Río salvaje
Sinopsis de la película
América, años treinta. Chuck Glover (Montgomery Clift) es un funcionario del Gobierno del Valle del Tennessee, encargado de expropiar las tierras ribereñas, cuyos habitantes sufren con frecuencia los devastadores desbordamientos del río. El objetivo es, además de evitar catástrofes, construir una presa hidroeléctrica que garantice el progreso de la región. Pero ese proyecto exige la demolición de las viviendas de una pequeña población y la evacuación de sus habitantes. Y el caso más difícil de resolver es el de una mujer de 80 años (Jo Van Fleet), que se resiste con todas sus fuerzas a abandonar el hogar de sus antepasados. Mientras tanto Chuck se va enamorando de la nieta de la anciana, la bella Carol (Lee Remick).
Detalles de la película
- Titulo Original: Wild River
- Año: 1960
- Duración: 109
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Opinión de la crítica
7.2
25 valoraciones en total
Estamos ante una interesante película que ya se cuentan entre una de las mejores de Elia Kazan junto con Esplendor en la hierba. La película narra la expropiación de una vieja propietaria sureña que ante la crecida del rió Tennesse es obligada a abandonar sus tierras. Es uno de los films más ambiciosos de Kazan, y una película que cuando se estrenó no fue muy bien recibida por la critica. Pero con el paso del tiempo, hoy día se tiene de ella una visión más positiva, algunos incluso la califican como un inteligente estudio de los cambios históricos que acaecieron en la sociedad norteamericana en una determinada época.
La película se va desarrollando en ese tira y afloja para que venda sus propiedades y abandone la isla, y donde Kazan parece colocar la simpatía con la vieja que no quería abandonar la isla donde ha vivido la mayor parte de su vida y donde quiere morir. Y esto hace que la historia sea mucho más viva y que todos los personajes que intervienen en ella tengan una similar intensidad. Hasta el extremo que, tanto este problema como el de los racista que desata el protagonista al contratar negros para la construcción del pantano y pagarle el mismo sueldo que a los blancos, hacen que no sean un simple telón de fondo de la historia de amor, sino que tiene tanta fuerza o más que ella.
Aunque lo que verdaderamente hace de Rió salvaje una obra maestra es la intensidad de las relaciones entre Chuck Clover, que es el tercer empleado que manda el gobierno para resolver la situación del valle, y Carol Carth, la nuera de la vieja, que por causa de la II guerra mundial quedó pronto viuda con dos hijos.
Es una película llena de escenas memorables. Destacar la dirección de la poderosa pareja formada por la joven y sensual Lee Remick y el portentoso Monty Clift, que a pesar de que estaba viviendo una de sus etapas más duras y difíciles de su vida, supo dar aquí una muy buena interpretación. Destacar también la interpretación de Jo Van Fleet, que con solo 40 años borda su personaje de una anciana de 80 años.
Destacar también el maravilloso empleo del cinemascope, los decorados, la ambientación tan conseguida, y la formidable música de Kenyon Hopkins.
Es una película que reflexiona sobre la dicotomía entre lo nuevo y lo viejo, el apego a unas raíces, la soledad, el como los cambios pasan por encima de las personas….Se rinde tributo a una época de EEUU en la que todo parecía posible, incluso los cambios sociales mas problemáticos. Es una gran obra.
Los intereses colectivos estarán siempre por encima de los intereses individuales. Esta es ley del derecho y es ley de la vida, y en este filme se aplica con precisión, sin descuidar de ningún modo, el interés por ofrecer la mejor reubicación posible de los afectados, en este caso, los trabajadores afroamericanos de la pequeña isla sobre el río Mississippi, y la señora Garth, la anciana empeñada en evitar el desarraigo hasta donde le alcance la vida.
Una compañía estatal, la TVA, dadas las frecuentes tragedias causadas por los desbordamientos del río Tennessee, ha enviado a Chuck Glover para que convenza a la única persona que se niega a venderle al Estado su propiedad en una pequeña isla en pleno centro del río. Pero, Ella Garth, es una anciana de tan fuertes raíces que ya hasta tiene puesta la lápida donde será enterrada en aquel mismo lugar.
Al tiempo que va estableciendo una afectiva relación con la nieta de la señora Garth, Glover la verá bien difícil para lograr su cometido con la abuela, además de que se verá enfrentado a los propietarios de tierras, cuando por su cuenta decida igualar los salarios de los explotados.
Haciendo la conjunción de dos novelas sobre la vida en el Mississippi, el atinado guionista Paul Osborn (Madame Curie, El despertar, Al este del edén) vuelve a apuntarse otro éxito en su carrera con esta historia que mira con respeto el arraigo a la tierra, pero que como debe ser, elige el camino que más le conviene a una comunidad entera. Porque se comprende la resistencia al cambio, pero esa magnífica metáfora del río salvaje que lo arrasa todo a su paso para forzar la evolución y las mejores condiciones de vida de las minorías, deja bien plantado que también la naturaleza hace su parte para que el progreso social no se detenga bajo ninguna circunstancia.
Elia Kazan logra un filme con marcada fuerza interior y el cambio que se produjo en el personaje de Montgomery Clift –pensado en principio para Marlon Brando como hombre fuerte- siento que benefició al filme en el sentido de que la fortaleza de Chuck es de tipo gandhiano, y demuestra de nuevo que no son los que tienen la fuerza, sino los que tienen la resistencia los llamados a vencer.
Por su parte, Lee Remick nunca había lucido más bella y con mayor carisma, como en este rol de Carol, la viuda con dos hijos que, a punto de volver a casarse, de pronto descubre que el amor ha llegado con ese hombre incapaz de ganar una pelea cuerpo a cuerpo, pero capaz de producir fuertes y significativos cambios para toda una sociedad.
Kazan vuelve a lucirse como un excelente director de actores y Jo van Fleet (ganadora del Oscar por su actuación en Al este del edén) sigue demostrando lo fácil que le resulta echarse encima el doble de su edad y bordar personajes femeninos del más fuerte carácter.
Creo que RÍO SALVAJE corrobora una vez más, que no es inteligente ponerse en contra de los deseos de la naturaleza.
Kazan nos devuelve a la América profunda con su inconfundible narrativa visual, crepuscular, dorada, presentándonos a orillas del río Tennessee una historia de segregación racial adaptada a los ambientes sureños de la época de la Gran Depresión. Una historia, Río Salvaje, que bien podría formar parte de una trilogía documental junto a Esplendor en la hierba y Al Este del Edén. Pareciera que las tres películas se retroalimenten entre sí.
La acción transcurre en el año 1934. Clift, ya reconstruido su rostro tras el accidente de tráfico que sufre en el 1956, es un agente de la Administración del Valle de Tennessee encargado de la expropiación de unas tierras, al que poco menos que toman por el pito del sereno. Kazan pone como nadie de relieve el conflicto o choque de poderes y competencias que se produce entre el gobierno federal de los Estados Unidos (que Monty representa) y las libertades individuales en cada casa, rancho, condado o ciudad. En Río Salvaje, se evidencia el tropiezo entre las distintas idiosincrasias de la nación americana: de cómo un puñado de blancos del Sur, deciden la suerte de todos los hombres negros de la región estableciendo a 2 dólares el jornal por día de trabajo mientras sus congéneres blancos recaudarán más del doble o, de cómo una anciana Jo Van Fleet (de apenas 46 años en el rodaje pero a la que caracterizaron de octogenaria) pone en jaque con su declaración de intenciones al mismísimo presidente Rooselvelt. Todo con la Gran Depresión y el New Deal como telón de fondo, tema recurrente en el cine de Kazan.
Clift tuvo ocasión de compartir pantalla probablemente con las cinco intérpretes femeninas más destacadas que dio el cine americano en el siglo XX:
– Katherine Hepburn y Liz Taylor (en De repente, el último verano, con la segunda, su mejor amiga, repetiría en Un lugar en el sol y El árbol de la vida)
– con Anne Baxter en Yo Confieso de Hichtcock
– Jo Van Fleet (actriz fetiche de Kazan) en esta entrega.
– y con Lee Remick, co-protagonista en Río Salvaje, quien, a juzgar por su papel en Días de vino y rosas, pasa por completar el quinteto actoral femenino por justicia.
Él, ya menoscabado su aspecto físico y minada su moral, en proceso de autodestrucción, sigue deslizándose por lo que en Hollywood bautizaron como el suicidio más largo de la historia. Quizás los problemas personales de Monty ayudaron a dar más convicción a sus personajes desvalidos y patéticos, como es el caso.
Más allá de las tres interpretaciones protagonistas, de altura, sobresalen los secundarios y un guión que continúa siendo tema de actualidad: ¿hemos de claudicar en favor del progreso y en detrimento del medio natural? A juzgar por la expresión de Clift, quien perpetra la expropiación, evidentemente no. Al fin y al cabo, como el mismo confiesa la peor erosión no es la que causa la tierra sino la que corroe nuestras ganas de vivir.
Muy buena.
Río Salvaje narra la expropiación de una vieja propietaria sureña que ante la construcción de una presa en el río Tennese es obligada a abandonar sus tierras. Ante la negativa de la anciana Elle Garth (Jo Van Fleet) a dejar sus propiedades, la Tennesse Valley Authority envía a un empleado, Chuck Glover (Montgomery Clift) para disuadirla. El funcionario va a encontrar a una inesperada aliada, la nieta de la anciana, Carol (Lee Remick), una joven viuda que vive allí con sus dos hijos sin decidirse a rehacer su vida. Estamos en los años 30 que bajo el mandato de Roosevelt, se crearon muchos pantanos. En ese contexto socio político, con esos personajes y ese tema Kazan filma una película que fluctúa armónicamente entre la narrativa y la poesía, además de una gran belleza visual.
El ambiente que encuentra Chuck a su llegada no difiere mucho del que esperaba: ese atávico racismo consentido, una fila de desempleados esperando el reparto de ayudas para cuyos miembros no existe la idea del progreso, una triste oficina a la que parece haberse filtrado algo de la melancólica pereza sureña (siempre me he preguntado, porqué la pobreza económica y el atraso histórico, siempre anida en el sur, de España, de Italia, el sur de Europa, el sur de EEUU, el sur del continente americano). Chuck va descubriendo un mundo cerrado, a la vez que empieza a considerar las razones de quienes lo habitan, aunque no crea en ellas y no las comparta.
Pero en el fondo, aparte del conflicto social y también de la historia amorosa narrada con gran delicadeza, está el carácter de la tierra, las cualidades del paisaje, una mirada elegíaca de Kazan hace suya a través de la que Chuck arroja hacia todo ello, en parte admirada, en parte desconcertada, siempre interrogativa. Y, tratándose de un cine de miradas, de tono, de atmósfera, de cadencias poéticas, es lógico que lo que más conmueve son esas miradas. Una historia llena de sensibilidad y humanismo reflejado en cada encuadre a veces evocadores a veces violento. Todo ello gracias al trío protagonista, que transmiten perfectamente esas emociones.
La dicotomía entre lo nuevo y lo viejo, el apego a unas raíces, el mitológico sur de Pinky, de Mar de hierba, de Baby Doll o de Un tranvía llamado deseo, queda de nuevo en evidencia pero por suerte esta vez el cineasta está más cerca de Faulkner que de Williams. Elle es la última pionera de una raza que debe perecer como un personaje incapaz de asumir su integración dentro de otra colectividad. El Cinemascope y el Tecnicolor ayuda a dar al entorno un tono físico que se inscribe dentro de la acción como elemento unitario, predominio de colores ocres y terrosos, la neutralidad del vestuario, la apertura a grandes espacios, alejado de una belleza estereotipada y uniforme. Kazan decide no especular con los sentimientos y realiza, en mi opinión, su film más americano.
Rodeado de un buen número de actores que le resultaban próximos —incluso con Monty Clift había trabajado previamente en teatro— Kazan, pese al batacazo salvaje en taquilla que se pegó, filmó una película que más tarde habría de confirmar en repetidas ocasiones como una de las favoritas de su filmografía. Quizás debido a que algunos de los temas fundamentales en su carrera —la temática social de cariz realista (que ya se apunta desde el material documental a modo de introito) y el análisis pormenorizado de personajes y ambivalencia de personalidades— aparecen aquí trazados con mesura y proporción. Incluso el contexto de la América profunda, también obsesión frecuente en su cine (Baby Doll, Esplendor en la hierba), encuentra en este guion acomodo para explayarse considerablemente.
Para ello se valió de la expresividad de un maltrecho Clift —ya con el accidente y sus adicciones a cuestas— al que daban la réplica las estupendas Lee Remick y Jo van Fleet —enorme en ese sentido la relación de admiración-rivalidad entre ella y Monty— y de una factura muy equilibrada en localizaciones y la fotografía otoñal.
Es interesante, entrando en detalles, observar un guion que sortea las intenciones doctrinarias de proselitismo anti-liberal. Se puede incidir, desde ese punto de vista, en la relación de ese detalle con la voluntad de Kazan de esquivar los excesos emotivos del actors studio. Todo ello se confabula en una puesta en escena carente de sobresaltos y más centrada en captar la belleza tenue del Cinemascope y la contención en las interpretaciones. Quizás esas pretensiones veraces de retrato sociológico de Kazan —seguidor confeso del neorrealismo italiano— son las que consiguen alejar el fantasma del recado vocinglero tan recurrente en este tipo de argumentos.
En este sentido, cabría destacar que el personaje de Clift tiene una evolución no enfatizada, una crisis mostrada de manera sobria entre sus obligaciones o convicciones y la realidad que descubre. Esto compensa en parte algunos tramos de estructura de guion de laboratorio tanto en la distribución formal de escenas como en los diálogos academicistas.
Quizás la falta de química entre la pareja protagonista y la ausencia de carisma de un Clift en horas bajas sean elementos que lastran el conjunto. El aspecto físico del protagonista, de hecho, obligó a Kazan a modificar el planteamiento primero de la cinta, convirtiendo al personaje en un tipo inseguro y no el hombre fuerte que tenía pensado. El clásico héroe hollywoodiense que había de enfrentarse a la conjunción de cerrazón y tradiciones de las fuerzas sureñas se convierte en esta cinta en un tipo débil, que se mantiene en sus trece más por obligación que devoción.
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