Padre nuestro
Sinopsis de la película
Un Cardenal español (Fernando Rey) decide abandonar Roma y regresar a España porque le queda poco tiempo de vida, pero también porque desea saber qué ha sido de su hija y de su nieta. Su llegada causa impresiones diversas entre los vecinos e incluso entre sus familiares. Su obsesión es dejarlo todo bien atado antes de morir: lo que verdaderamente le preocupa es no haber podido reconocer legalmente a su hija, para remediarlo lo único que se le ocurre es pedirle a su hermano que se case con ella.
Detalles de la película
- Titulo Original: Padre nuestro
- Año: 1985
- Duración: 103
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Opinión de la crítica
Película
6.3
81 valoraciones en total
Otra singular obra del más que estimable Regueiro, fruto de su admirable colaboración con el crítico de cine Ángel Fernández Santos. Estilísticamente plantea un inteligente cruce entre el cine metafórico de Saura y el surrealismo de Buñuel, pero dada la singularidad del argumento, así como la gran personalidad del equipo técnico-artístico este Padre nuestro es un film de personalidad propia.
La historia sería la siguiente: un cardenal (Rey) a quien le han anunciado su próxima muerte viaja desde Roma hasta su pueblo natal a fin de dejar todo en condiciones, pues tuvo allí una hija (Abril), ahora metida a puta, con la criada de su casa (Penella). Allí se encontrará también con su hermano (Rabal), un médico de más bien pocas luces e impotente, y con su despótica y extraña madre (una genial Amelia de la Torre). Con estos elementos, Regueiro hace un inteligente alegato contra la santidad, lo tradicional, a favor de la igualdad moral de la orilla eclesiástica y la del pueblo llano, de la universalidad pecaminosa del individuo simple y llano, sin más rimbombancias. Para ello emplea un humor soterrado, negro y certero, que desnuda a los personajes y al drama íntimo de cada uno de ellos, logrando su enésima obra curiosa y otra notable película dónde sin ofender abiertamente a nadie, solo sugiriendo y señalando, se logra ofender más que disparando.
Este irregular cineasta vallisoletano, cuya obra es muy imaginativa, siempre ha sido tan sugestiva de planteamientos como poco lograda de resultados. Nadie puede negar que esta película es insólita pues narra la vuelta a la tierra que le vio nacer, de un cardenal español que padece una enfermedad terminal con el fin de arreglar las cosas que estropeó en su juventud y que dejó pendientes de resolver. Pero eso sólo es el punto de partida para poner al descubierto una serie de lacras que a juicio del cineasta derivan directamente de la religión y la familia.
Como un nuevo Nazarín buñueliano, el cardenal vuelve a su pueblo con el deseo de solucionar las cosas, aunque mucho me temo que debe ser el espectador el que juzgue si lo consigue. Esta curiosa al menos, película anti-familiar y anti-católica revelan claramente los postulados morales del cineasta y su guionista, ambos ex católicos. Como es frecuente en las películas escritas por Fernández Santos, la importancia de la infancia y del espacio y el tiempo mítico de la infancia es enorme. Así se explica esa referencia y esa utilización de la bola de cristal con nieve, que aquí tiene el mismo sentido que en Ciudadano Kane de reencuentro y recuperación de la infancia, y que el Cardenal disputa con ardor a su nieta ante la extrañeza de ésta que no comprende el interés del santo hombre y tan impropio de su edad.
Su realismo primario y esperpéntico a veces queda diluido por una mezcla de estilos, muy posiblemente la causa de estos cambios en el tono de la narración sea el intento de dar una mayor complejidad a los personajes, de retratar todos sus lados, pero lo cierto es que, a mi juicio, no funciona en la mayor parte de las ocasiones, pues la falta de linealidad de los personajes y de la narración, no logra dar mayor entidad a los protagonistas explicitando sus contradicciones, sino que produce rupturas de tono en detrimento del film.
Regueiro toma el tema sexual como motor de la historia, aunque la religión y la familia siempre planean sobre este film, desde la promiscuidad del Cardenal hasta el pajillero de su hermano médico rural. Un pueblucho donde no falta su burdel que huele a cuadra, como muy afirma La Cardenala, podemos imaginar porqué ese apodo. Lo mejor del film son los actores que brillan con luz propia, salvando los muebles de una película deslavazada, imperfecta y sin empatía, aunque tiene momentos brillantes, nada más. Francisco Regueiro nos ofrece una nueva mirada sobre la religión católica y sus apóstoles en la tierra, una mirada realista y despojada de toda hipocresía, de hombres normales con las mismas tentaciones y errores de cualquier ser humano, incluso los que visten la curia cardenalicia.
Es una grandísima película por muchos factores y los voy a enumerar:
1) Que grandísimo reparto. Estamos hablando de lo mejor de todos los tiempos de nuestro cine. Decir Francisco Rabal y Fernando Rey, y además juntos, es hablar de escenas de una fuerza y una calidad interpretativa casí sublimes. Hablar del resto de actores secundarios es manifestar la calidad de nuestros actores de esta época (franquista-transición). Grande muy grandes, Emma Penella, Rafaela Aparicio, Amelia de la Torre, José Vivó, etc. y una joven Vctoria Abril que raya a gran altura.
2) El desarrollo de la historia, en una Castilla degradada, donde aún se pueden ver los testimonios señoriales de épocas pretéritas, está muy bien realizada. La fotografía y la escenificación muy conseguidas.
3) La trama argumental con una dirección que bien podría haber firmado el mísmisimo Buñuel dejá una gran película, en la que abundan escenas y diálogos profundos y llenos de contenido.
Película árida, como el paisaje castellano que muestra, pero tan rica como ese vino que se disputa hasta el mismísimo Vaticano. Esta película la firmaría con agrado D. Luis Buñuel, pues tiene esa socarronería y herejía tan presente en sus películas. La historia es la de un cardenal (F. Rey) que viene a poner orden en ese pasado del que huyo para refugiarse en los cómodos muros del Vaticano, entre otras cosas, una hija (puta) tenida con la criada antes de partir.
El desarrollo de la historia es maravilloso. Por momentos, pareces que estás asistiendo a un mundo ya en descomposición, pero tan racial como esa seca tierra a la que se agarran. Toda la película está llena de momentos memorables, expuestos con gramática parda: el bautizo en el lupanar de Victoria Abril (una soberbia y magnifica herejía), la llegada al pueblo en un helicóptero de F. Rey, casi como si fuera una anunciación, y la cómica e irónica producción de la sangre de Cristo, el exquisito vino con el que consagran todas las iglesias europeas y que al final es un asalto en toda regla a la fortuna de esta familia y al futuro del pueblo.
Punto y aparte es el reparto, comenzando por los secundarios. Está la grandiosa Amalia de la Torre, como esa matriarca devota y despótica del clan, también, Rafaela Aparicio, haciendo de sempiterna criada, pero en un papel mucho más jugoso que los habituales y que nos muestra lo grandísima que fue, también Emma Penella, como esa criada que tenían todos los señoritos y que terminaba por criar bastardos, llena aquí de una humildad que raya la sumisión, pero podíamos seguir así, pues cada uno de los que aparece (magistral Lina Canalejas como dueña de la casa de putas, o Luis Barbero, como experto vinícola que abre los ojos al cardenal por la esquilmación que está haciendo el Vaticano).
Pero Padrenuestro es Fernando y Paco. Es la última oportunidad que tendremos de verlos juntos. Sus secuencias muestran la altura inalcanzable a la que se manejaban los que quizás fueron los mejores actores españoles de todos los tiempos. Hay una química, una familiaridad que traspasa la pantalla y te dejan con un sabor único, que siempre sabe a poco.
Padrenuestro es una de las mejores películas de los años 80 y una obra a recuperar, pese al éxito que tuvo en su momento. Una película que va ganando con el paso de los años hasta ser la oración que tenemos que ver si deseamos ganar el cielo viendo cine.
Padre Nuestro me ha parecido una película interesante en muchos aspectos. No pretenderé entendimiento más allá del de un humilde espectador al que no vuelve loco la producción nacional ni entiende como honestos los argumentos (o justificaciones) de los que manejan el sector, especialmente de aquellos convertidos en cazadores de subvenciones más que auténticos creadores.
La calidad del reparto y el trabajo realizado, es indiscutible. Arrabal y Rey te enganchan y Victoria Abril apetece como la sal, en su correcta medida.
El guión es original en cuanto a la trama relacionada con el cardenal, el vino y el vaticano (minúscula intencionada)
Por lo demás, el anticlericalismo y la exposición de la evidente hipocresía que destila de todo lo que presume de católico, no se puede catalogar de original. Aún y así, el guión es brillante en muchos momentos.
Recordemos que se estrenó en 1.985, no en 1.955.
Para alguien con cierta madurez, aunque no guste especialmente del cine español, la recomiendo en madrugadas insomnes.