en el abisal mundo que Eva esconde tras su mirada. Porque Eva no habla por la boca, habla por los ojos.
No entraré a detallar el guión de la película, es mejor no saber nada de ella, así llegué yo, y así me suele gustar acercarme a las películas, en este caso me interesó por Tilda Swinton a la que, si creyese en los Oscar, le daría una docena por esta película, al color rojo le daría el Oscar al mejor actor secundario y a la Banda Sonora el último, porque más allá de resultarme impresionante la elección de las canciones, tienen una personalidad y una puesta en escena tan acertada que se convierten en protagonistas más que en atrezzo.
No soy nada de leer críticas antes de ver las películas que me interesan, soy de los que al terminar corre a leerlas ávido de información. Y más cuando la resaca es visceral y no analítica como en este caso, podríamos hablar de Kevin horas y horas, pero nunca sabríamos por qué determinadas cosas suceden a pesar de manejar multitud de datos que aparentemente podrían darnos una explicación. Hay tantos sentimientos intangibles en esta película que resultaría una grosería traducirlos a palabras porque determinadas radiografías emocionales no existen, se pierden en códigos indescifrables que no tienen un por qué, simplemente son ( There is no point, thats the point ). Esta película seduce por el magnetismo que desprende cada fotograma y por la empatía hacia unos personajes prisioneros de la milimétrica frontera que separa el amor del odio. La mejor película de 2011.
El infierno personal de Eva, otrora profesionista exitosa, que abandona su vida profesional para criar a Kevin, su primer hijo. La relación entre ambos es un infierno y Eva vive sumida en la culpa, no sólo por haber deseado nunca tener a Kevin, sino por el destino final de su hijo.
A estas alturas ya es poco lo que se puede agregar sobre Tilda Swinton y su magnífico trabajo en Kevin. Su magnética actuación es la pieza angular de esta cinta. Su grandeza radica en las pequeñas sutilezas de su arte, en los gestos, las muecas, los tics nerviosos que dicen más sin mencionar una sola palabra. Tilda es quien manda en esta cinta y merece todos los premios que se le puedan dar. Enorme.
Deberían de darle un premio al encargado del casting: ¿dónde encontró a los kevins niño y adolescente? Ambos no sólo son parecidos sino que comparten, además de una actitud del diablo, ese evil look que hace aún más perturbador al personaje. ¿Cómo carambas se le hace para criar y educar a un niño así?
La directora opta por una serie de imágenes y viñetas que saltan en el tiempo, creando una sensación de ensoñación y en la que el secreto final se va descubriendo poco a poco.
Esto tiene dos efectos, uno, centrar la atención en Eva y lo que le pasa y dos, generar una tensión que siempre va en incremento, causando malestar y angustia en el espectador. Es un triunfo de la mejor cinematografía, una combinación de elementos auditivos y visuales encaminados a crear atmósferas.
El aspecto más interesante de Tenemos que hablar de Kevin es su crítica sin piedad a la institución maternal. Cuestionada a raíz y sin piedad, el resultado deriva en una cinta que puede resultar molesta para ciertos sectores. Una visión obscura, pero muy necesaria sobre un tema que ha recibido demasiadas flores y pocas críticas.
Perturbadora y políticamente incorrecta, Kevin no sólo dinamita todos los mitos relacionados a la maternidad como estado ideal de la mujer, sino que además es un ejercicio cinematográfico impresionante, como hace mucho no veíamos.
Aunque es cierto que We need to talk about Kevin puede echar para atrás a muchos en los primeros minutos de su metraje, a mí me enganchó desde el principio. Esta primera parte es bastante caótica, difícil de digerir y de hilvanar si, como yo, la empiezas a ver sin tener ni idea del argumento. Pero creo que es un caos necesario, la forma de una madre de organizar en su mente los recuerdos más traumáticos de su vida. A partir del minuto 30 o 40 (no lo recuerdo bien), comienzan a ordenarse los hechos de forma cronológica, y la historia arranca con más fuerza.
Las interpretaciones (realmente hay solo dos personajes importantes en toda la película) son brillantes. Tilda Swinton está mejor que nunca, y Ezra Miller aporta el carisma necesario. Dado que la cinta se centra en la introspección de estos personajes y tiende a evitar el morbo, el gore innecesario y los efectos de sonido, es a ellos a quienes hay que agradecerles que funcione tan bien.
La fotografía es completamente impresionista. El color rojo se utiliza de forma abundante, rozando el abuso en numerosas ocasiones. El rojo es la sangre, es la angustia, es la locura de él y es el miedo de ella. Es una conclusión fácil de sacar, dada la precisión de las imágenes. Por su parte, la banda sonora recoge grandes canciones (la mayoría curiosamente alegres) que ejercen un potente e interesante contraste con el hilo argumental.
Conclusión: De lo que llevamos de año, ha sido una de las películas que más he disfrutado. Sí que al principio los flashbacks están demasiado desordenados y eso desubica mucho, pero lo recupera finalmente. El final es tal vez un poco decepcionante, menos apoteósico de lo esperado, pero aún así, We need to talk about Kevin es una película con una fuerza psicológica suficiente como para recomendarla encarecidamente.
Puntuación: 8,7
¿Un pequeño travieso? No: un cabroncete precoz. Es un tópico felicitar a las mujeres embarazadas por el hijo que esperan. Un atrevimiento después de ver a Macaulay Culkin en El buen hijo, la niña perversa de La huérfana o toda la tradición de hijos locos, asesinos y raritos que nos ha brindado la historia del cine. A esa lista de pequeños psicópatas hay que sumar a Kevin, la máxima felicidad y el principal motivo de la desgracia de su madre. La principiante Lynne Ramsay lleva la premisa del hijo desviado a otro nivel. Hay terror, violencia doméstica y thriller tensísimo. Pero lo más interesante de We need to talk about Kevin es su atmósfera oscura, truculenta, de una poética fría. We need to talk about Kevin es un ejercicio de estilo interesante que consigue retratar una normalidad anormal, o una rutina extraordinaria, o una infancia nada inocente. Ofrece un estimulante juego del niño con presuntas buenas intenciones y posibles principios de psicopatía. Y atención al detalle del cuento que Swinton lee a su pequeño antes de irse a dormir…
Allá donde otros resolverían la trama con gritos, escenas teatrales y catarsis, Ramsay experimenta con la narración fragmentada y consigue que las manchas, la pintura y la comida que constantemente quita y friega la protagonista sea una representación de su estado de desesperación, impotencia y apatía. A Ramsay no le interesa tanto la encrucijada moral de la historia como su puesta en escena. Poco importan las razones que motivan el odio y las extravagancias de Kevin porque la película triunfa como una horror movie sin sangre. No hay que entenderla sino dejarse empapar por la constante sensación de malestar y peligro (muy interesante la escena onírica en la que Tilda Swinton aparece en una recreación de la Tomatina de Buñol). Debemos, necesitamos y queremos hablar sobre Kevin. Tilda Swinton oposita para el Oscar, y la próxima vez preferirá abortar o recurrir a una supernanny con mano dura. No se la pierdan.
Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities