El toro azul (El brau blau)
Sinopsis de la película
Presentada en Locarno (sección oficial), obra del guionista de La línea recta y fundador de Letras de Cine. Un hombre frente a una pirámide de paja disfrazada de toro. Pies de pasos contados a un bailarín, cuerpo disciplinado para esperar en calma total la primera embestida, mano exacta para una estocada hasta la empuñadura. La búsqueda de la perfección estética de un hombre solo, austeridad y pureza, ausencia de claveles y pasodobles, José Tomás en el pensamiento. (extraido de GijonFilmFestival.com)
Detalles de la película
- Titulo Original: El brau blau
- Año: 2008
- Duración: 63
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Opinión de la crítica
Película
5.7
29 valoraciones en total
Es difícil entender cualquier cosa que ocurre en esta película porque, en principio, diría que es difícil de entender. Pero decir que es difícil de entender porque es difícil de entender sería demasiado coherente y la haría fácil de entender, lo cual no es el caso, por mucho que éste sea cine San Agustiniano/ Alzheimérico.
Si se pueden encontrar películas promocionadas por mafias institucionales y públicas no es sorpresa desde que Sarah Palin tocó el violín, aunque es de sobra conocido que el violín que tocaba era el de todos nosotros, es decir, que tocaba nuestros violines. Es archisabido que Sarah Palin es una tocadora de violines, por mucho que parezca que me está tocando la flauta.
¿La cura? ¿El voto? No verla, faltaría más. Lo que la peli no parece entender es que no es lo suficientemente poderosa.
La película nos recuerda inmediatamente el estilo de Lisardo Alonso y Albert Serra, o sea que estamos hablando de un director a tener en cuenta. Pero lo que me interesa destacar es el concepto de toreo interior, y ponerlo en analogía con la escuela más sobria de vida, al modo en que lo hace Víctor Gómez Pin, catedrático de Filosofía de la Universidad de Barcelona, y defensor de la tauromaquia. Y la pregunta que nos hacemos es lo que pasaría si justamente en el momento en que el protagonista está toreando de salón en el coso que previamente se ha construido y que es igual de redondo que la plaza Monumental de Barcelona, de pronto, aparece un toro de verdad, un animal de 500 kilos haciendo el avión. ¿Sería capaz de seguir embelesándose nuestro admirador de José Tomás acometiendo las embestidas? Ahí está la esencia. En la exposición de la vida de un hombre a exponerse a voluntariamente a morir residiría el concepto fundamental de la tauromaquia, y no en el maltrato como algunos piensan.
La consideración crítica hacia un producto cinematográfico debe ser variable en tanto que no todos los productos son iguales ni van dirigidos a un segmento igual de público. En el caso del film de Daniel V. Villamediana, nos hallamos ante una producción arriesgada, minimalista y por tanto no medible ni opinable bajo los tradicionales conceptos críticos, de igual manera que el espectador medio no puede ni debe optar por su visionado y juzgarlo basándose en los standards de la producción narrativa al uso, sino con una mentalidad abierta y dispuesta a entrar en el juego propuesto.
El brau blau nace con la vocación de ofrecer sin duda algo diferente, que aúne la capacidad de contar una historia mínima amparándose en lo estrictamente formal. No se trata de desdeñar el guión, se trata de dar relevancia a la espiritualidad del mensaje mediante la fuerza de la imagen, vaciando la película de todo aquello que resulte superfluo para su concreción temática, un caso, pues, de film donde la metáfora se impone claramente a la palabra.
Aunque el cineasta vallisoletano se muestre en sus declaraciones absolutamente contrario al homenaje, su película demuestra la capacidad de articular un discurso coherente metacinematográfico. Efectivamente, Villamediana desdeña el recurso facilón del homenaje, pero no por ello renuncia a mostrarnos todo su background cinéfilo.
Se puede observar en el tratamiento de los planos una cierta admiración por el habitual contraste de luces y sombras proyectadas hacia los personajes tan habitual en la filmografía eastwoodiana. Sin embargo, la raíz profunda, el pilar básico donde se sustenta el entramado, tiene claros ecos bressonianos. Por un lado, su interés básico en el perfeccionamiento de un proceso, narrado mediante la fórmula de la repetición continua, del plano detalle, de la rutina cotidiana se dibuja un mosaico naturalista que combina la ficción más poética de la historia narrada con los elementos que conforman el transcurrir habitual del día a día del protagonista. Una forma de acercamiento que permite si no empatizar, sí comprender los hábitos del protagonista. Por otro lado, está el propio posicionamiento de la cámara, que refleja una cierta distancia en el plano medio. Un distancia que permite captar el ensimismamiento y la obsesión del protagonista, sin caer en el dramatismo superficial del primer plano agónico. Todo ello desembocando en un plano general final donde el autor libera a su protagonista de toda tensión reiterativa, dejándole libertad para que desarrolle la consecución final de su entrenamiento, para que el arte fluya en un poderoso clímax final. (sigue en spoiler)
Todo empezó cuando me compré un número de Cahiers du cinema. España y en la primera página estaba el cartel de esta película. Producida por José María de Orbe y Luis Miñarro (luego me enteraría que Miñarro sólo colaboró en la parte final), era una película que tenía que ver a toda costa.
Busqué por todos lados la manera de poder ver la película en cuestión. Para Locarno no tenía dinero, pero para San Sebastián… Hice un par de cambios de turno en el trabajo y a San Sebastián. En un principio sólo iba a ir un día, ver El brau blau y volverme, pero como conocía allí a un amigo, me quedé unos días y así pude ver otras películas y la calidad cinematográfica (ironía, claro) del festival.
Llegó la hora de ver El brau blau . Mis amigos se pusieron atrás, pero a mi me tocó a un cabezón (siempre tengo esa suerte) justo delante y me adelanté hasta la segunda fila. La sala era enana (quizás 70 butacas) y apenas estaban cubiertas un tercio. Al lado tenía a un japonés, puede que interesado por el toreo (no sabe a lo que venía, pues).
Empieza la película y termina.
Y yo me quedo en la butaca, sin saber qué hacer. De las pocas veces que una película me ha dejado noqueado. No sabía cómo reaccionar. No me habían sacado de la película ni los píxeles, ni los gestos de aburrimiento del japonés que, efectivamente, no sabía a lo que venía, ni las risas de Miñarro y compañía que tenía justo en la fila de butacas posterior a mí.
El cine es eso: una cámara y un actor. En el mundo del toreo no hace falta un toro. Lo que mueve este mundo es el amor que se tiene hacia esta práctica. El cine no son grandes presupuestos. El cine es un actor y una cámara. El cine es el amor que se tiene hacia este arte. Ahí es donde toreo y cine coinciden. Y la conjunción de ambas es lo que ha hecho Villamediana.
En definitiva, el cine es El brau blau .
Y yo me volvía a Madrid con la esperanza de que la sacaran ya en DVD, pues en salas es imposible.
Eso sí, no os encontréis de cerves con Villamediana. ¡Qué tío más soso!