Tata mía
Sinopsis de la película
Elvira, la hija de un militar caído en desgracia, ingresó en un convento siendo muy joven. Algunos años después, a causa de una crisis, decide abandonar la vida religiosa y regresar a su casa de Madrid, buscando el apoyo moral de su querida tata. Sin embargo, el país ha cambiado tanto durante sus años de enclaustramiento que poco o nada tiene que ver con sus recuerdos de infancia.
Detalles de la película
- Titulo Original: Tata mía
- Año: 1986
- Duración: 106
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Opinión de la crítica
Película
5.9
88 valoraciones en total
Lo dicho: no entiendo cómo esta película no llega ni al 6. Es una obra notable, entretenida y con unos actores maravillosos. Imperio Argentina y Carmen Maura se comen la pantalla. Alfredo Landa lo borda. Otra joya olvidada del gran José Luis Borau, un maestro del cine español como pocos. Ya no se hacen películas así, lamentablemente. Con un gran reparto y una genial historia. Miguel Rellán ganó el Goya al mejor actor de reparto por esta película en su primera edición.
Pusieron ayer, día de la muerte de Borau, esta película en TVE. No es de lo mejor de un autor con logros magistrales como Furtivos , pero no deja de tener su interés, empezando por el rescate para el cine de una de las glorias nacionales como es Imperio Argentina. A destacar la interpretación de Carmen Maura y Alfredo Landa, dando vida a esos dos maduritos que se reencuentras, después de largos años, en el territorio de juegos de su infancia. El argumento tiene su originalidad, pero la historia de esa ex-monja que vuelve al mundo con la idea de recuperar su lugar no llega a cuajar. El personaje de la tata sirve como nexo de unión entre pasado y presente, ese es todo el cometido de la diva. La fotografía llama la atención por su expresividad, sobre todo en interiores.
Con la ocasión de la muerte de Borau TVE ha repuesto la que se puede considerar su película más definitoria. Vista con la distancia de los años transcurridos Tata mía se revela como una obra maestra redonda, inmensa en su falta de pretenciosidad y perfecta como suma de múltiples imperfecciones, pero sobre todo como una película MODERNÍSIMA, que va mucho más allá del petarderío y gafapasterío que invadió e invade nuestro cine, tocando con una sensibilidad y dulzura maravillosas temas tán espinosos como la Guerra Civil, el franquismo y el paso a la Democracia en nuestras tierras, los vicios, pecados y parafilias de una sociedad que despierta, la zoofilia, el infantilismo y el fetichismo desde una perspectiva blanca, no condescendiente, sino normalizadora, que aún en nuestros días sigue haciendo que uno se escandalice con la libertad con la que este hombre, uno de nuestros mejores directores de todos los tiempos afrontaba las cosas. No es Almodóvar, ni Berlanga, pero acomete su peli desde un guión perfectamente estudiado y cuidado, con un mimo sorprendente y diferenciador del resto.
Impresionante reparto en el que Borau da cabida a infinidad de extras que nos hacen partícipes de una historia sobre la Historia desde diferentes bandos, con las cicatrices aún dolientes de la ruptura de un eje que fraccionó no ya en dos, sino en mil a nuestra patria.
La interpretación de Imperio Argentina es deliciosa, inmensa, generosa, arropando a una Maura en estado de genialidad absoluta y a un resto de personajes entrañables que dimensionan la pequeñez de su texto haciendo que cada una de las piezas encaje a la perfección en el gran puzzle que es ésta, si no su mejor película, la que sirve hoy de homenaje a un director poco prolífico, ajeno a los intereses económicos de una industria prostituida y absolutamente volcado en su amor al cine.
Allá donde esté ojalá tenga una tata esperándole para devolverle al menos un poco de la ternura que su cine nos sigue regalando.
Nuestra academia de cine reconoció sólo con un Goya a Rellán, pero aún así no entiendo cómo es posible que esta cinta tenga sólamente trescientos y pico votos…
Comedia agridulce que reivindica al mejor Borau, profundo e inteligente en las relaciones humanas de sus personajes. Lo primero que llama la atención de esta película, ahora que los jóvenes espectadores se quejan de las películas donde no pasa nada, a las que definen como lentas, confundiendo ritmo con atropello, es la cantidad de cosas que suceden en sus escasos 100 minutos de metraje. A pesar de semejante acumulación de acontecimientos, las relaciones entre los personajes y el discurrir narrativo del relato es fluido y presentado sin el más leve atisbo de confusión que pueda desorientar al espectador por entre sus meandros que no faltan.
La relación de cuatro parejas de hermanos (Tata y Bordetas, Elvira y Alberto, Cristina y Almudena, Ollie y Popea) y una más de hermanas (las monjas Magda y Amelia), en torno a los que gira una historia que refleja un retrato de familia complejo. A partir de un guión que parece construido como un preciso mecanismo de relojería, que condensa, interrelaciona y sintetiza todo lo anteriormente apuntado. La historia de una tata que canaliza y modera todas las claves: de un general franquista posteriormente encarcelado por el dictador, al que su familia pretender publicar sus memorias, de una ex novicia hija del militar, a la que le tiemblan las rodillas cada vez que la miran los hombres, de un vecino anclado en la infancia, recluido entre juguetes y recuerdos, de un fascista más reaccionario que su propio padre al que pretende dignificar.
Todo esto y mucho más aparece en este film que más que reír, te invita a sonreír y reflexionar sobre nuestros fantasmas históricos de una guerra fratricida entre españoles hermanos y lo difícil de cicatrizar al cabo de tantos años. Borau nos muestra en forma de parábola una divertida reflexión sociopolítica sobre la difícil conquista de la libertad y la democracia, todo ello sugerido y no impuesto por el cineasta. Una historia en apariencia amable, en realidad nada complaciente y en el fondo aberrante sobre los niños del franquismo.
El film cuenta con tres complejas operaciones estilísticas que aparecen sin fisuras en su puesta en escena. La primera es el prólogo del film que se desarrolla en la finca aragonesa de La Bota, la nostalgia y melancolía por los viejos tiempos (sensacional Imperio Argentina). La segunda es una transposición del mundo de los juegos infantiles al universo de los adultos (genial Alfredo Landa), en función de la cual Elvira (Maura), Teo (Landa) y Alberto (Rellán) se comportan como cuando eran niños. Y la tercera es la transposición de las maneras escénicas del teatro al espacio fílmico. Magistral fotografía del maestro Teo Escamilla. Gracias por la atención prestada a estas impresiones.
El argumento no tiene nada de particular. Una mujer salida de monja debe rehacer su vida enfrentándose a la vorágine del tiburoneo familiar y a su propia represión mental, junto a un pasado del que no se puede sentir orgullosa. Esto da lugar a situaciones chocantes, tensas y equívocas, genialmente escenificadas por el maestro Borau, que cuenta con un reparto de actorazos de fábula como Miguel Rellán (premio Goya), Carmen Maura, Alfredo Landa, Marisa Paredes, Julieta Serrano y Emma Suarez. Imperio Argentina está espléndida en su papel de madurez, hasta el punto que se permite cantar una jota. Hay que añadir la buena ambientación de las escenas costumbristas, la fantástica fotografía de Teo Escamilla y la música de Jacobo Durán-Loriga, alumno de Carmelo Bernaola y heredero de su estilo de música para cine. El film es de antología. Imprescindible volver a ver y revisar.