Nuestra música
Sinopsis de la película
El filme está compuesto de tres partes, respectivamente tituladas: Reino 1. Infierno, Reino 2: Purgatorio y Reino 3: Paraíso. El infierno, de una duración aproximada de siete u ocho minutos, se compone de distintas imágenes de guerra, sin orden cronológico o histórico. Aviones, tanques, buques de guerra, explosiones, fusilamientos, ejecuciones, poblaciones en fuga, campos devastados, ciudades destruidas, etc. Todo tanto en blanco y negro como en color. Las imágenes quedan mudas, acompañadas por cuatro frases y cuatro músicas (piano). El purgatorio, de aproximadamente una hora de duración, se desarrolla en nuestros días en la ciudad de Sarajevo -mártir entre otras – con ocasión de los Encuentro Europeos del Libro. Se trata de conferencias o de simples conversaciones sobre la necesidad de la poesía, de la imagen de uno mismo y el otro, de Palestina e Israel, etc., producidas tanto por personas reales como por personajes imaginarios. Una visita al puente de Mostar en reconstrucción simboliza el intercambio entre culpabilidad y perdón. El paraíso, de más o menos una duración de diez minutos, muestra a una joven – ya vista en la última secuencia – que, habiéndose sacrificado, alcanza la paz en una pequeña plata a orillas del mar, custodiada por unos cuantos marines estadounidenses.
Detalles de la película
- Titulo Original: Notre musique
- Año: 2004
- Duración: 79
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Opinión de la crítica
6.6
52 valoraciones en total
Realización de Jean Luc Godard, en la que interviene como guionista, director, montador e intérprete. Rodada en Sarajevo, Mostar y otras localidades, suma ficción y fragmentos documentales. Obtuvo dos nominaciones a los premios de la Academia de Cine Europeo (actriz y guión). Fue elegida por la FIPRESCI mejor película del año.
La acción tiene lugar en Sarajevo, Mostar y otras localizaciones en 2003/04. Narra la historia de Olga Brodsky (Sarah Adler), periodista judía de nacionalidad francesa y ascendencia rusa, que visita Sarajevo con motivo de los Encuentros sobre el libro . En una ciudad en reconstrucción se siente movida a explorar los horrores de la guerra que devastó la ciudad, que evocan guerras anteriores y posteriores. Atribulada por las dimensiones del sufrimiento humano y la crueldad de todas las guerras, decide dar testimonio de la insensatez y arbitrariedad de la guerra y la necesidad de la paz.
La película se divide en tres reinos , diseñados como en la Divina Comedia: infierno, purgatorio y cielo. En el infierno se ven imégenes estremecedoras de los campos de exterminio nazis, bombardeos incendiarios, niños guerreros, feroces luchas cuerpo a cuerpo, masacres y horror sin límites. El purgatorio focaliza la atención en la estancia por unos días en Sarajevo de Olga y otros personajes como Goytisolo y Godard. Las reflexiones que la ciudad sugiere a los personajes permite a Olga recoger ideas, pensamientos y observaciones sobre la guerra. Se establece que la guerra sólo mata, porque radicaliza las posiciones de los vencidos y los convierte en protagonistas tan fuertes que se hacen invencibles por la fuerza. La guerra es la máxima expresión de la brutalidad humana. La cultura y la educación son los únicos referentes que pueden detenerla. El paraíso es un lugar idílico, frondoso y fértil, en el que Olga/Eva y su compañero se deleitan comiendo el fruto del árbol del bien y del mal, indicación de que la muerte entrará allí con su secuela de crímenes y guerra.
La música hilvana emotivos fragmentos de obras de Sibelius, Monk, Tchaikovsky y otros. La fotografía suma contraluces, paisajes devastados, imágenes de ficción y documentales, en una mezcla confusa e indefinida, que sugiere que todas las guerras son parte de la misma carnicería. El guión se explica en términos femeninos: Olga es la que observa, registra imágenes y realiza entrevistas. Como en otros films del autor, el espectador mira a través de los ojos de una muchacha. La interpretación de Sarah Adler es contenida, ajustada y adecuada. La dirección apoya sobre un relato sucinto una extensa exposición de ideas, que le convierte más en filósofo que en narrador.
La película, con algunos errores de apreciación, trasmite la impresión de que es imposible detener la orgía de guerra, destrucción y muerte en la que se mueve la Humanidad.
El otro día, un amigo y yo mantuvimos una interesantísima conversación sobre películas de ciencia ficción que han envejecido mal. Es decir, filmes que vistos a día de hoy dañan la vista y el cerebro reptiliano y que sólo pueden apreciarse teniendo conocimientos sobre el país y la época en que se realizaron, su presupuesto, etc. Más tarde pasamos a hablar sobre sus antónimos: obras que pese al paso del tiempo e incluso sus obsoletos efectos especiales pueden seguir disfrutándose sin ningún tipo de esfuerzo. Citamos, por ejemplo, Blade Runner, Forbidden Planet, Monolith Monsters o las dos primeras de Star Trek.
Y así, entre cervezas de importación alemanas y cigarrillos condimentados, alguien pronunció la palabra clave: Alphaville.
Los dos nos quedamos mirándonos con expresión Humphrey Bogart: ¿Ha aguantado Alphaville bien el paso del tiempo?
Como es de Godard, más de un iluminado diría automáticamente que sí. Ya se sabe que en el mundo del cine los dictadores del gusto tienen mucha fuerza. Sin embargo, durante su último visionado, a mí ya no sólo me pareció algo cutrecilla, sino que además me aburrió.
Me aburrió mucho.
Y es que Godard, el enfant terrible de Cahiers du Cinéma, el hippie-pijo de la Nouvelle Vague, el mayor enemigo del MRI, el que hizo una película con los colores de la bandera francesa, el que mejoraba los géneros, el que en su día era más famoso que los Beatles, el que hacía pelis propagandísticas con cuatro duros porque el ser un comunista de clase alta no le sentaba demasiado bien, en general… y voy a ser muy cruel… ha envejecido mal.
Tanto que los profesores de escuela de cine, me refiero a los de cierta edad, no se explican el escaso interés que despierta a las nuevas generaciones que, sin embargo, suelen sentirse atraídas por directores como Truffaut o Rohmer.
Y digo todo esto porque lo único que se puede decir de Notre musique es que es Godard en estado puro. Ni más ni menos.
Tiene ese punto documental con voz en off que pretende concienciarnos de esto y lo otro. Tiene citas supuestamente muy profundas que te ponen en contacto con lo más sublime de la alta cultura. Tiene reflexiones sobre acontecimientos recientes. Tiene primeros planos que revelan el alma de los personajes. Tiene ese tufillo intelectualoide del siglo pasado que provoca sudores fríos e irritación de garganta. Y sobre todo tiene el ego de Godard exaltado, hasta el punto de aparecer como personaje.
Puede que ahora mismo te estés preguntando el porqué le he puesto un 6 si le tengo manía a Godard. Y es que realmente no se la tengo. Aprecio muchísimo lo que hizo… en su momento. Pero, como ya he comentado, sus películas han envejecido muy mal. Y Notre Musique es tan de 1970…
Película compuesta de tres episodios, Reino 1: Infierno, en el cual vamos viendo una serie de imágenes sobre distintas guerras a lo largo de la historia de la humanidad, sin ningún orden cronológico en particular, música y una voz en off acompañan este relato.
Reino 2: Purgatorio, donde sucede el grueso del metraje, transcurre en Sarajevo donde se realiza un encuentro literario, de la mano de una serie de traductores y literarios vamos viendo como comentan sobre la importancia de la poesía y ciertos conflictos políticos.
Finalmente en Reino 3: Paraíso, muestra a una joven (que previamente ha aparecido en la película) la cual ha alcanzado la paz interior y terrenal, esto gracias a una acción que realiza en los minutos finales del segundo episodio.
Notre musique no es un film fácil de digerir, en especial en el segundo tracto cuesta un poco seguir el hilo argumental que presenta Godard, sin embargo, esa espera y paciencia se ve recompensada, porque posteriormente el mensaje se dilucida claramente.
Con todo y eso, no quita lo pesado que es verla (una segunda revisión sería sin duda más disfrutable), Godard continúa tan revolucionario y con un manejo del lenguaje visual poderoso, cine de autor en su totalidad, la música otro de los puntos altos.
El último Godard posee un estilo muy diferente del que se conoció, allá por 1960 con la Nouvelle Vague. Pero permanece fiel a su idea de renovar el cine. Es decir, es diferente su estilo porque él continúa siendo igual de comprometido. Sigue amando el cine como cuando escribía en Cahiers du Cinema. Y se enoja con Cannes y con la industria cinematográfica actual, que no ha sabido darle al cine el lugar artístico que amerita.
Se han privilegiado los derechos del cine y no sus deberes. No se ha podido, o no se ha sabido, o no se ha querido dejar al cine el papel que se ha dejado a la pintura o a la literatura. [… ]Al principio se creyó que el cine se impondría como un nuevo instrumento de conocimiento, un microscopio, pero muy de prisa se le impidió que desempeñara su papel y se ha convertido en un sonajero (entrevista con Lavoignat y D’Yvoire, 1995).
Por ello el Godard contemporáneo nos trae películas cada vez más complejas y menos comerciales. Films que muchos tildan de encriptados, intelectualoides o confusos. Y que sin embargo, son para el cinéfilo una promesa, una ráfaga explosiva de pensamientos. Que nos recuerda que en el cine aún no está todo dicho, sino que se encuentra en fase de experimentación y que todavía se puede crear, reinventar, explotar en términos epistemologico, artísticos y no solamente comerciales.
La película está dividida en los tres capítulos de La Divina Comedia de Dante Alighieri: Infierno, Purgatorio, Paraíso. En el Infierno muestra con un montaje de imágenes los terrores de las guerras, como una presentación resumida de los conflictos históricos bélicos. Es en el Purgatorio en donde realmente comienza la película. Actúa Godard de Godard, que debe impartir una clase de cine en el marco de una Conferencia de Artes en Sarajevo, la cual reúne varios escritores contemporáneos como el español Juan Goytisolo, los franceses Pierre Bergounioux y Jean Paul Cournier, y el palestino Mahmoud Darwish.
Tenia muchísimas ganas de ver esta película. Cuando empieza el filme estoy concentrado, preparado para cualquier filosofía que quiera plantearme el director. Pasan 30 minutos y me siento confuso. Creo seguir mas o menos el argumento, y no me convence. Rápidamente achaco la culpa a mi persona, joder, este director es perro viejo, pienso yo. Pero la película sigue y también sigue sin convencerme. En unas cuantos momentos parece que la película va a recuperar el vuelo que tenia en esos primeros minutos. Pero no termina de despegar. Por muy poco. La idea es brillante. Pero no me llega al corazón. A veces me pierdo con la filosofía que trata de mostrarme, y me irrito conmigo mismo por no estar a la altura. La pareja de gafa pastas que están conmigo en la sala ( no hay nadie más) si parecen disfrutar, irritándome aun más. El final recupera un poco el tono del inicio, pero la experiencia no ha sido la esperada. A parte de algunas frases sueltas bastantes idealistas y de la conversación final en Sarajevo y tal vez el final de la protagonista ( que no es prota pero que a estas alturas explicar eso es harto complicado), pues la verdad la película no me hizo reflexionar ni mover mi posición inicial sobre el conflicto palestino, por ejemplo. Pero tiene dos memorables presencias. Una es la buena fotografía y la otra es poder volver a ver mi rió Neretva, en la ciudad mágica de Mostar. Por lo demás salí bastante desilusionado de mí mismo.