Parades End (Miniserie de TV)
Sinopsis de la película
Miniserie de TV (2012). 5 episodios. Inglaterra de principios del siglo XX. Christopher Tietjens es un aristócrata conservador, leal a su infiel y cínica esposa, a la que sigue unido en nombre del honor familiar y personal. Christopher se enamora de una joven sufragista, pero entonces el mundo entra en guerra y él es llamado a filas. Mientras Inglaterra se desmorona, Christopher descubre que la terrible vida en las trincheras y los crueles juegos de poder de la clase alta no son tan diferentes.
Detalles de la película
- Titulo Original: Parades End
- Año: 2012
- Duración: 290
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Opinión de la crítica
Película
6.6
61 valoraciones en total
Confieso que me parecía casi imposible que la complejísima novela de Maddox Ford pudiera trasladarse dignamente a la pantalla. Vuelvo a comprobar que desconfiar de estos británicos es un error: la adaptación es descomunal, con un guión de Stoppard que traslada de manera exacta el tortuoso declive de un hombre y un mundo hoy día extinto. Las interpretaciones hacen inútil el elogio. Obra maestra absoluta.
Parades End es un culebrón. Nada más. Solo un culebrón. Pero qué culebrón.
Parades End es solo un culebrón. Como Cumbres borrascosas. Es pasión sin límite, es pura declamación. En Parades End todo es algo neutro y exagerado a la vez, costumbrista y desacostumbrado. La serie nos planta ante un triángulo amoroso entre Christopher Tietjens (Benedict Cumberbatch), su casquivana y arrebatadoramente sexy esposa Sylvia (Rebecca Hall, que no puede evitar ser una Mujer con mayúscula) y la señorita Wannop (el ángel australiano que es Adelaide Clemens). Parte de la magia, ya de entrada, lo da la perfecta adecuación del reparto. Cumberbatch, uno de esos actores de manual, un británico que es capaz de mostrarse relativamente contenido incluso cuando está gritando presa de la furia. Un trabajo realmente impresionante. Se necesitaba, pues, a unos compañeros de reparto especialmente cumplidores, unas Rebecca Hall y Adelaide Clemens que se convirtiesen realmente en sus personajes, y esto llega a un punto de exquisitez… de cine. De buen cine. Pero en televisión.
Escenas llenas de luz y con colores tremendamente expuestos se alternan con otras entre el humo de las bombas o entre la niebla británica. Idílicos momentos en las señoriales casas ingleses se alternan con sucias trincheras llenas de sangre, lágrimas y quién sabe qué más. Pero de fondo siempre el triángulo y la tortura.
Magnífica serie. La recomiendo. Excelente puesta en escena de ese intervalo de 4 años que azoró la sociedad britanica e hizo tambalear al conservadurismo de la época. Unos escenarios magníficos donde desarrollar esta historia de amor, desamor, honor y lealtad. La guerra, el amor, la sociedad y el ser humano, como siempre, en busqueda de la felicidad.
No estoy de acuerdo en absoluto con la crítica caterior. Su punto de partida es un error casi garrafal. Lo de culebrón es una palabra inadecuadísisma y, aunque no la temo en aboluto, referirla a esta serie (magnífica y blanda por partes iguales) en comparación con la obra de Emily Brontë es una barbaridad de enfoque (y conocimiento?). Cumbres… , romántica (literalmente, me refiero al movimiento) entra en el terreno de la pasión desbocada, con personajes atormetandos ubicados en un paisaje que, en cierto modo, es el protagonista. Parade`s end, entra de lleno dentro de los cánones de la literatura postedurardiana y en su decadencia de costumbre (en 1918 termina el siglo XIX) y su historia y desarrollo enfoca a otra cosa su historia y es abolutamente diferente. NO HAY PASION, HAY REPRESION (por un código que se está superando, por un sentido de la ética, el deber y el pudor que la clase alta inglesa hasta el fin de la guerra representó ejemplarmante, para bien o para mal. Por otro lado (y de ahí el título, las cuatro novelas de F.M.Ford que Stoppard sintetiza con su estilo y calidad de siempre (hay ocasiones, que con más que calidad) en esta ocasión ha sido un propósito que se le fue de la mano. Los personajes, Tietjen, su mujer y la tercera en cuestión están representados con un encorsentamiento debido a la sintetización. Por lo tanto, de pasión nada (que, por otro lado, en las novela,no aparece por ningún lado), lo que sí hay son señas , gestos pero, muchas veces sacados del contexto humano por falta de datos.. La serie está bien (muy bien en los dos capítulos iniciales) pero luego comienza a discurrir a saltos, saltos que son válidos, pero que el espectador debe adivinar : el mejor ejemplo es el del personaje de Rebeca Hall, muy contradictoria (y no a causa de Ford) y ciertas actitudes de Tietjen. EN DEFINITVA: ALGO OBLIGATORIO DE VER, AUNQUE SIN PERDER DE VISTA EL CONDESAMIENTO. Una lástima, pero con cierta justiciación.
Esperaba bastante de este Parade’s End, pese a no conocer el original literario en el que se basa: producción BBC/HBO, novelón decimonónico inglés, reparto lleno de buenos actores, un excelente dramaturgo (Tom Stoppard) adaptando el texto, pedigrí con nominaciones a los BAFTA y a los EMMYS… Precisamente por eso, tal vez, la decepción que me he llevado ha sido tan grande.
No es Parade’s End, desde luego, una cosa horripilante o un insulto a la inteligencia. En su puesta en escena hay el mismo detallismo y sofisticación de muchas producciones británicas. La historia es interesante, y alguno de sus intérpretes (uno en concreto, adivinen cuál) está soberbio. Pero el resultado final, no sé muy bien por qué, es plomizo, eterno, sin garra ni fuerza. Parece como un episodio hipertrofiado y lleno de anabolizantes de Downton Abbey, en el que las situaciones se alargan hasta el paroxismo, y además, es difícil seguir dichas situaciones por lo enrevesado de un guión en el que nada está claro. Y eso me sorprende, viendo el trabajo de condensación que Tom Stoppard ha hecho este mismo año con la inolvidable Anna Karenina de Tolstoi.
Nada emociona, nada atrapa, nada intriga. Hay episodios que podrían resumirse enteros en una secuencia, y personajes que entran y salen de la trama sin que sepamos muy bien por qué. No encuentro la lectura final sobre la historia, qué querían decirnos con ella, cómo afecta la Guerra Mundial a ese estilo de vida, o las repercusiones morales de los actos subidos de tono de la antagonista (con la que Rebecca Hall hace un buen trabajo, pero que acabas odiando y deseando que se le enrede el encaje en los tacones para que se caiga bien fuerte por unas escaleras, nunca se comprende por qué actúa como actúa o qué la mueve a ser tan zorra).
Sólo salvaría de la quema el buen trabajo de Benedict Cumberbatch, pero poner a este actor, por ejemplo, a contar los números delante la pantalla ya sería una filmación interesante (mucho más que esta fallida miniserie). El intérprete, con el poder de una voz y un físico imponentes, lleva sobre sus hombros una historia que podría haber dado lugar a un gran relato épico, pero que se queda en un plúmbeo culebrón que además resulta muy poco entretenido.