¡Que vivan los crotos!
Sinopsis de la película
Un día del año 1930, José Américo Ghezzi (Bepo), picapedrero anarquista sin trabajo, abandona su pueblo y hasta 1955 no regresa. Durante 25 años camina si otro rumbo que el trazado por las vías del ferrocarril, sumándose al silencioso mundo de los crotos en el que se encuentra al francés , maestro de vida que lo marcó para siempre. En su pueblo, sus amigos y una mujer lo esperan tejiendo sus propias vidas. 60 años más tarde, frente a una cámara, reviven sus amores y visiones del mundo en una suerte de collage de miradas y sueños donde lo primordial es la pregunta ¿La libertad es posible?
Detalles de la película
- Titulo Original: ¡Que vivan los crotos!
- Año: 1990
- Duración: 75
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Opinión de la crítica
6.4
92 valoraciones en total
Ana Poliak es la autora de este documental dramatizado que sigue las huellas de Bepo Ghezzi. La voz de la documentalista se deja oír al final, nunca formuló una pregunta al protagonista, un croto de la pampa argentina.
Bepo no terminó la primaria, sin embargo, su hablar poético deja traslucir un hombre educado. Su timbre de voz es magnético y las historias que narra encierran un camino recorrido.
A la edad de dieciocho abandona su pueblo natal. Fue anarquista en su juventud, querido por sus amigos, pero decide seguir las vías del tren que lo llevarán lejos.
Hay trayecto físico, pero esa lejanía se refiere a la sabiduría del hombre que transita por distintas estancias, en trabajos esporádicos y que en la ruta se encontrará con el francés, hombre culto que viene de Europa recorriendo arroyos, leyendo, pensando.
Sus encuentros serán sagrados con el correr de los años, compartiendo el silencio, bajo un molino dispuesto a un costado de las vías.
Bepo no es un linyera, tampoco un vagabundo, es simplemente un hombre que ama la libertad. No buscó posesiones, su amor de juventud perdura en sus pensamientos.
Un croto es un caminante, un errante que descansa mirando las estrellas luego de un día de trabajo. No necesita morada fija, aunque considera el trabajo como una obligación para ganarse su libertad. Trabajará en labores de la tierra en los distintos lugares a los que arribe.
Crotear es un verbo, significa pensar en libertad, imaginar, viajar más allá de donde llevan los pies.
Ajeno a la idea moderna de que el trabajo te hace esclavo. En una oficina verías todos los días los mismos rostros, aquellos que saben dónde queda tu escritorio y tu casa. Para este croto, su lugar de trabajo es el universo, su jaula es amplia. Sus compañeros de faena serán caminantes que a veces cruzan sus caminos.
Bepo luego de veinticinco años vuelve a su pueblo natal. Sigue croteando, ahora con sus amigos de infancia, compartiendo un mate, sabe que el instrumento es su mente.
Un día el francés dejó de acudir a la encrucijada. ¿Habrá muerto? Bepo sabe que vivirá para siempre en sus pensamientos.
Ana Poliak es una hábil montajista, no se nota su presencia. Sabe cuánto duran los planos e intercalar dramatizaciones según va contando Bepo. Imágenes donde los personajes no hablan, sólo se escucha el chirriar de las ruedas del tren sobre las vías. Es otro lenguaje, musical, lleno de silencios.
La realizadora nos cuenta una historia en la boca de otro. Escogió muy bien a su anfitrión. Bepo tiene experiencia en contar sus historias y los que lo conocieron saben apreciarlo. La cinta es un bello caleidoscopio que hace calzar las imágenes de los espejos.
Poliak interpreta las palabras de un artista, al fin y al cabo, Bepo es el artífice de su futuro. Cuenta historias que moldean el mundo, su universo hecho de libertad.