Pierrot el loco
Sinopsis de la película
Ferdinand Griffon, alias Pierrot, huye de París con Marianne, la niñera que ha contratado su esposa. La pareja se dirige al sur de Francia, pero el viaje se torna muy peligroso cuando una banda de gángsters con los que Marianne está implicada, les va pisando los talones.
Detalles de la película
- Titulo Original: Pierrot le fou
- Año: 1965
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
7.3
25 valoraciones en total
Mientras escribo esta crítica estoy escuchando la BSO de Chinatown de Roman Polanski pero ni por esas. Todo parecido con el cine negro es pura y absoluta confluencia de hados, destinos favorables y generosidad por parte de los espectadores. Ya sé que, aproximadamente el cincuenta por ciento de los que lean esto coincidirán conmigo y que el otro cincuenta no. Este es el sino de las películas de culto y Godard sabe darle a la máquina de fabricar churros cultos como nadie. Ya lo demostró en El desprecio. Claro que allí al menos estaba la Bardot y BB no es la Karina en lo que a alegrar la vista se refiere.
Para aquellos que ya me han puntuado negativamente antes de acabar la lectura (evidentes godarianos de pro) les diré que, no obstante todo lo que acabo de decir, Godard me ha gustado mucho más de lo habitual. No en el argumento, prácticamente inexistente, pero sí en su función de desmaquillador de una sociedad en decadencia intoxicada de spots publicitarios de coches de lujo, leches hidratantes y lacas para el pelo… ¿Captas? . Y me ha gustado también por su humor altamente inteligente – el único habitante de la luna asediado por consignas comunistas y coca colas- y memorable – para enmarcar- la escena del embarcadero y el hombre que escuchaba, digamos música celestial .
Godard realiza un film surrealista, aunque compendiar todo el cine que lleva dentro en una sola frase es una osadía por mi parte. No obstante, considero que esa es la línea principal del film. La secuencia de la gasolinera es un ejemplo de ello, a lo Laurel and Hardy. La escena del matón enano, otro. Pero el surrealismo es un arma muy afilada y puedes acabar cortándote. Cortar los hilos que atan la realidad a la cordura es un terreno todo lo filosófico y vital que queramos pero que con frecuencia desemboca en el absurdo y en lo ininteligible.
Godard consigue mantenerse en esa delgada línea que separa los fracasos de las obras maestras. Probablemente son los riesgos de un cine personal que intenta remover cimientos sociales. Aquí la cosa le salió, digamos, medianamente decente, entre absurdos, muertos atijereados y arsenales en ruta hacia el África Subsahariana. De ahí mi valoración, en la misma línea de equilibrio entre la nada y el infinito: Interesante.
Sé que está mal decir que una película de Jean-Luc Godard es aburrida. Y eso que la vi con subtítulos.
Soy consciente de que debería decir que es una obra maestra, que lo confuso y desconcertante del guion es una muestra de genialidad, que las molestas fracturas narrativas son un canto de libertad ante los formalismos establecidos, que los diálogos no son cansinos ni pretenciosos, sino poesía en estado puro, que la indiferencia que se siente hacia los personajes refleja la fría empatía hacia el antihéroe del siglo XX, que la película no es exasperante, sino vanguardista y revolucionaria.
Pero no. Por ahí no paso.
Quizás Godard sea un genio. Qué narices, seguro que lo es. Por eso este Pierrot el loco tiene pinceladas extraordinarias, escenas tan sugerentes como aisladas en un film tedioso. De la expectación al aburrimiento y del aburrimiento al rechazo.
Antes de afirmar que esta película es miel, prefiero decir que soy un asno.
Sexta y última colaboración de Godard con su primera esposa Anna Karina. Film concebido por el mismo Godard, se inspira en la novela negra Obsession (1962), del especialista Lionel White. Se rueda en escenarios reales de Paris e Isla de Porquerolles (Hyères, Francia). Producido por Georges de Beauregard (El desprecio, 1963), se estrena el 29-VIII-1965 (Festival Venecia).
La acción dramática tiene lugar en Paris y la Costa Azul entre mayo y julio de 1965. Ferdinand Griffon (Belmondo), casado con una italiana adinerada y padre de un hijo, cansado de la vacuidad de la vida burguesa, decide abandonar la familia y el trabajo, unirse sentimentalmente a Marianne Renoir (Karina) y huir con ella al sur de Francia. Ferdinand es un antiguo maestro, ha ocupado un trabajo directivo proporcionado por su suegro y desea una vida libre y emocionante. Marianne es estudiante, ha trabajado hasta el momento como niñera contratada por la esposa de Ferdinand, hace 5 años tuvo una aventura son éste y se halla complicada en un asunto no aclarado con una banda de gángsters argelinos. Es vitalista, manipuladora y caprichosa.
El film suma drama, crimen, thriller, road-movie y sátira social. Marca la tercera y última colaboración de Godard con Belmondo, y la sexta y última con su primera esposa, Anna Karina. Es el décimo largometraje de los 14 que integran la primera etapa (1960-67) de la filmografía del realizador. La obra marca un hito dentro de la carrera de Godard por constituir un puente de transición entre la experimentación de los primeros trabajos y los que a partir de 1967 nutren su segunda etapa profesional con cintas politizadas y agridulces, como Weekend (1967). La obra reúne todos los elementos del universo godardiano, lo que la convierte en una cinta emblemática y relevante. En ella se encuentra romanticismo, monólogos, una odisea épica, aventura, violencia, reflexiones filosóficas, referencias cultas, citas cinéfilas, fatalismo y el distanciamiento bretchiano de los personajes respecto del público.
Incorpora diálogos improvisados, acciones que los actores conocen justo antes de la interpretación y aportaciones de éstos no propuestas por el realizador. La cinta no tiene un argumento convencional y la narración no se desarrolla de una manera lineal. Se compone de fragmentos yuxtapuestos e hilvanados sin un orden aparente, hecho que evoca la estética pop. Contrapone la manera de desarrollar el relato en la pantalla y en el libro, al objeto de mostrar las diferencias que separan la narración literaria de la cinematográfica.
Incluye en la película referencias a sus opiniones personales, tanto artísticas y técnicas como filosóficas. Explica su concepción del cine a través de un breve cameo de Sam Fuller. Como un campo de batalla, el cine tiene amor, odio, acción, violencia y muerte. En una palabra, emociones, dice Fuller.
Según los críticos, el año 65, el año de Alphaville y este film, fue el año en que Godard daba definitivamente un paso adelante en su cine. Alphaville es más popular, quizás por el hecho de contar con un hilo argumental -aunque este no sea más que una mera excusa- mientras que Pierrot es posiblemente más complicada de abordar. Tengo la sensación de que viene a ser lo que Godard habría hecho con A Bout de Souffle si hubiese tenido la experiencia que acumulaba seis años después, a fin de cuentas, volvemos a Belmondo y a una atractiva compañera (Anna Karina, a la que Godard quería para el papel que luego hizo Jean Seberg) fugados de la ley y de algún tipo de organización criminal extranjera. Pero Belmondo es un burgués aburrido, e intelectual frustrado, no muy lejano en principio al Vittorio Gassman de Nos Habíamos Amado Tanto. A partir de su fuga con Karina, comienza el delirio: números musicales, delincuentes extranjeros que parecen recién sacados de alguna serie B de los 50, y una serie de monólogos metafísicos e incoherentes del protagonista. Bueno, incoherente es el filme en general, filmado sin guión y que da la sensación de ser una serie de sketches en los que Godard homenajea el cine negro, o más bien parodia su propia fijación con el mismo -o incluso la degeneración del género en esa década, trasladado a escenarios exóticos, convertidos en comedias ligeras, o ambas cosas- llevándolo a unos extremos tan disparatados como cómicos (y que Hal Hartley homenajearía a su vez en Amateur), y a la vez parece querer también mostrar sus dilemas y amarguras personales tras conseguir la fama, y en cierta forma expresar su deriva ideológica hacia el radicalismo como reacción en el personaje de Belmondo, que no cuesta imaginar que se trata de una proyección de él mismo, incluso en su relación con Karina, cuyo personaje activo, vitalista y en última instancia manipulador, una mujer fatal de screwball comedy, se desespera ante las diletancias trascendentales de Belmondo. Da igual cómo se interprete el film, quizás como posible interpretación de la respuesta que Samuel Fuller le da a Belmondo al principio, al respecto de qué es el cine. La película no vale tanto la pena por las reflexiones de su autor (que también, pero que no tienen tanto interés para un servidor como el que puedan tener para el propio Godard) como una Anna Karina que deslumbra en cada momento que sale en pantalla en su última película con quien fuera su marido. Pero de todas formas, parece haber creado escuela, así que no estoy en la opinión mayoritaria. Una observación menor: la fotografía es realmente horrible.
Prodigiosa fábula, relato, metáfora o lo que sea, que escapa de etiquetas y fluye con total libertad hacia una cima privilegiada. Godard derrite la rutina, reinventa la cotidianeidad, fantasea con la vida. Desajusta a su antojo los géneros y juega con las convenciones cinematográficas, racionales y lógicas. Un ejercicio envolvente y de inmenso vigor, donde huir por el espacio es discurrir por la mente.
Un hombre y una mujer transitan por ese mundo, que no es otro que una Francia provinciana, campestre y playera. Van conociéndose y divagando, de un modo tan sutil y perspicaz como sugestivo. Es una ficción mágica, no fantástica, sino de ingredientes rutinarios y corrientes. Pero se trastocan las piezas. Nadie pretende encajarlas. El argumento es solamente una de ellas. El argumento es un pretexto. El argumento es la mentira del cine. Una especie de delirio controlado se apodera de los personajes y con el acicate de la abstracción mental todo es más auténtico.
¿Qué más se puede decir? Pues que toda la película es una broma. No es más que eso, como la vida misma. El humor es connatural y en algunas escenas (no perderse la del hombre en el embarcadero) totalmente portentoso. Arte. Poesía. Gabachadas. Lo que se quiera. Una auténtica lección. Godard atrapa más vida que la que jamás lograrán desprender algunos millones de kilómetros de celuloide juntos.
Bendita locura, la que nos libera.