Sangre en el rancho
Sinopsis de la película
En la pequeña población de Spurline, dos hombres que trabajan para un ranchero manipulador y poderoso llamado Renchler, dueño de la hacienda Golden Empire, son acusados de haber matado a un hombre mexicano. El sheriff Sadler luchará contra muchos obstáculos en su decisión valerosa de encontrar a los asesinos e impartir justicia.
Detalles de la película
- Titulo Original: Man in the Shadow
- Año: 1957
- Duración: 80
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Opinión de la crítica
Película
6.6
60 valoraciones en total
Siempre se vuelve al tema de el cine más allá de su mensaje o postura ideológica-social-política-lo que sea… Se ve mucho en todos lados, y Filmaffinity no es la excepción, que van de la mano si o sí para la mayoría. Es obvio que le da y le saca a la película en cuestión, dependiendo el punto de vista del espectador. Pero no creo que sea para nada un valor que incida en la valoración como cine.
Digo esto porque siempre pasa que al ponerle buena o mala nota a una película que tiene una clara ideología, se interpreta enseguida que estamos posicionandonos frente a ella.
En mi caso no es así, y creo que no debería ser así nunca.
De esta película se aprecia que trate un tema polémico como la justicia frente al poder, la impotencia de las minorías, la hipocresía de la gente en general y su cobardía. Es loable la posición que toma y lo que intenta decirnos a través del personaje del Sheriff. Pero más allá de algunas escenas interesantes *1 , creo que no está demasiado desarrollado el tema. Para empezar, los personajes. No tienen ninguna profundidad al fin y al cabo. Desde el primer momento el Sheriff ya se muestra justo e incorruptible y los demás malos hasta los huesos y sin ningún escrúpulo. Y la chica… Bueno… Ahí ni siquiera hay personaje. Un florero podría haber hecho ese papel. Digo, no hay ningún desarrollo al respecto. No hay ninguna evolución a la que asistir. Solamente esperar a ver si tiene final feliz o final trágico.
Y otros detalles también le bajan nota a estas percepciones. Como el hombre que denuncia. Realmente se vuelve tedioso en un momento su constante tono de desahuciado, las cosas que dice. Como que es una constante declaración de Yo, que soy tan bueno y trabajador. Y soy honrado porque soy pobre, etc, etc… No digo que esté mal que el personaje sea así, ni que ninguno lo sea. Pero hay otras formas de que nosotros, los espectadores, nos enteremos de eso.
Para mi en una película es muy importante el Como , y diría que muchas veces hasta más importante que el que . Muchas películas son adivinables , sabemos desde el principio que va a pasar. Pero están hechas de tal manera que te transmiten perfectamente lo que quieren decir. Dejando un sabor ya sea dulce o amargo cuando termina. En este caso, sabemos exactamente todo lo que va a pasar desde que empieza, pero no atrae después. Simplemente se siente que se atrasan los hechos hasta que finalmente ocurren tal cual esperábamos.
Todo esto sin mencionar su parecido argumental a cierta película de 5 años antes, hasta teniendo una escena icónica casi calcada. Que en realidad no molesta porque tiene otro giro distinto la película. Pero, al no suplir estas cosas con algo más de talento en la narración, los diálogos, el desarrollo de personajes o incluso la belleza de la dirección, queda demasiado en evidencia su inferioridad. *2
En resumen, una película que no me indignó. Se deja ver. Tiene partes entretenidas y algunas escenas con diálogos buenos . Se valoran sus valores (valga la redundancia), pero se borra rápidamente de la memoria.
El título en inglés es más específico respecto al tema que Sangre en el rancho. Indica a un hombre(Jeff Chandler en el papel de Ben Sadler, el sheriff de un pequeño pueblo sureño), que busca imponer la ley, casi sin apoyo de los lugareños, confrontándose con las sombras, las tinieblas o la oscuridad representadas en el todopoderoso ranchero Renchler(El genial Orson Welles), dueño de una hacienda que emplea entre 400 y 500 trabajadores mexicanos, cuya extensión sobrepasa los 40 kms. y cuenta con incondicionales capataces para manejarlos a su regalado antojo, usualmente arbitrario e injusto. El correcto Jeff Chandler y el gran Orson Welles sostienen la película confiriendo verosimilitud y credibilidad, mientras Jack Arnold, el eficiente artesano de serie B e inolvidables títulos nostálgicos de nuestra infancia y adolescencia cinéfilas(Tarántula, la genial El increíble hombre menguante y las series de TV Peter Gunn, Dr. Kildare, La isla de Gillligan, Ladrón sin destino, entre otras)la dirige mezclando drama, thriller y western de un modo muy preciso y convincente, suscitando variadas emociones y permanente atención en su desarrollo, clímax y epílogo. Filmada en blanco y negro, en cinemascope, en los estudios de la clásica Universal Pictures es una obra menor, pero muy aceptable de ver.
A caballo entre el western y la denuncia social, se trata de un dignísimo film, breve y sustancioso, no demasiado original, pero que pone en escena el eterno conflicto entre la justicia y el poder. Las imágenes son contundentes, especialmente la secuencia inicial, antes de los títulos, que narra en tres minutos, sin palabras, la clave del conflicto. El director, más conocido en el género de ciencia-ficción, se luce en el uso del cinemascope. Aparece el genio Orson Welles en un papel muy a su estilo, mezcla de capitalista y villano con poder para disponer a su antojo de todas las voluntades. Lástima del condescendiente final, probablemente impuesto, que estropea la función. En fin, una buena muestra del cine de serie B, hoy tristemente desaparecido, que nos depara ochenta minutos de emoción.
Un severo argumento se asoma a la pantalla y comienza como el restallar de un látigo que rompe el silencio y continúa como una soga opresora que aprieta, constriñe y ahoga.
La película posee enjundia emotiva y una notable carga social que J. Arnold administra con la habilidad de quien conoce las claves de la narrativa cinematográfica y domina el arte de la persuasión.
J. Chandler ofrece una soberbia lección actoral y representa a su personaje con maestría y suficiencia de recursos mientras que la réplica de O. Welles exhibe su habitual fuerza interpretativa.
Duelo de talentos -titanes de la pantalla- del que sale beneficiado el espectador.
Primera capa: Sangre en el rancho (Man in the shadow, 1957), de Jack Arnold y el influjo de Solo ante el peligro (High noon, 1952), de Fred Zinneman, el cual también se podía rastrear en Conspiración de silencio (1955), de John Sturges o El tren de las 3’10 (1957), de Delmer Daves: un hombre que, pese a que peligre su vida, y no se vea apoyado por su comunidad, no duda en mantenerse firme en su propósito, el esclarecimiento de una verdad, el enfrentamiento contra quienes hacen uso de la violencia como modo de imposición o de satisfacción personal. Segunda capa: Precedente de La jauría humana (1966), de Arthur Penn: Un hombre, un sheriff, Sadler (Jeff Chandler), enfrentado a todo un pueblo, más proclive a la conveniencia y a la hipocresía moral, y en donde la figura emblemática de esa mentalidad es la de un rico hacendado, Renchler (Orson Welles), un latifundista cuya extensión de tierras, como dice, supera a la de 4 o 5 países europeos. Tercera capa: el conflicto étnico. Tras la conclusión de la II guerra mundial, que supuso la victoria sobre una mentalidad que concebía la supremacía aria sobre cualquier otra etnia, diversas producciones comenzaron a cuestionar cómo en la propia sociedad estadounidense existía un equivalente en un amplio sector que consideraba cómo natural la supremacía blanca sobre cualquier otro grupo étnico, fuera negro, chicano, judío u oriental, convicción que convertían en imposición, y categorización que implicaba discriminación, exclusión o marginación. El hecho que desatará el conflicto en la notable Sangre en el rancho es la muerte de un bracero, un espalda mojada, asesinado tras ser apalizado por un par de sicarios del ranchero (por flirtear con su hija), aunque la orden de Renchler no implicara su muerte. Obras como la citada Conspiración de silencio o Gigante (1956), de George Stevens, habían puesto en cuestión esa mentalidad del hombre blanco de la América profunda, cuyo emblema es el rico terrateniente o cacique, que desprecia, o concibe como inferior, a quien pertenece a otra etnia, como impone su criterio sobre cualquier otra consideración o cualquier escrúpulo. El hombre en la sombra, al que alude el título original, puede ser tanto el bracero, porque una sombra es nada, como el ranchero, el titiritero que, desde las sombras de su impunidad, dicta cómo debe ser la pantalla de realidad que gobierna.
Cuarta capa: Se podría establecer una asociación entre ese sheriff que no se pliega a lo que la comunidad demanda y Puttnam (Richard Carlsson), el protagonista de Vinieron del espacio (1954), quien era calificado al principio como extraño e individualista, y después se esforzaba por comprender las intenciones de los extraterrestres frente a la desconfianza generalizada. Y también con Gunt (Audie Murphy), el pistolero que llega al pueblo, en la posterior No name on the bullet (1959), y arrastra la leyenda, para lo que no faltan diferentes versiones (sobre si tiene base real o no), de pistolero que provoca a sus elegidas víctimas, para que pueda justificar que fue en defensa propia. Para buena parte de los habitantes de Lordsburg, su sola presencia ya implica una amenaza que desata los temores y las suspicacias, con su pasado y entre ellos mismos. Por tanto, tres figuras que desentonan, evidencian fisuras en el conjunto, y plantean, por activa o pasiva, interrogantes, otras alternativas u otras actitudes.
Intersección: la caza de brujas. La persecución del comunista por parte del Comité de actividades Antiamericanas (HUAC), desde 1947, con el consiguiente establecimiento de listas negras de Hollywood (que implicaba que quien estuviera incluido no podía conseguir trabajo, o cuando menos ser acreditada su labor, como algunos guionistas), reflejaba el intento de contrarrestar la actitud progresista que cuestionaba las inconsistencias de una nación que predicaba la diversidad como fundamento de su cualidad emblemática como sociedad democrática, frente a la dictatorial comunista, cuando, de hecho, no la aplicaba en su realidad, en su día a día. Ese pulso entre perspectivas divergentes fue constante durante esa década de los cincuenta. De hecho, Carl Foreman quiso reflejar en Solo ante el peligro cómo buena parte de la comunidad hollywoodiense había preferido mantenerse al margen y no implicarse en la persecución del HUAC, permitiendo que se ejerciera una inclemente purga que determinó el ostracismo o el exilio de unos, que otros se decantarán por la delación (para poder disponer de empleo y así mantener a su familia) e incluso la muerte de alguno por la tensión sufrida (como John Garfield). Poco a poco se fue consiguiendo, en paralelo a la reintegración de algunos de los que habían sido incluidos en la lista negra, la aceptación de las otras etnias como parte integrante del tejido social estadounidense (y por tanto su visibilización en la pantalla). La misma industria hollywoodiense fue su espejo de ese proceso, con obras como Carmen Jones (1954), de Otto Preminger, Sayonara (1956), de Joshua Logan, o Fugitivos (1958), de Stanley Kramer, de las que habían sido precedentes combativos Encrucijada de odios (1947), de Edward Dmytryk, Han matado a un hombre blanco (1949), de Clarence Brown, Home of the brave (1949), de Mark Robson, El color de la sangre (1949), de Alfred L Werker, El forajido (1950), de Joseph Losey, Cruce de derecha (1950), de John Sturges, Incidente en la frontera (1950), de Anthony Mann o Esposa de guerra japonesa (1952), de King Vidor.