Pánico en la granja
Sinopsis de la película
Sólo la desbordante imaginación de un niño puede conseguir que un indio y un vaquero pretendan regalarle una barbacoa a un caballo que toca el piano. Dos directores belgas llenos de fantasía deciden dotar de vida a los soldaditos de plástico de su infancia y convertirlos en protagonistas de una trepidante aventura a través de la tundra y de las profundidades submarinas hasta llegar al mismísimo centro de la tierra.
Detalles de la película
- Titulo Original: Panique au Village (A Town Called Panic)
- Año: 2009
- Duración: 75
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Opinión de la crítica
Película
6.7
79 valoraciones en total
Única, personal e intransferible stravaganzza , cuyo mayor merito es que parece estar concebida por un niño/a de 6 años, en el mejor de los sentidos. Todo es imaginación desbordante e incontrolada con una colección de personajes sacada de esa caja o cesta que algunos conservamos donde duermen en paz indios y vaqueros, caballos, cerditos y demás compañeros con los que vivimos mil y una aventuras y que gracias a Aubier y Patar siguen vivitos y coleando. Es el Toy Story europeo, muchísimo más real que los geniales personajes de Pixar, a pesar y por ello, de su delirante aventura por todo lo largo y ancho de este mundo que diría el Capitan Tan. Una gozada del siempre sorprendente stop-motion para disfrute de niños y mayores cuyo ritmo incansable puede llegar a agotarnos en algunos momentos a los que ya peinamos canas. Surgida de una serie de 20 episodios estrenada en USA como Una ciudad llamada Pánico , pasa a la gran pantalla con premio en Sitges, nominación en Cannes y la consabida tardanza de 2 años a nuestro país y cortisima distribución. Tambien ha generado cómics. Imprescindible en cualquier videoteca que se precie.
Creada en 2009, se ha proyectado en España como parte la programación de Animac, pero hemos tenido que esperar hasta 2011 y su paso por diferentes festivales para poder disfrutarla en la gran pantalla. Está protagonizada por auténticos juguetes de nuestra infancia como indios, vaqueros y otros muñecos de plástico, animados mediante la técnica del stop-motion. Visualmente ingeniosa y de narrativa fascinante.
Sus creadores estuvieron tres años trabajando en el guión. Durante este tiempo, escribieron y retocaron la historia, los gags y los diálogos. En España, la serie de referencia para la creación de la película no es conocida, por lo que las consideraciones a diferencias con esta no parecen tener sentido, sin embargo, no importa, la película en sí, es visualmente arriesgada, mezclando los dibujos y los muñecos con efectos de animación y texturas, con colores brillantes y sonidos sugerentes. Realmente es difícil calificar al tipo de público al que va dirigido, ¿para niños? Tal vez, pero no demasiado pequeños, yo diría que a partir de 9-10 años y de ahí sin límite.
Su estética es original y surrealista, recuerda (tal y como sus creadores han comentado alguna vez) a las historias que inventábamos algunos de pequeños, para muchos de nosotros de infancia común, cuando nuestras madres forraban el tambor de detergente donde guardábamos todos esos juguetes descabalados, unos pocos soldados de plástico, vaqueros, indios, algún caballo, ovejas, coches en miniatura, piezas sueltas de un fuerte, un paracaidista, etc. después vaciábamos el bote en el suelo y creábamos asombrosas aventuras con esos juguetes sin relación, ovejas asesinas, indios que se lanzaban en paracaídas… una vuelta a la infancia pero con la nostalgia del pasado.
Una historia sencilla en su globalidad, elementos sencillos con personajes sencillos y entrañables, con movimiento constante pero sin articulación de los mismos ya que son muñecos rígidos, pero las emociones son capaces de transmitirse de una manera efectiva, es una historia original, con buen ritmo y que en algunos momentos te hace sonreír por la originalidad y lo absurdo de las escenas. Desde luego aunque parezca muy sencilla esto no esta llevado a su creación que resulto complicada y costosa.
Una hora y cuarto que pasa volando, por el ritmo frenético, los diferentes escenarios, los inventos originales y muy estudiados que de una forma cotidiana te sorprenden y asombran (cafeteras de tres chorros, el cepillo de dientes del caballo, etc.), las situaciones cambiantes y absurdas como Indio encargando ladrillos por Internet, Caballo que va a buscar en coche a los animales cuando acaban sus clases de piano en el conservatorio, etc…
Su alta valoración es por toda esta originalidad en esta arriesgada aventura, es lo que hace que valga la pena pasarse por el cine y disfrutarla.
Podría vender Panique au Village como una de las mejores películas de animación europeas de la pasada década y probablemente no estaría exagerando. El largometraje basado en la serie belga homónima no sólo aprueba con nota en su cambio de formato sino que se confirma como una joya a reivindicar incluso a pesar de su particular punto de partida y el hecho de tener un humor exageradísimo y alocado, yendo allá donde otros no se han atrevido en lo relacionado con gags físicos y situaciones divertidas por segundo. No encontraréis aquí incorreción política ni chistes subidos de tono (al menos no en demasía), sino la carcajada más sana y sonora que hayáis echado en mucho tiempo.
Imaginad entonces una buena película de los Looney Tunes (por decir algo alocado y animado) pero utilizando figuritas de juguete como protagonistas, de forma radicalmente diferente a Toy Story. Sumadle que los protagonistas son un indio, un vaquero y un caballo, que viven juntos en un pequeño pueblo y que pasan por numerosos problemas, resolviéndolos –o no- de las formas más hilarantes posibles. Si la técnica de animación es asombrosa (y artesanal) su guión merece incluso más elogios: gags visuales y verbales, referencias sutiles y un trabajo perfecto a al hora de definir la personalidad de cada monigote que aparece en pantalla. Entristece que la animación comercial cope prácticamente todas las salas y que esta joya independiente se haya quedado fuera del programa (aunque hizo ruido en Cannes y en Sitges). Por suerte estamos en el siglo XXI e Internet brinda oportunidades que antes no habríamos llegado a soñar. Recomendada no, obligada para todo aquel que quiera pasar un rato fantástico.
¿Se acuerdan de esos libros infantiles donde tú podías elegir el desarrollo de la historia yendo a una página u otra a riesgo de que la trama escogida fuese la más corta? ¿O de esos cuentos en los que uno se inventaba una frase, el siguiente seguía el hilo argumental con otra, y al final de la cadena poco o nada quedaba de la historia inicial? Pues así de naïf, de loca, de imprevisible, de entretenida y de surrealista es Pánico en la granja, un homenaje a los divertimentos de antaño y a los muñecos de plástico del far west. Los directores han dispuesto el set de rodaje como una sala de juegos y con la ayuda del ordenador han movido sus piezas allá donde su loca imaginación les ha llevado: de una clase de piano donde una yegua cumple las funciones de profesora hasta el centro de la tierra previa visita al Polo Norte. ¡Porque qué es el cine sino eso: una recreación infantil de algo inexistente frente la cámara!
La idea inicial de poner un cowboy, un indio y un caballo viviendo en la misma casa ya promete despropósitos interesantes. Con Pánico en la granja no queda otra que dejarse llevar, esperando el efecto casero-retro visual siguiente sin buscarle tres pies al… caballo. Unos personajes que bien merecen una serie televisiva en tiempos de Pocoyo y Doras tridimensionales y ñoños. Los fans de la animación descubrirán cómo rentabilizar los cachivaques de la infancia, además de disfrutar de texturas visuales casi nuevas, como mínimo poco habituales. Tocará el corazoncito de muchos (los juguetes es lo que tienen: díganselo a Toy Story), otros la reivindicarán como título de culto, y al resto entre los que me incluyo proporcionará una hora y cuarto de rebelión y evasión en la granja. Una raruna rural que no deben perderse.
Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities
Esta buena cinta de animación, sin extrañas dimensiones, ni efectos super-chulos, resulta un entrañable experimento en el que la imaginación acaba poniendo de acuerdo a los niños de ahora y a los que fuimos, que acudimos a la sala en calidad de abuelos.
La historia nace de unos viejos juguetes, esos con plataforma, que han permanecido en el desván, dentro de una caja de galletas María, durante tantos lluviosos inviernos y que un día decidimos compartir con los hijos de nuestros hijos.
No es difícil poner en pie, una vez que indios, cowboys, caballos, granjeros, cerdos y gallinas, camionetas, casas y castillos, palmeras de plástico y extraños seres entre extraterrestres y abisales buzos, han tomado posesión del suelo del salón, una aventura que nace de la normal y cotidiana convivencia de hombres, animales y máquinas. No es difícil ponerla en pie si te pones a la altura animosa e intelectual de los pequeños y sigues sus pautas creativas. ¿A quién puede parecerle raro que tu profesora de piano sea una yegua enamoradiza y que el granjero envíe a sus ovejas al conservatorio, que el tractor sufra una operación en la mesa de la cocina o que pasemos del volcánico centro de la tierra al fondo del mar a través de un pasadizo?, ¿verdad que es perfectamente creíble?.
Saludable película, vacuna que salva inocencias y ecológico reciclaje de las añejas fantasías y de los antiguos amigos de muchos de quienes esperan en las salidas del cole o las guarderías.