Playa sangrienta
Sinopsis de la película
Uno por uno, algo o alguien está atacando a la gente en la playa. Algunos son mutilados, pero la mayoría son absorbidos por la arena, desapareciendo sin dejar rastro. Mientras tanto, Harry (D. Huffman) y Catherine (M. Hill), novios en su juventud y ahora reunidos por la muerte de un ser querido, buscan pistas para descubrir el misterio en las casas abandonadas donde solían jugar cuando eran chicos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Blood Beach
- Año: 1981
- Duración: 92
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Opinión de la crítica
Película
3.9
61 valoraciones en total
Monster-movie de su época, rutinaria y con evidentes conexiones con Tiburón y todas las secuelas e imitaciones que aparecieron bajo su paraguas, como Piraña , Tentáculos , Tarántula , Profecía maldita , La Bestia bajo el asfalto y un largo etcétera de la más diversa fauna, mutada o no, en cuya pirámide alimenticia ocupaba un lugar destacado el ser humano.
Humilde producción, con muy pocos medios, y con un catálogo de un sinfín de tópicos de este tipo de películas: los policías honestos, los políticos egoístas, el macho-alfa, la débil mujer que debe ser rescatada … hay escenas y diálogos auténticamente ridículos y trasnochados, como casi todos los de Burt Young, que parece fugado de un rodaje de la serie Rocky , o los de John Saxon, que debía cobrar por plano, la escena más pintoresca y patética es la que combina por un lado las relaciones sexuales del macho-alfa con una azafata mientras la otra protagonista deambula por la playa y encuentra el cadáver de su perro…¡que montaje más horrible!.
Su planteamiento pudo dar origen a Temblores y su saga. Pero le falta la chispa de éstas. Sólo para nostálgicos del cine ochentero de terror.
Una monster movie cincuentera trasladada al panorama del fecundo fantaterror norteamericano de finales de los 70 y primeros 80, entrañable tono de autocine y espíritu b sazonado con un poquitín de explotación del Tiburón de Spielberg. En este caso, la desaparición de una joven en una tranquila población costera llevará a la policía a un descubrimiento imposible, la existencia de un bicharraco que ataca desde el subsuelo de la playa, zampándose a través de la arena a todo transeúnte desprevenido, sin discriminar. Divertida y baratona, sabe ocultarlo tras la sugerencia y una atmósfera de amenaza imprevisible intermitentemente conseguida, con su toque de ecologismo y paranoia a lo Larry Cohen. Pese a no ser gran cosa, no merece el olvido, principalmente por su tono demodé y su modestia, tanto de intenciones como de resultados.
La moda, algo ya saqueada, de films que a Tiburón (Jaws, 1975) de Steven Spielberg como precedente no quedó exenta de algunas piezas adejólgo peculiares que ya rozaban el súmum del fantástico de serie B como la entretenida Piraña (Piranha, 1978) o esta olvidada y olvidable Blood Beach que toma como seria advertencia, al peligro que pueden llegar a exponerse los bañistas en la mismísima arena y no en el agua. Ésta maligna fórmula a la inversa acaba girando en contra a un argumento nada tomado en serio donde el depredador de turno se erige como una criatura succionadora y nada visible comov depredador de turno. La inseguridad de tonarse un baño y exponerse al peligro de un escualo de afiladas mandíbulas queda equiparado al riesgo de tomar el Sol tranquilamente con los pies sobre la arena ardiente.
Tan peculiar como ridícula idea se podía haber aprovechado con mejores medios y recursos porque el film no es más que una desternillante prueba del humor negro que se puede sonsacar al lado de otras películitas de segunda y en ese mismo estilo. Pero la cinta es lenta, cansina y los momentos que podrían provocar absoluta angustia quedan difuminadas en ese sentimuento ridículo de tierra trágame que debieron pensar los creadors de tal engendro al exponer el film por primera a espectadores inmunes a la verguenza ajena. Mediocre.
Una mujer que va paseando al amanecer por la playa con un perrito se ve succionada por algo que no vemos hasta desaparecer entre angustiosos gritos debajo de la arena (sin ningún lugar a dudas y teniendo en cuenta que es la escena que recrea el magnífico y cuasi icónico poster de la película, lo mejor de esta), dándose la circunstancia que dichos gritos son oídos por un guardia costero que se encontraba dándose un baño matutino, con el que se había cruzado minutos antes del luctuoso hecho y que tuvo una historia con su hija antes de que esta se fuera de la zona.
A partir de aquí tenemos a la hija y el guardacostas retomando la antigua relación, al sargento Royko (Burt Young) que añora sus tiempos como policía en Chicago y su colega negro, al cabal y curtido capitán Pearson (un John Saxon que luce más chulo que un ocho) y a un científico soltando memeces a modo de teorías, todos ellos dándole vueltas a la situación, tratando de averiguar cómo acabar con el monstruo y aburriendo a las ovejas (especialmente la subtrama entre el guardacostas y la hija de la primera difunta) mientras esperamos que el bicho ataque de nuevo.
A diferencia de Tiburón, Piraña, Orca y alguna más que ahora mismo no me viene a la cabeza (primas hermanas en cuanto a eje argumental), el monstruo no está en el agua, sino debajo de la arena de la playa de Santa Mónica (California), no sabemos de dónde ha salido y no le vemos hasta los últimos minutos de metraje (que para lo paupérrimo que luce, casi hubiera sido mejor no verlo), además de tener un errático patrón de ataque (ora succiona, ora decapita a un perro, ora deja escapar a una bella moza en bikini con las piernas ensangrentadas, pero sin ninguna herida visible, ante la fuerza ejercida por unos bañistas que tiran de ella para arriba, ora capa a un violador playero nocturno a punto de consumar una violación, ora los devuelve contusionados y sin lengua después de la consabida succión) y queda muy lejos en cuanto a entretenimiento y atractivo de las mencionadas al principio del párrafo, no así en el impacto que causo en su día entre los que íbamos a la playa después de haberla visto recientemente.
Esperemos que a alguien se le ocurra hacer un lustroso remake (lo pide a gritos).