Samurái 3: Duelo en la isla Ganryu
Sinopsis de la película
Takezo abandona su condición de samurai errante para vivir tranquila y humildemente con su amada Otsu, rechazando trabajar como maestro samurai para el líder del clan más poderoso del Japón. No obstante, Takezo accede a luchar con el joven y habilidoso guerrero Sasaki Kojiro. El combate final tendrá lugar en la isla Ganryu.
Detalles de la película
- Titulo Original: Miyamoto Musashi kanketsuhen: kettô Ganryûjima aka
- Año: 1956
- Duración: 105
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Opinión de la crítica
Película
7.3
56 valoraciones en total
NOTA: englobo aquí la trilogía completa
Hablando de la trilogía de Yamada, hablé de la red comunicante entre el western y el cine de samuráis. En la trilogía de Inagaki, voy a inventarme otra comunicación: James Stewart y Toshirô Mifune. Y no sólo diré que ambos crean vínculos comunicantes porque están entre los cinco mejores actores de la historia del cine, sino que diré que el personaje-héroe Takezo (Mifune) de la trilogía de Inagaki mantiene una estrecha similitud con el personaje-héroe (en singular) creado por James Stewart para Anthony Mann en cualquiera de sus cinco western-colaboraciones.
Son estos personajes, rudos y valientes, con pasados oscuros y loables intenciones. Personas que suelen anteponer su felicidad a ciertos valores y que nos muestran un héroe completamente diferente al héroe perfecto por antonomasia. Aquel que disfrute con Stewart en esos complejos papeles de dudosa moralidad, entenderá perfectamente al Takezo que nos muestra Inagaki. Un samurai hecho a sí mismo, lleno de aristas y demasiado complejo para saber ser feliz.
Mifune encandila la pantalla porque su naturalidad no conoce límites, y da lo mismo que tipo de papel desarrolle. Durante esta trilogía, en el largo caminar que trasforma al aldeano Takezo en el samurai Musashi Miyamoto podemos comprobar como su caracterización se trasforma, no sólo verbal o gestual, sino también percibimos un tratamiento diferente de la cámara de Inagaki con el personaje.
La complejidad de la saga estriba en que, si bien básicamente, cuenta la historia de la progresión de un samurai, Inagaki sabe trenzar de manera brillante otras subtramas en la historia que van enredando la vida de Takezo. La mujer, símbolo de la debilidad masculina en la sociedad feudal japonesa, ejerce en el alma de Takezo dolor y tormento. Es el contrapunto a la libertad que está experimentando pero al mismo tiempo (de ahí la complejidad de estos personajes-héroes) es en las escenas con su amada Otsu (Kabru Yachigusa) donde Takezo parece recuperar un equilibrio entre cuerpo y mente. Tanto en el brillante, hermoso y sobrecogedor cierre de la primera parte (la despedida del puente) en la segunda parte (al lado del río) como en el mar de la tercera parte, el yin Otsu completa el yan de Takezo. Y en las tres partes está el agua purificadora de por medio.
Lástima es que Inagaki no consiga mantener la tensión durante el metraje (algo que si hace Mann en sus westerns) y sobre todo, que su fotógrafo no sepa manejar algunas de las escenas más impactantes de la trilogía, como son las nocturnas. Durante la saga, apreciamos (o mejor dejamos de apreciar) nulidad a lo hora de firmar todo lo que acontece en horas de escasa luz solar. Incluso vemos una diferencia abismal entre las diferentes cámaras usadas por Inagaki a lo hora de filmar estas escenas, observando planos y contraplanos con diferente luminosidad.
(Abrónchense los cinturores porque esto continúa).
Gran broche final para Musashi Miyamoto (excelentemente interpretado por el samurai cinematográfico por excelencia, Toshiro Mifune)
Es agradable ver como el personaje de Miyamoto ha evolucionado desde la primera película hasta ésta siguiendo los cánones clásicos de la leyenda y de la obra del propio Musashi. En la primera entrega Inagaki nos presentaba a un salvaje, un animal de guerra con mucha potencia pero poco control. En la segunda, a un samurai que comienza a ganar fama por todo Japón y que, ante todo, confía en su propio poderío para vencer en combate. En esta Musashi es ya el legendario guerrero que llegó a ser. Un hombre que rehuye la violencia a no ser que sea realmente necesario, un hombre que prefiere vivir con humildad y en paz consigo mismo como camino para mejorar su esgrima, un hombre que se vuelve mundano, que vuelve a sus orígenes en busca de sosiego. Sabiendo que su técnica no puede mejorar más, busca sabiduría en las cosas sencillas de la vida antes de su enfrentamiento con Kojiro, que es un reflejo de lo que había sido Musashi en la segunda película: un narcisista de su propia fuerza.
Pese a este buen derroche de filosofía samurai, la película se hace demasiado lenta en su tramo medio y se muestra un poco torpe a la hora de resolver el triangulo amoroso que se desarrolla durante toda la trilogía. Además, se le otorga poco metraje al duelo que da nombre al film, aunque, eso sí, es de una intensidad intachable.
Una gran película para los amantes del cine samurai y de El libro de los cinco anillos
Se cierra la trilogía del samurai con el esperado duelo entre Takezo y Sasaki Kojiro. Un duelo para dirimir quien es el mejor samurai de la época, un duelo épico con el fondo de un amanecer en la playa de la isla Ganryu, un duelo memorable que pone el broche de oro a una de las más reconocidas sagas de cine Chambara.
En la tercera entrega Takezo deja de utilizar la fuerza bruta y decide irse a cultivar su propia tierra tras dejar atrás a su amada Otsu. Pero no será sólo Otsu la que vuelva a localizar a Takezo, la joven Akemi intentará nuevamente interponerse entre Takezo y Otsi. Samurai 3 nos muestra el lado humano de Takezo quien por momentos deja de comportarse como un samurai. Pero en su destino está Sasaki Tojiro quien intentará ganar en combate a Takezo.
Se culmina brillantemente esta mítica trilogía de samuráis con el gran Toshirô Mifune al frente y dirigido con acierto por Hiroshi Inagaki. En toda la trilogía hay que destacar la excelente música de Ikuma Dan que lleva en volandas a Takezo por todo su recorrido en el que se convierte en el samurai más conocido y respetado de la época.
Takezo (Musashi) se enfrenta en éste final de la trilogía a Sasaki Kojiro, personaje ya presente en Samurai 2: Duelo en el Templo Ichijoji, en el que sería un duelo mítico en 1612 y que marcaría la supremacía total del kenjutsu de Musashi sobre el resto de samuráis de su época. Aún quedaría mucho por contar en la biografía de Musashi pero con este duelo que enfrentó a los dos mejores espadachines de su momento se da por cerrada esta trilogía en la que Mifune
da vida al mejor representante en la historia de Japón del ideal del Tateyaku como samurái estoico cuya única motivación es alcanzar los más altos grados de excelencia como samurai sin importar nada más. Así mismo esta trilogía es una de las mejores películas de Chambara de la historia en la que evidentemente tenía que estar Toshiro Mifune, esta vez no con
Kurosawa pero si con otro gran director de la época Iroshi Inagaki (47 Ronin).
Una vez que he dado la brasa como si supiera de que va el asunto respecto al tema de si se deja ver o no tendía que decir que de las tres me parece la mejor. Eso sí, advierto que es un cine de aventuras en plan japonés con mucha introspección de los personajes y actitudes que resultan bastante extrañas para los occidentales. No hay mucha acción aunque de las tres probablemente es la que más acción tiene y que nadie se espere escenas superespectaculares
rodadas desde cien miel ángulos y ralentizadas ese es un gran logro que le debemos al cine de acción actual.
Esto último lo digo porque luego habrá quien la comparará con el último cine americano y no procede.
La tercera y última parte de la saga es la que tenía más interés, por saber qué final tendrá Toshiro MIfune y para poder valorar con mayor profundidad la trilogía. Para mí Samurái 3 es la más floja de las tres, no sólo porque el epígrafe que se lee en el título de la película no hace honor al contenido (el duelo ocurre en los últimos seis minutos) sino porque todo lo anterior, el camino que recorre nuestro samurái en esta tercera parte, ocurre de forma lenta y sin el mantenimiento del ritmo de las anteriores dos películas. El gran personaje ha llegado a un punto de madurez muy interesante en el que rehúye el uso de la violencia y sólo en caso de extrema necesidad utiliza la espada. Si unos salteadores lo acorralan no queda más opción que defenderse y sobre todo, si su gran rival insiste hasta la obsesión en batirse en duelo con él, entonces su técnica en el arte de la espada lo alzará como el mejor samurái de su época.
Antes de llegar a la isla vemos a Mifune encabezonado en volver a sus raíces, labrar la tierra y abandonar la vida errante, aposentar su existencia entre las cuatro paredes de su cabaña y vivir en paz. No necesita demostrar a nadie que con la espada es el mejor, busca una tranquilidad que no tiene desde que en la primera película se fue a la guerra. Por ello ahora es el momento de valorar justamente la saga, cuando vemos a nuestro protagonista plantearse una vida como la que tenía en el pasado. Sin embargo, ahora hablo del caso concreto de la tercera parte, esa etapa de campesino me ha parecido aburrida. A Hiroshi Inaki le sirve para finiquitar un triángulo amoroso de gran pesadez, pero en esta ocasión es rácano en los duelos, hay mucha más sangre y muerte en las dos películas anteriores. Cuando asaltan el pueblo me ha decepcionado una resolución tan escasa de acción.
Qué le vamos a hacer, Mifune es alguien que no tiene necesidad de demostrar a nadie su superioridad, así que le sirve cazar moscas con sus palillos para espantar a un grupo de personas. Las escenas de Mifune cazando moscas sí es algo grande mientras que el duelo con su gran rival, pese a ser una maravilla, cuenta con el fallo de resolverse con gran brevedad. Así que por fin acaba una saga de lo más entretenida, resuelta no de la mejor manera en su última parte, pero como alguien dice por otro lado, ver a Toshiro Mifune siempre vale la pena.