Pequeño país
Sinopsis de la película
Gabriel tiene 10 años y vive en un cómodo vecindario de expatriados en Burundi, su pequeño país . Gabriel es un niño normal, feliz y despreocupado, que vive aventuras cotidianas con sus amigos y su hermana pequeña. De repente, en 1993, las tensiones en el país vecino, Ruanda, estallaron, poniendo en peligro tanto a su familia como a su inocencia.
Detalles de la película
- Titulo Original: Petit pays aka
- Año: 2020
- Duración: 112
Opciones de descarga disponibles
Si deseas puedes descargarte una copia de esta película en formato 4K y HD. Seguidamente te mostramos un listado de posibilidades de descarga disponibles:
Opinión de la crítica
Película
6.3
54 valoraciones en total
Palabras como «tutsis» y «hutus», o «Ruanda» y «Burundi» nos llevan, inevitablemente, a pensar en «genocidio». No es coincidencia y debería ser mundialmente conocidos los acontecimientos de 1993 y 1994 en Ruanda, cuando los hutus decidieron acabar con toda la población tutsi del país. En ese momento, el ahora cantante Gaël Faye vivió dicho contexto hasta que con 13 años huyó a Francia escapando de los trágicos y brutales sucesos de su país natal, Burundi. Su historia sirvió de inspiración para Eric Barbier, conocido cineasta francés, quien adapta la novela homónima de Faye, Pequeño País (Ediciones Salamandra), para la gran pantalla.
En ella se narra la historia de Gabriel, un niño mestizo de 10 años que vive aventuras con sus amigos y su hermana pequeña en la ciudad de Bujumbura, la más poblada de Burundi. Gracias al carisma y la personalidad entrañable del joven actor Djibril Vancoppenolle, el personaje de Gaby cobra vida, simbolizando a cualquier luciérnaga (parafraseando a Ana María Matute), es decir, niño y niña que, en ese momento, vio truncada su infancia por el conflicto. Con 12 años ve cómo su vida, la de su familia y la de sus amigos cambia por completo cuando la crispación y el desastre se apodera de las calles de Burundi y llegan noticias de asesinatos en masa de tutsis, perpetrados por los hutus. Barbier construye e hilvana muy bien la historia para mostrar la evolución de los personajes, sus distintas y personales historias, cómo cambia el país ruandés y sus acontecimientos contaminan el país vecino y, finalmente, cómo es volver a un país que ha sido manchado de por vida.
Así, Pequeño País se convierte en un interesante drama histórico y retrato social sobre cómo se vive y, en consecuencia, se pierde la infancia durante un conflicto militar, en este caso la guerra civil en Ruanda. Esos cambios repentinos de un día para otro, la confusión de las noticias, los problemas de comunicación, la violencia a mano armada y a pie de calle, el odio hacia el considerado enemigo, la influencia de la política en las conversaciones de los niños, entre otros temas. Pese a tener un metraje algo largo, se trata de una película cautivadora, emocionante y dura sobre unas vivencias que, desgraciadamente, se siguen perpetrando en la actualidad.
Lo bueno: el joven Djibril Vancoppenolle y la relación con su hermana.
Lo malo: el relato todavía hoy es demasiado presente.
Más críticas en Cinezin.com.
Entre 1993 y 2005 la guerra azotó Burundi, y a través de los ojos de un niño de doce años esta película nos muestra como se desató y de que manera le afectó a él y a sus allegados, todo ello enmarcado en la acomodada finca donde reside y su alrededores, y sin profundizar demasiado ni mostrar el conflicto en términos globales.
Este distanciado enfoque hace que la historia, inspirada parcialmente en la propia experiencia del autor de la novela original, no caiga en la tragedia exacerbada ni busque la lágrima fácil, resultando igualmente impactante, tanto por lo que vemos como por lo que afortunadamente no nos muestran en pantalla. Una atinada mezcla de las aventuras y desventuras típicas de la infancia enmarcadas en un pesadillesco contexto en el que aún así hay cabida para un leve halo de esperanza.
Más mini críticas en cinedepatio.com
El sexto largometraje dirigido por el cineasta y guionista Eric Barbier, el responsable entre otras de la notable Promesa al amanecer (2017) , es una historia dramática cuyo protagonista es un niño llamado Gabriel, que vive su infancia en un periodo bélico en Burundi y Ruanda de finales del siglo XX. La película está basada en la novela autobiográfica homónima de gran éxito escrita por el cantante, rapero y escritor Gaël Faye, publicada en 2016, y sitúa su acción en 1992 con la llegada de una familia al aeropuerto internacional de Buyumbura, la que era en ese momento era la ciudad más poblada de Burundi. A partir de ese momento la película va presentando a los diferentes miembros de la familia Chappaz, es decir el protagonista Gabriel y su hermana pequeña Ana, así como de sus padres Michel e Yvonne, y a los amigos de ese joven inquieto, pero con mucho corazón que forman los llamados 5 mosqueteros, que son un quebradero de cabeza para sus maestros o maestras de la escuela.
La película logró la nominación a los Premios César 2021 en la categoría de guion adaptado, y tuvo su presentación en nuestro país en la pasada edición del BCN Film Fest, en donde fue premiada con los galardones de mejor película y actriz. La propuesta es bastante irregular y tiene una parte central bastante aburrida y que no cumple las expectativas, después de una buena presentación de personajes y unas escenas interesantes en donde los niños son los protagonistas, pero vuelve a recuperar el interés en los minutos finales en donde tienen lugar las escenas de mayor dureza originadas por el sinsentido de una guerra, con algunas situaciones violentas muy bien filmadas por Barbier, aunque le sobra ese epílogo innecesario. La familia de Gaby está a medio camino entre Burundi y Ruanda, y sus padres tienen muchos conflictos y discusiones. Michel es un hombre belga que lleva mucho tiempo viviendo en África y que se casó con Yvonne, una mujer de ese continente, y que luchan por sobrevivir en ese periodo de conflicto en donde los hutus estaban exterminando a los tutsis.
La propuesta desaprovecha la ocasión de alejarse de la gran parte del cine francés actual, y vuelve a tirar de los tópicos habituales de este cine, que tanto gustan al público por evitar hasta los minutos finales abordar de manera más directa la violencia y tener algunos toques emotivos que se podían haber evitado.
Hay que reconocer que la película no está mal a nivel estético, sobre por la fotografía de Antoine Sanier y porque no está mal dirigida por Eric Barbier. A nivel interpretativo me quedo con el trabajo del joven Djibril Vancoppenolle, que está magnífico y creíble en el papel del joven Gabriel, y por su simple presencia merece la pena acercarse a una sala de cine para ver esta película. Junto a él también destaca el trabajo de Isabelle Kabano, en el papel de la madre del protagonista, premiada en BCN Film Fest, aunque a veces está excesiva en algunas situaciones dramáticas. Por contra, no me convence el trabajo de Jean-Paul Rouve, que interpreta a Michel.
Una película que puede tener su público, en especial los que disfrutan con el cine francés actual.
LO MEJOR: Las actuaciones de Isabelle Kabano, Djibril Vancoppenolle e Isabelle Kabano.
LO PEOR: La parte central es aburrida y el epílogo es innecesario. Tira de los tópicos de la mayoría de películas francesas actuales.
Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net, http://habladecine.com y https://www.estrenosdecine.online/
Ayer mismo el presidente francés Emmanuel Macron reconocía en su visita a Kigali la responsabilidad de Francia durante el genocidio ruandés que acabó con la vida de más de ochocientas mil personas, hombres, mujeres y niños, la mayoría de etnia Tutsi, en 1994. Aunque si echamos la mirada un poco más atrás podremos ver otras muchas aberraciones cometidas por belgas, franceses y alemanes en lo que se conocía como Congo belga y posteriormente Ruanda-Burundi.
Tampoco se puede ignorar que el país estaba cimentado por el sistema de clases indígena, donde los Tutsis, apoyados por las potencias coloniales, copaban todas las instancias superiores del poder y los Hutus eran ninguneados y considerados fundamentalmente como mano de obra aún siendo el grupo mayoritario de toda la región ya que más del 85% de ruandeses y burundeses pertenecen a esta etnia.
El director francés Eric Barbier adapta al cine el libro semiautobiográfico del artista y rapero Gaël Faye que huyó exiliado a Francia a los trece años, durante los hechos acaecidos en su localidad natal Buyumbura que tiñeron de rojo el suelo africano. Él mismo era un extraño en el país al ser mestizo e hijo de un constructor francés y una mujer de etnia Tutsi, así como por llevar una vida acomodada al alcance solo de occidentales o personas de esa etnia.
Gabriel y su hermana pequeña ven como primero se derrumba su familia por la separación de sus padres y luego asisten impotentes a la destrucción de sus amigos y el mundo que han conocido. Son maravillosas y sensibles ambas criaturas y a pesar de la tragedia que se desencadena a su alrededor, son las circunstancias mas cercanas y que tienen que ver con su vida personal las que mas les afectan, espléndida recreación de la inocencia de un niño.
Burundi es un pequeño país africano que limita con Ruanda, Tanzania y el Congo. En ese reducto viven felizmente muchos niños, como Gabriel, el personaje principal del libro homónimo del rapero Gaël Faye –quien asegura que no narra su historia, aunque tiene mucho parecido–. En esta poética novela se inspira el largometraje para mostrar un conflicto conocido, desde otro punto de vista y en la gran pantalla.
Del mismo modo que Caroline Link expuso lo acontecido en la Segunda Guerra Mundial desde los ojos de una niña de nueve años en El año que dejamos de jugar, Eric Barbier hace algo similar con el genocidio de Ruanda. No obstante, esta vez la ambientación no es tan bucólica y sí aparecen momentos violentos y dolorosos. Aún así, el propósito no es buscar la lágrima fácil ni explotar lo escabroso, sino aproximar el suceso a todos los públicos, por lo que no abunda la sangre.
Al contrario, al dominar la visión de los niños, el film gana un tono optimista gracias a la ignorancia de sus protagonistas, que no entienden en profundidad el contexto de lo que está pasando. Esa mirada despreocupada, que se llena de alborozo cuando una madre duerme en casa olvidando la guerra que hay detrás de la puerta del jardín, logra que la cinta sea luminosa a pesar de todo.
Sin embargo, la perspectiva no impide angustiar al espectador. Aunque predomina lo característico del universo infantil, como la familia, la amistad o los juegos, no se oculta la vulneración de la inocencia que supuso el enfrentamiento étnico. La pugna no solo acabó con la vida de muchas personas sino que también, en cierta manera, adoctrinó a muchos menores, que se vieron violentados a tomar parte en decisiones que no les tocaban –una desdicha que Barbier retrata en escenas abrumadoras y sugerentes–.
Pequeño país es un buen producto pedagógico, que relata un periodo histórico sin caer en fatalidades. Los pequeños actores realizan un gran trabajo que arroja alegría y esperanza a una situación nefasta y desgarradora, pero que conviene conocer.
http://www.contraste.info