A años luz
Sinopsis de la película
En el futuro año 2000, Jonas (Mick Ford), un inteligente joven errante, conoce a Yoshka (Trevor Howard), un excéntrico anciano. Cuando intiman, éste le cuenta que, inspirándose en el vuelo natural de los pájaros, ha creado en su garaje una máquina que permitirá volar al hombre.
Detalles de la película
- Titulo Original: Light Years Away (Les années lumières)
- Año: 1981
- Duración: 107
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Opinión de la crítica
Película
6.4
90 valoraciones en total
El mito de Ícaro trasplantado al entrañable personaje de Trevor Howard, caracterizado por él tan bien como aquel cura de La hija de Ryan.
El film tiene altibajos, no es muy necesaria la historia de amor del chico, su vida en la ciudad,etc….claro esta se trata de rellenar.
Aun así en conjunto la película funciona como una reflexión sobre la determinación de un hombre por un objetivo inalcanzable.
Un film necesario en estos tiempos tan pragmáticos.
Un saludo, Efelson
El director suizo Alain Tanner dicta en A años luz un relato de contenida emotividad, a partir de una novela de Daniel Odier.
Contando con la participación de un fuera de serie como Trevor Howard, Tanner indaga en las inquietudes del ser humano, en los anhelos, en los sueños, como motivaciones consustanciales al hecho de vivir.
Mick Ford se distingue aquí como el joven aprendiz que entra a formar parte de un mundo de una acentuada mística, allí donde el lirismo del lenguaje cinematográfico alcanza su máxima expresión. Howard acoge a Ford en su antiguo garaje a modo de discípulo, como testigo presencial de un hito: el vuelo del hombre, como metáfora de la huida de los convencionalismos.
Nos encontramos ante la transcripción de la fantasía en el individuo con el utópico cuestionamiento de las normas gravitatorias, sin ningún tipo de envoltorio, Tanner ofrece una visión descarnada de la facción pesimista de la realidad, aquella que habla de la imposibilidad de materializar los sueños. Y es que el personaje de Howard trasciende del código cinematográfico para ejercer su influencia en lo cotidiano, como compendio de aquello que, quizá de manera infructuosa, ambiciona el ser humano.
Esta película muestra el desencanto posmoderno asociado a lo urbano y al anonimato alienante, por un lado, y a la esperanza aliada con las convicciones como un antídoto duro y frío en la otra vereda .
El ermitaño (Un Trevor Howard ya en el ocaso, pero no en la decadencia) se opone con su estatura a un mundo que se sabe demasiado bien adonde empieza y adonde termina.
Mas allá de toda duda, la transformación del jóven a través de su búsqueda y la febril obsesión del vuelo conforman la metáfora mejor plasmada en los últimos años.
A mi modo de ver, una peli para seguir viendo, según pasen los años
Interesante drama con toques fantásticos del suizo Alain Tanner, quien se vale en esta ocasión de un siempre magnífico Trevor Howard.
A años luz es todo un compendio de simbología que, adaptada al lenguaje cinematográfico, es expresada con gran lirismo y habilidad. Es la historia de un joven y un viejo, del discípulo y del maestro, y es por tanto un verdadero viaje de iniciación a los misterios de la condición humana. Su leit motiv es la huida de los convencionalismos.
Jasón (Mick Ford) lo deja todo para buscar el conocimiento, el misterio que encierra Yoshka (Trevor Howard) en el almacén de un desguace abandonado. Tendrá que pasar por todas las pruebas que Yoshka le impone, todas las cuales deudoras de un fin último aunque por sí mismas no tengan ningún sentido. Esto hace que Jasón se desespere en muchas ocasiones, dude de seguir andando ese camino, pero siempre obtiene alguna recompensa. Sólo así, Jasón logrará llegar a abrir las puertas del almacén, donde Yoshka esconde su más preciado sueño.
Las claras alusiones y referencias a los estados de ánimo, pruebas y trabajos por los que cualquier persona se decide a seguir un camino para llegar a un conocimiento, o descubrimiento personal, son tratadas con gran lirismo por Tanner. El viaje que Jasón-discípulo decide emprender es una decisión ya meditada de antemano, pues su vida no era suficientemente satisfactoria, y la posibilidad del cambio que Yoshka-maestro le ofrece es muy fuerte.
Las dos grandes interpretaciones de Ford y de Howard confieren al filme un grado de interés insospechado, a pesar de que su ritmo pausado y sosegado lo haga algo monótono en ciertas partes. El efecto final es altamente satisfactorio, dejando una sensación de haber visto una obra notable.
Muy recomendable.
Drama futurista con recelosa relación paterno-filial incluida llevado con buena mano por el director suizo de esa radiografía de su país como es La Salamandra (1970). En tierras inglesas nos sumerge en la realidad de un hoy en día rodado a principios de los años ochenta y la mala vida con la que se gana Jonas (Mick Ford), un jóven que se pasa todo el dia lavando vasos en un pub y su encuentro con el excéntrico Joshka Poliakeff (Trevor Howard), propietario de una gasolinera abandonada y que en su garaje guarda un curioso secreto que impulsará a Jonas ganarse el sudor de su frente, y la confianza del anciano harmoniado con la naturaleza y las aves, para descubrir que es lo que esconde.
Tanner refleja claramente el tema de la pérdida de valores en el paso de los años y así lo demuestra con la desesperación del chico y el anacronismo del anciano. Ambos no se comprenden pero se dejan llevar por el razonamiento. Aunque parezca irrelevante, el deseo del hombre a poder volar como Ícaro es traspasado aquí como una alegoría de alcanzar lo imposible con el esfuerzo y la paciencia.
Inolvidable caracterización de Trevor Howard como Poliakeff, que se convierte en maestro y mentor de Jonás. El actor inglés, recordado en sus papeles de amante en Breve Encuentro (1946), de Mayor Calloway en El Tercer Hombre (1949) o el honesto cura de La Hija de Ryan (1970) moriría en 1988 a la edad de 75 años.