Red Riding: 1983, Parte 3 (TV)
Sinopsis de la película
Nueve años después, otro niño de Morley ha desaparecido en el trayecto desde su casa al colegio. El superintendente Maurice Jobson relaciona este nuevo caso con la desaparición de Clara Kemplay, que fue encontrada muerta en 1974, y con el encarcelamiento del joven Michael Myshkin. El abogado John Piggott, convencido de la inocencia de Myshkin, comienza a luchar en su defensa, proporcionando inconscientemente un catalizador a Jobson para poner las cosas en orden. Tercera y última parte de la miniserie británica Red Riding , compuesta por tres largometrajes estrenados en 2009 y basados en las cuatro novelas negras de David Peace: Red Riding: 1974, Red Riding: 1980 y Red Riding: 1983, dirigidas por Julian Jarrold, James Marsh y Anand Tucker respectivamente. La novela Red Riding: 1977 no llegó a adaptarse. Un joven que debe investigar varios asesinatos decide estudiar casos reales protagonizados por asesinos en serie británicos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Red Riding: 1983 (The Red Riding Trilogy, Part 3) (TV)
- Año: 2009
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
6.7
49 valoraciones en total
Inquietante y esperanzadora sorpresa. Caperucita anda perdida en un bosque realmente oscuro, terrorífico, dónde las criaturas deformes y los hombres malos acechan. Un bosque dónde los árboles han crecido retorcidos y se beben la luz para dar sólo sombras, arañando la carne con sus larguísimas ramas secas. Todo lo domina la oscuridad y una podrida humedad. Y siempre el lobo. ¡Ay, de los cazadores de noble corazón! Dejen atrás toda esperanza. Las tres películas son pura congoja. Buen cine tejido con cariño, maestría y paciencia. Muy británico, por cierto.
Tercera y última parte de la negra trilogía fílmica.
Esta tercera entrega se antoja decepcionante. El rigor narrativo de las dos primeras es sustituido por una suerte de zozobra confusa que te aleja de cualquier posible empatía. No sabes casi nunca si estás en 1983 o 1974 o vete a saber cuando. Mal narrado. Tampoco el objeto narrado cobra una especial relevancia pues la historia del abogado defensor está explicada superficialmente, la del policía arrepentido cobra aires de surrealismo y la resolución final, a pesar de contar con el apoyo previo de tres películas, es precipitada y está mal contada. Problemas de guión y de dirección, sin duda.
Aún así, es notable destacar que las dos tesis de la trilogía son lucidamente válidas: la primera, que son muchos los ciudadanos (si no todos) los que aún viven en una sociedad feudal dominada a sangre y fuego por empresarios y poderes fácticos y morales, y segunda, por si alguien no lo tenía ya claro, la pobreza mata. Hay que reconocer el trabajo cumplido por esta producción para satisfacer la necesidad que la televisión nos recuerde constantemente estas dos ideas y favorezca el pensamiento crítico.
A mi pesar, no obstante, este episodio en concreto me parece todo un inexplicable atropello narrativo y un decepcionante mal sabor de boca para concluir una notable serie de películas para televisión que podía haber sido memorable y se queda en buena.
Lo mejor de este capítulo o película independiente es que se ha acabado ya por fin la tortura de Red Riding . Aunque parezca una broma, ver que es el último capítulo/película alegra a cualquiera. Ya cogí la película con una mejor actitud que la segunda (¡Dios, que mala es la segunda parte!).
Lo mejor de esta película es la actuación de David Morrissey. Desde un capítulo en el que sale en el Doctor Who no había visto una buena actuación de este hombre. Y siempre oigo buenas críticas suyas. Yo no lo veo. Me parece un actor mediocre. Pero en esta película actúa muy bien. Pero muy bien. Creo que es el único que actúa bien.
Los cabos sueltes que se habían quedado (sobre todo en la primera), se resuelven en esta parte. Por lo que los que vieron la segunda lo hicieron para nada. Porque además las historias que habían comenzado en la segunda parte se olvidan en esta tercera parte de la trilogía. Por lo que enfada pero alivia al espectador. Enfada porque yo quiero saber qué pasa pero me alivia ya que no se mete en historias aburridas y soporíferas como las que se viven en la segunda parte.
Diría que disfrutaran, pero no. Disfrutarán cuando acabe la película.
Estamos aquí ante el broche idóneo para esta miniserie británica. El carcomido esqueleto del cuerpo policial de Yorkshire había sido radiografiado con astucia, ingenio y pericia por parte de Tony Grisoni, adentrándonos en un universo de sanguinario método, donde las libertades y derechos de los habitantes de tan desamparada zona quedaban delimitadas conforme a los turbulentos negocios y las redes de corrupción allí establecidas.
El año 1983 nos sirve la entrega más impactante de todas. Tiene un efectismo necesario, propio de ser la parte resolutiva de la pequeña saga. Si en los dos volúmenes anteriores, uno quedaba anonadado por lo presenciado, aquí el espectador ya consigue respirar con mayor frescura al presenciar como un abogado panzudo y abandonado decide desentrañar los misterios del Lobo, recibiendo, a su vez, con optimismo la redención de Maurice Jobson, un agente de la ley atormentado por el mal hecho.
Se está haciendo realidad: narcóticos controlados, fuera de las calles. De las vidrieras a nuestros bolsillos. Todo el Norte de Inglaterra… las chicas, los negocios, las revistas, toda la maldita cosa. Tenemos una oportunidad aquí. Una oportunidad para invertir el dinero de nuestra pequeña empresa y volverlo algo incluso más grande. Algo grandioso (…) ¡Por el Norte! ¡Donde hacemos lo que queremos!.
Aquí está uno que escapó y vivió para contarlo, del Karachi Social Club y el Hotel Griffin, Wakefield Nick y St. Mary’s Hostel. Autopistas y estacionamientos, parques y baños, ricos ociosos y desempleados. Ya que mierda venden, y mierda compramos. De chicos sin madres y madres sin chicos. De toda la carne muerta y de mis amigos muertos, bares y clubes, de cunetas y estrellas, informaciones locales y escombreras. De tejones y búhos, de lobos y cisnes. Aquí está un hijo de Yorkshire. Aquí está uno que escapó. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… Todos los niños buenos van al cielo.
En definitiva, el cierre oportuno con el que dar la última pincelada a un paisaje tan escabroso, hiriente, nauseabundo.
Decir que la televisión le saca varias cabezas hoy en día al cine sería comentar una obviedad y, a pesar de que me encantan las obviedades, no la cometeré. Hoy he terminado de enfrentarme a esa hercúlea y épica saga que es Red Riding. Y no es que sea especialmente larga, ni que cuente una historia medieval ni nada por el estilo. Son sólo tres capítulos de hora y media de duración cada uno, pero cada minuto esta cargado de una densidad para cuyo comparativo utilizaré una canción de Jethro Tull: Thick as a brick. Y es que Red Riding juega la baza del film noire más puro, ese de te llevo por aquí… ¡Pero no! que se sabe grande. Pero empecemos por el principio. ¿Qué es Red Riding? Adaptación de las novelas de David Peace por parte del Channel4 que conforman la tetralogía Red Riding, es decir, que se han conmido una de las cuatro que la conforman, 1977. Dirigida por tres diferentes realizadorez: 1974, por Julian Jarrold, 1980, por James Marsh (cuyo documental Man on wire ganó el Oscar el año pasado), y 1983, por Anand Tucker. Es deudora del gran cine americano e inglés del género policíaco y negro por su trama, pero totalmente alejado de este por su tratamiento a nivel visual y su tratamiento literario. No estamos ante el brillante Dennis Lehane, si no más bien ante el Fincher más oscuro y tenebroso. Y es que si hubiera que utilizar una película para compararla con esta ambiciosa producción no habría solución posible, por lo que habría que mezclar dos: Zodiac, el Fincher más denso, obsesivo y estudioso de la psicología de los personajes, y Seven, el Fincher más críptico, truculento y pesimista que sacudió al cine en los 90. Buenos referentes, pero, ¿Cumple con las expectativas?.
Para empezar, hay que decir que Red Riding cumple con lo que se propone: el espectador tiene que ver las tres partes enganchado cual colegiala a Física o Química. Es imposible no estar atento a la pantalla durante esa hora y media simplemente magnética que dura cada episodio. El hipnotismo con el que los directores ilustran la historia hace que todo se nos muestre ante nosotros de una forma puramente psicológica, casi freudiana. Red Riding se clava en tu subconsciente por la inteligente utilización de la fotografía y del sonido, es una película llevada de forma meticulosa en su vertiente más técnica. Nunca antes se había mostrado una Inglaterra más deprimente, nunca antes Yorkshire se había mostrado como un lugar tan poco humano, tan enfermizo, donde vivir es morir cada día un poco. Como dijo Paul Schrader, el cine negro es una cuestión de estilo, casi una forma de vida, y desde la producción se le ha dejado claro a los tres directores. En los sitios que visitamos, ya sean ciudades como Manchester o pueblecitos comandados por un cacique chuloputas, nos topamos con días más negros que grises, donde el sol está más solicitado que un trabajo, y donde las oportunidades de prosperar pasan por ser policía, y no honrado precisamente.