Offscreen
Sinopsis de la película
Influenciado por los films enraizados en el manifiesto dogma, la película narra el calamitoso proceso de desamor que sufre el famoso actor danés Nicolas Bro cuando un buen día su mujer le comunica que ha dejado de quererle. Lo curioso del relato es que es el propio actor quien se filma a sí mismo en su rutina diaria habitual, haciéndonos partícipes en directo de su drama personal.
Detalles de la película
- Titulo Original: Offscreen
- Año: 2006
- Duración: 93
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Opinión de la crítica
Película
6.3
29 valoraciones en total
El protagonista de esta rara e incómoda cinta danesa quiere filmar una película sobre el amor y, sin pretenderlo, acaba engendrando una paradoja: una historia de amor que carece de amor. Esto tampoco debe distraernos de lo que verdaderamente constituye su centro, que no es otra cosa que la frustración artística y como esta infecta a la vida cotidiana. Es una película sobre el arduo proceso de creación cinematográfica, casi (y extremando la comparación) el Apocalipsis Now del cine romántico y del falso documental.
Hay una escena reveladora que apela a las mecánicas de choque entre realidad y ficción, en la que Nicolas Bro intenta recrear, y posteriormente tergiversar y orientar hacia el final feliz, una escena real en la que su novia le dio calabazas. El arte como espejo de la vida y también como instrumento de corrección, oportuno rewind que, desgraciadamente, carece de validez y verdad.
Offscreen es, también, un inteligente juego metacinematográfico que encarna en su fotograma imperfecto el sentir general, tan actual, de lo que algunos llaman cultura del narcisismo. La obsesión por grabar cada detalle de su propia vida (por registrar la verdad de lo que le rodea) remite a la vampirización que experimentaron los personajes de Arrebato, aunque sin sus complejas connotaciones culturales y existenciales: en el film de Boe hay locura e impudicia, básicamente. Y una posible película en creación continua que avanza por un guión que se escribe sobre la marcha (y contra los intereses del director, que es también protagonista).
Mucha miga conceptual, como puede verse, lastrada por pequños detalles reprochables. Por ejemplo, la paranoia de Nicolas Bro no está tan bien graduada como la del Eusebio Poncela del film de Zulueta (o como la del cámara de Seres extraños, de Takashi Shimizu), aquí, desde los primeros planos, ya podemos percibir que el tío está como una chota mañanera, todo sucede demasiado rápido. También se perciben fácilmente algunas trampas narrativas que podían haberse camuflado mejor.
Pero en general estamos ante una obra inquietante y perturbadora, que en su tramo final tiende hacia el terror psicológico y enfermo (a efectos de guión no era necesario llegar tan lejos: el mensaje quedó claro a mitad de metraje), inspirando miedo y pena a partes iguales.
Agresiva parábola sobre el fracaso, el cine y la exhibición (dramatización) de nuestras propias miserias, logra soslayar (casi siempre) el efectismo y la gratuidad para articular ideas que explican un poco este mundo en el que vivimos.
Lo mejor: que invita a la reflexión.
Lo peor: algún exceso (y ver todo el tiempo el careto de Bro, ese Adonis).
Si pudiésemos calificar esta obra de Christoffer Boe con un solo adjetivo, este sería incómodo . Creo que esta palabra describe suficientemente bien la sensación con la cual se va a encontrar el espectador a lo largo del largometraje. Quizá la primera parte de la película pueda hacerse algo lenta, pero contemplando el transcurso de la misma, se presenta indispensable para contemplar como poco a poco como el gordo Bro ( que por cierto, su actuación supera con creces la mala imagen estética que pueda presentar ) va sufriendo una transformación hacia el avismo ( lo cual de alguna manera queda latente al comienzo de la película ).
Un film que aflora la miseria, la soledad y la locura que puede llegar a padecer un ser humano que se ve superado por circunstancias de la vida que nadie desearía. Si se debiese mencionar algo en concreto, cabe destacar el tramo final de la película, donde Boe nos muestra un cine totalmente perturbador y desagradable cuyo rasgo característico serían las escenas siniestras acompañadas de colores frios y oscuros, y una escena final tremanda que deja al espectador sentado en su butaca con una sensación… incómoda, realmente incómoda.
Esta película pretende mostrarse como un hecho real que de antemano sabemos que es falso, situación que no es distinta a la de prácticamente todas las películas, el problema es que al usarse personajes reales actuando de sí mismos, se pierde un poco el encanto de querer creer que el drama es real cuando en el fondo se sabe lo contrario, haciendo que uno constantemente tenga en mente que lo que se está viendo es ficticio.
Independientemente de lo anterior, la película está muy bien hecha, con un guión original, que un principio se plantea de una forma muy poco interesante pero que logra ir elevando la intensidad y el drama conforme avanza y sin aflojar hasta los minutos finales. El final guarda un poco el suspenso y deja un pequeño cabo suelto no muy trascendente pero que puede molestar.
A veces el actor puede estar atrapado en el encuadre, ser victima de sus propios excesos. Woody Allen imagina desenfocaba a un chupón de planos como Robin Williams en Desmontado a Harry. El otro terror puede ser filmar todo desde un punto de vista personal e internar voltear la tragedia personal mediante el metacine…
Estrategia similar a la de La bruja de Blair o Holocausto caníbal: el actor estaba desaparecido y han encontrado unas cintas… que Boe esta editando.
Sigue la vieja escuela: en una película para que funcione debe haber una historia de amor… es el nudo central aunque obviamente con este material la historia se dirige hacia un oscuro y siniestro.
Offscreen es hija de American Psycho y del reality más mordaz. Tal vez el vacío solo puede conducir hacia la autodestrucción o la locura más sádica y lo interesante podría haber sido dirigir la historia hacia el metacine con la otra cara de Allegro.
Tal vez esté algo parcializado ya que las dos películas anteriores de Christopher Boe me habían gustado mucho, pero ante esta nueva obra no puedo dejar de quitarme el sombrero. Es cierto que el recurso a la metaficción en tono sombrío ya se ha utilizado en varias ocasiones, pero es muy probable que esta sea la más dolorosa de ellas. Dolor es lo que buscaba provocarle Boe al espectador y lo logra, tal vez haya que ser un poco masoquista para verla, pero lo cierto es que también produce placer ver una película que inquiete en un momento en el cual muchas de las producciones tienen como objetivo dejar feliz a toda la familia.
Offscreen parte de un lugar común cinematográfico de los últimos tiempos, filmar pase lo que pase, pero en este caso no se trata de ninguna tragedia nacional o de una presencia sobrenatural, también recurre a otra estrategia algo menos frecuentada pero últimamente bien utilizada como que los actores hagan de sí mismos y nos cuenten su historia en un biopic ficticio. Lo interesante aquí es que la tragedia es personal, como en JCVD, pero aún más dura, una vida que se desploma aceleradamente, una afilada crítica al narcisismo de la sociedad del espectáculo, un camino cuesta abajo en el que Nicolas Bro nos lleva de la mano dándonos una paliza a cada instante, y, lo peor es que lo acompañamos encantados a pesar de nuestro terror.
En definitiva una excelente película, Boe en su tercera película construye una historia que se desmarca de sus dos anteriores obras y Bro da una clase de actuación que nos hace olvidar su feo rostro.