Oh Boy
Sinopsis de la película
Niko (Tom Schilling) es un joven veinteañero que abandona la universidad y acaba vagando por las calles de Berlín. Celebrada ópera prima, en blanco y negro, que trata sobre el deseo de participar en la vida y la dificultad para encontrar un lugar en el mundo.
Detalles de la película
- Titulo Original: Oh Boy
- Año: 2012
- Duración: 83
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Opinión de la crítica
Película
6.8
74 valoraciones en total
Estamos ante el retrato de un joven abusón insignificante (ni estudia, ni trabaja) y que vive de mentir a su padre y haber recibido hasta ese momento los 1000 euros mensuales que éste le pasaba ante la creencia falaz de que estaba estudiando en la universidad. Pero un buen día el padre se entera, le cancela la cuenta bancaria y se encuentra abocado a la indefensión financiera mientras a su alrededor se va disolviendo y agotando la vida de parásito caradura que ha llevado, dando tumbos, incapaz de reconducir su existencia, ayuno de vigor y falto de objetivos y de sentido.
La inmadurez tiene muchas caras, ninguna grata ni complaciente. El fracaso se manifiesta en su inutilidad para mantener relaciones significativas o vínculos afectivos relevantes, apresado por su total falta de consistencia, su negación de cualquier meta, su ineptitud por encontrar un propósito que le lleva más allá de la mera subsistencia. Se deja llevar por los acontecimientos como una hoja al viento, dependiendo de las corrientes arbitrarias que lo llevan de un lado a otro, con ciertos encantos y nulos logros, sin más ayuda que una presencia agradable y un trato sin complicaciones aparentes. Pero hay algo roto, desarticulado, enmarañado y artero en su alma que le deja al borde del precipicio, sin capacidad de reacción, sin propósito de enmienda.
Si bien esta cinta parece posicionarse como ‘nueva comedia alemana’, la risa o la sonrisa brillan por su ausencia y nos encontramos más bien con un afligido drama sobre la incapacidad de vivir, de configurar una personalidad con un mínimo de textura o fondo. El tono moroso contribuye a transmitir el fin de una época vital pero no anuncia el comienzo de nada nuevo ni esperanzador. Es un callejón sin salida en blanco y negro donde ni el presente ni el pasado parecen guardar ningún cartucho en la recámara y todo parece abocado a perpetuarse en una grisácea cotidianidad del perdedor sin futuro.
Interesante muestra del cine alemán contemporáneo (europeo en general) que parece reflejar la pérdida de valores, interés o ilusión. Nada presagia un mañana redentor que ni se busca ni se merece. Atribulado reflejo de la falta de empuje de una generación cadavérica y adocenada que busca la mera subsistencia parásita. Buena cinta que se ve con interés pero que quizás no contribuya a darnos ni la más mínima esperanza sobre el porvenir: certera muestra de la ausencia total de vitalidad o ambición.
Oh Boy nos muestra con un realismo impactante la vida de Niko, un veinteañero que busca su identidad a costa del dinero que le manda su padre para la universidad, con un toque muy personal pero sin resultar recargado todo funciona bastante bien, la fotografía en blanco y negro, los secundarios, la musica, esos diálogos con un punto surrealista…
Esas situaciones insólitas que le van sucediendo por las calles de Berlin nos iran dibujado el retrato de un ser ausente, un joven asomado al precipicio del fracaso, y que no sabemos si es él el que ha ido dirigiendo su vida hacia ese vacío o es el momento que le ha tocado vivir y no podrá esquivar el fracaso por mucho que lo intente.
Gran interpretación de Tom Schilling, al que no sabemos si decirle, chico espabila o compadecernos de él… ya que durante todo el metraje no sabremos quien es mas culpable de su situación, él o el mundo que le ha tocado vivir.
Tras esas 24 horas, Niko nos dejara una frase que resume como se siente ya no entiendo a la gente, no entiendo nada de lo que dicen pese a que hablan el mismo idioma .
Todo cuesta un dineral si no tienes oficio ni beneficio porque has dejado la carrera, no tienes perspectivas de encontrar trabajo y en cualquier momento tu cuenta corriente se quedará a cero.
Esa es la rutina de Niko en ese vacío de la ciudad indiferente a los descarrilados que la pueblan.
Ligues ocasionales, amiguetes de copas, vecinos con neuras, citaciones burocráticas con funcionarios, psicólogos y demás personal que determina si eres apto para esto o aquello, la penumbra noctámbula de los bares con sus habituales solitarios de barra, reencuentros con compañeros de colegio que te recuerdan lo capullo que podías llegar a ser en tu edad del pavo, sets de rodaje a los que te invitan como espectador, espectáculos artísticos experimentales, tu padre al que no has dicho que ya hace dos años que no das un palo al agua…
Niko vaga sin propósito, sin querer pensar más allá del café, del aperitivo, de la copa o del cigarrillo, miembro de esa legión de fracasados de nueva ola que no se ubican en ningún sitio, que posponen indefinidamente un título académico cuyo diploma no llegará a colgarse en la pared, que observan y escuchan otras vidas como testigos pasivos, a veces escépticos, a veces compasivos, a veces divertidos, a veces hastiados, a veces conmovidos, siempre perdidos.
Porque estos jóvenes de nuevo cuño a menudo chocan con este mundo ya no a la medida de las personas, sino de las masas anónimas en las que es tan fácil perderse como uno más del montón que pasa los días sin pena ni gloria.
Oh Boy no sólo es la opera prima de Jan Ole Gerster, proyecto de tesis para la German Film and Television Academy, ni el largometraje multipremiado en el German Film Awards y European Film Awards, o bien la aclamada película que recorrió el mundo en el 2013 —en México se presento durante la 12ª Semana de Cine Alemán en la Cineteca Nacional que por cierto, contó con la asistencia de la actriz Barbara Sukowa (Lola de R. W. Fassbinder, Europa de Lars von Trier, M. Butterfly de Cronenberg, Hannah Arendt de M. von Trotta entre otras tantas)—. Oh Boy, A Coffee in Berlin, es mirar con esplendor al pasado. Es revivir lo que llegó a significar la Neuer Deutscher Film, esa ola alemana de los 60s que golpeó dos décadas rompiendo con los viejos esquemas del cine alemán, encabezada por directores como Syberberg, Herzog, Kluge, Fassbinder, entre otros. Oh boy es una visión a lo mumblecore de la cultura juvenil moderna alemana, una tragicomedia donde el hastío y la vaciedad yacen sempiternos.
Una propuesta sumamente intimista que abraza la angustia existencial post-adolescentes en un blanco y negro delicioso decorado con aquellos tonos de jazz que su banda sonora poseé. Un retrato inexpresivo de cinismo cultural que a ningún lado va, que no responde nada, y es incapaz de ilustrarnos un por venir, atrofiado en la monotonía moderna del hoy día, sólo es un día más, tan trivial como surrealista, como la búsqueda de un café, no un café árabe, variedad Colombia o lo que sea, sólo y simplemente un café común y corriente, un café normal. Un día en la vida de Niko, un joven que ha dejado la escuela de derecho para tirarse de lleno a hacer nada, al ocio, a la más pura insatisfacción y desdén hacia los placeres que la vida puede ofrecer, a los logros o al sabor del triunfo. 24 horas plegadas de pueriles acontecimientos, de un ritmo juguetón y vivaz que con el transcurso de cada broma y sonrisa irónica deja entrever una profunda tristeza. Llena de personajes multifacéticos enfrascados en su miseria y en pobre dicha, dichosos ellos que son felices.
No sé hasta que grado podamos ver a Oh Boy como un retrato generacional… se habla de la juventud alemana, de las condiciones de un país con un pasado muy oscuro, de segregación y fascismo que vapulea a sus jóvenes, un desconsuelo social que imposibilita el sentimiento de pertenencia e identidad. ¿Qué es un diagnóstico de la sociedad alemana? Pff… Es un diagnóstico de la juventud de hoy en día, de allá y aquí y en todos lados. Siempre he pensando que no somos tan distintos unos de otros, la historia pesa y forma un complejo ideológico encontrando diferencias ya no entre individuos sino entre naciones, sin embargo la naturaleza de algunos hechos son tan básicos que adquieren ubicuidad. No seremos aquel guapo joven berlines que retrata Oh Boy en 24 horas, sin embargo creo que parte de las personas que vean esta película más allá de si son alemanes, latinos, etc., encontrarán en esta película cierta afinidad. Finalmente el extravío emocional y el hastío por la vida no es exclusivo de una sociedad sino ahora más que nunca, de nuestro tiempo. Y es que Oh Boy no es un argumento, Oh Boy es un estado de ánimo.
Por otro lado, es un encanto ese guiño a la banalización de la industria cinematográfica, la elegancia de su fotografía, que arroja cuadros de mil formas, bellas instantáneas ya sea en primer plano, diurnas a contraluz, nocturnas. Ni hablar de la actuación, todos los actores brillan en su locura personal y Tom Schilling… fantástico en su infinita pasividad. Actor que sólo había visto en Napola de Dennis Gansel, un drama nazi colegial.
http://teatro-vandrian.blogspot.mx
Oh Boy es algo más que una película. Es, como Lost in translation (Sofia Coppola, 2003), un estado de ánimo, un reflejo fantasmal y sincero de lo que somos o, al menos, de lo que fuimos en algún momento. Envuelta en el halo del cine mumblecore (mínimo presupuesto, diálogos de corte realista), recuerda inevitablemente a los inicios de Jim Jarmusch, pero la cinta de Gerster conquista una identidad propia y un estilo personal. Su mirada inyecta poesía al relato pero no lo sobrecarga, la banda sonora acompaña con elegancia la historia pero no la subraya. Parece que cada elemento está colocado donde debería, con esa precisión de reloj suizo impropia en un director novel.
La cinta narra 24 horas en la vida de Niko, un joven veinteañero acomodado que ha dejado sus estudios y deambula por las calles berlinesas sin rumbo, sin haber encontrado su lugar en el mundo. Irá encontrándose con diversos y pintorescos personajes, viviendo situaciones a cada cual más insólita y extraña. La interpretación del personaje principal corre a cargo de un sobresaliente Tom Schilling, cuyo compromiso con Niko es absoluto, entregando un muy sincero y realista retrato del fracaso, la derrota y la desesperanza. Su taciturno deambular recuerda a la nouvelle vague, visualizado por unas bellas imágenes en blanco y negro que confirman en buen gusto estético, ético y sonoro del cineasta. Hay estimulantes visos de debate, pero prima ante todo el melancólico cuadro que se dibuja sobre el fracaso y la soledad, sin ofrecer respuestas ni salidas aunque, y es de agradecer, el autor deje ventanas abiertas para que el relato respire, sabiamente puntuado por momentos de hilarante comicidad. No olvida en su fascinante recorrido paradas tristes (el señor borracho), y reconduce el brillante macguffin del café hacia un final abierto, quizá luminoso, pero sin duda con varias lecturas.
Logra evitar que se tilde al film de burgués, pues su discurso es universal y en ningún momento vemos a un pobre rico malcriado, sino simplemente al rostro más descarnado de la juventud desnortada de nuestra época. Duele y emociona, provoca empatía y, llegado a cierto punto, causa conmoción. Es nihilismo puro, sin disfraces ni etiquetas, pero no terminal, sino con los ojos puestos, quizá, en el camino, que sigue avanzando delante de uno mismo.
http://www.asgeeks.es/movies/fin-de-semana-europeo-criticas-de-joven-y-bonita-y-oh-boy/