Tasio
Sinopsis de la película
Tasio trabaja como carbonero desde los catorce años en un pequeño pueblo navarro de la sierra de Urbasa. La vida cambia, pero el monte permanece siempre igual: abrupto y hermoso. Es el escenario de sus juegos infantiles, pero es también el lugar donde encuentra el sustento para su familia. Cuando se hace adulto, al carbón añadirá la caza furtiva. A pesar de que es la época del éxodo rural, de la emigración a las ciudades en busca de un futuro mejor, Tasio prefiere quedarse y vivir en el monte, en la más absoluta soledad, con tal de salvaguardar su libertad.
Detalles de la película
- Titulo Original: Tasio
- Año: 1984
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
7.1
77 valoraciones en total
Tasio huele a monte venerable. A bosques caducifolios que desafían al cielo con rabiosos cromatismos entre el verde, el ocre, el amarillento y el rojizo, y que son el refugio natural de valerosos y magníficos animales. Venados, jabalíes, zorros, codornices… Criaturas protegidas por leyes que prohíben la caza furtiva, poco efectivas para quienes llevan un mapa mental del bosque tatuado en la memoria y que buscan sobrevivir en una tierra que concede el pan a muy duras penas.
Tasio es un pueblecillo de viejos muros de adobe, callejas que ignoran las bondades del asfalto, vetusta iglesia con campanas que resuenan con sus llamadas a misa, y con sus tañidos fúnebres cuando un alma abandona este valle de lágrimas (y en los tiempos que corren, dichos tañidos tristes son algo habitual en la rutina). También es la típìca plaza donde se celebran las verbenas, y los pelotaris locales deleitan a golpe de frontón a un público ansioso de diversiones, y los jóvenes se enamoran mientras se marcan un baile agarraditos a un cuerpo gentil, al que aderezan unos ojos que relucen como el sol en primavera.
Tasio es esas familias que trabajan de sol a sol para ganarle a la miseria un exiguo trozo de sustento, un mísero pedazo de suelo y un humilde techo. Familias que llevan su carga de dignidad, de sudor derramado, de penurias compartidas, de esa sabiduría innata que los libros y la ciencia ignoran, y de brochazos esporádicos de una felicidad sencilla y por ello quizás más completa. Felicidad sin complicaciones, como cuando Tasio triunfa sobre la exigente y peligrosa montaña de carbón siempre ardiente, como llamas votivas que han pasado de una generación a otra transmitiendo sus secretos de fuego y humo. Tasio es un carbonero feliz que doma las brasas, y un cazador furtivo que admira y respeta a cada bestia que cae en sus trampas bien urdidas. Carbonero y cazador que se niega a deslomarse por cuatro perras para nadie. Trabajador incansable y autónomo que mantiene su sonrisa perenne en el rostro tierno y obstinado, que peina los bosques y remueve el carbón para ver, al final de la jornada, el brillo en los ojos de su familia. De su amada Paulina, que no la hay más guapa ni en pintura.
Tasio es la vida que se desliza parsimoniosa sobre suelos gastados con efluvios de tierra, y entre frondas silenciosas que murmuran con el roce de sus hojas sobre el transcurrir cíclico de las estaciones.
Maravillosa historia sobre la dignidad y el orgullo. Esta preciosa cinta describe con grandes dosis de realismo la cruda ley de vida del medio rural en el valle de Ordesa a principios del siglo pasado. Se personaliza la lucha por sobrevivir, la indepencia y libertad contra los poderes y autoridades ya establecidos. Armendariz engrandece la pelicula con fuerza, tensión y tragos amargos pero también de amistad, amor, miradas, sonrisas y optimismo.
Cualquiera que haya estado en la sierra de Urbasa habrá notado su fuerza telúrica, su belleza verde, su olor inconfundible. Captar eso por medio de la imágen es francamente complicado, algo que Armendáriz logra con creces en su estupenda ópera prima, a la postre, su mejor película. Además, ello viene secundado por una suave melodía que acompaña la historia de Tasio, un rudo campesino navarro que trata de salir adelante en un entorno agreste realista y un pueblo bien caracterizado. Aquí la sencillez del argumento es su mejor baza, buscar inquietudes vitales y planteamientos generalistas no procede, y menos en un país que hasta los años 70 fue principalmente rural y analfabeto.
Buen dominio del ritmo, interpretaciones convincentes e historia interesante y digna de ver y recomendar. Esta y Vacas de Julio Médem son las dos películas que mejor se han acercado al entorno rural vasco.
Película etnográfica sobre un hombre libre de Navarra (España), que trabajó durante toda su vida haciendo carbón y cazando en el monte, que no quiso ser un trabajador sirviente de ningún contratista laboral, sino trabajar como hombre libre siendo amo de sí mismo por más penalidades que esto suponga (sabiendo que también conlleva muchas satisfacciones que ni los reyes de este mundo prueban jamás).
Película entrañable, donde se recogen muestras fidedignas de la cultura, costumbre y acontecimientos existenciales de un tiempo y un lugar concretos. Entre ellos, de cómo era la guardia civil en la España de aquellos años cuarenta, cincuenta, sesenta (del siglo XX) y lo dispuestos que estaban siempre al maltrato de los hombres pobres y de pegar guantazos u hostias a los hombres sin dinero ni poder (para esto los picoletos eran muy beneméritos y valientes).
Película que nos emociona por su grandeza al exponernos el medio natural, al decribir a la gente sencilla de aldea, al recordarnos el respeto habido en el cortejo amoroso de los jóvenes o de qué iban los juegos de niños y adultos, los bailes, las comidas, etc. Una belleza de narración naturalista y de interpretación natural por parte sobre todo de Patxi Bisquert y Amaia Lasa.
Película MUY BUENA, perteneciente a unos años de cine maravilloso y genial hecho en España durante la década de los ochenta (del s. XX).
Para mí, y creo que para muchos más críticos y entendidos en cine, la primera y última mejor película de Montxo Armendáriz, sin duda.
Ayer ví Tasio por quinta vez y volví a sentir nostalgia por lo que no volverá: los pueblos vivos en la montaña como un elemento más del paisaje, los niños que crecen entre burros, vacas, pájaros y lagartijas, la sencillez y cordialidad de las relaciones, las pocas palabras y las largas miradas cuando se habla, el olor a Domingo y a camisa blanca recién planchada…. Es una gran película y a la vez un tratado antropológico en toda regla.
Pero no es un canto, como pudiera parecer por mi introducción, al bucolismo de nuestros pueblos en la España profunda de mediados del siglo XX. Es un grito de rebeldía que escapa del pecho libertario de uno de los últimos carboneros (ikazkina, en euskera), que vivió como tal hasta, su muerte. En el año 1984, cuando Montxo Armendáriz estrenó Tasio en Vitoria, la hija del personaje en que está basada la historia estuvo en la sala, dando fe de que aquella era la vida de su padre.
Tasio fue uno de los hombres que dijo NO al progreso industrial y al esclavismo del jornalero con un argumento rotundo: no me sale de las tripas, y ya está . Era, como acostumbran a decir la gente de su talla, un hombre de verdad , que luchó contra el caciquismo, las necesidades y los abusos del poder con sus modestas herramientas: arrojo, astucia y conocimiento del medio. Él, debe más a sus ojos que a su boca, porque con ellos leía todas las señales de la naturaleza, todos los rastros, incluídos los de sus semejantes.
Y esos ojos son los que ha elegido el director navarro para que veamos a su través, mientras volamos en la verde alfombra musical de Angel Illarramendi por su primera película, que bien pudiera ser una parte importante de nuestros recuerdos y nuestras vidas, al menos de las vidas y recuerdos de quienes, más o menos por esas fechas nacimos en cualquier pueblecito de este pais.