Stories of Bastards: Born Under a Bad Star
Sinopsis de la película
Jukichi Suzuki, joven estudiante y trabajador a tiempo parcial como repartidor de leche en su pueblo, empieza a rechazar la dura disciplina y las éticas maneras del instituto para seguir su propia filosofía de vida, y todo ello sucederá mientras debate sus sentimientos entre dos muchachas, la tímida y tradicional Suzuko y la impulsiva y descarada Taneko.
Detalles de la película
- Titulo Original: Akutarô-den: Warui hoshi no shita demo
- Año: 1965
- Duración: 98
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En una dramática secuencia final, el chico cruza un puente hacia su destino, sin girarse una sola vez para mirar a sus padres, que entre lágrimas contemplan a su único hijo marchándose del pueblo donde logrado levantar el caos y la rebelión como nadie se había atrevido…
Sale de allí como un muchacho pero termina de cruzar el puente como un hombre, y es además el reflejo de un hombre que a su misma edad tomó precisamente la misma decisión: Toko Kon. En 1.963 la carrera de Seijun Suzuki cambió de manera radical al coincidir con Takeo Kimura, un director artístico cuya frescura encajó de maravilla con las imaginativas ideas del cineasta, aquel proyecto se llamó Akutaro y fue la primera de las tres adaptaciones que realizaría del celebérrimo autor, artista y respetada personalidad política de la cultura japonesa.
Algo más tarde, tras filmar la que para un servidor es su indiscutible obra maestra ( Historia de una Prostituta ), Nikkatsu le vuelve a encargar una adaptación de otra novela autobiográfica de Kon, la cual compartirá con la previa Akutaro el guionista (Ryozo Kasahara), dos de sus protagonistas (Ken Yamauchi y Masako Izumi) y una historia que podría tomarse como la misma pero enfocada desde una perspectiva diferente. Al igual que en aquélla, la acción se narra y se centra en un pueblo pequeño (no Toyoka sino Kawachi) al comienzo de los años 20.
Son los años del levantamiento comunista en tierras niponas, una era Taisho influenciada por los movimientos obreros, las ideas marxistas que ha impulsado la revolución en Rusia y la cultura llegada de países occidentales, el orgullo nacionalista, representado en ese inicio magníficamente bien filmado por Suzuki (y donde ya podemos deleitarnos con la soberbia fotografía en blanco y negro de Kazue Nagatsuka) en el cual unos estudiantes locales cantan el himno de la Real Academia Gramática de Kyoto, se condena de raíz con la introducción de Jukichi (trasunto de Kon llamado Togo Konno en Akutaro ).
Astuto, honesto, pacífico y amante de la literatura rusa, este joven con mayores expectativas que permanecer de repartidor de leche en ese pueblo devorado por el conservadurismo y la estupidez, empieza a revelarse contra la dura disciplina de los alumnos más veteranos de la escuela. Aunque no se da una llegada a una ciudad extraña a la que aclimatarse como le ocurría al más culto y experimentado Togo, este Jukichi también se muestra como modelo de rebeldía y fuerza contestataria, sus compañeros son zopencos que babean por cualquier mujer y su hogar está ocupado por un padre alcohólico y jugador y una madre que consiente todo a éste.
Su jefe es el mejor ejemplo de cómo las maneras extranjeras están colándose en la cotidianidad y cultura del país y un sacerdote budista amigo de su padre actúa como sustituto de éste último, siendo así el único que vela realmente por su futuro. Pero aunque esto pueda considerarse propio de un drama, Suzuki lo impregna todo de un humor absurdo que hace buen equipo con sus salidas de tono vanguardistas más en la línea nouvelle vague de Godard, se rompe la narración, hay cortes abruptos y adorna su historia de celebración de juventud y maduración existencial con imaginativos detalles visuales.
Además de observarse el choque entre tradición y modernidad, el protagonista se ve ahora atrapado entre dos chicas, la tímida Suzuko y la más impulsiva Taneko (hermana y ex-novia de su amigo Yoshio y perfecta representación del choque cultural antes nombrado). No obstante de lo que cojea la trama de Warui Hoshi no Shita, demo… es de la obsesión de Suzuki por centrarse en tantos personajes y subtramas, y combinarlos a la vez con el muchacho en el centro de todo saltando de una historia a otra (las vicisitudes amorosas de Jukichi, las de su padre en el juego, un pequeño episodio ocupado por yakuzas…) a un ritmo frenético, derivando así la narración en una completa y a veces confusa irregularidad.
De ahí que se pierda el hilo de algunas tramas (pues se cortan a mitad) y se vayan y regresen personajes sin orden ni concierto (creemos que Suzuko no va a aparecer más y de repente protagoniza una escena de peso), a lo que poco ayuda los alocados desvíos humorísticos y cuasisurrealistas que se abordan, visualmente bellos pero desequilibrando la violencia, el drama, la crítica social y el humor y perdiéndose la sensación de tragedia que tanto favorecía a Akutaro , si bien la atmósfera va ennegreciéndose conforme aumenta el farragoso hundimiento en la decadencia del protagonista.
Tampoco hay personajes secundarios tan memorables como aquélla (recuperar a uno como la geisha Ponta es imposible), más bien son presa de una caricaturesca burla, como el incompetente policía, el jefe de Jukichi o sus padres, a quienes dan vida Jun Tatara y Kotoe Hatsui (quienes se configuran como un magnífico dúo cómico). Vuelve Izumi como un interés romántico menor al verse contra la sensualidad salvaje de Yumiko Nogawa, quizás la actriz más arrolladora de cuantas trabajaron con Suzuki (bien lo atestigua su trabajo en Historia de una Prostituta ), a destacar también el gran Masao Mishima como el hipócrita sacerdote budista, que juega y bebe sake y sin embargo predica con orgullo el camino de la rectitud.
Yamauchi por su parte no llega con su Jukichi a la emoción y veracidad del anterior Togo, más inteligente, carismático, desafiante y mucho menos cínico y dado a la comedia, pareciera que el actor parodia su propio papel. Visualmente brillante, esta 2.ª parte de la Trilogía Kon no se pone a la altura de Akutaro , aunque peor lo iba a tener Suzuki cuando fue forzado a adaptar Kawachi Karumen como castigo por el desastre de taquilla de Tattoed Life .
Como Jukichi, el cineasta era también un rebelde contestatario al que no dejaban de cortarle el paso y las alas de la libertad a cada momento (quizás su reflejo en el personaje es mayor al llevar éste su apellido…).