Secret Sunshine
Sinopsis de la película
Shin-Ae (Jeon Do-Yeon) es una joven profesora de piano que acaba de quedarse viuda y quiere empezar una nueva vida con su hijo Jun en Miryang, pueblo natal de su difunto marido, cerca de Seúl. Shin-Ae abre una academia de piano y busca tierra de cultivo, preparada para afrontar valientemente a la vida. Pero todas sus expectativas de futuro se derrumban cuando de nuevo una tragedia aparece en su vida…
Detalles de la película
- Titulo Original: Milyang (Secret Sunshine)
- Año: 2007
- Duración: 142
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Opinión de la crítica
Película
6.6
93 valoraciones en total
En esto del cine es muy importante lo que se cuenta, pero también lo es el como se cuenta, esta película es un ejemplo bien claro, una historia con fuerza, con gancho, se diluye entre un montón de silencios y reiteraciones que no aportan nada y que ralentizan y desesperan a partes iguales, lo que podría ser una más que aceptable cinta se convierte en una simplemente mediocre, es una pena, tener un buen material y desperdiciarlo, no está el mundo del cine sobrado de buenos guiones.
Quizás el estilo oriental sea un poco así, y lo que aquí vemos como muy lento, allí sea mas asumible, aún contando con eso, aquí o en la Conchinchina lo bueno debe de ser breve, o como mínimo no eternizarse. Nos sumerge en un mundo duro, áspero, no se revuelca en el estiércol, no hay lágrima fácil, todo ello es de agradecer, incluso el trabajo de los actores, si el director hubiera logrado facturado en noventa minutos, realmente la historia no da para más, el resultado muy probablemente que seria más que meritorio.
Desde siempre, el cine ha sido un medio para exponer las tragedias y fatalidades humanas pero, de un tiempo a esta parte, se observa un evidente aumento de aquellas que son narradas con total sosiego y serenidad, al estilo del mismísimo Antonioni.
Al igual que la película, esta crítica tiene dos partes. La inicial, que comprende casi por completo la primera hora de metraje y la final, que nos lleva desde ahí hasta la conclusión de la obra.
En dicha parte inicial el film se muestra agradable e incluso sugestivo, presentando de manera adecuada a los personajes y abriendo lo que parecen potentes subtramas a desarrollar. La planificación es (voluntariamente) pausada y el ritmo (deliberadamente) parsimonioso, pero la trama no decae y mantiene constante el interés, en gran parte, por la buena actuación de la protagonista (Jeon Do-yeon).
Pero, al igual que ocurre en la película, un desgraciado acontecimiento cambia el rumbo de la susodicha. El primer punto de giro del guión escrito por Lee Chang-dong modifica por completo lo que estábamos viendo y sume a la protagonista en un olvidable segundo acto pleno de situaciones absurdas e incongruentes. Los personajes actúan de manera más y más irritante por momentos, las subtramas abiertas en el primer acto se vienen abajo cual castillo de naipes, la planificación (voluntariamente) pausada y el ritmo (deliberadamente) parsimonioso se tornan insoportables, e incluso lo que venía siendo una buena interpretación se transforma, en ocasiones, en una cargante sobreactuación.
En este segundo acto (y también en el tercero) los personajes se muestran completamente vacíos y se evidencia su escasa profundidad y la gratuidad de sus acciones. El mecánico Jong Chan o el hermano de la protagonista son ejemplos fehacientes de cómo no diseñar a un personaje de ficción.
La trama en si es otro cantar. Habrá quien se sienta identificado con los avatares morales de la protagonista, pero el que firma no puede más que sentir aborrecimiento ante tal cúmulo de despropósitos. Se puede entender que una persona sometida a tamaña tragedia pierda la fe (o la encuentre), pero de una manera más profunda de lo que aquí se expone. Por lo visto en la película, la fe se consigue con unas pocas canciones religiosas, y se pierde con un solo desencuentro ético.
En definitiva, Secret Sunshine posee un buen arranque en el se muestran todas sus virtudes, pero que se estropea por la simpleza de su planteamiento ulterior. Una verdadera pena.
Secret sunshine (2007), del director coreano Chang-dong Lee, muestra a una mujer que se instala en el pueblo de su difunto marido, y propone, entre otras cosas, un debate moral y religioso sobre el perdón.
Por Nicolás Bianchi
Una operación recurrente del cine coreano contemporáneo es llevar un personaje de la ciudad, casi siempre Seúl, o al interior rural o a alguna ciudad o pueblo de menor tamaño para después ejercer un contraste. A través del habitante de la gran metrópolis se muestran, con una mirada cuasi antropológica, la vida en los lugares que están alejados de las luces del centro y los distritos tecnológicos. Tal es el caso en Memories of murder (2003) o A girl at my door (2004), y también en Secret sunshine (2007).
Aquí el director Chang-dong Lee filma la llegada accidentada de Shin (Do-yeon Jeon) a Milyang, una ciudad pequeña atravesada por unas avenidas con bastante tráfico cuyo nombre significa ‘amanecer secreto’ en chino. Shin es viuda y se instala con su hijo en el lugar de donde era originario su marido, en lo que es una curiosa manera de atravesar el duelo. En vez de alejarse, la protagonista busca paz en un lugar más cercano a su esposo. Spoiler alert: no la va a encontrar. Desde el primer momento el viaje de Shin es complicado. El primer percance que sufre es con su auto, que deja de funcionar a unos pocos kilómetros de la entrada de la ciudad. El mecánico Jong (Kang-ho Song, probablemente el actor coreano más famoso) va en su ayuda y, de a poco, se va a convertir en su sombra, desarrollando por ella una admiración que Shin no puede corresponder.
Tanto en comparación con él como con los demás habitantes de Milyang, Shin aparece como una mujer sofisticada y moderna, aunque no necesariamente en la ciudad haya resaltado por eso. Park parece señalar que en las ciudades del interior, o al menos en la que centra su película, las mujeres y los hombres viven juntos pero separados, en mundos que son distintos. Las mujeres son esposas u objetos del deseo sexual. Los hombres viven en grupos, cultivan la amistad, pero nunca las incluyen a ellas en ese tipo de relaciones. Trabajo o cortejo parecen ser las únicas vías de comunicación entre géneros. También la religión.
El camino de Shin en Milyang será tortuoso, lo que la llevará a una crisis total. El debate más interesante que introduce Park en la película es moral, filosófico, prácticamente teológico. Como apoyo para lidiar con el sufrimiento, Shin, en principio atea o agnóstica, comienza a asistir a una iglesia evangélica donde, al menos, puede expresar y descargar su dolor. Ahora bien, el sujeto que en parte fue el culpable del malestar de Shin también, casi al mismo tiempo que ella, encuentra sustento espiritual en el Dios católico.
Lo que Shin necesitaba era perdonarlo, como una última concesión para cerrar una etapa de su vida e intentar arrancar de nuevo. Necesitaba que la acción provenga de ella, tener ese control, ser capaz de ese gesto. Cuando Shin lo quiere hacer, el hombre le revela que él también encontró la religión, y en ella el perdón para sus acciones. El sujeto ya está ‘perdonado’ antes que Shin lo haga. Esa es una intromisión que la protagonista de la película no puede tolerar, y que sus compañeros momentáneos no pueden explicar. La rendición a Dios no puede ser tan humillante, tan incondicional. Hay algo del individualismo citadino de Shin que es incompatible con la devoción exultante de los lugareños. Allí hay una barrera que no se puede romper, porque parecería que hay acciones que no se pueden perdonar, aún perdonándolas.
Secret sunshine es una de las seis películas que lleva filmadas el gran director coreano Chang-dong Lee. Por su exuberante trabajo la actriz Do-yeon Jong fue la primera intérprete coreana en recibir un premio en Cannes.
Es uno de esos dramas potentes, conmovedores, profundos, creados desde la originalidad y la sencillez de quien tiene materia suficiente entre manos como para crear algo grande que lleve al espectador a revolverse en la butaca. Lee Chang-Dong además, aporta un temple y una serenidad a cada escena, una sobriedad en la composición exquisita abrazando en sus imágenes grandes dósis de humanidad que son finalmente las que enganchan en sus 2 horas y 20 minutos de auténtico sufrimiento emocional. Lo de Jeon Do-Yeon, premiada ya en Cannes, es algo impresionante, una interpretación que ríete tú de las nominadas al Oscar, Kang-ho Song aporta su presencia de tono por lo general ligero para desdramatizar un tanto la función. Una historia de amor sumergida en la tragedia, una visión impactante de la fé, de la búsqueda de apoyo cuando todo se derrumba. Una película de tono aplastante que contrariamente consigue sacar las mejores sensaciones del paladar cinéfilo, de la conexión entre historia y espectador, algo humilde y sincero que sacude hasta el llanto pero que alimenta el alma y descubre nuevos y sensibles rincones para la pasión por el cine.
Chang-dong narra durante más de dos horas el periplo de Shing-ae por su vida, alguien que cambia de un modo shakespeariano de expresión y espíritu, en una búsqueda aparentemente infructuosa pero que, gracias a un desarrollo formal inteligente y preciso, consigue revelar no sólo los recursos formales del director sino también los signos preconcebidos del espectador. Después de todo, no queda muy claro cual era el discurso básico de Chang-Dong, si bien, durante la primera mitad, la sobriedad del tratamiento de la historia de la pérdida y sus primeras reacciones parecía que exponía una distancia que muchos podiamos considerar meramente cultural pero que luego resultaría más bien personal.
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Al verlo, ¿porqué me aparté, si lo que quería era hacerlo pedazos?
Queda claro pues, porqué la mayoría de los espectadores se sentirán cómodos al asistir a esa mitad, en donde la forma va de la mano con el fondo, es decir, la cámara se mueve con el mismo ritmo y el mismo sentido que los movimientos externos e internos de la protagonista. Por contra, el resto de metraje transcurre de forma incómoda. La razón quizás sea porque no se reflejan las dudas espirituales de Shing-ae en el pulso fílmico de Chang-Dong: él sigue con lo suyo, intentándole dar rigor a las imágenes… pero, ¿qué rigor puede haber en el dramatismo gnostico-evangelista coreano? Personalmente, como critica religiosa, el discurso que así se desprende me parece de una falacia enorme (un mínimo de conocimiento bíblico explicaría porqué Dios permite el sufrimiento), pero reconozco que la oscuridad espiritual alentada por las religiones sensacionalistas (facilmente confundibles con grupos neocon) han hecho mucho daño a la humanidad… Tanto, que aún esta ficción me parece demasiado superflua y fueradetiesto. En fin, pese a todo, se puede decir que las dudas espirituales de Shing-ae se subrayan perfectamente con el contrapunto estilistico que le imprime Chang-Dong. (Compárese con Ordet)