Sandra
Sinopsis de la película
Sandra Dawson (Claudia Cardinale) regresa al pueblo de su infancia, Volterra, en la Toscana, y lo hace acompañada de Andrew, su marido (Michael Craig). Una vez instalada en su casa natal, la persigue el recuerdo de su padre, muerto en el campo de concentración de Auschwitz.
Detalles de la película
- Titulo Original: Vaghe Stelle dellOrsa
- Año: 1965
- Duración: 93
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Opinión de la crítica
Película
6.8
76 valoraciones en total
Película con una atmósfera muy densa, de planos oscuros donde el director enfatiza en miradas, diálogos profundos y complejos para el lucimiento sobre todo de un Jean Sorel magnífico y una hermosa Claudia Cardinale, donde nos trata de explicar las secuelas de una relación de hermanos más que fraterna, la presencia tácita de la figura paternal como bastión del desarrollo de la personalidad de sus hijos y una madre llena de rencor hacia los mismos. Es, en mi concepto, una película de relaciones donde Visconti le pone su sello de sordidez de una forma más que elegante. Y la Cardinale, con su belleza y talento ponen el resto.
Con la palabra Incesto, se califica a las relaciones sexuales sostenidas entre personas que tienen lazos de consanguinidad (hermano-hermana, tía-sobrino…) o lazos de afinidad (esposo-cuñada, suegro-nuera…). Además de las consabidas razones morales aportadas por los considerados libros sagrados como prohibición del incesto, la ciencia argumenta la alta posibilidad de engendrar hijos con graves problemas físicos debido a la transmisión de cuadros genéticos paralelos, y con el estudio de sociedades antiguas, la sociología ha expuesto los frecuentes enfrentamientos agresivos (y mortales) que se daban entre los miembros de un mismo clan o núcleo familiar, por el afecto de una mujer. Esto nos hizo pasar de la endogamia (relaciones entre miembros de una misma familia) hacia la exogamia (relaciones con personas ajenas a la familia).
SANDRA es una película que, Luchino Visconti, ha orientado de nuevo hacia la clase social a la que perteneció (desde El Gatopardo esta será su principal temática), pero aunque no faltó quienes objetaran que se alejara de las clases populares, el director italiano tuvo toda la razón cuando alguna vez dijo: Un artesano, como yo, tiene el deber de contar lo que pueda decir con precisión, con pleno conocimiento, profundo y personal. Y yo creo que esto vale también para cualquier artista.
La historia del filme está centrada en Sandra Dawdson, la hija de una importante pianista enferma de neurosis y recluida en una clínica psiquiátrica, quien decide irse a vivir con su marido inglés, Andrew, hasta el palacio que su padre -muerto en la guerra-, les dejó en Volterra, el cual es todo un museo que contiene piezas etruscas y otros tesoros para los amantes de las antigüedades.
Durante su estancia, Gianni, el hermano de Sandra, se pondrá en el medio, y la relación con su hermana comenzará a teñirse de un tinte bastante extraño, por la manera como el joven escritor se aproxima a ella, y hasta por algunas cosas que le dice. El esposo comenzará entonces a descubrir suspicacias… y pronto un cuento, con marcado olor a tragedia griega, se avistará en el camino.
Con una iluminación en frecuentes tonos sombríos, algunos simbolismos puestos en esculturas, en el agua y otros objetos, y en un ambiente intimista donde todo quisiera permanecer oculto entre las paredes de aquel antiguo palacio, Visconti delinea una historia donde la mujer vuelve a ser para él el símbolo del pecado, y en esto hasta nos involucra a nosotros los espectadores, cuando pone a Claudia Cardinale a caminar al trasluz con prendas de dormir bastante transparentes o cuando la pone a hablar con su marido, ¡un buen rato!, con una bata de baño que deja totalmente al descubierto su magnífica espalda y parte de su apreciable pecho… la cual comenzamos a ansiar que, voluntaria o involuntariamente, caiga al piso, porque hasta el fin nuestros oídos permanecen sordos a cualquier palabra que ella pueda decir. ¡Lástima que, al menos en esa escena, no la dirigiera Tinto Brass!
En detrimento, queda decir que la actuación de la Cardinale no está a la altura de su personaje, que Michael Craig se mueve como un fantasma en casi toda la historia, y que solo, Jean Sorel interpretando a Gianni, y Marie Bell quien representa a la madre, imponen algo de fuerza a lo que pudo ser un drama muy significativo.
Título para Latinoamérica: VAGAS ESTRELLAS DE LA OSA MAYOR / ATAVISMO IMPÚDICO
Vaghe Stella DellOrsa (Errantes Estrellas de la Osa Mayor) es un film poco conocido de Luchino Visconti, pero no menor. Pudo ser una obra de teatro, ya que se desarrolla casi totalmente en interiores, pero ha sido rodada muy cinematográficamente, con abundancia de primeros planos y en un precioso blanco y negro con cuidados encuadres. Sin embargo las escenas de exteriores, aunque escasas, son esenciales en la trama.
La historia se inicia con el regreso a Volterra de Sandra y su marido americano, después de años de ausencia. La visita tiene como objeto ceder a la ciudad como parque público el jardín de su palacio, en homenaje a su padre asesinado en Auschwitz. Allí deberá enfrentarse a su madre demente, su padrastro y de forma especial a su hermano, con quien que se encuentra inesperadamente. Éste ha escrito una novela autobiográfica que pretende publicar, relatando el escandaloso pasado de ambos cuando eran adolescentes. Su título es el de la película. Desde el primer momento de su reencuentro, se adivina la turbia relación que los unió y los separó, presintiéndose el drama que va a ser el nucleo de la historia.
Se ha escrito que la película es una moderna versión del mito de Electra y su hermano Orestes, pero por encima de todo es el retrato de una clase alta en agónica decadencia, como el vetusto palacio que habitaron o la propia Volterra. Una decadencia de la que los hermanos, Sandra y Gianni, son los últimos exponentes. Sandra, una bellísima Claudia Cardinale en todo su esplendor, es el eje de la historia. No en vano su nombre es el título internacional de la película. En el rostro de Claudia, en sus ojos y en su mirada, Visconti afirmó una vez que podía ver la permanencia de la mujer etrusca dos mil años después. Esa belleza antigua, aristocrática, es lo que queda del mundo en ruinas del que Andrew, el marido, quiere huir. El no está contaminado por esa telaraña de sombría melancolía que envuelve y atenaza a Sandra, siendo por tanto el único que puede arrancarla de sus fantasmas, aunque el destino ya tiene previsto el final.
Realizada a continuación de El gatopardo , sorprendió esta película de presupuesto mucho más modesto, última que Visconti filmó en blanco y negro y centrada en escasos personajes, y obtuvo tan sólo un moderado éxito en su estreno, pero, en mi opinión, merece ser hoy reivindicada como una de sus grandes obras (algo que hago extensible a otras también menos valoradas, como El inocente ).
Sandra, acompañada de su marido, regresa a su villa natal de Volterra con motivo de un homenaje a su idolatrado padre, fallecido en Auschwitz, allí se reencuentra con su hermano, con quien le une una muy particular relación, y su odiada madre, casada en segundas nupcias. O, si se prefiere, Electra se reencuentra con Orestes, bajo la sombra de Agamenón y Clitemnestra. En efecto, estamos ante una libre trasposición de la Orestíada, aunque sólo como punto de partida para definir a los personajes y sus dilemas, no de llegada: los conocedores del mito clásico no han de temer a anticiparse a la resolución del conflicto, que Visconti maneja a su antojo.
Uno de los puntos fuertes del film, a mi entender, es la manera cómo muestra ese retorno al pasado, en definitiva a las pasiones ancestrales, asociándolas a los elementos naturales, como el viento, y a la antigüedad, simbolizada por la imaginería etrusca, o las ruinas de unas cisternas romanas (*véase spoiler). El carácter gótico se ve reforzado por la extraordinaria y muy contrastada fotografía, que dibuja sombras amenazantes sobre los rostros de los protagonistas en los momentos álgidos y que juega también con sus reflejos en el agua o en los espejos.
Esta fotografía realza como nunca la belleza de C.C., como Sternberg hacía con Marlene. Quizás —y como única objeción a esta gran película—, cabría decir que sus cualidades interpretativas —y más en un papel tan cargado de resonancias como este, auténtico caramelo para las más grandes actrices— no brillan a la misma altura que su físico. De todos modos, parece ser que Visconti ya contaba con ello, pues en entrevistas de la época admite que era plenamente consciente de estas carencias, pero que la eligió por su belleza un poco tosca, casi animal , que iba bien para el papel. Por su parte, el trabajo de Jean Sorel en el rol de hermano me parece prodigioso.
La composición de cada encuadre tiene la armonía típica en Visconti, que se inicia aquí en el uso del zoom, ese mecanismo a menudo tan denostado, seguramente porqué no forma parte de la gramática clásica del cine y porqué en los setenta fue llevado hasta el abuso y la extenuación por directores rupestres (si Godard dijo que un travelling es una cuestión moral, el pobre zoom parece a veces que sea inmoral). Pero a mi me parece una figura de estilo tan legítima como cualquier otra, y creo que Visconti fue uno de los primeros, junto al Rossellini televisivo, que, con mejor criterio —en otras palabras, otorgándole un sentido significativo—, lo supo utilizar.
Largometraje realizado por Luchino Visconti (El gatopardo, 1963), escrito por Suso Cecchi d’Amico, Enrico Medioli i Luchino Visconti y producido por Franco Cristaldi. Rodado entre el 26 de agosto y el 17 de octubre de 1964 en Volterra (Pisa) y Ginebra (Suiza), se proyecta por primera vez en público el 3 de septiembre de 1965 (Festival de Venecia). Gana el León de oro (Venecia) y un Silver Ribbon a la mejor fotografía.
La obra desarrolla un drama de raíces clásicas, que explica mediante referencias explícitas, evocaciones más o menos definidas, indicaciones indirectas y anotaciones llamadas a convocar recuerdos diversos, en ocasiones inciertos e imprevisibles, del espectador. El lenguaje está construido con densidad inusual y una oscuridad, que el realizador potencia mediante el uso del misterio y la intriga. Por lo que respecta a algunos puntos, el misterio y las incógnitas en las que se apoya se mantienen sin cambios a lo largo del metraje que no aporta aclaraciones.
La preferencia de Visconti por el barroquismo en la presentación de los elementos narrativos explica, y en cierto modo justifica, su opción a favor del misterio y la oscuridad del discurso. Con frecuencia le gusta presentar escenas de noche, escenarios negros y zonas profundas dominadas por las sombras y la ausencia de luz, que glosan su gusto por un estilo recargado (más de lo que parece a simple vista) y espeso. Los gustos de siempre de Visconti aparecen reflejados en este film de modo más patente y detallado de lo que es habitual en él.
La preferencia por una narración encriptada, responde a sus intenciones de crear en torno de los personajes y de la acción una atmósfera sobrecogedora, capaz de suscitar sentimientos de agobio y estremecimiento, imposibles de conseguir por otros medios. Una de las principales bases en las que apoya las características del estilo que comentamos se halla en el bagaje extraordinariamente rico que maneja por lo que respecta a conocimientos y experiencias culturales: arte, iconografía, cine, historia y simbología.
Algunos símbolos son fáciles de identificar, como los que relacionan el viento con la pasión amorosa, las antigüedades con el tiempo pasado, las ruinas con la decadencia física y la muerte, los relojes de péndulo, pared y muñeca con el tránsito imparable del tiempo y la brevedad de la vida. Los paralelismos que establece entre Sandra y Electra, el padre y Agamenón, la guerra de Troya y la IIGM, Gianni y Orestes, etc., aportan innumerables sugerencias sobre los caracteres y su destino implacable. Las imágenes de Eros y Psique representan el amor y el alma (la pareja), enamorados al amparo de fuerzas que discurren más allá de las convenciones sociales y las normas de conducta.
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