Splendor
Sinopsis de la película
Jordan (Marcello Mastroianni) es el propietario de la sala de cine Splendor , situada en un pueblecito de los alrededores de Roma. Lo llevan él, su mujer, la cajera (Marina Vlady) y el proyeccionista (Massimo Troisi). La vida de Jordan ha estado siempre vinculada al cine. Sin embargo, mientras que en el pasado el negocio conoció momentos de gloria y esplendor, ahora, en cambio, la gente ha dejado de ir al cine, por lo que la situación económica de Jordan se ha vuelto muy precaria.
Detalles de la película
- Titulo Original: Splendor
- Año: 1989
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
7.1
74 valoraciones en total
Una metáfora nostálgica y autocontemplativa de la vida y el paso del tiempo a través de una sala cinematográfica, la sala Splendor. Lo peor que le pudo pasar a esta película de Scola fue coincidir en el tiempo y en la temática con la milagrosa maravilla de Tornatore en Cinema Paradiso que eclipsó a esta película. El eclipse si bien no mereció ser total sí resulta justificable pues en todo supera la una a la otra.
Splendor resulta un trabajo sencillo, eficaz y previsible, nada emocionante ni arriesgado, bastante obvio y ameno gracias al trabajo de los actores que suplen una constante carencia de sentido del humor y del drama romántico/nostálgico que hay en la película.
En una pequeña localidad próxima a Roma, el coqueto cine Splendor, el único del lugar, comienza a ser desmantelado, para ser convertido en una tienda de muebles, tras haber sido vendido por su propietario Jordan porque ya, a finales de la década de los ochenta, ha dejado de ser negocio, pues apenas acude gente. Asistimos como espectadores, en sucesivos flashbacks, a su historia y a las de su propietario, el citado, Jordan, la de su mujer y taquillera, Chantal, y la del proyeccionista Luigi.
Ettore Scola escribe el guion y dirige esta nostálgica película sobre el final de las salas de cine que tanto distrajeron de sus mediocres, e incluso miserables, subsistencias a tanta gente durante décadas. Pero Splendor es mucho más que eso: es un bello canto al cine, encarnado en algunas de sus películas más emblemáticas y de sus actores, es la exposición sintetizada, pero clara de las biografías de tres seres, los mencionados Jordan, Chantal y Luigi a lo largo de ese tiempo y más aún en el caso del propietario. Existencias particulares, como todas, con sus grandezas y miserias. Por último, este film es un pequeño mosaico de la vida de los habitantes donde la acción se desarrolla.
Scola, a través de su gran maestría, nos regala una obra llena de ternura, de lirismo, sin caer jamás en lo empalagoso, con una gran carga de fino humor. En conclusión, toda una lección de humanismo.
Jordan y Luigi, Marcello Mastroianni y Massimo Troisi, enfermos de cinefilia, contemplan la desaparición del cine al que han dedicado sus vidas. Splendor realiza una retrospectiva de ese local condenado que conoció tiempos de gloria. En su pantalla se proyectaron clásicos del neorrealismo, del cine europeo y del de Hollywood. Los espectadores pudieron ver ¡Qué bello es vivir!, Ladrón de bicicletas, Milagro en Milán, Fresas salvajes, La batalla de Argel, Playtime, La noche americana, Amarcord, Toro salvaje…
Los cines son reductos del pasado, vestigios de otra época donde la gente se dejaba arrastrar por la promesa de unas imágenes que exhalaban sueños. Jordan y Luigi, cada uno a su manera, plantan cara a un final inevitable. Así transcurre una película embriagada de nostalgia que sabe de lo inútil de las ilusiones, pero que no se resigna a renunciar a ellas.
Imposible no amar esta película, ya desde sus inicios y con la hermosísima música de Armando Trovaioli nos transportamos casi sin pestañear al fabuloso mundo de los sueños, Ettore Scola realiza con mágica mirada retrospectiva un homenaje nutrido de detalles al universo del cine, un encantador pliego de emociones que atrapa para no soltarte jamás, Splendor no es solo una película, es arte, es pasión, es VIDA. Es particularmente entrañable como una cinta puede representar de manera tan lograda el sentimiento cinematográfico, el oficio de exhibidores, proyeccionistas y trabajadores de un negocio, una loa sentida al infinito corazón de las salas de cine, que late intenso en su romántico propietario, un fantástico Marcello Mastroianni, en su soñador y cinéfilo proyeccionista, impagable Massimo Troisi, y en su bella y delicada acomodadora, Marina Vlady, ese ángel que eleva con su tenue luz de linterna a miles de espectadores, un triangulo milagroso que tiñe de encanto una de las obras más nostálgicas y geniales que se han podido hacer sobre las gentes del cine, un lugar por el cual vivo enamorado, sintiéndome del todo identificado con Luigi, maravillosa su colección de fotogramas de actrices, gracias a que afortunadamente, he sido participe durante años del buen oficio de operador de cabina, una labor de padres a hijos, como ese pequeño Giordan ayudando a su padre en las proyecciones itinerantes, un trabajo que no se olvida, que se inyecta en vena para fluir en recuerdos inmortales, algo que Cinema Splendor rememora sin problemas.
Splendor es también un ejercicio de cinefilia, repasa durante décadas y siempre con el Splendor como protagonista, numerosos estrenos que marcaron profundamente al séptimo arte, por la blanca pantalla de ese pequeño cine de provincias se pasean La dolce vita, El gatopardo, Playtime, Milagro en Milán, La gran guerra, Escipión el africano, Amarcord, Toro Salvaje, El árbol de los zuecos, Fresas salvajes, Que bello es vivir (atentos al rostro de Mastroianni cuando ve la película, sencillamente indescriptible), cientos de films que nos sirven para evocar tiempos pasados, y experimentar, al igual que sus protagonistas, el cálido ambiente de ese cine ubicado en Sant´Arpino (Ciociaria), un poético pueblecito que irradia el sueño de lo inimaginable, en donde las gentes acuden al cine para poder vivir, aunque solo sea por unos instantes, una vida mejor que les separe de lo real y cotidiano.
Esta película dEttore Scola que es cine dentro del cine que es el film, y al mismo tiempo dentro del cine como edificio, és una película llena de melancolía, pero no de tristeza, por todo aquello que se va perdiendo con el tiempo y que no se puede recuperar.
És en el fondo un canto del cisne del cine como espectáculo colectivo y una historia sobre lo que significó durante unos años el cine en los puebles pequeños. Primero como cinema ambulante y después con el edificio correspondiente que se llenaba de gente ansiosa por vivir historias ajenas.
Ettore hace bien en no teñir de amargura a los tres personajes principales. La experiencia de los años pasados en el cinema, y las películas que han visto proyectadas los han llenado de paz y no de amargura. Por eso el film es sencillo. No se llena de crítica social y va rodando entre la amistad y la ternura que esta provoca.
Tal vez no es de lo mejor del director, pero cada vez que veo una de sus películas me lo paso bien y disfruto con su visión.