Primavera precoz
Sinopsis de la película
Un hombre casado de mediana edad, aburrido de la rutina cotidiana tanto en el trabajo como en su matrimonio, tiene una aventura amorosa con la hija de un colega suyo. Cuando su mujer descubre su infidelidad, tanto su vida como la de su familia quedarán completamente trastornadas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Soshun aka
- Año: 1956
- Duración: 144
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Opinión de la crítica
Película
7.7
64 valoraciones en total
Se alza el Sol, los trenes empiezan a pasar, se escucha el bullicio de las fábricas, recién abiertas. Las chimeneas de piedra se alzan dominantes sobre las verdes praderas escupiendo humo.
Docenas de personas abandonan sus hogares, al mismo paso, como salidos de una cadena de montaje, soldados de oficina responsables del próspero crecimiento económico de la nación. Es hora de ir a trabajar.
Hay fanáticos del cine clásico japonés que ignoran la existencia de muchos directores: Suzuki, Gosho, Shimizu, Teshigahara…nombres que se alejan de los Kurosawa y los Mizoguchi que todos nos sabemos, pero que poseen igual valía e importancia. La obra del maestro Yasujiro Ozu abarca cuatro décadas, aunque también es para la mayoría un desconocido, pese a que ésta alberga no pocos títulos que han pasado a la Historia del cine (entre ellos Primavera Tardía , La Hierba Errante o la inmensa Cuentos de Tokyo , realizada en un momento en que la industria nipona estaba adquiriendo por fin reconocimiento internacional).
Tras el que fuera su trabajo más importante y exitoso, Ozu se mantuvo un tiempo sin ponerse tras la cámara. En lugar de eso decidió ayudar a su amiga y colaboradora Kinuyo Tanaka en la realización de su segundo largometraje, La Luna se Levanta . Para alguien que había estado haciendo una película por año desde hacía tiempo, se antojaba preocupante el no ocupar la silla de director después de tres años, tanto más cuanto que los melodramas desarrollados en la intimidad del hogar estaban perdiendo popularidad en aquel momento, a esto se añadía la presión de los productores sobre Ozu, quienes le instaban a exponer temas modernos y a que abogase más por la juventud en sus obras.
El director se reunió con su habitual guionista, Kogo Noda, y se preparó para otro film ubicado en su género predilecto, el drama hogareño (genio y figura hasta la sepultura), pero esta vez enfocando el problema desde el prisma de la sociedad japonesa posterior a la 2.ª Guerra Mundial y en plena resurrección económica y el día a día de los trabajadores. Según Ozu, éste deseaba reflejar el sufrimiento en la vida cotidiana de un empleado mientras la sociedad que lo rodea está sufriendo fuertes y decisivas transformaciones .
Todo ello lo vemos en Primavera Precoz , una de sus obras menos conocidas y mencionadas. Currante asalariado como tantos otros, Shoji Sugiyama trabaja eficientemente en una compañía manufacturera de Tokyo mientras comparte con su esposa Masako un no muy satisfactorio matrimonio, en el cual parece haberse instalado una distancia infranqueable, será en el transcurso de una excursión de empresa donde la vida de Shoji pega un vuelco al mantener un romance en secreto con su compañera Chiyo. Los rumores se acaban convirtiendo en un secreto a voces, y Masako no está dispuesta a que su marido le siga ocultando la verdad…
El escenario de la ruidosa y concurrida urbe, símbolo de la recuperación y el crecimiento, se presenta, sin embargo, como un claustrofóbico microcosmos invadido por la hostilidad y la frialdad, el ciudadano medio no tiene más opción que la de soportar con resignación esa vida de esclavo asalariado, conducida por jefes a los que poco importa su situación personal. Ese clima de insatisfacción y desasosegante rutina acaba por introducirse en el seno del hogar, y capaz de trastocarlo de arriba abajo, Ozu, pesimista y melancólico, nos introduce de este modo en un drama que presenta los temas recurrentes de su obra.
Modernidad y tradición se enfrentan: la sensual y vivaracha Chiyo contra la buena, callada y fiel esposa Masako, lo que también se aplica al personaje de Shige, la madre de esta última, quien se manifiesta en contra de sus repentinas decisiones (Koichi, divertido, le dirá que está pasada de moda). La influencia de los padres sobre sus hijos vuelve a aparecer, así como la invariable costumbre nipona (la mujer seguirá con el hombre, el matrimonio, pese a todo, se perpetuará, los lazos no se romperán). Entre tanto, los hombres recuerdan con nostalgia un pasado que seguramente fue mejor, un tiempo en que eran jóvenes con ilusiones y sueños, los cuales quedaron irremediablemente aplastados bajo la posguerra, el yugo de la vida urbana y la obligación del trabajo.
En Primavera Precoz se repiten recursos técnicos del director tan detallistas y personales como esos planos estáticos sobre el paisaje, un personaje más de la historia, paisaje que varía desde la naturaleza del campo (lugar de libertad, alegría, confesión de sentimientos ocultos) hasta el bullicio de la ciudad (lugar de angustia, opresión, frivolidad, cinismo). Ozu posee un talento especial para que sintamos de primera mano el drama de los personajes: en cada conversación opera un extraño raccord con el que encuadra de cerca a los actores, situándonos entre uno y otro, nos da la impresión de que se dirigen a nosotros.
Aun siendo protagonista ese Ryo Ikebe que cruza la pantalla prácticamente sin mostrar una línea de expresión en su impertérrito rostro, la que se lleva la atención es una brillante Chikage Awashima, cuyo papel es la otra cara, más radical y furiosa, de la Noriko de Primavera Tardía (mientras que ésta rechaza la tradición del matrimonio, Masako se harta de la costumbre de tener que aguantar al marido). Completan el reparto los muy solventes Teiji Takahashi, Kumeko Urabe, la guapísima Keiko Kishi y Chisu Ryu, habitual de Ozu.
Siempre a la sombra de otros grandes títulos, Primavera Precoz sería el drama más extenso del director (más de dos horas y veinte) amén de uno de los más pesimistas e incisivos de su carrera.
Otra buena muestra de la habilidad de Ozu para mezclar drama intimista y dura crítica social, sin pretender crear nada nuevo, sino simplemente perfeccionando sus constantes, y aquí lo logra con momentos de gran dureza, belleza y lucidez.
Una de las más largas de sus películas y probablemente una de las menos referenciadas de su etapa sonora, Primavera precoz supone para cualquiera que ya haya visitado la filmografía de Ozu un nuevo viaje al Japón de la época. Todo lo que se haya visto también está aquí. Son más de dos horas esta vez, son escasas las ocasiones en las que la cámara se mueve (al menos un par de veces al inicio, en esa maravillosa excursión) y sobre todo, son más de dos horas de inconfundible estilo, de una manera de hacer cine única. Pese a que la historia que aquí nos cuenta no debería empujarme a ello, Ozu me transmite una tranquilidad especial. Tarde o temprano, una y otra vez, caigo rendido a su cine.
Hay, como es habitual, un planteamiento en Primavera precoz de la realidad que le tocó vivir, a caballo entre la tradición y la modernización de la sociedad. Nuestros protagonistas se encuentran atravesando el largo desierto que supuso para ellos la posguerra, unos felicitándose por ser asalariados, otros con problemas económicos graves, pero al fin y al cabo todos empujados por unos tiempos cambiantes. La lamentable alineación urbana que queda tan bien retratada con eso trenes rebosantes de trabajadores no se ve perjudicada por una vida social concreta en la que sí hay reuniones de amigos. Otra cosa es el matrimonio, nuestro protagonista ni siquiera muestra intención de luchar por salvarlo, dando casi por perdido su futuro.
Muchas cosas, como siempre, las que Ozu nos ofrece. Hay más penas que risas, esa es la verdad, personas que enferman, que beben y que intentan disfrutar sin lograrlo, personas que se sinceran y asumen que la vida no está pensada para ser felices. Hay quienes siguen anclados a las tradiciones, hay más o menos tristeza según sea la puerta que se abre. Un conjunto de situaciones que nadie que ya se haya iniciado en Ozu debería perderse, vale la pena tanto como sus títulos más renombrados.