Sweat
Sinopsis de la película
Describe tres días en la vida de la motivadora de fitness Sylwia Zając, una celebridad en las redes sociales con cientos de miles de followers. Aunque tiene tantos seguidores, está rodeada de empleados fieles y es admirada por sus conocidos, ella busca una intimidad verdadera.
Detalles de la película
- Titulo Original: Sweat
- Año: 2020
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
Película
6.4
89 valoraciones en total
El segundo largometraje dirigido por el cineasta sueco Magnus von Horn, 5 años después de su notable ópera prima Después de esto (2015) , es una película cuya historia se desarrolla en Cracovia, y aborda tres días en la vida de una joven influencer que trabaja como maestra de fitness, que tiene muchos seguidores (sus vídeos los ven 600.000 personas), pero que en la vida real se encuentra sola con la única compañía de su perro Jackson. El director nórdico, que estudió cine en la escuela polaca de Lodz, se ha basado en una mujer real para construir el personaje central, y nos presenta una película sobria, muy bien filmada, con unos movimientos de cámara ágiles que, puede ser asequible a casi todo tipo de público, pese a que se puede englobar dentro del cine independiente.
La película tiene el sello de Cannes, ya que fue seleccionada por este prestigioso festival para formar parte de su sección oficial, aunque la edición pasada no se llegó a celebrar. Se proyectó en Toronto y en nuestro país se pudo ver por primera vez en el Festival de cine europeo de Sevilla y hace unas semanas en el D´A de cine de autor de Barcelona.
La película cuenta muchas cosas en poco tiempo, unas de manera directa por conversaciones de la protagonista con las personas que la rodean en su vida diaria, que comienza con una clase de entrenamiento en una sala abarrotada de sus fans en un centro comercial, en el llamado Sweat Tour (de ahí el título del proyecto), junto a un joven llamado Klaudiusz.
Sylwia está obsesionada con las redes sociales y sus seguidores, pero una vez que llega a su casa vive en soledad, no tiene pareja y se apoya en su gran amigo (su perro Jackson).
El director refleja bastante bien ese contraste entre el éxito virtual y la soledad de la protagonista, y al mismo tiempo introduce otros temas como la relación con su madre Basia, a la que va a ver en la celebración familiar del cumpleaños de esta mujer que tiene carácter, lo que provocará un conflicto entre madre e hija en esa reunión familiar, y otros como sus escarceos amorosos o los peligros de la fama con la presencia de un acosador que la persigue desde el interior de su vehículo. La protagonista es una persona que parece dura, pero que en el fondo es frágil de moral, y que no es fría, sino que la afectan las cosas.
La película mantiene el interés hasta el final, no aburre, y aborda temas de actualidad en la sociedad actual, aunque es verdad que hay algunos momentos de parón en la parte central, antes de esa reunión familiar tumultuosa.
Uno de los aspectos más destacados es la actuación de Magdalena Kolesnik, que está magnífica y creíble en el papel de Sylwia, con unos cambios de registro entre las escenas de mayor alegría y otras en donde salen a relucir sus problemas de autoestima y los traumas de una persona que vive en una burbuja por el éxito de masas en las redes sociales y en cada una de las clases de fitness del Sweat Tour. La otra gran actuación es la de Aleksandra Konieczna, que interpreta a Basia, la madre de la protagonista, en un papel secundario de una gran intensidad dramática.
Los otros puntos fuertes del proyecto son el guion escrito por el propio director, que aborda muchos temas interesantes, los desarrolla bastante bien y nos deja abiertos algunos asuntos que son ideales para un debate posterior. La dirección de Magnus von Horn es ágil, con cambios entre los enfoques más cercanos y otros, como el de la llegada de la protagonista a su casa, en donde se mueve de manera lenta y vemos la escena de lejos. Un gran trabajo del realizador sueco tanto en la escritura del texto original de la película como en la dirección. Una película que es interesante por lo que cuenta y por lo que esconde (los silencios de los personajes muestran en algunos momentos más que otras conversaciones)
Una película que puede gustar al público medio habitual del cine europeo en versión original, pero también a los más jóvenes porque se pueden identificar con algunas situaciones diarias en la vida de la protagonista.
LO MEJOR: La interpretación de Magdalena Kolesnik. La dirección.
LO PEOR: Tiene algunos bajones, como la escena en la discoteca.
Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net, http://habladecine.com y https://www.estrenosdecine.online/
Me acerco a esta película por la calificación y las críticas que leo. También porque es lunes y los lunes ir al cine cuesta más barato en mi pueblo. Ir al cine es siempre un placer, ahora además es un placer necesario. También porque ganó el premio a la mejor película en el festival de Chicago. Huele a cine independiente.
No me echan para atrás ni la nacionalidad ni la temática ni un desconocido reparto. Al contrario, el cine de esa amalgama de países que llamamos del este es casi siempre estimulante.
La historia de una prescriptora, una influencer que dicen ahora, una especie de Leticia Sabater más moderna, menos bizca pero que salta, corre y flexiona su cuerpo ante las cámaras, animando al resto a hacerlo, comienza como algo muy menor, una especie de telefilm con tintes cutres. Le damos un cuarto de hora y la película remonta, se nos abre ante los ojos el retrato de la protagonista como alguien que está sola, con necesidades afectivas muy marcadas. Además, se adereza todo ello con ese cierto exotismo que un país como Polonia despierta en los españoles. Una Polonia muy cambiada pero que, en una magistral secuencia de planos recogidos desde el coche en el que se desplaza la protagonista, se nos muestra con todas las huellas de su pasado de país satélite de la comunista Rusia, una sucesión de pisos idénticos, horribles en su estética, sombríos y faltos de personalidad.
Los mejores momentos son aquellos que retratan a personajes cercanos a la influencer: una familia que no le da el afecto que necesita, con la figura central de una madre que parece ajena a su hija en todo momento, una celebración de cumpleaños en un piso minúsculo con más gente de la que parece caber dentro, un compañero de trabajo-ayudante que se descubre como una especie de animal en todos los sentidos, un acosador menos peligroso y más tierno que el resto de personajes mencionados.
Todos esos elementos alimentan la película y la hacen crecer pero no se mantienen, hay bajones en la historia y el espectador tiende a desconectarse. Lo que parecía una película independiente interesante acaba convirtiéndose en casi una película más de sábado o domingo tarde.
Internet es una cosa y su contraria. Podría remediar la soledad de muchos, pero resulta que la ha multiplicado , decía en el año 2013 el semiólogo y escritor italiano, Umberto Eco. El tiempo le ha dado la razón, con esta gran paradoja que producen las redes sociales, de dar la posibilidad de estar en contacto con millones de personas y a la vez provocar un vacío existencial.
El mundo virtual, en definitiva, se ha construido para escapar de las miserias de la realidad. Un autoengaño, que lleva a dar más poder al ego en detrimento de la esencia del ser humano. Esa huida hacia delante está construida desde la mentira, que como se sabe, tiene las patas muy cortas. Es como una droga. Adictos a las redes, que una vez apagadas, provocan la caída que produce esa emoción de la que hablaba Umberto Eco.
Sobre esta tesis trabaja el cineasta sueco, Magnus von Horn, en su segundo largometraje: Sweat, triunfadora en Chicago y en la sección oficial de Cannes en un 2020 que finalmente no pudo inaugurar. Una lástima porque tenía muchos posibles.
En definitiva, Sweat habla de eso: de aceptar el mundo tal y como te rodea, ser consciente de que si en redes sociales eres capaz de crear a tu antojo, por qué no hacer lo mismo en la vida real, que es donde realmente suceden las cosas más maravillosas. En la mano de cada uno está hacerlo de forma armoniosa o traumática.
Y es cierto que Magnus von Horn tira más por este último lado, el del dolor. Es normal. No en vano, el ser humano aún sigue empeñado en eso de sufrir y padecer, rendido al ego, y hasta que no acepte que se ha olvidado de quién es no podrá trascenderlo. Camino inteligente el del sueco, dirigiéndose a un espectador que tiene a ser altivo, y que viene a decirte. ¡Eh, tú. Espabila! Como sigas por esa falsedad y esa soberbia ya sabes lo que te espera .
Ahora bien, no sé si el gran público entenderá la postura del escandinavo. Es una película que como entres de lleno, te encantará. Pero si te quedas a medio camino…Ahí seguirás atrapado en ese sin sabor virtual. Porque realmente: ¿quién no ha experimentado esa desazón de la protagonista? -por cierto, excelente Magdalena Kolesnik-.
De modo que como en una sesión de fitness, Sweat te lleva a la extenuación, a sudar la gota gorda. Tiene momentos de muchísima tensión dramática, de ponerte el corazón a mil, y de repente encogerte en esa soledad melancólica. No son sinónimos, que conste, pues una soledad consciente y elegida puede ser señal de gozo.
A lo que voy, esa añoranza casi enfermiza de la protagonista, por una realidad distinta, es contagiosa. Pero también sus ganas de esperanza y liberación. Yo, personalmente, me quedo con esa mujer que es verdad, que es amor y no es el ego al servicio de Internet.
Vale que los primeros planos son el mejor recurso para transmitir todo esto, para fusionarte casi con Kolesnik. Pero si abusar de las redes sociales es altamente nocivo, también lo es extralimitarse en ese uso repetitivo de la cámara. Te juegas perder al público, que en definitiva es a quien quieres llegar.
Dicho lo cual, no sé si está esta era la intención de Magnus von Horn, pero es lo que a mi me ha entrado y sacudido. Eso sí, una película tan europea, tan real como decía, juega con desventaja en un mundo egoico. Pero nunca es tarde para despertar.
Más datos sobre esta y otras películas en http://www.argoderse.com
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Durante tres días intensos nos metemos en la vida de una influencer de las redes sociales de treinta años Sylwia Zajac, una profesora de fitness, guapísima y con mucha personalidad a la que siguen más de 600.00 personas. Vemos que durante su día a día, publica toda clase de consejos sobre nutrición y situaciones que atañan a su vida personal. Si bien en una publicación reciente se derrumbó y comenzó a llorar sobre su soledad, el video consiguió hacerse viral y ahora la llaman para un programa de televisión…
Toda una fachada falsa que se trasmite a los demás como medida de defensa ante una situación personal en la que se encuentra vacía, un refugio que experimentan muchas personas donde en las redes sociales puedes conseguir una popularidad más grande que en tu vida real. Una experiencia que puede desaparecer completamente con un solo click.
Segunda película del director sueco Magnus von Horn que en 2015 rodó la interesante Después de esto , para esta ocasión rueda en Polaco Sweat acercando la cámara continuamente al rostro y al cuerpo de su protagonista para conseguir reflejar bien su soledad interior y su fracaso emocional.
Magdalena Koleśnik interpreta fenomenalmente a Sylwia, con una primera parte excelente donde parece que está en la cima del mundo y otra segunda parte en la cual conoceremos la realidad de su falta de ccariño. También hay un capítulo muy interesante sobre el tema de los acosadores.
Es interesante el punto de vista de como se exponen y se venden este tipo de personas que con estas actitudes hacen de su vida un escaparate público en el que cuentan durante las 24 horas todas las ocurrencias que se les pasa por la cabeza y que cantidad de personas les sigan y veneren intentando imitarles o ser como ellos.
Destino Arrakis.com
Sweat es una película incómoda. Su director, Magnus von Horn, se recrea en la exploración del rostro de su protagonista hasta capturarlo en su máxima angustia existencial en los momentos de mayor vulnerabilidad. Parte de su magnetismo se lo debe a la brillante actriz Magdalena Kolesnik, quien interpreta a una influencer fitness que vive pegada 24/7 a un teléfono móvil desde el que se entrega a sus followers y con el que convierte actos cotidianos como hacerse un batido de plátano o subir unas escaleras en una suerte de espectáculo mediático que debe registrar para complacer a sus 600.000 fans. La película radiografía –con cierta ambigüedad– las secuelas de la sobrexposición mediática y los efectos del abuso tecnológico sobre la mente humana.
Von Horn plantea un dilema que bien podría derivar de los capítulos más extremos de Black Mirror: ¿Qué futuro nos depara la expansión de las redes sociales? Sweat no aporta una respuesta, sino que se limita a observar, como hace el buen cine, la complejidad de la tecnodependencia y sus consecuencias sobre la mente humana. En este caso la materialización del problema viene representado en la figura de Sylwia, una exitosa influencer que vive de su imagen en redes sociales pero cuyo rostro público no se corresponde nunca con su verdadero estado anímico, lo que le provoca una severa distorsión cognitiva que en ciertas ocasiones se acerca más a una bipolaridad infantil.
¿Recordáis las lágrimas de El Rubius frente a Risto? Son las mismas que las de Sylwia cuando se viene abajo frente a un par de periodistas de la Televisión Nacional Polaca arguyendo que quiere ser ella misma pero la sobrexposición no se lo permite: se ha perdido en el frío macrocosmos de las tecnologías. Como las marionetas humanas de El dilema de las redes sociales, esta estrella de la vida fit ha pasado tanto tiempo llevando una máscara digital que ya no sabe qué es ser ella misma.
Magnus von Horn no se dedica a soltarnos la moralina de que las redes sociales son malas y perversas per se, sino que el uso dependiente y obsesivo de las mismas, en este caso por una necesidad laboral, pueden perjudicar seriamente nuestra salud mental al no permitirnos ser honestos con nosotros mismos y los demás. Quizás honestidad, y la falta de esta, es la palabra clave que define el trauma de Sylwia. La solución, según el director, no es demonizar Instagram ni cerrar Twitter, sino utilizar estas plataformas como una herramienta de expresión sincera. El final de Sweat arroja un rayo de esperanza: si somos capaces de reconectar con nuestro verdadero yo y mostrarnos tal cual somos, sin caretas ni falsas sonrisas, probablemente consigamos ser felices, aún estando sobreexpuestos al fenómeno viral.