Romance en Tokio
Sinopsis de la película
Amelie es una joven belga soñadora de 20 años que vuelve a Japón, donde nació y pasó parte de su infancia. Allí da clases privadas de francés para ganarse la vida, y es así como conocerá a Rinri, su primer y único estudiante, un joven japonés con el que entablará un romance. Entre sorpresas, momentos felices y escollos en mitad de un choque cultural, Amelie descubrirá un lado de Japón que nunca antes había conocido.
Detalles de la película
- Titulo Original: Tokyo Fiancée
- Año: 2014
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
Película
5.3
95 valoraciones en total
La elegí porque había quedado para cenar, y era la única que duraba menos de 2 horas.
Esperaba que, al menos, me sorprendiera con algún descubrimiento nuevo de la vida nipona, o que aumentara mis ganas de ir (algún día) a Japón. Pero nada de nada.
La historia es poco creíble, aburrida, y cae en todos los tópicos que ya conocemos.
¡Qué ganas de que terminara! y no fui el único, se notaba en la sala, por el poco interés que despertó en los pobres que allí estábamos.
Mala, mala, …
La cultura asiática -y por tanto, japonesa- es, por desconocida, muy atractiva para el ciudadano de occidente. Amelie es una joven belga fascinada con todo lo relacionado con Japón, que además vivió allí los primeros años de su infancia. Lejos de su tierra natal, la joven se ha sentido siempre atraída por su cultura. Es por eso que, al cumplir los veinte años, decide emprender un viaje sin billete de vuelta a Japón. Para subsistir decide dar clase de francés, en las que conocerá a Rinri, su único alumno, con el que entablará una amistad que más tarde acabará siendo el romance que da nombre a la cinta.
Romance en Tokio es una película que nace muerta. Todo en ella resulta insípido y anodino. Si el fondo es incapaz de generar cualquier tipo de sensación, quizá por la naturaleza del relato o por culpa del propio Stefan Liberski, su acabado visual está tan relamido -lo que podríamos llamar sin ningún problema estética jeunetiana- que su apoyo es meramente circunstancial. Es bastante paradójico que una cinta tan atractiva (o más bien llamativa) visualmente sea tan sosa, tan artificial que en ningún momento parezca ir a trascender la peculiar relación amorosa entre la chica europea y el chico japonés. Es el choque entre culturas, las dificultades que tiene Amelie para comportarse como una verdadera japonesa -su sueño desde pequeña-, el causante de la mayoría de situaciones cómicas que tienen lugar en la película. El metraje está inundado en su mayoría de momentos graciosos y/o divertidos, aunque en el tramo final Liberski intenta dejar un poso dramático totalmente innecesario. Parece que únicamente lo hace para encontrar justificación a las decisiones de la protagonista.
Si durante la primera mitad de película es bastante fácil sentirse atraído por la historia y su nada original pero dinámica forma de narrarla, la segunda se hace cuesta arriba y pierde la poca gracia que tenía anteriormente. Toda la simpatía que desprende Romance en Tokio es gracias a su carismática actriz protagonista, Pauline Etienne. Sin ella, el filme sería mucho más insípido de lo que es. Puede que víctima de la novela autobiográfica de Amélie Nothomb, el trabajo de Stefan Liberski no haya sido capaz de avivar una historia que parecía contar con los ingredientes necesarios: actriz idónea, exotismo, folclore, estética atrayente…
Desgraciadamente, Romance en Tokio resulta bastante artificial en todo momento. En este tipo de películas es bastante común que se transmita esa sensación, sobre todo cuando se hace uso de la imaginación de los personajes, algo que aquí ocurre. Pero el problema que tengo con ella es bastante más importante y profundo (y, probablemente, irremediable). No es ya cuestión de que el envoltorio me resulte artificial, que me lo parece pero no me molesta por sí mismo, sino la falta de esencia y alma de la propia película, cuya falta de chispa y de gracia no permiten que conecte en ningún momento. Ni siquiera es original, cualidad que en este contexto era bastante fácil que apareciera. Cuando algo nace muerto, es sumamente complicado que reviva en poco más de hora y media. Dicho esto, Romance en Tokio no es una película que me parezca especialmente mala, pero sí una que no me dice nada y en la que no logro involucrarme.
Hace varios años vi una película japonesa bastante lamentable que se titulaba My Darling Is a Foreigner. En ella se trataba el choque cultural que suponía, desde el punto de vista —autobiográfico— de una japonesa, convivir con su pareja occidental en el Japón actual. No tengo ni idea de cómo se resolverían esas situaciones en el manga de Saori Oguri, pero su traslado a la pantalla es de las cosas más sosas que se puede uno encontrar no sólo en la comedia romántica, también en cualquier otro género existente, sobre todo a la hora de representar las diferencias y similitudes que, en otra mente u otras manos, podrían haber sido mucho más cómicas o dramáticas (y eso sin añadir al actor norteamericano que hace de marido a la lista de puntos negativos).
Ahora es el turno de Romance en Tokio, la versión cinematográfica de la novela autobiográfica de Amélie Nothomb (Ni de Eva ni de Adán). En ella se trata el choque cultural que supone, desde el punto de vista de una belga nacida en Japón (donde la protagonista estuvo viviendo los primeros cinco años de su vida), tener una pareja asiática en el Japón actual, aunque yendo unos pasos más allá al intentar recrear, un poco de pasada, otros sentimientos que vienen de estar solo, pero dejando claro que lo que le interesa es esa búsqueda personal que deriva en el encuentro del amor y su descubrimiento. Así, la comicidad inicial, bastante convencional, se encamina hacia el romance y la película va mejorando con el paso de los minutos, cada vez menos encorsetada en intentar dar a conocer la personalidad de la protagonista y su entorno, y más centrada en la observación interior y las contradicciones propias que el amor genera en uno mismo (que si sí, que si no, etc).
A Romance en Tokio le sienta bien llegar a ese punto en que parece que se diga que la vida es más compleja que el amor (eso la aleja de comparaciones con la anodina My Darling Is a Foreigner), y que lo peor que puede pasarle al último es que tenga que enfrentarse a la primera, porque tiene las de perder. No hay gravedad en esa lucha (que si la hubiera implicaría ciertas discordancias propias de ser un humano), y se agradece el tono natural y sencillo de la cinta, que parece adecuarse a la opinión que la protagonista tiene de los japoneses, que sienten más de lo que expresan. Por eso es interesante ver cómo se muestra la dependencia, aunque sea a través de una sola escena, y que se aleje de otros relatos que lo único que intentan retratar es esa diferencia cultural en base a Karaokes y a las máquinas de recreativos, algo que llama la atención el primer día y poco más, aunque tampoco se aleja de otros tópicos más comprensibles.
Es un romance biográfico, y como tal, habrá gente que encuentre en él mucho más de lo que ofrece en apariencia, y otros que vean en ella una película de amor común, sólo que con un interesante cambio de escenario y de paisaje. A veces se echa de menos un cierto lirismo y otras veces se siente que es aparatoso, pero en general Romance en Tokio es una obra bastante concreta en su argumento, que crece en intensidad con prudencia, y que contentará a los amantes del género que alguna vez se hayan podido cuestionar si es suficiente con quererse para seguir juntos, o cualquier otra duda que les haga creer que es hora de romper con la pareja y de seguir con ella al mismo tiempo.
Tras asistir al preestreno el 21 de Abril, salgo con un sabor completamente agridulce al haberla vista doblada ya que en algunas escenas los personajes muestran su voz original que dista bastante de la del doblaje y claramente te crea la duda de saber en que idioma se están comunicando durante toda la película ya que el doblaje es siempre en castellano, menos cuando hablan en francés o en algunas ocasiones en japonés, así que para mí gran parte de esa magia que tiene el cine se pierde con este tema.
Romance en Tokyo está basada en una novela semiautobiográfica de Amélie Nothomb, llamada Ni de Eva ni de Adán, teniendo como resultado una historia llena de enfrentamientos por el choque de dos culturas completamente diferentes como son la europea y japonesa. Todos estos choques se va observando la estereotipación de ambos mundos pero como poco a poco vamos descubriendo que ambos personajes desean tanto formar parte del otro mundo ajeno a su día a día que estos estereotipos van quedando todavía mucho más acentuados.
Se trata de una comedia romántica con un tono tan sincero e inocente que va creciendo poco a poco gracias a su narración con voz en off que nos hace abrir camino escena tras escena. Esto logra que el espectador se encuentre escena tras escena esperando el desenlace de la misma y es algo que se agradece ya que tiene pequeños tintes de documental en muchas de sus planos, al enseñarnos lugares de la ciudad diferentes a los que estamos acostumbrados a ver, por eso Romance en Tokyo nos ofrece un Japón más real y menos turístico del que nos ofrecen de por sí.
Destacar que no es una película en la que vas a encontrarte toda la cultura japonesa como podría desear un auténtico amante de este país y cultura, pero si que es cierto que al no ver todo esto, nos ofrece una versión mucho más realista del modo de vida japonés, algo que puede llevar a pensar que no es todo como nos lo han hecho ver y por lo tanto puedes desengañarte fácilmente de todo aquello, pero aún así la visión que nos ofrece te invita a descubrir una cultura completamente diferente a la nuestra, pero que en algunas facetas mantienen valores muy similares.
De las interpretaciones, destacar a la pareja protagonista porque entre ambos salta la chispa que hace que la química en pantalla sea realmente impresionante, Pauline Etienne evoluciona con la historia adaptándose a su vida tal y como va sucediendo, pero en el caso contrario tenemos a Taichi Inoue que muestra la frialdad oriental y que es el personaje que maneja la frialdad en toda la película, pero que al mismo tiempo demuestra que todo el mundo puede cambiar y como puede ser completamente diferente al encontrarse a solas con su pareja o con la sociedad. Con esta interpretación dejan patente que tienen un mundo completamente abierto tras Romance en Tokyo.
La música y fotografía para mí han sido sin duda alguna lo mejor de todo esto, porque encajan a la perfección con toda la historia, de hecho podría decir que sin esas localizaciones, melodías… la película sería una más, no tendría esa chispa que necesita para hacerla diferente a las miles de películas románticas con las que la industria nos tiene acostumbrados. Posiblemente lo más impactante es encontrarnos con imágenes reales del Tsunami sufrido en Japón en el año 2011, algo que precipita el final de la película y que se convierte en un giro inesperado para el espectador pero que nos viene adelantando la propia historia poco a poco.
Esta película es una de esas películas que posiblemente pasen sin pena ni gloria por nuestros cines, pero claramente es para mí, una película para ver en versión original, de hecho, voy a tratar de volverla a ver en versión original y así poder volver a valorar la cinta. Si no eres un apasionado por Tokyo y la cultura japonesa posiblemente el resultado final sea una película más en la que tenemos una historia de amor casi adolescente, pero que te hace pasar un buen rato. Si eres un apasionado te vas a encontrar con algo enfrentado porque esperas ver el estereotipo japonés y te encuentras con la realidad (desde el punto de vista de los protagonistas), por lo tanto genera una gran duda. Pero pese a todo eso es una película que te deja pegado en el asiento de principio a fin y consigue su objetivo de manera clara y concisa.
Romance en Tokio, de Stefan Liberski, es una comedia romántica basada en una joven belga risueña que tras 20 años de ausencia vuelve a Japón, el país que la vio nacer y al que tanto ansiaba volver para ganarse la vida allí dando clases de francés. Con esta historia aparentemente nostálgica, el director y guionista crea un curioso film que toma como base el romance intercultural, así como la superación o no de las asperezas e incomprensiones que surgen en el encuentro amoroso entre la protagonista belga y un joven japonés que es el alumno de esta. A todo esto, se añade también más interés con las extrañas e infantiles ocurrencias de la protagonista para dar un toque innovador a la película.
En cuanto a la parte técnica, sobresale por encima de todo la música melódica y emotiva que llena de encanto la cinta en casi todas sus escenas. También destacan los planos y movimientos de cámara a través de la cámara en mano, generales, seguimiento, tercera persona, subjetivos y planos-contraplanos que exprimen lo mejor de las interpretaciones y su entorno. Cabe mencionar también, que la fotografía es evocadora de Japón y está cuidada en detalles competentes que logran hacer de ella una tarea vistosa.
El guion, escrito por el director y basado en el libro de Amélie Nothomb, toma como base el romance entre distintas culturas y expone el cambio de pensamiento de la joven en su periplo en Japón, su cambio de actitud y pérdida de la ilusión al mostrar el director la perspectiva del otro Japón, el del japonés que vive allí y no siempre es comprendido por otras culturas que solo suelen pasar unas cortas vacaciones en el país nipón. Esto se lleva a cabo con una narrativa con voz en off al principio que es explicativa de la vida de la protagonista y el resto que es natural e insinuante en sus amables y educadas conversaciones. Cabe señalar también, el montaje lineal y seguido que no se toma prisas en ir mostrando su historia.
En cuanto a la parte interpretativa, son competentes y cumplen bien con su cometido. Como pareja protagonista, Pauline Etienne trabaja con sensibilidad e inocencia en un papel de chica jovial y risueña, y Taichi Inoue logra una certera y convincente interpretación que trastoca algo al espectador en sus sorprendentes aficiones. Son buenos también, los acompañamientos de Julie LeBreton, Alice de Lencquesaing y Akimi Ota entre otros. Para estos emplea la dirección artística, unos vestuarios y caracterizaciones sencillos y normales en una correcta labor que es sugestiva de cada personaje y que junto con los decorados y exteriores te transportan in situ.
En resumen, considero Romance en Tokio, un film romántico distinto que expone fehacientemente el amor en lo bueno y en lo malo, en la felicidad y en la tristeza, en la confianza y el escepticismo de los sentimientos encontrados para dejar mella en el espectador apasionado. Por lo que, sin duda alguna, es una película diferente y profunda que de forma real y a través de una relación intercultural, llega al público de forma sincera y pura para satisfacción de todos aquellos seguidores de las buenas comedias románticas que tienen la honrada intención de llegar al espectador por caminos no andados hasta el momento.