Roma
Sinopsis de la película
Durante la construcción del metro de Roma, las excavaciones dejan al descubierto una vieja casa llena de pinturas murales al fresco. Una de ellas representa a una vieja dama de la aristocracia romana, que organiza en su casa unos desfiles de moda muy originales. La película recorre las casas de tolerancia de la época y los espectáculos de la noche romana. Poco después, es Fellini quien recuerda sus años de escolar, entre latines que evocaban a Julio César y Nerón.
Detalles de la película
- Titulo Original: Roma
- Año: 1972
- Duración: 128
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Opinión de la crítica
Película
7.4
20 valoraciones en total
Film nº 12 de Federico Fellini. El guión, de Fellini y Bernardino Zupponi, se inspira libremente en recuerdos autobiográficos del primero. Se rueda en exteriores de Roma y en el Estudio 5 de Cinecittà Studios. Gana un Nardo dArgento (escenografía). Producido por Turi Vasile, se proyecta por primera vez en público el 14-III-1972 (Fest. Cannes).
La acción se divide en tres tiempos: recuerdos de infancia (años 30), traslado y estancia en Roma (IIGM) y descripción de la ciudad actual (1970/72). Los focos de atención son Roma y su transformación a lo largo del tiempo.
El film suma los géneros de comedia y drama. Desarrolla tres niveles narrativos: la ciudad como mito, forjada en la mente infantil de Federico como mezcla de fábula y leyenda, la ciudad física, de los monumentos, las gentes y las fiestas, y la ciudad oculta, combinación de elementos grotescos, patéticos y opresivos. El cruce de tres tiempos y tres niveles narrativos da lugar a una malla compleja, densa y vibrante, sobre la que se asienta un universo barroco, colorista, exhuberante y abigarrado, característico de la segunda etapa crativa del realizador. Hace uso de un lenguaje recargado y caleidoscópico, que mezcla documental y ficción, realidad y evocación, recuerdos y sueños, pasado y presente. La trama es ligera, la ilación entre escenas a penas existe y no hay una historia de desarrollo lineal. La obra se comporta como un mosaico de recuerdos, delirios y vivencias, en el que la fábula supera a la realidad y los sueños desbordan a la experiencia. El resultado es un film sumamente personal, impregnado de la visión sensual y amarga del autor. A ésta se añaden numerosas acotaciones humorísticas y sarcásticas, que se completan con toques nostálgicos y críticos.
Fellini no deja al espectador del todo desamparado ante la subjetividad del fondo y la singularidad de las formas del film. Los conocimientos relacionados con Roma adquiridos en la infancia (Rímini), los explica como fabulaciones históricas (César, Popea, Nerón). Los recuerdos de juventud hacen referencia al sexo, comida, aglomeraciones de personas y diversiones (teatro de variedades). Los intereses de la madurez se focalizan en el paso del tiempo (parábola de los túneles), los nuevos jóvenes (hippies), congestiones de tráfico rodado y el poder de la Iglesia Católica. Son escenas memorables el defile de modelos religiosos, el caos de la entrada a Roma, el teatro de variedades y la visita a los burdeles. Aparecen en pantalla Ana Magnani, Gore Vidal, Sordi, Mastroianni, Elliot Murphy, etc.
La música, de Nino Rota, aporta composicionies ambientales, de las que destacan Aria de Roma , Trastevere y Desfile de modelos . Añade varias canciones populares. La fotografía, de Giuseppe Rotunno, crea imágenes de gran barroquismo, se apoya en una escenografía y vestuario excelentes y se deleita mostrando la ciudad monumental (paseo nocturno de los motoristas).
La Roma de los ´70 y la Roma de la juventud de Fellini recreada con su estilo habitual. Esta vez con la voz en off del propio director sirviéndonos de guía y haciendo más accesible y amable la película. Una especie de justificación ante el espectador avisando de la ausencia de una historia lineal que, por otra parte, le hubiese limitado en sus pretensiones.
La película tiene por tanto dos partes básicas:
Los recuerdos de Fellini: la visión que desde el pueblo se tenía de la capital cuando era niño, la pensión romana, el teatro, los prostíbulos, el vecindario cenando en plena calle…
Esta parte es sin duda la más interesante e, incluso, parecer seguir un cierto orden cronológico y un leve hilo narrativo que luego se romperá. Son recuerdos que tienen un ritmo y una factura similar a lo que haría después Woody Allen (Días de radio…).
La otra parte es la representación de la Roma actual (años setenta), sin tanto valor poético como los recuerdos y que no tiene hilo conductor en ningún momento. Aquí destaca la importancia del elemento arquitectónico (fantástico el homenaje que hace al final a la arquitectura clásica romana), los hippies en las calles, Fellini dialogando con jóvenes acerca de la visión de Roma que debe dar la película… No trata de dar una clase de sociología, sólo deja constancia con imágenes de la impresión felliniana (un término tan expresivo ya como puede serlo kafkiano) de la ciudad, recurriendo al simbolismo (el aire destrozando los frescos del subsuelo) y al lirismo (imágenes bellísimas, muchas veces con un significado puramente emotivo).
Un ejemplo: el ritmo in crescendo de la entrada a Roma del equipo de rodaje donde van apareciendo cada vez más coches, conductores gritando, luego incluso tanques… hasta convertirse la entrada a la ciudad en un auténtico caos de coches atascados, lluvia, luces, bocinazos y sirenas de policía.
La película trata de evocar (toque fellini puro) más que contar, y lo hace empleando una belleza visual que carece de toda contención. Fellini es incapaz de retener su caudalosa inventiva (tenía cinecita a su entera disposición y podía hacer casi todo lo que se le antojaba). También tiene un lugar destacado el sentido del humor, un colmillo de mamut presidiendo una excavación y su satírica visión sobre la iglesia en el onírico desfile de modelos religioso (lo más famoso de la película). Un desfile bufonesco en el que deja constancia del inmovilismo católico.
Lo peor de esta película es que te quedas con las ganas de que te cuenten más sobre ese chico que llega a Roma y sobre las peripecias que le suceden en la pensión en la que vive. Pero bueno, tenemos Amarcord para desquitarnos.
Resumiendo se podría decir que para Fellini Roma es más Anna Magnani que todas las reivindicaciones sociales y políticas que se quieran hacer.
Milenaria, divertida, curiosa, moderna, satírica, inclasificable. Así es la Roma que nos presentó Fellini. Roma y sus habitantes, los romanescos. La película tiene dos hilos conductores: los recuerdos de un joven Fellini que llega a la gran urbe y la Roma de su madurez.
Una voz en off, el propio Fellini, nos va mostrando la Roma que él vivió en carne propia en su juventud: la pensión, el festín callejero, el teatro, los bombardeos… Y la Roma de su madurez, donde dialoga con jóvenes romanescos acerca de adónde va la milenaria ciudad, baja a las excavaciones arqueológicas que pueblan la urbe constantemente, satiriza el centro del culto católico con un delirante desfile de moda religiosa… Todo ello entremezclado de un modo muy original, muy felliniano .
Es una de las películas menos conocidas del director y no por ello una obra menor. Curiosa, original y con momentos muy, muy divertidos (el teatro de variedades).
Recomendable.
Roma milenaria, que ha sido testigo de eras y más eras, que ha visto pasar tantas generaciones de seres humanos y ha contemplado su grandeza y su ignominia, continúa en pie, resurgiendo constantemente de sus cenizas, alzándose sobre sí misma una vez tras otra.
¿Quién duda de que Roma está tocada por la gracia de lo venerable y de lo que perdura en medio del caos y del cambio? No durará eternamente, y algún día se perderá junto con todo lo que hay aquí, lo vivo y lo inerte… Pero podremos decir que hemos existido y vivido, y Roma habrá contemplado una parte del desfile de los eones.
Fellini, uno de los más excelsos, controvertidos y experimentales directores de cine del siglo XX, caza a la perfección esa resistencia heroica de la ciudad, su halo de eternidad conjugado con la cotidianeidad. Porque Fellini sabía trasladar al celuloide, con esa genialidad que sólo se concede a unos cuantos, el transcurso cíclico del tiempo, esbozando con líneas maestras épocas concretas y comportamientos y estilos de vida que identifican fuertemente al pueblo italiano y, por extensión, a lo que somos todos en esencia. Fellini siempre consigue que nos reconozcamos en algún gesto, en alguna costumbre, en algún modo de pensar, en alguna manera de concebir la vida. Fellini era un filántropo que amaba cada fotograma que filmaba, cada pedacito de palpitante vida que quedaba grabado en cada centímetro de película.
En definitiva, él era capaz de capturar la vida entera en un instante.
Deseando rendir su particular homenaje a su querida Roma, su Roma íntima a la vez que la Roma universal, Fellini filmó un testimonio a medio camino entre el documental y la autobiografía, un legado histórico, entrañable, crudo, sórdido, doloroso y alegre que quizás sea una de las películas más realistas, surrealistas y hermosas que se hayan rodado sobre la Ciudad Eterna.
En la música hay quien se da por satisfecho con la melodía y el ritmo. Disfrutará, sin duda, de la música pero ciertamente se limitará al no encontrar placer en la interacción de los instrumentos, las texturas de los sonidos, la fuerza expresiva de un solo. Así, ciertos estilos musicales le horrorizarán.
En el cine hay a quien le basta una historia, un comienzo, un final, un amor, acción. Películas como Roma le horrorizarán, porque en esta película no hay nada de eso.
Ver Roma es como ponerse a escuchar una música improvisada con la que disfrutas de cada momento, independientemente de una melodía (historia) o de un ritmo, una improvisación fruto de una mente genial, libre y estructurada a la vez. Porque sólo una mente así puede ofrecer un homenaje tan grande a una ciudad (por otra parte eterna). Cuando leo en las opiniones que la ausencia de un trazado narrativo puede ser un defecto de la película, me pregunto ¿qué historia podría contener todo lo que contiene Roma? (es decir, ¿qué melodía podría contener lo que contiene un solo de Coltrane?)
Roma es una exposición de la ciudad en dos planos temporales: los recuerdos juveniles del director y un presente en el que él mismo sale como actor de su propio papel. Así consigue dar unos trazos entrañables, asombrosos, ácidos, actuales y pasados, surrealistas, bellos, limitándose a sí mismo el redondear una historia simplemente porque es imposible o porque no le dio la gana.
Hay que ver Roma con la mente abierta, libre, dejándose llevar por el torrente de sensaciones, igual que se escucha una música libre o se disfruta de un cuadro no figurativo. Y si no lo sientes, vuelve a la melodía y al ritmo, vuelve a la Forma.